🇺🇸🇨🇺El Guerrero Cubano:Gravísimos cargos por terrorismo serán incluidos en expediente criminal de Otaola en Cuba.
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José Díaz Licenciado con Honores en Política Internacional por la Universidad de Stirling (Reino Unido)
Pocas figuras del siglo XX han dejado una huella tan indeleble en la política mundial como Fidel Castro Ruz. Arquitecto de la Revolución cubana y líder del Estado cubano durante décadas, Castro sigue siendo uno de los dirigentes más destacados de la historia moderna. El Comandante en Jefe, Fidel Castro, emerge de manera inconfundible en la lucha global contra el imperialismo, en la transformación de Cuba en un referente de soberanía y su impacto duradero en los ideales de justicia social y solidaridad. El legado revolucionario de Fidel perdura no solo por la transformación radical que trajo a Cuba, sino también por la fuerza simbólica con la que desafió las estructuras de dominación más poderosas del mundo.
Como parte indivisible del legado revolucionario de Fidel Castro, se encuentra la Revolución cubana de 1959, un acontecimiento sísmico que derrocó a la dictadura de Fulgencio Batista. Esta victoria no fue simplemente una transferencia de poder, representó la recuperación de la soberanía nacional después de décadas de subordinación a la influencia económica y política de Estados Unidos. El éxito de Castro fue histórico precisamente porque ocurrió bajo la sombra de una potencia que había tratado a la isla como colonia informal. Al arrebatar el control a la dominación extranjera, Castro otorgó a los cubanos un sentido de pertenencia sobre el destino de su nación.
El simbolismo de la Revolución trascendió las fronteras cubanas. Para pueblos de América Latina, África y Asia, Fidel Castro encarnó el ejemplo y la posibilidad de que naciones pequeñas resistieran la hegemonía de grandes potencias. La Revolución cubana se convirtió así en un punto de referencia para los movimientos antiimperialistas en todo el mundo. En este sentido, el legado de Fidel Castro trasciende el ámbito de su isla natal, situándolo como un líder en la lucha histórica por la independencia y la dignidad de los pueblos oprimidos.
Los logros de la Revolución cubana son inseparables de sus profundas reformas sociales, que transformaron de manera radical a la sociedad cubana. Tras asumir el poder, Fidel Castro emprendió campañas ambiciosas en educación y salud, sectores que se convirtieron en emblemas de la Revolución. La campaña de alfabetización de 1961 erradicó prácticamente el analfabetismo en un solo año, situando a Cuba en una de las tasas de alfabetización más altas del mundo. En el ámbito sanitario, el gobierno estableció un sistema universal que se transformó en modelo para naciones en vías de desarrollo y que produjo médicos que luego servirían en misiones de solidaridad internacional.
Estos logros no fueron meras reformas técnicas, sino actos ideológicos. Representaban la convicción de Fidel Castro de que la dignidad humana dependía del acceso universal al conocimiento y a la salud, más allá de las fuerzas del mercado o la caridad extranjera. Al redistribuir recursos, ampliar oportunidades y colocar en el centro a los desposeídos y los marginados, la Cuba de Fidel Castro constituyó una radical reimaginación de la justicia social. En una época en que las políticas neoliberales profundizaban la desigualdad, Cuba se destacó como contraejemplo, demostrando que los derechos sociales podían priorizarse por encima del lucro.
Otro pilar del legado revolucionario de Fidel fue su visión internacionalista. A diferencia de muchos líderes que se replegaron tras consolidar el poder, Castro extendió de manera constante los recursos de Cuba para apoyar movimientos de liberación en el exterior. El caso más notable fue su participación en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, mediante la contribución de tropas y recursos en la batalla de Cuito Cuanavale en Angola, considerada un punto de inflexión en el debilitamiento del régimen sudafricano. El propio Nelson Mandela reconoció la trascendencia de la solidaridad cubana en la liberación de su país; subrayando el impacto moral y político del internacionalismo cubano.
Médicos, maestros y soldados cubanos fueron enviados a América Latina, África y otros lugares no con fines de lucro, sino en nombre de la solidaridad humana. Esta exportación de la Revolución, tanto con armas como con asistencia humanitaria, convirtió a Cuba en un actor único en la política mundial, con un peso muy superior al de una pequeña nación caribeña. Mediante estos actos, Fidel Castro forjó una autoridad moral para Cuba, erigiéndola en un faro para los pueblos oprimidos en todo el planeta.
Quizás la característica más notable del legado de Fidel Castro sea su espíritu desafiante. A pesar de los incesantes esfuerzos de Estados Unidos por aislar y derrocar a su gobierno −mediante embargos, sabotajes e incluso intentos de asesinato− Castro sobrevivió. Su resistencia se convirtió en símbolo de la resistencia misma. Mientras muchos líderes se comprometían o capitulaban ante presiones externas, Fidel Castro mantuvo una postura revolucionaria durante décadas, sin abandonar jamás su compromiso con la soberanía y el socialismo.
