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“Política de Donald Trump y analogías históricas”. Por: Leonid Savin (Rusia)

Leonid Savin Director de la Fundación Fidel Castro para el desarrollo de las relaciones ruso-cubanas, con sede en Moscú; investigador científico asociado de la Universidad de Rusia de la Amistad con los Pueblos (RUDN); miembro de la sociedad científica militar del Ministerio de Defensa de Rusia; autor de numerosos libros sobre temas vinculados con conflictos, la geopolítica y las relaciones internacionales, publicados en inglés, español, italiano, portugués y persa. Analista Colaborador del CREI

Después del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, comenzaron numerosas comparaciones con los anteriores presidentes de los Estados Unidos. La mayoría de los comentaristas indicaron que esta es la segunda ocasión en que un candidato se convierte en presidente para un segundo mandato con una pausa de un período en el desempeño de sus funciones presidenciales.
El anterior fue Stephen Grover Cleveland (1885-89 y 1893-97), cuando asumió como el 22º y el 24º presidente, respectivamente. Ahí terminaron las comparaciones con Cleveland, quien por cierto, era un presbítero del partido Demócrata.
El sociólogo argentino Atilio Borón llamó la atención sobre otra figura: William McKinley, presidente de los Estados Unidos de 1897 a 1901, que fue quien reemplazó a Cleveland. Y aquí hay muchas más comparaciones. McKinley era republicano, y bajo él los Estados Unidos aumentaron significativamente su poder regional. Las islas hawaianas fueron anexadas, comenzó la guerra contra España, como resultado de la cual Washington obtuvo el control de Puerto Rico, Guam, Filipinas y Cuba. Especialmente interesante es la historia de Cuba, que en ese momento estaba librando una guerra por su independencia de España.
Los patriotas cubanos no pidieron la ayuda de los Estados Unidos, ya que entendieron lo que podría resultar de ello (esto fue advertido por José Martí, quien murió al comienzo de la tercera guerra de independencia). Luego, los Estados Unidos introdujeron en febrero de 1898 el acorazado Maine en la bahía de la Habana, que sorprendentemente explotó unos días después. Por supuesto, la culpa fue atribuida a España, a pesar del hecho de que la parte española participó activamente en la investigación.
Tal alarde de Trump sobre la posible captura del canal de Panamá, la adquisición de Groenlandia y la inclusión de Canadá en los Estados Unidos dan ciertos paralelismos con las actividades de McKinley. En general, para los países de América Latina, como parte de la estrategia de la doctrina Monroe 2.0, tal símil entre Trump y McKinley es bastante lógico.
Empero, hay otra figura que está más cerca de Trump tanto en espíritu como en tiempo. Y en cuanto a Rusia, a la luz de esta experiencia negativa, también causa cierta cautela.
Es Ronald Reagan el referente más indicado. Además, Trump conocía personalmente a Reagan y lo consideraba su ídolo político. ¿En qué se sustentan las comparaciones entre estos líderes? Primero, ambos eran forasteros políticos, pero pudieron ganar los votos de la mayoría de los estadounidenses. Ambos sufrieron intentos de asesinato (Reagan fue herido más gravemente que Trump, a quien le rasgaron una oreja). Y el eslogan “Make America Great Again” le pertenece a Ronald Reagan.
Además, en el campo de las guerras de aranceles, Reagan los impuso del 100 por ciento a los productos electrónicos japoneses, limitando efectivamente el flujo de las mercancías de ese satélite hacia su país. Lo mismo hizo Trump, pero a mayor escala.
También la declaración de Donald Trump sobre la necesidad de crear una “Cúpula de Hierro” para Estados Unidos sobre la base de la revisión del sistema de defensa antimisiles y la participación de las fuerzas Espaciales de los Estados Unidos (creadas precisamente durante el primer mandato presidencial de Donald Trump) se hacen eco claramente de la Iniciativa de Defensa Estratégica de Reagan. Aunque en los lejanos 80, ésta terminó en nada, los contratistas de defensa se beneficiaron de ella.
La distensión con la Unión Soviética llevó a la reducción de armas y luego al colapso de la URSS. Ya no era necesario defenderse de los misiles nucleares soviéticos, y los Estados Unidos controlaron directamente su destrucción, así como la exportación de portadores y ojivas existentes de Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán independientes.
Las negociaciones actuales entre Estados Unidos y Rusia también plantean la pregunta: ¿Puede o no repetirse un escenario similar cuando Washington, bajo buenas intenciones, comenzará a recibir tecnologías rusas (por ejemplo, portadores hipersónicos) que no han podido desarrollar en los Estados Unidos? No es casualidad que después de las primeras conversaciones en Riad, hablaron sobre la cooperación en el espacio.
Los recursos son otro posible interés de los Estados Unidos y, una vez más, las declaraciones sobre la cooperación en el Ártico pueden tener esa posición inicial de Washington.
Hay otra característica común, no explícita, pero muy importante a la hora de tomar decisiones. Es la religión. Ambos, Ronald Reagan y Donald Trump son protestantes presbiterianos, y gravitan hacia formas extrañas. Entonces, Reagan fue exaltado por una secta de dispensacionalistas, que interpretaron específicamente la confrontación entre los Estados Unidos y la URSS en la era de la Guerra Fría y asociaron el Apocalipsis con la guerra nuclear.
Según sus puntos de vista, los estadounidenses son los elegidos por Dios y una parte de los israelitas se salvarán milagrosamente después del Armagedón, después de lo cual vendrá la prosperidad universal.
En general, el dispensacionalismo, en sus diferentes interpretaciones, se ha convertido en una especie de religión civil en los Estados Unidos, donde sus seguidores justifican cualquier acción de Washington en política exterior, incluida la intervención militar, porque todo se hace “por el bien de toda la humanidad”. Trump tiene puntos de vista similares, y su “confesor” personal es la tele predicadora Paula White.
Ahora, este pastor con falda dirige la oficina de fe de la Casa Blanca (White House Faith Office). A juzgar por sus declaraciones, así como las realizadas durante una reunión a principios de febrero con el primer ministro Benjamin Netanyahu, ella pertenece al grupo de los sionistas cristianos. Y el apoyo de Donald Trump a las acciones de Israel contra los palestinos confirma el hecho de que las opiniones religiosas están detrás de las decisiones políticas.
Quizás la diferencia significativa entre las políticas de Reagan y Trump es el tema de la migración. El 6 de noviembre de 1986, Ronald Reagan firmó La ley de reforma y control de inmigración. El efecto más significativo de esta ley fue que permitió a los inmigrantes que ingresaron ilegalmente a los Estados Unidos antes del 1 de enero de 1982 solicitar el estatuto legal, sujeto al pago de multas e impuestos impagos. Esta disposición, que el propio Reagan llamó “Amnistía”, permitió a aproximadamente tres millones de inmigrantes obtener status legítimo mediante pago de $ 185.00, demostrando “buenas cualidades morales” y aprendiendo a hablar inglés.
Entre 1980 y 1990, un período que incluyó la administración Reagan de ocho años, la población estadounidense de origen extranjero aumentó de 14,1 millones a 19,8 millones. El cambio ha afectado a un aumento de cuatro millones de personas en América Latina y 2,4 millones en Asia, así como a una disminución de casi 800 mil en Europa.
Trump hace exactamente lo contrario. Y en los primeros días de su segundo mandato, miles de inmigrantes ilegales comenzaron a ser deportados de los Estados Unidos.
Sin embargo, cabe señalar que el contexto geopolítico era diferente y los objetivos diferían. Bajo Reagan, la naturalización se llevó a cabo y los Estados Unidos aceptaron migrantes de países con ideologías hostiles como víctimas del régimen. Ahora la situación es diferente y, al parecer, detrás de la decisión de Trump hay una serie de razones. Una de ellas es atacar la base electoral de los Demócratas, que han utilizado a los inmigrantes ilegales para expandir su influencia. La corrupción del poder ejecutivo es un tema interrelacionado y Elon Musk, como jefe del recién creado Departamento de Eficiencia, está activamente involucrado en este problema.
En cualquier caso, ni bajo McKinley ni bajo Reagan, el mundo estuvo tranquilo, y los Estados Unidos aplicaron medidas duras tanto contra sus enemigos como contra sus aliados. Es necesario estar preparado para un escenario similar bajo Donald Trump.

