A inicios de esta semana, el gobierno de Estados Unidos anunció un operativo militar de varios meses en el Caribe Sur, con unos 4.500 efectivos (entre ellos, 2.200 marines), aviones espía y hasta un submarino de ataque, con el supuesto fin de “combatir al narcotráfico” usando como pretexto acusaciones totalmente infundadas de que el presidente venezolano Nicolás Maduro encabezaría una organización delictiva dedicada al tráfico de drogas. El operativo ha despertado el rechazo de varios gobiernos de la región, desde el ALBA y México hasta Colombia, que la han denunciado como un acto intervencionista pero ¿qué fuerzas hay detrás del mismo?
Una perspectiva histórica
Los datos del operativo son verdaderamente impresionantes, pero palidecen comparados con otras intervenciones militares estadounidenses en nuestra región.
Recordemos, por ejemplo, la invasión a República Dominicana en 1965, llevada a cabo para apoyar el golpe contra el gobierno popular de Juan Bosch. Esa movilización yanqui comprendió más de 30 mil soldados, marines, aviadores y marineros. Para invadir a la minúscula isla de Grenada y derrocar a su gobierno socialista en 1983, el Comando Sur desplegó nada menos que 7.300 efectivos con destructores, fragatas, tanques y hasta un portaaviones. Para invadir al fuertemente impopular y desestructurado gobierno de Noriega en Panamá en 1989, los EEUU desplegaron casi 28.000 soldados y 300 aeronaves. ¡Y eso que el general panameño Manuel Noriega tenía años de estar en la nómina de colaboradores de la CIA!
Claramente, la fuerza militar desplegada por la administración Trump en el Caribe Sur no alcanza para derrocar a un gobierno como el de Nicolás Maduro, incomparablemente más sólido que cualquiera de los mencionados arriba. Además, se trata de un gobierno que le ha propinado a la derecha local, apoyada por los Estados Unidos, su enésima derrota electoral, política e ideológica desde la irrupción del chavismo en 1998.
Desde Nicaragua en los años 30 del siglo pasado, y tras la amarga derrota propinada por la guerrilla de Augusto Sandino, y la otra amarga derrota de Playa Girón en 1963, los EEUU ha aprendido que es preferible usar otros métodos que los de la fuerza militar directa.
Por ejemplo, aunque la sangrienta guerra de “Baja intensidad” en Centroamérica en los años 80 del siglo pasado recibió un apoyo, financiamiento y conducción masivos por parte de los Estados Unidos, estos se guardaron muy bien de poner sus propias botas sobre el terreno (excepto por “contratistas” de la CIA) ya que los estategas imperiales estaban conscientes del costo que eso significaría dentro y fuera de su país.
Aún cuando los EEUU lograron mediatizar a la Revolución Sandinista de Nicaragua forzando la elección de una alianza de partidos neoliberales, no lograron aniquilar a los movimientos populares y tuvieron que aceptar en los países del istmo diversos procesos de paz –que por cierto, nunca fueron de su agrado. Hoy, a 50 años de distancia, el gobierno popular de Xiomara Castro y el gobierno sandinista de Nicaragua, son testimonios de aquella gesta.
El grueso de las intervenciones estadounidenses desde los años 80 del siglo pasado hasta la fecha, han venido de la mano del complejo humanitario-intervencionista que ha manejado el Departamento de Estado a través de la NED y la USAID en conjunto con la CIA y con sus estructuras afines en los países europeos. Ahora ese complejo está en profunda crisis por los recortes impuestos por la administración Trump y por las crecientes contradicciones entre esta y los países de Europa Occidental, también inmersos en crisis económicas y presupuestarias agravadas por la guerra en Ucrania.
Doctrina Monroe y crisis de dominación
Voluntaria o involuntariamente, los Estados Unidos hoy ya no están en una fase de construcción imperial, sino en una fase defensiva estratégica en la que los fondos públicos sencillamente no alcanzan para controlar países y regiones enteras. Los Estados Unidos se están retirando escalonadamente de Europa e incluso del Oriente Medio, al mismo tiempo tratando de evitar que las potencias emergentes, especialmente China y Rusia, jueguen un papel decisivo en cada uno de esos territorios.
Desde una óptica geopolítica, el hemisferio occidental es sin dudas el último bastión de los Estados Unidos, que luchan por contener el avance económico y político-militar de China y Rusia, a la vez que intentan desestabilizar y desestructurar cualquier régimen político independiente en la región, ya sea que enarbole banderas progresistas, revolucionarias o incluso populistas de derecha, pero no alineadas con los Estados Unidos.
El Mar Caribe es el bajo vientre del imperio estadounidense, uno de los nodos más importantes del comercio mundial (eje Este-Oeste, con sus instalaciones y proyectos interoceánicos) y eslabón entre las economías del norte y los centros de materia prima del sur de América. Cuba y Venezuela son los dos grandes obstáculos con los que se topa la dominación imperial en la región. Son dos países relativamente grandes, uno con enormes recursos energéticos y el otro con una posición geopolítica central, justamente frente a la costa Sur de los Estados Unidos.
Desde una perspectiva estratégica, la Doctrina Monroe, que es incluso más vieja que la Doctrina del Destino Manifiesto, está más vigente que nunca: “América debe ser de los Estados Unidos”. En este sentido, no hay ninguna ruptura de fondo en los planes que había para el Comando Sur durante la administración Biden y los que hay en la actual administración, por más que ahora se hayan eliminado las referencias al tema de género, la diversidad y el medio ambiente.
La “novedad” es que la Administración Trump promete conseguir la cuadratura del círculo (impedir que los EEUU sean destronados del estátus de potencia imperial) gastando menos dinero, y para esto se apoya en una apuesta político-financiero-ideológica y en un reacomodo a lo interno de la élite de poder estadoundense.
La peligrosa propuesta de Trump
La propuesta de Trump para enfrentar el surgimiento de un nuevo orden multipolar no es en absoluto inocente: Hay que reconocer que no carece de fundamentos en la realidad, aunque sus perspectivas de éxito para los propios Estados Unidos y sus efectos para la economía mundial sean potencialmente desastrosos. Nos referimos a la destrucción de las monedas nacionales y a la imposición de un modelo de feudalismo capitalista de alta tecnología de la mano de las criptomonedas.
A inicios de marzo de este año, Donald Trump firmó una orden ejecutiva para crear la primera reserva estratégica de bitcóin del país de un estimado de unos 200 mil bitcoines provenientes de la confiscación de activos de procedimientos civiles y penales, en un intento de convertir la nación norteamericana en la “criptocapital del mundo”. Paralelamente, anunció la creación de otro fondo de otras criptomonedas como ethereum, XRP, solana y cardano con el mismo fin. El objetivo, explicó el “zar” de las criptomonedas de Trump, David Sacks, no es vender esos activos sino mantenerlos como “reserva de valor” que, según algunos partidarios, algún día podría ayudar a pagar la deuda externa de los Estados Unidos.
Semanas más tarde, el aliado de Donald Trump, director ejecutivo de la sociedad de inversión BlackRock y gran inversionista en criptomonedas, Larry Fink, advirtió que el dólar corre el riesgo de perder su condición de moneda de reserva mundial frente al auge de activos digitales como el bitcóin, en gran parte a causa de la deuda externa de Estados Unidos.
“Para 2030, el gasto público obligatorio y el servicio de la deuda consumirán todos los ingresos federales, creando un déficit permanente. Si Estados Unidos no controla su deuda, si el déficit sigue aumentando, corre el riesgo de perder esa posición frente a activos digitales como el bitcóin”, aseveró Fink en su carta anual a los inversores de BlackRock.
Al mismo tiempo, los dos hijos mayores de Trump, Eric y Donald Trump Jr. anunciaron la fusión de su compañía de minado de bitcoins, American Data Centers, con un nuevo emprendimiento llamado American Bitcoin controlado por Hut 8, una compañía de infraestructura de criptomonedas basada en Miami. El objetivo, según Wall Street Journal, es el de convertirse en el mayor minador de bicoin del mundo y amasar una reserva estratégica de esa moneda.
La apuesta de Trump por las criptodivisas viene de la mano de las ideas del movimiento de la Ilustración oscura, un desarrollo del movimiento libertariano de los años ochenta del siglo pasado, guiado por la convicción de que la libertad y la democracia son entidades mutuamente excluyentes y que la mejor forma de gobierno consiste en la corporación comandada de manera autocrática por un gerente general, un poco al estilo del propio Donald Trump, con la ayuda de genios blancos y de género masculino, como Elon Musk, haciendo uso de granjas de computadoras programadas con algoritmos de Inteligencia Artificial General, es decir, un tipo de inteligencia artificial muy cercano a la inteligencia humana.
El vicepresidente JD Vance (y probable sucesor de Donald Trump) ha admitido que entre sus influencias ideológicas se encuentra el bloguero Curtis Yarvin, uno de los intelectuales más destacados del grupo, junto con Nick Land (que acuñó la expresión «ilustración oscura») y el multimillonario Peter Thiel, que lanzó en público la tesis de la incompatibilidad entre libertad y democracia. En este sentido, es importante agregar que en días pasados, Elon Musk dijo que tal vez ya no sería necesario fundar un partido para enfrentar a su ex-aliado Donald Trump, dando a entender que podría apoyar al propio Vance en las próximas elecciones.
Los planteamientos de estos “neorreaccionarios”, como también se les llama, no son menos globalistas que los de las versiones del mainstream republicano o demócrata. Quieren acabar con el Estado en todo el mundo y sustituirlo por dictaduras corporativas.