La capacidad de Cuba para resistir bajo su liderazgo es aún más llamativa durante el llamado «Período Especial» tras el colapso de la Unión Soviética. Ante la devastación económica, Cuba logró sobrevivir y adaptarse, desarrollando prácticas agrícolas sostenibles y confiando en la creatividad de su pueblo. Esta capacidad para sobreponerse a desafíos aparentemente insuperables consolidó aún más la reputación de Fidel como un dirigente de voluntad férrea y principios inquebrantables.
A pesar de sus críticos, así como los esfuerzos de la contrarrevolución, además del paradigma de la política estadounidense desde la Doctrina Monroe, cabe destacar que la Cuba de Fidel Castro era y sigue siendo una pequeña isla que desafiaba la fuerza de una superpotencia a tan solo 90 millas de distancia. Dentro de este crisol de constante presión, Castro forjó un experimento revolucionario que aún hoy inspira debates, admiración y emulación. Esa capacidad de irradiar ejemplo explica tanto la hostilidad estadounidense como la relevancia histórica de Castro.
Su legado se encuentra no solo en los logros tangibles de la sociedad cubana, sino también en los ideales que defendió: humanidad, internacionalismo y solidaridad. Para los desposeídos y marginados, Fidel Castro representó una voz de desafío y esperanza. Sus discursos siempre fueron una llamada a la convicción y un recordatorio de que la historia podía ser moldeada por el coraje de los pueblos oprimidos.
El legado revolucionario de Fidel Castro es uno de resiliencia, transformación y profundo simbolismo. Redefinió el significado de la soberanía para una pequeña nación bajo el dominio imperial, transformó la sociedad cubana con reformas sociales sin precedentes, extendió la solidaridad por varios continentes y se mantuvo desafiante frente a adversidades colosales. Su significación histórica y política como líder revolucionario es innegable: encarnó la posibilidad de que los pueblos pudieran emanciparse y desafiar la lógica de la dominación. Ese ejemplo, más allá de los juicios políticos, constituye la esencia de su legado. La vida de Fidel Castro nos recuerda que la lucha por la justicia y la independencia no es sencilla, pero sí esencial. Para quienes siguen buscando alternativas a la dominación y la desigualdad, el legado de Fidel Castro perdura como guía e inspiración.
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El día 30 de Agosto, Jornada Mundial de Solidaridad con Venezuela, en todos los países y con todos los movimientos políticos y sociales antiimperialistas, se constituyeron las Brigadas Internacionales Antifascistas. Se alzó el ejército más humano levantando en pancartas, voces, escritos, … el NO PASARÁN.
En Madrid, en el Consulado de la Embajada Bolivariana de Venezuela, la Señora Embajadora Gladis Gutiérrez Alvarado, subrayó el reto que tiene la Humanidad contra el fascismo desde Venezuela y en todo el continente americano, y llamó a los comunicadores y la militancia a intensificar la lucha contra el enemigo mediático difundiendo la verdad.
En ese sentido debemos advertir de como los actos terroristas del imperio, su guerra económica que encubre con el término de “sanciones”, buscan minar la base social de la mayoría de los gobiernos del mundo, tratando de impedir su desarrollo, estabilidad y buena relación con el resto. Por eso mismo el régimen imperial apunta con todo a los gobiernos de raíz soberana y combativa siendo ejemplos anticoloniales y antiimperialistas, y en nuestros días el caso de Venezuela es el ejemplo que está en primera fila.
En la jornada del día 30 los pueblos tenían presente, y es que no se olvidan, que Venezuela no es el único amenazado, Venezuela forma parte del grupo de los más perseguidos con toda crueldad por los multimillonarios que quieren poseer las riquezas del país del petróleo, por eso le impone “sanciones”, que son completamente unilaterales y por tanto ilegales, son actos de guerra que buscan crear hambrunas como la causada al pueblo palestino de Gaza, pero se llegó a alzar la voz el día 30 por lo que el mundo entero ve como peligro inmediato: la amenaza militar con el envío de una flota de guerra apoyada por un submarino atómico. El bestialismo yanqui no asusta al pueblo venezolano, de inmediato ha seguido la llamada del Presidente Nicolás Maduro para multiplicar la defensa del país.