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Soros: el socio más sucio de la USAID

Distinguido Analista Internacional (Argentina) colaborador del CREI

Apenas un poco más de un mes a pasado de la asunción de Donald Trump a la presidencia de EEUU, y parece que ya hubiera transcurrido, por lo menos un año.

Ha generado un enorme número de polémicas, para alegría y disgusto de seguidores y detractores, a ambas orillas del Atlántico. Sin embargo, lo más importante a tener en cuenta son los hechos que ha provocado con medidas como la llamada con el presidente Vladímir Putin, las palabras de su Vicepresidente J.D. Vance, quien expresó, no solo su opinión personal sobre la deriva corrupta y represiva de las políticas de los burócratas de Bruselas, y otros gobiernos de la Unión Europea, sino que expuso la que será la política oficial de la Casa Blanca, para con el viejo continente, por lo menos por los próximos cuatro años.

De estos temas tan interesantes me ocuparé en próximas entregas, sin embargo, hoy quiero seguir hurgando en uno de los focos de corrupción y podredumbre más abyecto, dentro del llamado “Estado profundo”, que destapó Trump, echando luz sobre la famosa USAID. Pero tan importante como esto es conocer a sus socios y el que probablemente sea el más poderoso y más sucio de ellos, es sin dudas la principal ONG del húngaro George Soros, y sobre esto tratará el presente artículo.

¿Que es la Open Society?