Los partidarios de la ilustración oscura imaginan un mundo dividido en corporaciones-estados en los que las personas decidan dónde quieren vivir, pero sometiéndose incondicionalmente a las reglas definidas por el director ejecutivo de la ciudad. Demás está decir que son enemigos de los bancos centrales y en especial de la Reserva Federal, a los que quieren sustituir con criptodivisas como el bitcoin.
Cabe destacar que, si el neoliberalismo que se impuso a nivel mundial de la mano de Ronald Reagan y Margareth Thatcher en los años 80 del siglo pasado resultó en un traslado de la carga fiscal de las grandes empresas a la ciudadanía, la propuesta de la “ilustración oscura” consiste en trasladar todos los costos sociales (luz, energía, agua, carreteras, escuelas, orden público, etcétera) a los ciudadanos/consumidores/vendedores-de-fuerza-de-trabajo a favor de los mismos monopolios que controlan el poder político/absolutista de la “ciudad”. O sea que si en el neoliberalismo “1.0” el capital pagaba el 0.1% de los impuestos, ahora con el neoliberalismo de la “ilustración oscura” ellos pagarán el 0.0%, es decir, una dictadura totalmente descarada en la que los ciudadanos pasarían a ser meros siervos de la gleba.
Ecos en el Caribe y en América Latina
Al Caribe llegan ecos de ese tipo de propuestas en el proyecto de las “ciudades modelo” o “Zonas de Desarrollo Especial” que con éxito parcial (y muy difícil de revertir en la práctica) se quiso implementar en Honduras, así como en el proyecto de la Ciudad Bitcoin de Nayib Bukele en El Salvador.
Estos proyectos planteaban el establecimiento de zonas político-económicas especiales en en las que no rijan las reglas nacionales, sino reglas locales dictadas por corporaciones. No son las zonas económicas especiales que conocemos de otros países, incluso Cuba. En las ciudades de la ilustración oscura regiría un sistema de apartheid en todos los sentidos, una verdadera dictadura corporativa.
Con la multiplicación de versiones locales de sujetos como Jair Bolsonaro y Javier Milei y la mayoría de los países de nuestra región, no es difícil imaginar que surjan diversos intentos de reeditar los “experimentos” de El Salvador y Honduras, especialmente si son aupados por movimientos secesionistas auspiciados desde el exterior.
Un proyecto absurdo pero muy corrosivo
El proyecto de la “Ilustración Oscura” está destinado al fracaso, entre otras cosas porque ha perdido el factor sorpresa que en su momento tuvieron las denominadas “doctrinas del shock” implementadas para imponer el modelo neoliberal a escala planetaria. Además hoy en día carece del músculo estatal necesario para implementarlas a pesar de la dependencia de las audiencias globales de una Internet controlada en su mayor parte por monopolios occidentales.
Además, este proyecto está plagado por contradicciones entre sus mismos impulsores producto de la exacerbada competencia intercapitalista causada por ellos mismos, un ejemplo clarísimo de esto son los pleitos entre Elon Musk y Donald Trump, pero lo cierto es que las grietas recorren toda la geografía del proyecto MAGA.
Sin embargo, sus consecuencias se harían sentir por mucho tiempo en países cuyas estructuras fiscales hayan sido comprometidas en sus cimientos, tal y como es el caso de muchos estados africanos en los que hoy la “economía del bitcóin” concentra una gran parte de la actividad. Metabolizar la exposición a las criptomonedas garantizando la financiación del sector público (es decir, la base de la democracia) es un reto para todos los países grandes y pequeños, pero no es el único.
Las debilidades en la financiación del Estado a su vez repercuten en la posibilidad de llevar adelante programas políticos, lo que a su vez también erosiona la legitimidad de los gobiernos populares democráticamente electos. A la debilidad presupuestaria se le debe sumar la debilidad política e ideológica, producto de la degradación del debate público, sumido en la lógica corporativa de las “redes sociales” y en la lógica desempoderante de sistemas de participación política cada vez más dependientes de la formación de “aparatos” electorales que cada vez alejan más a la ciudadanía del papel de sujetos de la política.
Todo esto, claro está, abona el terreno para el permanente surgimiento de figuras políticas como Milei y Bolsonaro.
¿Qué esperar de las cañoneras de Trump en nuestra región?
Como lo indicábamos al inicio, la actividad militar de Estados Unidos en el Caribe Sur no busca en sí misma derrocar al gobierno bolivariano… pero sí busca debilitarlo y debilitar también a otros gobiernos de la región. Una manera de hacerlo, podría ser intervenir en la región del Esequibo para “defender” a Guyana.
Otra manera podría ser lanzar alguna operación en la frontera entre Colombia y Venezuela, en la que se enfrenta una situación muy dificil con las denominadas “disidencias” de las FARC a las que se acusa de recibir apoyo de los cárteles de la droga mexicanos. El objetivo sería el de sembrar cizaña entre Bogotá y Caracas, amenazando a ambos gobiernos.
La presencia militar de Estados Unidos en nuestra región puede tener otros objetivos, como la de asegurarse el acceso a recursos naturales como el litio o a recursos acuáticos como la hidrovía y el acuífero guaraní. Recordemos que toda América Latina está atravesada por una red de “ubicaciones de operaciones de avanzada” (forward operating locations) que permiten el desplazamiento rápido de las tropas estadounidenses.
En todo caso, el hecho en sí del despliegue de una flota estadounidense en el Caribe representa un precedente muy peligroso, por ejemplo, para países como México, donde Estados Unidos dice querer realizar operaciones militares contra los cárteles de la droga. En realidad, cualquier gobierno puede sentirse amenazado.
Asimismo, la lógica de las movilizaciones militares de Estados Unidos en nuestra región hay que buscarla en las empresas norteamericanas con intereses en nuestros países, las que deberían cargar con buena parte de los costos.
Para complejizar aún más el panorama, se deberían tener en cuenta los intereses y contactos personales de gente como el Secretario de Estado Marco Rubio y la mafia anticubana de Miami.
La sombra de Blackwater tras bambalinas
Un elemento que no se menciona en relación al operativo estadounidense en el Caribe Sur es el papel que en él pueda jugar la heredera de la transnacional mercenaria Blackwater, conocida por su accionar en teatros de guerra como Kosovo, Irak y Afganistán.
Blackwater fue la empresa más grande en su tipo y bajo la sombra de George W. Bush y Dick Cheney crecieron desorbitadamente hasta que todos los crímenes cometidos por las fuerzas estadounidenses en el Oriente Medio fueron imposibles de ocultar.
Blackwater participó en todo tipo de operaciones encubiertas vinculadas al tráfico de drogas y al crimen organizado e incluso llegó a estar activa en proyectos desestabilizadores de la USAID contra países de la región como Venezuela y Nicaragua.
Hasta el año 2010, y a causa de los escándalos provocados por su actuación en distintos escenarios de guerra, el fundador de Blackwater, Erik Prince, tuvo que renunciar a su cargo de gerente general para reaparecer al frente de Vectus Global, otra empresa que le vende “servicios de seguridad” a proyectos en los que la administración Trump prefiere no verse asociada públicamente.
Según las agencias Newsmax y Reuters, Vectus es una red de empresas que provee servicios de seguridad a países del África y América Latina, incluyendo a Ecuador, la República Democrática de El Congo y Haití, supuestamente países “en los que la influencia de Estados Unidos ha retrocedido”. Es difícil creer que ese hay sido el caso, precisamente en Ecuador y Haití.
Entre los contactos de Prince en la administración Trump se menciona al Secretario de Defensa Pete Hegset.
Por cierto, y para que no quepan dudas, el año pasado Prince estuvo envuelto en la campaña “Ya casi Venezuela” de recolección de fondos para derrocar a Nicolás Maduro, pidiendo una recompensa de 100 millones de dólares por su cabeza y la del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello… un pedido que fue oído por Trump en la Casa Blanca.
La escala de contratistas (mercenarios) que maneja Prince hoy no se compara con los 20.000 que se dice tuvo con Blackwater en la era Bush-Cheney, pero lo cierto es que a inicios de este año en la Conferencia del Comité Conservador de Acción Política dijo que Vectus podría a llegar a ser el equivalente estadounidense la Grupo Wagner ruso –algo divertido ya que el grupo Wagner vino a ser “el equivalente ruso de… Blackwater”.
Según el Wall Street Journal, Prince dijo que trabajaría con compañías estadounidenses que “empiecen a salir al extranjero para proyectos de energía, minerales e infraestructura”.
Un precedente muy peligroso para toda la región
En resumidas cuentas, la incursión militar de Estados Unidos en el Caribe representa una provocación y un precendente muy peligroso para toda la región, no solamente para Cuba y Venezuela.
Cualquiera sea su escala, su impacto será negativo en la medida en que contribuya a la desestabilización de países sometidos a fuertes presiones de todo tipo.
No hace falta decir que su objetivo no es combatir el narcotráfico. Si los Estados Unidos quisieran hacerlo, darían pasos concretos para controlar Wall Street, que es donde se lavan los capitales de la droga, así como los paraísos fiscales que operan en los propios Estados Unidos, pero eso no lo hará ningún presidente, mucho menos Donald Trump.
Más bien, el riesgo es que se incremente la actividad del narcotráfico, tal y como pasó en los teatros de guerra en los que en su día operó Blackwater. Asimismo, se deben vigilar todos los movimientos secesionistas en zonas con importantes recursos naturales. El peligro de un imperio en decadencia es la violencia de sus últimos estertores.
Mensaje del Copresidente Comandante Daniel Ortega en la XIII Cumbre Extraordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno del ALBA-TCP, que se celebrará esta tarde, con el objetivo de fortalecer la unidad regional frente a las amenazas a la paz, la seguridad y el derecho internacional en América Latina.