El régimen encabezado por el que va resultando violador de niñas, -según aparece en la lista Epstein – https://diario-octubre.com/2025/08/31/los-vinculos-del-clan-maxwell-con-el-espionaje-estadounidense-e-israeli/ – con otros que han ocupado el puesto que ahora tiene-, no puede lavar su historia ni la de su gerente, el profesional de las quiebras, un estafador inmoviliario, chantajista, y bien conocido por su arrogancia y su incultura política, pura ignorancia de las relaciones internacionales, lo que no impide que usted que lee conozca la lista imperialista de los 5 países más perseguidos: Venezuela, Corea del Norte, Irán, Rusia y Cuba, y de los 5, los 3 que disponen en su territorio de los mayores yacimientos de petróleo, Venezuela, Irán y Rusia. El personaje manda a su tropa imperial a Venezuela, sabe que tiene que atemorizar al mundo, a Venezuela la titula “amenaza inusual” y la acusa de que en su Casa Nostra sus súbditos se sirven la Cosa Blanca. Pues pongamos algún dato: En 2023 más de 70 millones de yanquis, el 24,99% de la población, consumían drogas y 48,5 millones tuvieron daños graves y quizás irreparables, son cifras que aparecen en sus propios registros departamentales, ¿pero es la cifra real si no se registran una gran parte de los afectados? ¿Cómo es posible que los servicios secretos más “finos” del mundo no sepan dónde se encuentra el centro comercial para ese 25% de estadounidenses? ¿Podría decirse que por lo menos el 25% de los “marines” de sus barcos de guerra fuman, esnifan, se pinchan,…? Tienen comportamientos de drogados, miren a los que forman el Senado, el Congreso, los Tribunales, las direcciones de los Bancos, de las Corporaciones, del Complejo Industrial Militar de la Matanza Humana. Todos ellos, que no son muchos, dedicados a aplastar, dominar, esclavizar, capitalizando el sudor de los demás al tiempo que ahora embarcan a varios miles de sus empleados para que roben petróleo. No se lo creen ni drogados, en Venezuela no van a disponer de la Cosa Blanca, allí no hay, de sobra lo saben, y tampoco van a robar ni una gota de petróleo. Otro dato escalofriante que ellos mismos hicieron público: en 1971 más de la mitad de su ejército llevaba una vida inmersa en las drogas, y en la guerra del Vietnam el 75% de sus tropas se drogaban.
Los pueblos que no quieren ser esclavizados, y ahora está presente el pueblo de Venezuela, necesitan poner atención al Presidente Maduro: Internacionalistas, hay que formar al pueblo, levantar las defensas antiimperialistas. Venezuela se ha reafirmado en el acto del día 30: Venezuela no es una amenaza, Venezuela es una esperanza, el Caribe es zona de paz, pero eso no quita para que el trumpismo viendo su decadencia, a causa de su destrucción capitalista en todos los ámbitos, apueste por el terror. Nos encontramos en la guerra comunicacional, llevemos la verdad a la victoria, no dejemos de decirla: la única amenaza es el imperio.
Ramón Pedregal Casanova es autor de los libros: Gaza 51 días; Palestina. Crónicas de vida y Resistencia; Dietario de Crisis; Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero; y, Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios. Colaborador del canal Antiimperialistas.com, de la Red en Defensa de la Humanid


Fotografía de archivo del presidente de EE.UU., Donald Trump, detrás del secretario de Estado, Marco Rubio.- FotoEFE Autor:
Alejandro Ribadeneira
Actualizada:
31 Ago 2025 – 21:51 ÚNETE A NUESTRO CANAL La inminente visita a Quito de Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos y hombre de absoluta confianza de Donald Trump, es crucial para el Gobierno de Ecuador en su lucha contra el crimen. Pero, además, ser aliado internacional de Washington puede resultar estratégico frente a la política arancelaria del Gobierno de EE.UU., que impacta en las exportaciones ecuatorianas.
La comunidad internacional no ha estado tan cerca de Carondelet. El punto más bajo constituyó la Cumbre Iberoamericana de noviembre de 2024, realizada en Cuenca sin ningún mandatario. El manejo que dio el presidente Daniel Noboa a sus diferencias con la vicepresidenta Verónica Abad, sancionada por un Ministerio que se arrogó funciones, fue solo el epitafio de otros hechos que no fueron pasados por alto.
Uno de ellos fue el asalto a la Embajada de México en Quito, el 5 de abril de 2024, para detener a Jorge Glas. Otro fue la develación de la opinión de Noboa sobre presidentes como Nayib Bukele, Gustavo Petro y Javier Milei en entrevista con el periodista Jon Lee Anderson para la revista estadounidense The New Yorker, por citar dos casos.
Congresistas de Estados Unidos llegaron a Ecuador, previo a la visita oficial de Marco Rubio Sin embargo, ese escenario ha cambiado desde que Daniel Noboa obtuvo la reelección y la Cancillería, con Gabriela Sommerfeld al frente, ha logrado un deshielo en el campo diplomático. Por supuesto, México y algunos aliados ideológicos de la presidenta Claudia Sheinbaum siguen mirando a Ecuador con recelo y mantienen rotas las relaciones.