Los entresijos de la postura estadounidense en las negociaciones sobre Ucrania, los impactos del tarifazo de Trump y las diputas políticas y sociales del momento en Estados Unidos serán temas de análisis en la Mesa Redonda de este martes, con la participación de académicos y periodistas.
«TENDENCIAS ACTUALES EN LA NUEVA CONFIGURACIÓN GEOPOLÍTICA MUNDIAL DEL S.XXI» (15/08/25)
CONFERENCIA MAGISTRAL:
«TENDENCIAS ACTUALES EN LA NUEVA CONFIGURACIÓN GEOPOLÍTICA MUNDIAL DEL S.XXI» (15/08/25)
Tengo el agrado de informar, que la anunciada conferencia programada para el pasado viernes 15 de agosto a las 20 hrs (Moscú), 19hrs (España), 12 hrs (Ecuador/Perú), 10 hrs (Nicaragua), 14hrs (Argentina), titulada “Tendencias Actuales en la Nueva Configuración Geopolítica del S. XXI» a cargo del Prof. Alexandr Dugin, prominente filósofo, geopolítico, y principal ideólogo de la Rusia post soviética, se desarrolló exitosamente.
La misma fue organizada por diversos think tanks de Nuestra América y Eurasia: Proyecto Patria, Centro de Estudios Crisolistas (Perú), Global Expert Club (Rusia), Centro Regional de Estudios Internacionales (CREI- Nicaragua), Instituto Español de Geopolítica (España), y la productora internacional de análisis geopolítico ASIA TV (Argentina). Así mismo, contó con la asistencia de distinguidos académicos y expertos en política exterior; Dr. Norberto Emmerich (Argentina), sin cuya iniciativa y la de su equipo este evento no hubiera sido posible, Dr. Enrique D’Acedo (España), Dr. Eduardo Hernando (Perú) Mgr. Manuel Espinoza (Nicaragua), Dr. Victor Pimentel Roque, entre otros.
El mundo tuvo sus ojos puestos en la ciudad de Anchorage, en el estado de Alaska, Estados Unidos. El presidente Donald Trump de Estados Unidos y su par ruso, Vladimir Putin, se sentaron a dialogar sobre la guerra de Ucrania. Los grandes ausentes de este proceso: Ucrania y la Unión Europea. Desde el punto de vista simbólico, el Kremlin, obtuvo una victoria… que Washington dialogará de igual a igual con Rusia.
Por el Dr. Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Especial para LA POLIS. Desde Buenos Aires
La reunión entre los jefes de Estado de Rusia y Estados Unidos se llevó a cabo en Fort Richardson y se estima que duró unas tres horas. El presidente Trump señaló que lograron “grandes avances” pero el ansiado alto el fuego en Ucrania no fue alcanzado. El líder estadounidense dio un claro mensaje a Kiev y Bruselas, que no “ponga piedras en el camino” ni “hagan provocaciones”. El presidente Zelensky de Ucrania, hizo un llamado para alcanzar una paz justa y poner fin a la guerra. Trump dejó en claro que no negociaría en nombre de Kiev y en el caso de negociar intercambios territoriales, era una cuestión entre Ucrania y Rusia. Escenario que el gobierno ucraniano rechaza de plano con apoyo de la UE, especialmente de Francia, Alemania y Reino Unido.
La cuestión del alto el fuego, el presidente Trump responsabiliza al presidente ucraniano. Entendemos que un mecanismo de presionar a Kiev para sentarse a la mesa de negociaciones. Este es el escenario que busca la Casa Blanca, para mostrar su liderazgo en la solución del conflicto. Esto se inserta en una cuestión ideológica, donde el nacionalismo trumpista busca revitalizar el concepto de “estado – nación” frente al globalismo y planteando un nuevo enfoque de las relaciones internacionales de Estados Unidos. Postura que se remonta a la polémica que hubo en torno al candidato conservador Pat Buchanan, cuyas ideas retomó Trump veinte años después. Desde su perspectiva, el liderazgo de Estados Unidos en el mundo está decayendo, abriendo las puertas al abuso por parte de aliados y adversarios. Asimismo, ha sido un duro crítico de las intervenciones en el exterior, especialmente en Afganistán (donde lideró la retirada de Estados Unidos y el triunfo talibán) e Irak. La Casa Blanca bajo la administración “trumpista” se apega al concepto de realismo en materia de política exterior, donde prevalece por, sobre todo, la seguridad e intereses. Hay un cuestionamiento al orden internacional basado en valores e instituciones – por ejemplo, la ONU es eje de duras críticas – y sostienen que las grandes potencias mundiales buscarán de manera inevitable, establecer sus propias zonas de influencia. El reconocimiento y la consideración de Trump por la oposición de Rusia a la adhesión de Ucrania a la OTAN pueden interpretarse como un reflejo de este enfoque por parte del propio jefe de estado estadounidense. Cabe destacar que el “trumpismo” rechaza de plano el wilsonianismo o internacionalismo liberal de Wilson, que marcó a la política exterior de Estados Unidos, en particular los tres principios o ejes de dicha corriente: la concepción legalista del orden internacional (eje legalista); el multilateralismo institucionalizado (eje multilateralista o institucionalista); y la defensa de la democracia en el mundo (eje democrático).
Trump aboga por un orden internacional basado en el poder y no en el Derecho Internacional. Considera el mismo tiene en la política exterior y la política internacional un papel de regulación mínima entre estados. Existe una aversión clara al multilateralismo y esto queda reflejado en la actitud que tiene el presidente norteamericano con Zelensky y la Unión Europea. El nacionalismo de Trump, no tiene lugar para el derecho internacional, que está por debajo de su concepción de soberanía. En otras palabras, no cree en las instituciones internacionales, ni que pueda existir un ordenamiento superior al concepto de Estado. Sin ninguna duda una visión muy diferente que tienen los aliados de Estados Unidos en Europa. El concepto de “America First” conduce al unilateralismo, agregándose una narrativa por la reivindicación de la política exterior de Estados Unidos de fines del siglo XIX, que sirve de sustento para fuertes inversiones en el campo militar y también para movilizar la opinión pública doméstica.
La alianza China y Rusia está fuera de discusión.
La experiencia empresarial de Trump, impacta en las decisiones políticas, que son de carácter “transaccional” y esto se traduce en la política internacional. Generalmente parte de una propuesta radical, rozando la amenaza, como punto de partida en sus negociaciones. Los ejemplos evidentes, la cuestión de Groenlandia para evitar la influencia china y el Canal de Panamá, que quedó en manos la gestión de sus puertos de una empresa de Estados Unidos. La “teoría del loco” aplicado en su momento por Nixon, es empleada por Trump, explotando su carácter imprevisible para desorientar a propios y ajenos, y estar una mejor posición a la hora de negociar. Zelensky lo vivió en carne propia en un encuentro que dio la vuelta al mundo.
Los aspectos centrales de la cumbre Trump Putin en Alaska.
El presidente Putin, como Trump, no dieron detalles de la reunión como de los puntos discutidos en la reunión, solo hablaron en términos generales. El líder ruso señaló que las conversaciones fueron “constructivas”. En la reunión participaron Trump por su jefe de la diplomacia, el Secretario de Estado, Marco Rubio y el enviado especial para Rusia, Steve Witkoff, y Putin por el titular de Exteriores del Kremlin, Serguéi Lavrov y el consejero diplomático Yuri Ushakov. En la rueda de prensa, Trump señaló «Llamaré a la OTAN dentro de un rato, llamaré a las personas que considero oportunas y, por supuesto, llamaré al presidente Zelenski para informarles sobre la reunión de hoy. En última instancia, la decisión depende de ellos».
El presidente ruso en la conferencia de prensa, luego de la reunión con su par estadounidense, hizo hincapié en la vecindad de ambos países y los lazos entre Estados Unidos y Rusia, destacando la ayuda de Washington en la Segunda Guerra Mundial. Sobre dicha “herencia” el presidente Putin señalo que “nos hará construir vínculos mutuos beneficios (…) incluso en este momento, hasta en las peores condiciones”. En el discurso del líder ruso, podemos destacar los siguientes aspectos:
Destacó los altibajos en las relaciones entre ambos países, señalando la importancia de restablecer el diálogo y la buena sintonía en las conversaciones con su par norteamericano.
La guerra de Ucrania es una tragedia, resaltó el origen común con Rusia.
Destaca que ambas partes quieren poner fin al conflicto
Necesidad de eliminar las raíces principales del conflicto.
Establecer un acuerdo de seguridad, restableciendo un equilibrio, que incluya a Europa y todo el mundo.
Coincidencia sobre la necesidad de establecer garantías de seguridad para Ucrania.
Voluntad para un camino para alcanzar una paz duradera, siempre y cuando la Unión Europea y Ucrania: “Espero que el acuerdo al que hemos llegado juntos nos ayude a acercarnos a ese objetivo y allane el camino hacia la paz en Ucrania. Esperamos que Kiev y las capitales europeas lo perciban de manera constructiva y no pongan trabas al proceso.”
Destaca si en 2022, si Trump hubiera sido presidente, la guerra de Ucrania se pudo haber evitado.
Abrir el diálogo para la cooperación económica y tecnológica, señalando que existe un enorme potencial en materia de inversiones, especialmente en el Ártico y el Lejano Oriente ruso. Ante de ello hay que “dar una vuelta de página”.
Asimismo, Putin invitó a Trump a Moscú, quién le contestó: “»Que interesante (sonrisa) me tomó de sorpresa, quizás sea”. En cuanto al presidente estadounidense, señaló que la reunión con su par ruso, que hubo avances importantes en las conversaciones, siempre en buena sintonía, a pesar de los intereses encontrados entre las partes. El presidente estadounidense dijo que las negociaciones están encaminadas alcanzar importantes acuerdos, asumiendo la responsabilidad de comunicar los resultados de la reunión al presidente ucraniano Zelensky y a los aliados de la OTAN. Destacó el potencial en materia de negocios e inversiones, y señaló que tiene una “relación fantástica” con su par ruso. Existen “buenas oportunidades” cuando “esto se acabe (guerra)” agregando que “tenemos grandes oportunidades, no lo logramos hoy, pero estamos en el camino” en referencia que no hubo un acuerdo definitivo sobre la guerra de Ucrania.
La cumbre significó para Rusia, una victoria política. Dicho país rompió con el aislamiento internacional y Putin logró que Estados Unidos mantuviera excluido de las negociaciones a Ucrania, logrando el estatus de gran potencia. La advertencia de la Casa Blanca de aplicar sanciones en caso de no alcanzar un acuerdo sobre Ucrania, quedó sin efecto, siendo otro triunfo para el Kremlin. El presidente Trump al parecer se mostró favorable a la tesis de Rusia de hablar de un acuerdo de paz duradero por sobre un alto el fuego.
President Donald Trump and Russian President Vladimir Putin speak Friday, Aug. 15, 2025, at Joint Base Elmendorf-Richardson in Anchorage, Alaska. (Photo by James Brooks/Alaska Beacon)
La respuesta dada por Trump a un periodista de Fox News sobre las posibles concesiones territoriales que darían a Rusia y eventuales garantías de seguridad de Estados Unidos para Ucrania: «Bueno, creo que esos son puntos que negociamos y en los que en gran medida estamos de acuerdo», constituyen una prueba que, en el futuro Ucrania, deberá aceptar cambios territoriales y realizar concesiones para alcanzar la paz. En los principales medios internacionales, trascendió que el presidente Trump les dijo a los líderes europeos, que la condición que impone Rusia para alcanzar la paz, es la cesión de la región del Donbás. Putin asumió el compromiso, en caso de aceptar sus exigencias, cesarían los ataques y mantendría las líneas de frente en el resto de Ucrania, siempre manteniendo las exigencias sobre la reducción de las capacidades militares de Kiev, el no ingreso a la OTAN y un estatuto de neutralidad.
Los jefes de estado y de gobierno del grupo Nórdico-Báltico Ocho, emitieron un comunicado como respuesta a la cumbre de Alaska: “no se debe tomar ninguna decisión sobre Ucrania sin Ucrania, y no se debe tomar ninguna decisión sobre Europa sin Europa (…) Para lograr una paz justa y duradera, el siguiente paso debe darse junto con Ucrania. Solo Ucrania puede tomar decisiones respecto a su futuro”. Asimismo, señalaron que el presidente Putin no es de fiar y que la responsabilidad de la guerra, es exclusivamente de Rusia y rechazaron cualquier veto de Moscú al ingreso de Ucrania a la Unión Europea y la OTAN. Los estados de dicho grupo asumieron públicamente el compromiso de seguir enviando ayuda militar. Un escollo para Trump, cuando busque consensos para incorporar a los estados europeos a un hipotético proceso de paz.
El presidente Zelensky planea reunirse con su par estadounidense, siendo posible que sea acompañado por un líder europeo. El presidente de los Estados Unidos, declaró que buscará una reunión con participación de líderes de Ucrania, Rusia y la nación norteamericana.
La realidad en el campo de batalla, más allá de las narrativas de las partes involucradas, indican que las cosas no están saliendo bien para Kiev. Es por ello que se alzaron voces favorables a la paz, cuando hasta no hace mucho, apostaron por la escalada. Ejemplo de ello, lo tenemos con el primer ministro canadiense Mark Carney, quién tiene profundas diferencias políticas con Trump, declaró sobre las negociaciones para alcanzar la paz entre Kiev y Moscú, está “creando la oportunidad de poner fin a la guerra ilegal de Rusia en Ucrania”.
El tímido acercamiento Moscú – Washington, reflejando en Alaska, no solo se inserta con la visión “trumpista” de la política internacional como señalamos anteriormente, sino como parte de una maniobra mucho más compleja, buscar de alguna manera generar fisuras en la alianza China – Rusia. El presidente Trump considera que el principal desafío para su país lo constituye el ascenso de Pekín, la segunda economía del mundo. Es muy poco probable que el Kremlin, tome distancia de su aliado chino, que ha sido la principal válvula de escape para eludir sanciones internacionales. Putin es consciente de la dependencia generada por las sanciones internacionales y busque de manera inteligente, incrementar las fuentes de inversión, entre ellos con capitales de Estados Unidos, especialmente en el Lejano Oriente ruso, el área desde la geopolítica rusa, más vulnerable y reducir el clima de confrontación en el Ártico. En dicho espacio, Moscú impulsa una nueva ruta marítima, favorecida por el cambio climático, siendo una suerte de alternativa a las rutas controladas por China y otros actores en conflicto o competencia geopolítica con Estados Unidos y sus aliados.
¿La suerte está echada?
La decisión de Donald Trump de impulsar un diálogo bilateral con Rusia respecto a Ucrania, sin ninguna duda se conecta con la situación militar. Existen avances en la zona de Pokrovsk, un importante nudo de comunicaciones en la región del Donbás. Las fuerzas ucranianas oponen una fuerte resistencia, pero al parecer el avance ruso continúa. Kiev tiene serios problemas de reclutamiento y reposición de pérdidas de personal. La tasa de deserciones se incrementó sustancialmente (años de guerra afectan la moral de combate). La 155ª brigada “Ana de Kiev” instruida en Francia, tuvo 1.700 desertores, de un total de 5.000 efectivos. La guerra “devoró” profesionales de carrera, que han sido reemplazados por reservistas con una formación que no es adecuada a las exigencias del campo de batalla. La dependencia del asesoramiento de los países de la OTAN es total por parte de Ucrania, dado que existen serios problemas en materia de planeamiento, gestión logística y administración. La ofensiva sobre Kursk, en Rusia, insumió valiosos recursos, por una razón meramente política, sin resultado en el plano estratégico. Las fuerzas del Kremlin cuentan con un sistema de rotación, incentivos a voluntarios – muchos soldados provienen de minorías étnicas y con una carga de resentimiento hacia los eslavos, los hace especialmente agresivos con los ucranianos – y una amplia reserva de recursos entrenados. La corrupción es un mal endémico, donde hubo un escándalo donde quedó al descubierto un aceitado sistema donde por dinero, muchos podían eludir ir al frente, como también los sobreprecios de los proveedores del Ministerio de Defensa ucraniano. Esto le costó en 2024 el cargo a su titular Oleksiy Reznikov y la presión abierta de la OTAN de modificar el sistema de adquisiciones y gestión logístico de las fuerzas ucranianas.
Zelensky se aferra al apoyo que brindan Reino Unido, Francia y Alemania, de negarse a cualquier concesión territorial y adoptar posturas intransigentes como la adhesión a la OTAN. Los europeos – excepto Hungría – se muestran favorables a endurecer las sanciones contra Rusia. Esto entra en colisión con la postura del presidente Trump, siendo Estados Unidos el principal apoyo al esfuerzo de guerra de Kiev, quién está presionando para que Ucrania alcance un acuerdo. El presidente estadounidense, tiene promesas de campaña que cumplir a sus electores en materia de política exterior, donde la cuestión de Ucrania tiene un papel relevante. Trump asumió el compromiso de poner fin a la guerra, es una cuestión de prestigio personal, además, tal vez, exista el temor que Kiev en algún momento empiece a ceder aún más, dado la sangría que implica la guerra, donde claramente su frente interno está agotado y con signos de desmoralización.
La guerra es un gran negocio para poderosas corporaciones, que seguramente deben haber hecho contribuciones a muchas carreras políticas en la Unión Europea, unido al impacto que tienen las industrias de defensa en la economía de muchos países europeos al generar empleos, ante economías golpeadas por la competencia china y la “guerra arancelaria” de Trump. Seguramente existen poderosas “influencias” para que el drama de la guerra continúe. Rusia explota con habilidad las contradicciones que hay en el seno de la OTAN y aumentar la presión sobre Ucrania. El Kremlin se ha mostrado sumamente hábil en el manejo del “tempo estratégico” o sea la gestión del tiempo enfocado a las acciones que contribuyen a la planificación y ejecución de objetivos a largo plazo: la anexión de los territorios orientales de Ucrania y evitar la incorporación de este país a la OTAN.
En el marco de este drama, observamos como las instituciones internacionales están completamente ausentes. Kiev se aferra a los europeos, que han sido marginados por Trump en las conversaciones bilaterales con Rusia. Zelensky parece no querer ver, desde el punto de vista de la Casa Blanca, no es un aliado, sino un mero peón del ajedrez geopolítico y llegado el caso, si es necesario, Washington no dudará en sacrificarlo para preservar sus propios intereses.
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Blog de Artículos, trabajos de investigación, dedicados a temas de Defensa Nacional, Seguridad Internacional, Conflictos, Historia Militar, Geopolítica, Intereses Nacionales
El conflicto de Chad y la guerra de las “Toyota”
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Chad desde su independencia en 1960, se ha visto azotado por guerras civiles e inestabilidad institucional. En este trabajo repasaremos dos conflictos que afectaron al país: la primera guerra civil (1965-1979) y la guerra con Libia (1978-1987). Este último conflicto también conocido como “guerra de las Toyota” por el empleo de camionetas tipo pick up como plataforma militar por parte de las fuerzas chadianas ante los libios.