Pero, a cambio, se han abierto embajadas y misiones diplomáticas en otros países, se ha avanzado en acuerdos, los encuentros con gobernantes aliados se incrementaron y el país será, en 2027, el anfitrión de la VI Cumbre de Países Amazónicos.
Rubio, una visita estratégica Pese a estos avances, la relación con Estados Unidos es crucial para no perder fuelle. Luego de una década de distanciamiento en el gobierno de Rafael Correa (2007-2017) y de acercamiento a China y el chavismo venezolano, Ecuador regresó la mirada a Estados Unidos con los gobiernos de Lenín Moreno y Guillermo Lasso.
No obstante, en parte por la coyuntura geopolítica, en parte por natural afinidad, Daniel Noboa se ha constituido en un sólido aliado de Estados Unidos y Donald Trump en la región, en especial ante el desastre de la Colombia del presidente izquierdista Gustavo Petro en el control de sus fronteras.
Rubio dice que los carteles de Latinoamérica, incluyendo los de Ecuador, son un peligro para Estados Unidos Trump, Rubio y Noboa comparten, además, el desprecio hacia el régimen del venezolano Nicolás Maduro, al que desconocen como gobernante legítimo de su país y lo consideran, oficialmente tanto en Estados Unidos como en Ecuador, líder de un cartel.
Marco Rubio, el 72.º Secretario de Estado de los Estados Unidos y que no solo dirige la diplomacia estadounidense, sino que ha sumado funciones tan dispares como dirigir el cierre de Usaid, custodiar los Archivos Nacionales y encargarse de la seguridad nacional, llegará al país luego de mencionar a Ecuador como parte segura de una coalición internacional de lucha contra los carteles de drogas de Colombia y Venezuela.
El presidente Daniel Noboa ha buscado combatir el recrudecimiento de la violencia de pandillas vinculadas al narcotráfico en Ecuador y ha colaborado con la administración Trump en la reducción de la inmigración ilegal.
Un alto funcionario del Departamento de Estado declaró a la prensa que, si bien Ecuador había avanzado en ciertos aspectos de la inmigración, como la decisión de exigir visas de tránsito, aún quedaban temas por abordar, como la gestión de las personas de terceros países que no pueden regresar a su país de origen.
Aunque no es estrictamente un tema de la cartera de Rubio, es probable que las políticas arancelarias de Trump también se aborden en sus conversaciones. Ecuador ha sido afectado con aranceles del 15%, aunque el Gobierno afirma que trabaja para revertir esta medida.
La cuestión de China Además de los temas en ‘agenda’, como la lucha contra el narcotráfico y la inmigración irregular, se prevé que Rubo hable con Noboa sobre la posibilidad de que Ecuador se aleje más de China, según lo informó un funcionario estadounidense a la agencia AFP.
Marco Rubio concluyó su gira en Centroamérica marcada por la migración, el Canal de Panamá y China China sí es un punto en que no existe total sintonía, pues Noboa no se ha mostrado tan radical. Rubio, en cambio, ha pregonado abiertamente en sus viajes que desea “contrarrestar a los actores malignos extracontinentales”, como llama a China.
En ese sentido, se espera que el Gobierno de Ecuador informe al secretario de Estado sobre todas las necesidades par reducir la excesiva dependencia que, según Washington, se generó con China durante el mandato de Rafael Correa.
Finalmente, la visita de Marco Rubio también constituye un paso previo para el encuentro oficial de Daniel Noboa con Donald Trump este año. Por todo esto, que el secretario de Estado sea huésped de Noboa constituye un logro diplomático que el Gobierno Nacional no debe desaprovechar.
Por Magencio.August 22, 2025

A inicios de esta semana, el gobierno de Estados Unidos anunció un operativo militar de varios meses en el Caribe Sur, con unos 4.500 efectivos (entre ellos, 2.200 marines), aviones espía y hasta un submarino de ataque, con el supuesto fin de “combatir al narcotráfico” usando como pretexto acusaciones totalmente infundadas de que el presidente venezolano Nicolás Maduro encabezaría una organización delictiva dedicada al tráfico de drogas. El operativo ha despertado el rechazo de varios gobiernos de la región, desde el ALBA y México hasta Colombia, que la han denunciado como un acto intervencionista pero ¿qué fuerzas hay detrás del mismo?
Los datos del operativo son verdaderamente impresionantes, pero palidecen comparados con otras intervenciones militares estadounidenses en nuestra región.
Recordemos, por ejemplo, la invasión a República Dominicana en 1965, llevada a cabo para apoyar el golpe contra el gobierno popular de Juan Bosch. Esa movilización yanqui comprendió más de 30 mil soldados, marines, aviadores y marineros. Para invadir a la minúscula isla de Grenada y derrocar a su gobierno socialista en 1983, el Comando Sur desplegó nada menos que 7.300 efectivos con destructores, fragatas, tanques y hasta un portaaviones. Para invadir al fuertemente impopular y desestructurado gobierno de Noriega en Panamá en 1989, los EEUU desplegaron casi 28.000 soldados y 300 aeronaves. ¡Y eso que el general panameño Manuel Noriega tenía años de estar en la nómina de colaboradores de la CIA!