Por el Dr. Jorge Alejandro Suárez Saponaro
En agosto de 1960, Chad se independizaba de Francia, en una situación muy precaria. El país carecía de infraestructura, sin cuadros profesionales para la administración pública, divisiones étnicas y religiosas y una economía de subsistencia atada a las exportaciones de algodón. Las tensiones entre las poblaciones del norte, islamizadas y las negras del sur, parcialmente cristianizadas o animistas, pero de tendencia progresista, pronto saldrían a la luz. Su primer presidente, un maestro de escuela del sur, François Tombalbaye[1], pronto se transformó en un dictador, donde el clientelismo y la corrupción estuvieron a la orden del día. En 1961, el nuevo presidente inició un proceso de concentración de poder, fusionando el Partido Nacional Africano con el Partido Progresista de Chad (PPT por sus siglas en francés) creando la Unión Progresista del Chad, sentando las bases para un régimen de partido único. La oposición fue brutalmente reprimida, generando un hondo malestar en el norte. Bajo el pretexto de una supuesta conspiración en el norte, la Asamblea Nacional fue disuelta en 1963, fue decretado el estado de excepción, miles de opositores fueron arrestados y se impuso un régimen de partido único. En diciembre de 1963, en las elecciones solo pudieron presentarse los candidatos del oficialismo.
François Tombalbaye. Primer presidente de Chad. Sus marcas en el rostro, forman parte de un ritual de iniciación de su grupo tribal, que quiso imponer a chadianos de otras etnias.
Los abusos del gobierno central, la política tributaria, donde fueron marginados los jefes tradicionales, no hizo más que alimentar el sentimiento de rebelión, generando disturbios, uno de los cuales, en 1965, tuvo como saldo 500 muertes. Las poblaciones islamizadas del este y norte del país, fueron completamente olvidadas por el gobierno, que favorecía a los habitantes del sur. El autoritarismo, un excesivo centralismo, la corrupción sentaron las bases para la rebelión, liderada por el Frente Nacional de Liberación del Chad (fundado en Sudán) conocida por sus siglas en francés FROLINAT, formada por distintas facciones, con intereses a veces divergentes, pero unidos por la determinación con acabar con el régimen de Tombalbaye. En un primer momento, Francia apoyó al gobierno de Yamena, mientras que los norteños recibieron ayuda del nuevo régimen libio liderado por el coronel Gadafi.
Las fuerzas armadas chadianas apenas tenían un ejército de 500 soldados, pertenecientes a los batallones coloniales, una fuerza aérea simbólica con un puñado de aeronaves con pilotos franceses. El gobierno contaba con la Guardia Nacional y Nómada, creada para proteger funcionarios e instalaciones del estado. Su comandante hasta 1975 fue el coronel francés Camille Gourvenec, oficial de inteligencia y responsable de un accionar violento contra los militantes del FROLINAT, incluyendo torturas y asesinatos extrajudiciales de opositores a Tombalbaye. Su segundo fue Pierre Galopin, también militar francés y hombre de inteligencia, asesinado por un “tribunal revolucionario” por órdenes de Hissené Habré, cuando iba a negociar la liberación de rehenes franceses y chadianos. La Gendarmería cumplía el rol de fuerza policial, pero de carácter militar, también bajo mando francés. La influencia de París era notable, luego de la independencia, existía un acuerdo de cooperación, incluyendo una cláusula secreta que habilitaba a la intervención militar francesa a pedido del gobierno chadiano. En el país africano había quedado una guarnición de 1.000 soldados franceses. Los servicios de inteligencia de Chad estaban en manos de los franceses, incluso el pequeño ejército chadiano estaba bajo el mando francés.
La guerra Civil 1965-1979.
El clima de rebelión se extendió a todo el país, la respuesta del ejército fue incendiar aldeas y una brutal represión que le costó la vida a cientos de personas. El régimen chadiano incrementó los impuestos, aumentó la presión sobre las poblaciones nómadas para financiar el gasto militar. En 1966, los tubu, pueblo norteño, adhirió a la rebelión, destacándose la figura de Goukouni Oueddei.[1] El presidente Tombalbaye no se confiaba mucho de sus soldados, indisciplinados y unidos por lazos étnicos – los sara del sur – que impulsó a contratar mercenarios marroquíes para su seguridad y en el asesoramiento francés. En 1968 la situación llegó a tal punto, que el gobierno de Chad solicitó apoyo a Francia. Arribaron pronto al país, 2.000 soldados y aviones A4 Skyraiders, empleados en operaciones de apoyo cercano a las tropas chadianas. Esto permitió que las fuerzas gubernamentales pudieran recapturar la ciudad norteña de Aouzou, evacuada por los insurgentes, que se retiraron a las montañas Tibesti, donde recibieron apoyo libio. Las fuerzas de Chad evacuaron la citada localidad, por temor a un ataque envolvente del FROLINAT. El vacío dejado impulsó a una creciente presencia libia, dado que Trípoli tenía reclamos territoriales sobre la denominada “Franja de Aouzou”, organizando escuelas, centros de salud, emitiendo documentos y brindando ayuda a la población.
Prisioneros de guerra libios en manos de tropas chadianas.
El conflicto tuvo un carácter brutal entre las partes en conflicto: torturas, secuestros, mutilaciones, ejecuciones públicas, destrucción de aldeas. A pesar de eso, el avance del FROLINAT permitió que llegarán a la localidad de Mongo, cerca de la capital. La muerte en combate de Ibrahim Abatcha, en 1968, líder del citado movimiento insurgente, generó una dura pugna de poder entre las facciones que lo componían. El liderazgo personalista de Abba Siddick, llevando a que los distintos grupos que formaban el FROLINAT se dividieran en distintos grupos armados, destacándose el Primer Ejército de Liberación de Ahmat Acyl, formado por árabes y ubicados en el Este, y el Segundo Ejército de Liberación, formado por la etnia tubu, en el oeste y norte, liderado por Goukouni Oueddei y Hissène Habré.[2] Este último tenía amplia autonomía política y operativa del FROLINAT. El Primer Ejército mantuvo conexión con Siddick, pero no impidió que se dividiera en facciones armadas, tanto en el este como en sur del país.
Disputa de la Franja de Aouzou
En 1969, Chad estaba al borde del colapso. El gobierno ya no contralaba el norte y este del país, obligándolo a solicitar mayor ayuda a Francia. El temor de París de un colapso del régimen de Tombalbaye (reelecto en una parodia de elecciones presidenciales). Las condiciones de los franceses eran inaceptables para el presidente chadiano, era colocar no solo al ejército chadiano bajo mando de Francia, sino el control de la administración pública, pero finalmente aceptó las condiciones, que terminaron en el desembarco de una misión civil destinada a la reforma del estado chadiano. El norte del país quedó bajo control militar francés. Las tensiones entre franceses y chadianos, llevaron a la salida del general Michel Arnaud y su reemplazo por el general Edouard Cortadellas, con experiencia en Indochina y Argelia. El entrenamiento y calidad profesional de las fuerzas francesas se hicieron sentir y con los recursos limitados que disponían generaron graves pérdidas a la insurgencia. La Operación Bison finalizada en 1972, causó millares de muertos en las filas rebeldes, incluyendo civiles. El uso de helicópteros artillados, permitió actuar con mayor eficacia contra las guerrillas, que quedaron confinadas a las montañas Tibesti.
Los franceses exigieron cambios políticos al régimen chadiano. Este solo hizo algunas concesiones de designar políticos norteños en el gabinete, liberar algunos presos políticos y mejorar las relaciones con jefes rurales. No obstante, la corrupción, la miseria y la falta de políticas de desarrollo, fueron una constante.
aviones L39 libios abandonados en la base de Ouadi Doum
La situación parecía estabilizada, hasta en 1970, la Conspiración del Príncipe Negro, liderada por el heredero del trono libio, Abdallah al-Abid al Senussi, lanzó una operación con 200 disidentes libios refugiados en Chad contra la localidad de Sabha con el objetivo de acabar con el nuevo régimen libio. Gadafi consideró esto parte de una maniobra israelí y decidió intervenir directamente en Chad, siendo el primer objetivo, el reemplazo del régimen político. En agosto de 1971, un golpe de militares por libios fue abortado por las fuerzas leales de Tombalbaye. Las relaciones libio chadianas se deterioran rápidamente y Trípoli apoyó abiertamente al FROLINAT. En noviembre de 1971, estallaron protestas estudiantiles, el gobierno actuó con dureza. El nuevo jefe del ejército, fue Félix Malloum, quién en unos años tendría un papel destacado en la política.
Soldado francés instruye a tropas chadianas en el empleo de misiles MILAN
La sequía, los disturbios, la incompetencia del gobierno y la crisis financiera, obligaron a Tombalbaye a negociar con Libia un acuerdo, por el cual secretamente se comprometía a ceder la Franja de Aouzou, a cambio de ayuda económica y romper relaciones con Israel. La medida fue muy mal vista por el ejército. El gobierno francés redujo la misión a la mínima expresión, incluyendo la salida del general Cortadella. La Operación Languedoc, la última llevada a cabo por los franceses, en 1972, contra el Primer Ejército de Liberación, generando importantes daños, pero no logró destruir la organización por completo. Mientras tanto Tombalbaye se volvió cada vez más crítico con el ejército y ordenó el arresto de numerosos oficiales.
Tropas del GUNT.
En 1973, el jefe de estado mayor del ejército, general Malloum, fue arrestado por “brujería” siendo acusado de sacrificar animales. Lanzó un programa de “africanización” de nombres y topónimos, fue exigido a militares y funcionarios, a realizar rituales de iniciación tradicionales en las tribus sara, a la que pertenecía el presidente. La sequía, los fracasos económicos, las tensiones étnicas y los temores por un golpe de estado, alimentaron la desconfianza entre el presidente chadiano y el ejército. En abril de 1975, oficiales subalternos del ejército chadiano se levantaron contra el gobierno, pronto el general Noël Milarew Odingar, lideró el golpe. El presidente Tombalbaye fue asesinado por los golpistas, que llevaron al general Malloum como presidente del país.
Tropas chadianas capturan un BMP libio
El régimen de Malloum buscó reconciliarse con los rebeldes, solo lo logró en parte y pidió el retiro de parte de la misión francesa. Por otro lado, escaló en conflicto con Libia, al dejar sin efecto los acuerdos de 1972. Este grave error de cálculo, lo dejó expuesto. Las fuerzas chadianas eran incapaces de lidiar solas con la insurgencia que recibió una importante ayuda libia. Nuevamente, el gobierno de Chad recurrió a la ayuda francesa, que perdieron dos aviones de ataque SEPECAT Jaguar en su lucha contra la insurgencia sureña. Egipto, presidido por Sadat, temeroso de la influencia libia en Chad, envió ayuda militar al gobierno militar chadiano. En 1978, el Consejo Militar Supremo logró un acuerdo con Hissené Habré, entonces líder rebelde, que se transformó en primer ministro. La relación Malloum- Habré quedó resquebrajada definitivamente en 1979, terminando en un enfrentamiento en las calles de Yamena entre facciones favorables a dichos líderes. Hubo matanzas de musulmanes y el caos reinó en la capital chadiana. El país se sumergió en el caos. Malloum se exilió a Nigeria. En marzo de 1979, en la ciudad de Kano, en dicho país, donde fueron convocadas las diversas facciones chadianas: FAN de Habré, el FAP de Oueddei, Malloum en representación del gobierno y el “Tercer Ejército de la FROLINAT”, más conocido como el Movimiento Popular por la Liberación de Chad (MPLT). Las facciones pro libias se opusieron a dicha conferencia de paz. En agosto de 1979, el acuerdo de Lagos, abrió las puertas para la formación del Gobierno de la Unión Nacional de Transición o GUNT Las principales figuras de este gobierno fueron Goukouni Oueddei, nombrado presidente y Hissène Habré, en calidad de ministro de defensa. El GUNT estaría caracterizado por ser un gobierno tan solo en nombre y por la rivalidad entre Oueddei y Habré.
El GUNT entró en crisis en 1980, cuando facciones de Oueddei y Habré combatieron abiertamente en Yamena. Libia intervino directamente desplegando a unos 9.000 efectivos, gracias al asesoramiento soviético y de Alemania Oriental, pudieron operar a más de 1.000 km de sus bases en apoyo al GUNT. Habréfue derrotado y se exilió a Camerún. Pronto el GUNT acercó posiciones con Libia, para luego alejarse y confiarse en una fuerza de paz africana. Habré con apoyo de Francia y Sudán, reconstituyó sus fuerzas, lanzando una nueva ofensiva desde el este. El retiro de las tropas libias, dejaron a Oueddei en una situación endeble. La Fuerza Interafricana de Paz no fue garantía, para que Habré lanzara una ofensiva a gran escala, con apoyo de Egipto, Francia, Sudán y Estados Unidos. Ante la pasividad de las fuerzas de paz, en junio de 1982, Habré y sus Fuerzas Armadas Nacionales tomaron la capital, provocando la salida del GUNT y de Oueddei a través de Camerún. Pero pronto aparecerían en Libia, logrando la adhesión de ocho de los once grupos armados que apoyaban al GUNT, creando el Ejército de Liberación Nacional (o ELN).
T22 libio.
Entre 1982-83, las fuerzas de Habré atacaron a ELN en las montañas Tibesti, siendo rechazado. El contragolpe vino en junio de 1983, donde las fuerzas de Oueddei capturaron la estratégica localidad de Faya, avanzando rápidamente hacia posiciones que controlaban las rutas hacia Yamena. Esto desató la alarma en Francia, que envió ayuda a Habré con armamento y 250 soldados del Zaire (hoy República Democrática del Congo). La Operación Manta estableció una línea en torno al paralelo 16 como límite máximo al avance libio, siendo considerada una “Línea Roja” que París no toleraría que se cruzara, bajo la amenaza de una intervención directa de mayores proporciones. La ayuda de Estados Unidos, Francia y Zaire, permitió a Habré y las fuerzas armadas nacionales de Chad o FANT recuperar territorio perdido, generando varias derrotas a las fuerzas de Oueddei. El 10 de agosto, el ELN con apoyo aéreo libio recuperó Faya, defendida por 5.000 soldados. Los franceses acudieron en ayuda a Habré con 2.700 soldados y aviones de ataque a tierra Jaguar. Finalmente libios y franceses asumieron el compromiso de retirar sus fuerzas. Gadafi interpretó la actitud francesa como una victoria propia y optó por incrementar la presencia libia en el norte de Chad, con el objeto de anexar la Franja de Aouzou, algo inaceptable políticamente para la Organización de la Unidad Africana y por parte de los sectores chadianos cercanos a Trípoli.
Goukouni Oueddei. Presidente de Chad y del GUNT.
En la base de Ouadi Doum, los libios construyeron una pista de 3.800 m de longitud, desplegaron defensas antiaéreas con sistemas SA – 6 y cañones ZSU 23-4, además de una red de estaciones radar en el centro norte de Chad. En diciembre de 1985, las fuerzas libias contaban con una fuerza de entidad de brigada, apoyadas por aviones de ataque liviano SF 260 y helicópteros CH 47C.
Niño soldado en la guerra de Chad. 1987
La guerra de las “Toyota”
En el impasse entre los años 1984-1986, el GUNT comenzó a sufrir deserciones y cuestionamientos al liderazgo de Oueddei. Habré mejoró su ejército y fortaleció su propia posición. Gadafi para evitar la descomposición del GUNT y mantener su cohesión, lanzó una ofensiva a gran escala con 10.000 efectivos (la mitad libios) concentrándose en las bases gubernamentales de Kouba Olanga, Kalait y Oum Chalouba. El 14 de febrero de 1986, los franceses lanzaron la Operación Epervier, con el arribo de 1.200 efectivos y varios escuadrones de aviones Jaguar, que se unieron a unidades del mismo tipo y un escuadrón con 8 cazas Mirage F1 C. La Marina Nacional francesa participó enviando un solitario avión de patrulla Breguet Atlantique, de suma utilidad para identificar objetivos militares libios. Pronto fue lanzado un ataque aéreo contra la base libia en Chad de Ouadi Doum. Sorprendiendo las defensas de la base, donde participaron aviones Jaguar y Mirage, que atacaron el aeródromo de Ouadi Doum con bombas de 250 kg y bombas antipista BAP 100, generando importantes daños, obligando a los libios a suspender las operaciones por varios días. El ataque francés tuvo su respuesta por parte de Libia por medio de un bombardero Tu 22, que atacó el aeropuerto de la capital chadiana, Yamena con bombas de 500 kg, en el momento que arribaban tropas francesas. Los daños provocaron retrasos en el despliegue militar galo. París con aviones C-5 Galaxy de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, trajo al Chad sistemas de defensa antiaérea MIM-23B I-Hawk, para mejorar la protección del aeropuerto, agregándose dos Jaguar adicionales y un avión de reabastecimiento KC135. Las fuerzas chadianas se vieron reforzadas con misiles antiaéreos Redeye.
El ataque de Estados Unidos – Operación Cañón Dorado – a bases libias en 1986, en el Golfo de Sirte, impactaron en las operaciones en Chad. El poder aéreo de Libia quedó afectado, incidiendo negativamente en el teatro de operaciones chadiano.
Las derrotas sufridas por la coalición GUNT – Libia, provocó la disolución de las fuerzas de Oueddei. Este pronto entró en conflicto con los libios y la mayoría de los combatientes de las facciones del FROLINAT se pasaron a las filas del gobierno de Chad. El error de cálculo de Gadafi, llevó a que los antiguos enemigos hicieran causa común contra Libia, vista como un invasor, por sus pretensiones sobre la región norte del Chad, especialmente la franja de Aouzou, que había sido anexionada unilateralmente por Trípoli. Las fuerzas del GUNT y Habré hicieron causa común lanzando una operación en las montañas de Tibesti, siendo un éxito parcial, dado que Libia contaba con un importante dispositivo militar. En apenas tres meses Habré pudo recuperar gran parte del norte del Chad.
tanques libios destruidos en Chad.
A principios de 1987, los libios mantenían una importante presencia en el norte, con unos 8.000 soldados y 300 tanques T-55 y T -62, aviones de combate y helicópteros de ataque Mi -24. La falencia del dispositivo residía en su despliegue, de carácter disperso y la carencia de unidad de mando (estaban organizadas en dos grupos operativos). La razón de esta peculiar organización era por su misión de asistencia a las fuerzas del GUNT, agregándose la desorganización y una moral en caída. La desconfianza del régimen de Gadafi hacia sus militares por el temor a un golpe de estado, afectó seriamente la calidad profesional de las fuerzas armadas, donde prevalecía la lealtad tribal y política, sobre la idoneidad.