Claramente, la fuerza militar desplegada por la administración Trump en el Caribe Sur no alcanza para derrocar a un gobierno como el de Nicolás Maduro, incomparablemente más sólido que cualquiera de los mencionados arriba. Además, se trata de un gobierno que le ha propinado a la derecha local, apoyada por los Estados Unidos, su enésima derrota electoral, política e ideológica desde la irrupción del chavismo en 1998.
Desde Nicaragua en los años 30 del siglo pasado, y tras la amarga derrota propinada por la guerrilla de Augusto Sandino, y la otra amarga derrota de Playa Girón en 1963, los EEUU ha aprendido que es preferible usar otros métodos que los de la fuerza militar directa.
Por ejemplo, aunque la sangrienta guerra de “Baja intensidad” en Centroamérica en los años 80 del siglo pasado recibió un apoyo, financiamiento y conducción masivos por parte de los Estados Unidos, estos se guardaron muy bien de poner sus propias botas sobre el terreno (excepto por “contratistas” de la CIA) ya que los estategas imperiales estaban conscientes del costo que eso significaría dentro y fuera de su país.
Aún cuando los EEUU lograron mediatizar a la Revolución Sandinista de Nicaragua forzando la elección de una alianza de partidos neoliberales, no lograron aniquilar a los movimientos populares y tuvieron que aceptar en los países del istmo diversos procesos de paz –que por cierto, nunca fueron de su agrado. Hoy, a 50 años de distancia, el gobierno popular de Xiomara Castro y el gobierno sandinista de Nicaragua, son testimonios de aquella gesta.
El grueso de las intervenciones estadounidenses desde los años 80 del siglo pasado hasta la fecha, han venido de la mano del complejo humanitario-intervencionista que ha manejado el Departamento de Estado a través de la NED y la USAID en conjunto con la CIA y con sus estructuras afines en los países europeos. Ahora ese complejo está en profunda crisis por los recortes impuestos por la administración Trump y por las crecientes contradicciones entre esta y los países de Europa Occidental, también inmersos en crisis económicas y presupuestarias agravadas por la guerra en Ucrania.
Voluntaria o involuntariamente, los Estados Unidos hoy ya no están en una fase de construcción imperial, sino en una fase defensiva estratégica en la que los fondos públicos sencillamente no alcanzan para controlar países y regiones enteras. Los Estados Unidos se están retirando escalonadamente de Europa e incluso del Oriente Medio, al mismo tiempo tratando de evitar que las potencias emergentes, especialmente China y Rusia, jueguen un papel decisivo en cada uno de esos territorios.
Desde una óptica geopolítica, el hemisferio occidental es sin dudas el último bastión de los Estados Unidos, que luchan por contener el avance económico y político-militar de China y Rusia, a la vez que intentan desestabilizar y desestructurar cualquier régimen político independiente en la región, ya sea que enarbole banderas progresistas, revolucionarias o incluso populistas de derecha, pero no alineadas con los Estados Unidos.
El Mar Caribe es el bajo vientre del imperio estadounidense, uno de los nodos más importantes del comercio mundial (eje Este-Oeste, con sus instalaciones y proyectos interoceánicos) y eslabón entre las economías del norte y los centros de materia prima del sur de América. Cuba y Venezuela son los dos grandes obstáculos con los que se topa la dominación imperial en la región. Son dos países relativamente grandes, uno con enormes recursos energéticos y el otro con una posición geopolítica central, justamente frente a la costa Sur de los Estados Unidos.
Desde una perspectiva estratégica, la Doctrina Monroe, que es incluso más vieja que la Doctrina del Destino Manifiesto, está más vigente que nunca: “América debe ser de los Estados Unidos”. En este sentido, no hay ninguna ruptura de fondo en los planes que había para el Comando Sur durante la administración Biden y los que hay en la actual administración, por más que ahora se hayan eliminado las referencias al tema de género, la diversidad y el medio ambiente.
La “novedad” es que la Administración Trump promete conseguir la cuadratura del círculo (impedir que los EEUU sean destronados del estátus de potencia imperial) gastando menos dinero, y para esto se apoya en una apuesta político-financiero-ideológica y en un reacomodo a lo interno de la élite de poder estadoundense.
La propuesta de Trump para enfrentar el surgimiento de un nuevo orden multipolar no es en absoluto inocente: Hay que reconocer que no carece de fundamentos en la realidad, aunque sus perspectivas de éxito para los propios Estados Unidos y sus efectos para la economía mundial sean potencialmente desastrosos. Nos referimos a la destrucción de las monedas nacionales y a la imposición de un modelo de feudalismo capitalista de alta tecnología de la mano de las criptomonedas.
A inicios de marzo de este año, Donald Trump firmó una orden ejecutiva para crear la primera reserva estratégica de bitcóin del país de un estimado de unos 200 mil bitcoines provenientes de la confiscación de activos de procedimientos civiles y penales, en un intento de convertir la nación norteamericana en la “criptocapital del mundo”. Paralelamente, anunció la creación de otro fondo de otras criptomonedas como ethereum, XRP, solana y cardano con el mismo fin. El objetivo, explicó el “zar” de las criptomonedas de Trump, David Sacks, no es vender esos activos sino mantenerlos como “reserva de valor” que, según algunos partidarios, algún día podría ayudar a pagar la deuda externa de los Estados Unidos.
Semanas más tarde, el aliado de Donald Trump, director ejecutivo de la sociedad de inversión BlackRock y gran inversionista en criptomonedas, Larry Fink, advirtió que el dólar corre el riesgo de perder su condición de moneda de reserva mundial frente al auge de activos digitales como el bitcóin, en gran parte a causa de la deuda externa de Estados Unidos.
“Para 2030, el gasto público obligatorio y el servicio de la deuda consumirán todos los ingresos federales, creando un déficit permanente. Si Estados Unidos no controla su deuda, si el déficit sigue aumentando, corre el riesgo de perder esa posición frente a activos digitales como el bitcóin”, aseveró Fink en su carta anual a los inversores de BlackRock.
Al mismo tiempo, los dos hijos mayores de Trump, Eric y Donald Trump Jr. anunciaron la fusión de su compañía de minado de bitcoins, American Data Centers, con un nuevo emprendimiento llamado American Bitcoin controlado por Hut 8, una compañía de infraestructura de criptomonedas basada en Miami. El objetivo, según Wall Street Journal, es el de convertirse en el mayor minador de bicoin del mundo y amasar una reserva estratégica de esa moneda.
La apuesta de Trump por las criptodivisas viene de la mano de las ideas del movimiento de la Ilustración oscura, un desarrollo del movimiento libertariano de los años ochenta del siglo pasado, guiado por la convicción de que la libertad y la democracia son entidades mutuamente excluyentes y que la mejor forma de gobierno consiste en la corporación comandada de manera autocrática por un gerente general, un poco al estilo del propio Donald Trump, con la ayuda de genios blancos y de género masculino, como Elon Musk, haciendo uso de granjas de computadoras programadas con algoritmos de Inteligencia Artificial General, es decir, un tipo de inteligencia artificial muy cercano a la inteligencia humana.
El vicepresidente JD Vance (y probable sucesor de Donald Trump) ha admitido que entre sus influencias ideológicas se encuentra el bloguero Curtis Yarvin, uno de los intelectuales más destacados del grupo, junto con Nick Land (que acuñó la expresión «ilustración oscura») y el multimillonario Peter Thiel, que lanzó en público la tesis de la incompatibilidad entre libertad y democracia. En este sentido, es importante agregar que en días pasados, Elon Musk dijo que tal vez ya no sería necesario fundar un partido para enfrentar a su ex-aliado Donald Trump, dando a entender que podría apoyar al propio Vance en las próximas elecciones.
Los planteamientos de estos “neorreaccionarios”, como también se les llama, no son menos globalistas que los de las versiones del mainstream republicano o demócrata. Quieren acabar con el Estado en todo el mundo y sustituirlo por dictaduras corporativas.
Los partidarios de la ilustración oscura imaginan un mundo dividido en corporaciones-estados en los que las personas decidan dónde quieren vivir, pero sometiéndose incondicionalmente a las reglas definidas por el director ejecutivo de la ciudad. Demás está decir que son enemigos de los bancos centrales y en especial de la Reserva Federal, a los que quieren sustituir con criptodivisas como el bitcoin.
Cabe destacar que, si el neoliberalismo que se impuso a nivel mundial de la mano de Ronald Reagan y Margareth Thatcher en los años 80 del siglo pasado resultó en un traslado de la carga fiscal de las grandes empresas a la ciudadanía, la propuesta de la “ilustración oscura” consiste en trasladar todos los costos sociales (luz, energía, agua, carreteras, escuelas, orden público, etcétera) a los ciudadanos/consumidores/vendedores-de-fuerza-de-trabajo a favor de los mismos monopolios que controlan el poder político/absolutista de la “ciudad”. O sea que si en el neoliberalismo “1.0” el capital pagaba el 0.1% de los impuestos, ahora con el neoliberalismo de la “ilustración oscura” ellos pagarán el 0.0%, es decir, una dictadura totalmente descarada en la que los ciudadanos pasarían a ser meros siervos de la gleba.