Los libios tenían que lidiar con las fuerzas chadianas con amplia experiencia militar luego de años de luchas, conocedoras del teatro de operaciones, motivadas por considerar la guerra como una causa nacional contra la invasión extranjera. Francia brindó un eficaz apoyo aéreo, además de una importante ayuda militar que incluyeron 400 pick up Toyota y Land Rover, adaptada a las operaciones en el desierto, misiles antitanque MILAN. Para el otoño de 1986, la mayor parte del centro de Chad, incluidos los aeródromos de Aouzou, Bardai, Zouar y Yebbi Bou, estaba de nuevo bajo el control de Yamena. En noviembre de 1986, los libios lanzaron una contraofensiva recuperando gran parte del norte.
guerrillero del FROLINAT
En enero de 1987, las fuerzas chadianas concentraron en la localidad de Fada, fuertemente defendida por tropas libias. En la madrugada del 2 de enero el joven general chadiano Hassan Djamous, lanzó un ataque por sorpresa con una fuerza formada con pick up Toyota Hilux, desde diferentes puntos, las fuerzas libias apoyadas por tanques T-55 y T-62, se vieron inmersas en una lluvia de fuego de ametralladoras pesadas 14.5 mm, cañones de 23 mm y misiles MILAN. El factor sorpresa, impidió que los defensores pudieran dar una respuesta coherente. Luego de veinte minutos, Djamous, ordenó el asalto de la infantería que avanzó en pequeños grupos, apoyados por el fuego de las Toyota. El balance fueron 781 libios muertos, 82 prisioneros; un número indeterminado de aliados chadianos a Libia muertos (entre estos no se tomaban prisioneros); 92 tanques T-62 y T-55 destruidos; 13 tanques capturados; la destrucción de 33 transportes BMP -1 y BTR 70, y otros capturados, más abundante material de artillería y morteros capturados o destruidos. Todo ello a costa de 18 muertos, 54 heridos y 3 camionetas destruidas de una fuerza de 3.000 soldados de la fuerza chadiana. La táctica aplicada por el general Djamous fue el emplear una importante masa de vehículos con gran poder de fuego (ametralladoras, cañones sin retroceso, lanzacohetes, cañones antiaéreos de doble uso, misiles antitanques). El empleo de medios civiles, dificulta su identificación, especialmente los medios destinados al reconocimiento, agregándose la posibilidad de desplazarse 200 km por día.
Las fuerzas chadianas eligieron diferentes rutas de forma que los diferentes grupos pudieran apoyarse entre sí, en caso que alguno de ellos se topara con una fuerza superior. En ese supuesto, los grupos confluyen desde sus rutas hacia la fuerza enemigo, buscando atacarla de manera simultánea y por los flancos. Alcanzado el objetivo el objetivo planeado, el ataque se ejecuta de forma convergente, intentando encontrar previamente rutas poco vigiladas o puntos débiles en las defensas. El factor sorpresa, la relativa facilidad de enmascaramiento, permite desplazar este tipo de fuerzas de manera discreta. Los ataques comienzan siempre en el amanecer con la máxima potencia de fuego, lejos del alcance de las armas de infantería del enemigo, explotando al máximo la sorpresa operacional, dificultando una defensa eficaz. Una vez que el comandante evaluaba que el enemigo era incapaz de montar una respuesta, lanzaba los elementos de infantería contra las fuerzas supervivientes. En caso que el enemigo pueda montar una defensa adecuada, el atacante puede replegarse con suma rapidez, en pequeños grupos por diferentes rutas hasta el punto de reunión prefijado. El elevado consumo de munición, exigen que las fuerzas “Toyota” explotar el factor sorpresa. Asimismo, cabe agregar que este tipo de acciones y con los medios disponibles, solo tienen por finalidad destruir al enemigo, dado que tienen incapacidad de ocupar terrenos por tiempos prolongados. El éxito de la táctica de las “fuerzas Toyota” es ante un enemigo desplegado en numerosas bases dispersas, con funciones netamente defensivas.
tropas chadianas en una Toyota.
En B´ir Kora en marzo de 1987, los chadianos aplicaron las mismas tácticas que en Fada, como respuesta un contraataque libio, que le costó la pérdida de 800 soldados. El presidente Habré decidió subir la apuesta y atacar s los libios en la región de Tibesti (o batalla de Aouzou), donde los franceses no prestaron apoyo por razones políticas. El 5 de septiembre para contrarrestar el contragolpe libio, en manos del competente general Al Sharif, las FANT lanzaron un ataque contra la base Maaten al – Sarra, en terreno libio, para destruir la capacidad aérea de Trípoli. Gracias a la inteligencia provista por Francia y Estados Unidos, el ejército chadiano que se impuso a una brigada mecanizada de 2.500 efectivos, a pesar de su poder de fuego, había un importante grado de desorganización por parte de los libios. Fue una derrota terrible, donde Libia perdió a más 1700 soldados.
Los chadianos se mostraron vulnerables al accionar de la aviación táctica libia, pero pronto el disponer de misiles tipo MANPADS, permitió superar este problema, unido a disponer de modernos sistemas de comunicación, facilitando el mando y control de los comandantes. Los avanzados sistemas de guerra electrónica de los franceses permitieron a las fuerzas de Habré contar con valiosa información sobre el despliegue y movimientos de los libios. Las carencias en esta materia por parte de las fuerzas de Trípoli tuvieron un alto precio.
Mirage F1C en Chad.
El aislamiento internacional de Libia, obligó al coronel Muammar Gadafi aceptar el alto el fuego en septiembre de 1987. En 1988 el líder libio se reconcilió con Habré y en Argel, celebró un acuerdo para alcanzar un acuerdo pacífico sobre la Franja de Aouzou y llevarlo ante la Corte Internacional de Justicia. En 1989 el general Idriss Deby derrocó a Habré en un golpe apoyado por Libia. En 1994, al Corte Internacional falló favor de Chad sobre el control del territorio disputado. Las fuerzas libias se retiraron pacíficamente bajo la presencia de observadores internacionales. Habré se exilió en Senegal, donde posteriormente sería juzgado y moriría en prisión, al ser encontrado responsable de la muerte de más de 40.000 personas durante su régimen.
Francia gracias a su exitosa intervención en la guerra, se consolidó como garante de la estabilidad regional, permitiendo mantener un importante despliegue en varios estados de África Occidental, con su impacto en lo geopolítico. Los cambios políticos en el Sahel, el desprestigio acarreado por la incapacidad de detener el terrorismo yihadista y la expansión de una suerte de revisionismo histórico, exacerbando los nacionalismos, impactó en la política de Chad, cuyo gobierno solicitó la retirada de las tropas franceses, medida efectiva desde 2025, luego de 65 años de permanencia ininterrumpida en dicho país africano.
Soldados libios en el norte del Chad. Una guerra silenciada por el régimen de Gadafi
La “experiencia” de Chad
En el conflicto del Chad, encontramos a las Fuerzas Armadas de Francia, que hizo empleo de la Fuerza de Acción Rápida. Elemento creado en 1983 como instrumento de proyección del instrumento militar francés. La FAR reunía (y lo sigue conservando) tres características para el desarrollo de sus misiones: movilidad táctica y estratégica, potencia de fuego y versatilidad. Estaba compuesta por cinco divisiones – grandes unidades de combate – de montaña, paracaidistas, infantería de marina[3], blindada ligera y aeromóvil (asalto aéreo). En el marco de la Guerra Fría, la FAR contaba con 50.000 efectivos. En la guerra de Chad, este componente militar francés, demostró tener un elevado nivel de alistamiento, movilidad y poder de combate, destacándose un empleo limitado de efectivos, pero con importantes resultados. El personal de la FAR estaba formada exclusivamente por tropas profesionales, con un elevado nivel de adiestramiento y bien conducido.
Guerrilleros en la zona de Tibesti
Los libios contaban con un moderno ejército de 58.000 efectivos con 2.800 tanques y más de 2.300 blindados a rueda y oruga. La fuerza aérea contaba con 8.500 efectivos y 535 aviones. La falta de personal suficiente para operar el moderno arsenal libio, significaba que gran parte del material y equipamiento militar permanecía almacenado, agregándose la fuerte dependencia de técnicos extranjeros en el ámbito logístico. En 1987 en el norte del Chad, Trípoli desplegaba 8.000 efectivos apoyados por unos 300 tanques, helicópteros de ataque Mi -24. Estas fuerzas carecían de mando unificado, sino que operaban en dos grandes unidades de combate separadas: Grupos Operativo Sur y Este. El coronel Gadafi, por temor a un golpe de estado – como fue en 1985- mantuvo un ejército con problemas de organización, que se tradujo en teatro de operaciones chadiano, al operar de manera dispersa, que lo hizo vulnerable a las tácticas de la “Guerra de las Toyota”, agregándose fallas en materia de inteligencia y en los sistemas de mando y control.
Las operaciones militares podemos dividirla en cuatro etapas claramente definidas:
· Una primera fase hasta 1975, caracterizada por la rebelión y operaciones de insurgencia, siendo la respuesta del gobierno acciones de magnitud limitada, de tipo policial. La violenta represión, marginación de grupos étnicos y religiosos, alimentaron las bases de la rebelión.
· La segunda etapa (1975-1979) los rebeldes con apoyo libio logran hacerse con el gobierno, siendo el presidente el general Malloum y el primer ministro, Hissené Habré. Un tercio del país está en manos libias y de grupos chadianos aliados. El objetivo de Trípoli es la anexión de la Franja de Aouzou, rica en recursos naturales.
· La tercera fase, los rebeldes se dividieron y un sector encontró apoyo en Libia (GUNT), mientras el otro, en Francia, que interviene directamente con el envío de una fuerza expedicionaria. En esta etapa se desarrollaron las Operaciones Manta y Epervier.
· La cuarta fase, desarrollada a fines de 1986, cuando gran parte de las facciones chadianas se unieron contra Libia, conocida esta etapa como la “Guerra de las Toyota”.