Al Caribe llegan ecos de ese tipo de propuestas en el proyecto de las “ciudades modelo” o “Zonas de Desarrollo Especial” que con éxito parcial (y muy difícil de revertir en la práctica) se quiso implementar en Honduras, así como en el proyecto de la Ciudad Bitcoin de Nayib Bukele en El Salvador.
Estos proyectos planteaban el establecimiento de zonas político-económicas especiales en en las que no rijan las reglas nacionales, sino reglas locales dictadas por corporaciones. No son las zonas económicas especiales que conocemos de otros países, incluso Cuba. En las ciudades de la ilustración oscura regiría un sistema de apartheid en todos los sentidos, una verdadera dictadura corporativa.
Con la multiplicación de versiones locales de sujetos como Jair Bolsonaro y Javier Milei y la mayoría de los países de nuestra región, no es difícil imaginar que surjan diversos intentos de reeditar los “experimentos” de El Salvador y Honduras, especialmente si son aupados por movimientos secesionistas auspiciados desde el exterior.
El proyecto de la “Ilustración Oscura” está destinado al fracaso, entre otras cosas porque ha perdido el factor sorpresa que en su momento tuvieron las denominadas “doctrinas del shock” implementadas para imponer el modelo neoliberal a escala planetaria. Además hoy en día carece del músculo estatal necesario para implementarlas a pesar de la dependencia de las audiencias globales de una Internet controlada en su mayor parte por monopolios occidentales.
Además, este proyecto está plagado por contradicciones entre sus mismos impulsores producto de la exacerbada competencia intercapitalista causada por ellos mismos, un ejemplo clarísimo de esto son los pleitos entre Elon Musk y Donald Trump, pero lo cierto es que las grietas recorren toda la geografía del proyecto MAGA.
Sin embargo, sus consecuencias se harían sentir por mucho tiempo en países cuyas estructuras fiscales hayan sido comprometidas en sus cimientos, tal y como es el caso de muchos estados africanos en los que hoy la “economía del bitcóin” concentra una gran parte de la actividad. Metabolizar la exposición a las criptomonedas garantizando la financiación del sector público (es decir, la base de la democracia) es un reto para todos los países grandes y pequeños, pero no es el único.
Las debilidades en la financiación del Estado a su vez repercuten en la posibilidad de llevar adelante programas políticos, lo que a su vez también erosiona la legitimidad de los gobiernos populares democráticamente electos. A la debilidad presupuestaria se le debe sumar la debilidad política e ideológica, producto de la degradación del debate público, sumido en la lógica corporativa de las “redes sociales” y en la lógica desempoderante de sistemas de participación política cada vez más dependientes de la formación de “aparatos” electorales que cada vez alejan más a la ciudadanía del papel de sujetos de la política.
Todo esto, claro está, abona el terreno para el permanente surgimiento de figuras políticas como Milei y Bolsonaro.
Como lo indicábamos al inicio, la actividad militar de Estados Unidos en el Caribe Sur no busca en sí misma derrocar al gobierno bolivariano… pero sí busca debilitarlo y debilitar también a otros gobiernos de la región. Una manera de hacerlo, podría ser intervenir en la región del Esequibo para “defender” a Guyana.
Otra manera podría ser lanzar alguna operación en la frontera entre Colombia y Venezuela, en la que se enfrenta una situación muy dificil con las denominadas “disidencias” de las FARC a las que se acusa de recibir apoyo de los cárteles de la droga mexicanos. El objetivo sería el de sembrar cizaña entre Bogotá y Caracas, amenazando a ambos gobiernos.
La presencia militar de Estados Unidos en nuestra región puede tener otros objetivos, como la de asegurarse el acceso a recursos naturales como el litio o a recursos acuáticos como la hidrovía y el acuífero guaraní. Recordemos que toda América Latina está atravesada por una red de “ubicaciones de operaciones de avanzada” (forward operating locations) que permiten el desplazamiento rápido de las tropas estadounidenses.
En todo caso, el hecho en sí del despliegue de una flota estadounidense en el Caribe representa un precedente muy peligroso, por ejemplo, para países como México, donde Estados Unidos dice querer realizar operaciones militares contra los cárteles de la droga. En realidad, cualquier gobierno puede sentirse amenazado.
Asimismo, la lógica de las movilizaciones militares de Estados Unidos en nuestra región hay que buscarla en las empresas norteamericanas con intereses en nuestros países, las que deberían cargar con buena parte de los costos.
Para complejizar aún más el panorama, se deberían tener en cuenta los intereses y contactos personales de gente como el Secretario de Estado Marco Rubio y la mafia anticubana de Miami.
Un elemento que no se menciona en relación al operativo estadounidense en el Caribe Sur es el papel que en él pueda jugar la heredera de la transnacional mercenaria Blackwater, conocida por su accionar en teatros de guerra como Kosovo, Irak y Afganistán.
Blackwater fue la empresa más grande en su tipo y bajo la sombra de George W. Bush y Dick Cheney crecieron desorbitadamente hasta que todos los crímenes cometidos por las fuerzas estadounidenses en el Oriente Medio fueron imposibles de ocultar.
Blackwater participó en todo tipo de operaciones encubiertas vinculadas al tráfico de drogas y al crimen organizado e incluso llegó a estar activa en proyectos desestabilizadores de la USAID contra países de la región como Venezuela y Nicaragua.
Hasta el año 2010, y a causa de los escándalos provocados por su actuación en distintos escenarios de guerra, el fundador de Blackwater, Erik Prince, tuvo que renunciar a su cargo de gerente general para reaparecer al frente de Vectus Global, otra empresa que le vende “servicios de seguridad” a proyectos en los que la administración Trump prefiere no verse asociada públicamente.
Según las agencias Newsmax y Reuters, Vectus es una red de empresas que provee servicios de seguridad a países del África y América Latina, incluyendo a Ecuador, la República Democrática de El Congo y Haití, supuestamente países “en los que la influencia de Estados Unidos ha retrocedido”. Es difícil creer que ese hay sido el caso, precisamente en Ecuador y Haití.
Entre los contactos de Prince en la administración Trump se menciona al Secretario de Defensa Pete Hegset.
Por cierto, y para que no quepan dudas, el año pasado Prince estuvo envuelto en la campaña “Ya casi Venezuela” de recolección de fondos para derrocar a Nicolás Maduro, pidiendo una recompensa de 100 millones de dólares por su cabeza y la del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello… un pedido que fue oído por Trump en la Casa Blanca.
La escala de contratistas (mercenarios) que maneja Prince hoy no se compara con los 20.000 que se dice tuvo con Blackwater en la era Bush-Cheney, pero lo cierto es que a inicios de este año en la Conferencia del Comité Conservador de Acción Política dijo que Vectus podría a llegar a ser el equivalente estadounidense la Grupo Wagner ruso –algo divertido ya que el grupo Wagner vino a ser “el equivalente ruso de… Blackwater”.
Según el Wall Street Journal, Prince dijo que trabajaría con compañías estadounidenses que “empiecen a salir al extranjero para proyectos de energía, minerales e infraestructura”.
En resumidas cuentas, la incursión militar de Estados Unidos en el Caribe representa una provocación y un precendente muy peligroso para toda la región, no solamente para Cuba y Venezuela.
Cualquiera sea su escala, su impacto será negativo en la medida en que contribuya a la desestabilización de países sometidos a fuertes presiones de todo tipo.
No hace falta decir que su objetivo no es combatir el narcotráfico. Si los Estados Unidos quisieran hacerlo, darían pasos concretos para controlar Wall Street, que es donde se lavan los capitales de la droga, así como los paraísos fiscales que operan en los propios Estados Unidos, pero eso no lo hará ningún presidente, mucho menos Donald Trump.
Más bien, el riesgo es que se incremente la actividad del narcotráfico, tal y como pasó en los teatros de guerra en los que en su día operó Blackwater. Asimismo, se deben vigilar todos los movimientos secesionistas en zonas con importantes recursos naturales. El peligro de un imperio en decadencia es la violencia de sus últimos estertores.
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Mensaje del Copresidente Comandante Daniel Ortega en la XIII Cumbre Extraordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno del ALBA-TCP, que se celebrará esta tarde, con el objetivo de fortalecer la unidad regional frente a las amenazas a la paz, la seguridad y el derecho internacional en América Latina.












Los entresijos de la postura estadounidense en las negociaciones sobre Ucrania, los impactos del tarifazo de Trump y las diputas políticas y sociales del momento en Estados Unidos serán temas de análisis en la Mesa Redonda de este martes, con la participación de académicos y periodistas.
Cuba denuncia ante la ONU la doble moral de Washington, que la señala de terrorismo mientras permite y financia atentados contra su pueblo.
http://es.mdn.tv/8bEL
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La designación de Cuba como patrocinador del terrorismo por parte de Estados Unidos ha sido denunciada en reiteradas ocasiones y en diversos escenario como un acto arbitrario y carente de fundamento.
Washington mantiene a la isla en una lista unilateral pese a que numerosos observadores internacionales reconocen que el país caribeño ha sido víctima de atentados por más de seis décadas.
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En una reciente conferencia de prensa, la viceministra de Relaciones Exteriores de Cuba, Josefina Vidal, calificó de paradójico y cínico que la administración del presidente Donald Trump acuse a La Habana de terrorismo, mientras tolera y financia ataques perpetrados desde territorio estadounidense