El teatro de operaciones chadiano no ofrecía posibilidades para el despliegue de grandes efectivos, por la escasez de agua, infraestructura, dificultando el abastecimiento. Los combates se libraban cuando uno de los oponentes está al límite de sus líneas de abastecimiento, generándose una suerte de operaciones de “vaivén”. Finalmente, en la etapa final del conflicto, Libia fue incapaz de hacer frente a la creciente insurgencia, la pérdida de apoyo de la población de Aouzou, unido a limitaciones en materia de movilidad y maniobrabilidad.
Por razones políticas, Libia y Francia, no escalaron el conflicto a mayores proporciones, dado que estarían obligados a un conflicto abierto entre ambos países. Asimismo, los ataques de Estados Unidos contra bases libias en 1986, afectó especialmente el poder aéreo libio y condicionó las operaciones en Chad.
Las distintas intervenciones francesas, adoptaron una actitud defensiva, motivado por razones políticas, dado que París buscaba evitar una guerra abierta con Libia, como también el régimen de Trípoli. Esto condicionó el apoyo al régimen de Yamena, dado que la estrategia francesa era de contener el avance libio hasta el paralelo 16, permitiendo a las fuerzas de Habré reagruparse, reorganizarse y prepara sus fuerzas para el enfrentamiento con el ejército libio y sus aliados locales.
Las grandes victorias de las fuerzas de Chad en 1987 fueron logradas sin apoyo aéreo, pero compensado por las capacidades en materia de guerra electrónica por parte de Francia y en menor medida de Estados Unidos, agregándose que las FANT contaron con modernos sistemas de comunicaciones. Por medio de satélites y aviones, los chadianos obtuvieron información precisa sobre el despliegue libio, esto les permitió explotar con suma habilidad el factor sorpresa, con en la batalla de Faya.
Avión C130 y Jaguar del Ejército del Aire francés
El teatro de operaciones chadiano – llano y montañoso – quedó reflejado la ventaja de la maniobra sobre la defensa en posiciones estáticas. Siendo la “estrella” la infantería mecanizada y motorizada, conjuntamente con los blindados a rueda AML. El apoyo de fuego estuvo en manos principalmente de artillería de cohetes, cañones sin retroceso, ametralladoras pesadas y misiles montados en vehículos ligeros. La gran innovación fue la Guerra de las Toyota, la austeridad logística, vehículos ligeros aptos para el teatro de operaciones, electrónica mínima – comunicaciones – y un notable poder de fuego gracias a las armas montadas en las pick ups, combinando movilidad y potencia de fuego. Aprovechando los grandes espacios semidesérticos en el norte del Chad, permite gran libertad a la hora de elegir sus rutas de aproximación a sus objetivos, o la dispersión en caso de encontrarse con un enemigo más fuerte. La potencia de fuego es obtenida por las armas montadas en los vehículos de tiro tenso y con gran alcance, aprovechando amplios campos de tiro. La táctica es emplear las pick up en grandes masas de forma que se concentren un importante número de armas pesadas sobre el mismo objetivo.
El gran desafío eran las penetraciones profundas en territorios ocupados por el enemigo, afectando las líneas de abastecimiento, de por sí extensas e influenciadas por la escasa infraestructura. Asimismo, las fuerzas regulares tuvieron que adaptarse en un escenario de guerra no convencional, siendo ejemplo de ello el avance de las FANT hacia las montañas Tibesti, donde la ofensiva lanzada por Habré combinó operaciones convencionales y no convencionales. Las falencias libias fueron explotadas por los chadianos, destacándose los ataques relámpagos y las ventajas de la movilidad dada por las pick up. Los libios con extensas líneas de abastecimiento, operando en un entorno hostil, no supieron dar una respuesta adecuada a las tácticas chadianas, que compensaba la debilidad en materia de equipamiento ante las teóricamente fuerzas superiores de Libia. En tres meses de campaña, la “guerra relámpago” de las fuerzas de Chad permitió capturar material militar por más de US$ 1.500 millones.
Guerrilleros del GUNT prisioneros en Yamena, 1983
Las victorias de Chad sobre las fuerzas libias, redujeron la presencia militar de Trípoli, afectando seriamente su capacidad de mantener la presencia en el norte de Chad y especialmente la disputada Franja de Aouzou. Las pérdidas sufridas por los libios afectaron seriamente su moral de combate. Las ofensivas chadianas interrumpieron las líneas de suministro y redes de comunicación, afectando de por sí, las desorganizadas fuerzas libias.
La denominada “Guerra de las Toyota” es un claro ejemplo como una fuerza reducida, altamente móvil y con poder de fuego, derrotó a un ejército convencional más grande, gracias a tácticas superiores y adaptabilidad. El mando chadiano sin ninguna duda hizo un uso innovador de los recursos disponibles, compensando las desventajas en tamaño y potencia de fuego, además de explotar las posibilidades que daba el terreno. Las enseñanzas sobre las tácticas de las FANT contra las fuerzas libias, podemos resaltar:
ü Movilidad y flexibilidad: El éxito de las fuerzas chadianas se debió en gran medida a su capacidad de moverse con rapidez y adaptarse a las condiciones cambiantes del campo de batalla. El tipo de vehículo empleado facilitaba un despliegue y reposicionamiento rápido, permitiendo explotar a las FANT explotar las debilidades libias.
ü Aprovechamiento del terreno: Comprender y aprovechar el terreno local fue crucial para la ofensiva chadiana. El entorno accidentado e inhóspito de las montañas Tibesti proporcionó defensas naturales y ventajas estratégicas que las fuerzas chadianas aprovecharon eficazmente contra los libios.
ü Guerra híbrida: esto consistió en la integración de tácticas de guerra no convencional con convencionales, permitiendo a los chadianos maximizar sus fortalezas y minimizar sus debilidades. Este enfoque permitió vencer a un enemigo más grande y mejor equipado.
ü Optimización de recursos: El uso innovador de los recursos disponibles, como el empleo de las pick up de Toyota. Estos fueron aprovechados con suma habilidad, explotando al máximo las capacidades de estos vehículos.
ü Apoyo internacional: Chad compensó sus debilidades ante una potencia regional como Libia, con aliados externos, siendo el caso de Francia. El régimen de Yamena como su aliado francés explotaron las contradicciones de Libia, logró aislar al régimen de Trípoli en el seno de la Organización de la Unidad Africana, como también en el ámbito de las Naciones Unidas. Incluso en el contexto de la Guerra Fría, atrajo la atención de los Estados Unidos, que brindó apoyo militar y de inteligencia.
ü Estrategias asimétricas: La Guerra de las Toyota puso de relieve la eficacia de las estrategias asimétricas para superar las desventajas militares convencionales. En el caso de Chad, es un ejemplo de cómo fuerzas más pequeñas pueden lograr victorias, gracias a sus tácticas superiores, movilidad y explotación de los puntos débiles del enemigo.
[1] Político chadiano de la etnia tubu, uno de los fundadores del Frente de Liberación del Chad) nacido en 1944. Combatió con apoyo libio. Presidente de Chad entre 1979-1982, como parte de los Acuerdos de Lagos. Derrotado por Habré en los combates entre facciones rivales, lo llevaron a Libia. Allí como líder del GUNT que reclamaba ser el gobierno legal de Chad, atacó con apoyo de Gadafi a las fuerzas de su rival y ex aliado político, Hisené Habré. Rompió con los libios en 1986 y se exilió en Argelia. De regreso a Chad en 2007, luego de un acuerdo con el general Idriss Deby, presidente de Chad.
[2] Político chadiano (1942-2021). Perteneciente a un clan de la etnia tubu. En 1971 regresó de Francia, luego de obtener el título de licenciado en ciencias políticas en Francia. Se integró al FROLINAT y fue comandante del Segundo Ejército de Liberación. En 1976 rompió con Oueddei y creó las Fuerzas Armadas del Norte. En 1974 capturó a tres rehenes occidentales (un alemán y dos franceses) obteniendo importantes sumas de dinero. El negociador de Chad, el coronel Pierre Galopin, asesor del régimen de Tombalbaye, por la cuestión de los rehenes, fue “juzgado” y ahorcado por las fuerzas a órdenes de Habré. En 1978 fue designado primer ministro del general Molloum, luego rompe con este y es ministro de defensa de Oueddei. Derrotado en 1980, se exilia y regresa expulsando a Oueddei. Su política tuvo un giro y fue abiertamente pro francés. Su régimen dictatorial fue responsable de asesinatos en masa, torturas y prácticas genocidas con ciertos grupos étnicos. Derrocado en 1990 huyó a Senegal con US$ 11 millones. En 2007 por presión internacional, Senegal creó un tribunal para crímenes internacionales donde Habré fue condenado. Murió en prisión.
[3] Unidades de infantería ligera, de rápido despliegue, capacitadas para operaciones anfibias, de asalto aéreo, como también actuar como infantería motorizada. Antiguamente se las denominaba “tropas coloniales”.
[1] Político chadiano (1918-1975) conocido como N’Garta Tombalbaye. Docente perteneciente a la etnia sara. Militante del partido Progresista Chadiano. Fue elegido primer presidente del país en 1960. Implantó un régimen autoritario favoreciendo a las poblaciones del sur, altos niveles de corrupción y sostenido por un sistema clientelar. Su régimen creó las bases para la rebelión del norte en 1969. Estableció un régimen de partido único. Implantó el yondo, o cicatrización ritual a personal de la administración pública y del ejército a otras etnias que no eran la suya, abriendo un verdadero abismo. La violenta represión a poblaciones norteñas impulsó la creación del FROLINAT por parte de grupos del norte. Derrocado en un golpe militar, siendo asesinado por quienes lo perpetraron.
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