Para comenzar a responder esta pregunta, podemos comenzar por visitar la página web de la ONG. En la presentación dice: “Open Society Foundations trabaja para construir democracias vibrantes e inclusivas cuyos gobiernos rindan cuentas a sus ciudadanos.” Y agrega: “Open Society Foundations, fundada por George Soros, es el mayor financiador privado del mundo de grupos independientes que trabajan por la justicia, la gobernanza democrática y los derechos humanos. Proporcionamos miles de subvenciones cada año a través de una red de fundaciones y oficinas nacionales y regionales, financiando una amplia gama de proyectos.”

Antes de analizar algunas de las verdaderas tareas que financia la fundación del magnate húngaro, me surge una pregunta: ¿Cuál sería el mandato popular otorgado a George Soros y quien se lo habría delegado, para ocuparse de “construir democracias vibrantes e inclusivas, cuyos gobiernos rindan cuentas a sus ciudadanos”? Ya que en la gran mayoría de los países, donde sus fundaciones operan, hay gobiernos elegidos por sus pueblos, y en última instancia son éstos los que deben aprobar o reprobar a los mandatarios, cada un determinado periodo de tiempo, y de hecho así funciona el sistema electoral en las democracias, sistema al que nunca se ha sometido, por lo menos hasta donde tengo conocimiento, el especulador financiero devenido en filántropo. Extraña particularidad ésta, ya que dentro del capitalismo, aquellos que han amasado cuantiosas fortunas, simplemente, gracias a un sistema que posibilita la especulación financiera, en lugar de la inversión productiva, suelen caracterizarse por una avaricia desmedida e insaciable, por lo tanto, me permito dudar de las intenciones de este tipo de seres y detrás de las actividades altruistas de la Open Society, sin duda hay motivos más oscuros de los que anuncian públicamente.

La realidad es que las actividades de la ONG de Soros está directamente ligada a los intereses geopolíticos del Partido Demócrata estadounidense, del “Estado profundo”  y de las corporaciones que representan al globalismo financiero.

Cuando la Open Society, la USAID, la NED o las ONGs financiadas por éstas, hablan de construir democracia, de la defensa de los DDHH o de la gobernanza transparente, en realidad están pretendiendo imponerle a todos los países la aceptación de sus intereses, de sus políticas y de su forma de vida, sin tomar en cuenta que hay países con civilizaciones milenarias que tienen valores propios, que no pretenden imponérselos a nadie, pero tampoco están dispuestos a que se les impongan los estilos de vida occidentales, los cuales muchas veces están teñidos de una profunda hipocresía, cuando hablan de la defensa de los derechos humanos en el mundo, mientras que en los EEUU, por ejemplo, el racismo y la marginalidad originada en la exclusión económica, son flagelos que no han podido solucionar en el que, supuestamente, es el país más rico del mundo, y azota a un importante porcentaje de la población, especialmente entre los sectores afroamericano, hispano y la empobrecida clase media trabajadora.

La soberbia y la arrogancia de estos “filántropos” y oenegeros, no sería tan grave si solo quedase en eso, una autopercepción de superioridad moral, mediante la cual están “autorizados”, e incluso diría, “predestinados” a señalar el camino correcto de rectitud e iluminación a la humanidad. Sin embargo, como vimos con las dos poderosas ONGs estadounidenses, la fundación de George Soros también tiene algunos objetivos menos noble que los enunciados en su portal, en Internet, y uno de ellos es, al igual que en el caso de sus socias de Washington, la desestabilización de los gobiernos que se oponen a estos planes.

En los años previos a la desaparición de la Unión Soviética, Soros ya estaba financiando, a través de ONGs que eran pantallas de la CIA, al sindicato polaco “Solidaridad” y al grupo  checoslovaco “Carta 77”, entre otros, siendo esto parte del plan de desestabilización del bloque soviético y que concluiría en su colapso y el desmembramiento de la URSS en 1991. Pero las acciones del especulador húngaro no terminaron ahí, sino que continuaron en la década de 1990, apoyando y colaborando con la USAID, la NED, el Instituto Republicano Internacional, el Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales, la Casa de la Libertad (Freedom House) y el Instituto Albert Einstein, en la infiltración de las ex repúblicas soviéticas, con el objetivo de desestabilizarlas y llevar a cabo “revoluciones de colores”, como sucedió en Georgia y en Ucrania, en la primera década del siglo XXI.

El 25 de mayo de 2014, cuando ya se había ejecutado, un par meses antes, el sangriento golpe de Estado contra el legítimo presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich; había comenzado la guerra civil en el Donbáss; y grupos neonazis afines a los golpistas de Kiev, habían perpetrado la masacre de la Casa de los Sindicatos en Odessa; el periodista Fareed Zakaria entrevistó a George Soros en la cadena CNN. A continuación podrán leer un fragmento que creo será de interés para este artículo:

“Fareed Zakaria: George Soros ha hecho una de las grandes fortunas del mundo apostando por las tendencias globales, y está profundamente preocupado por los acontecimientos y las tendencias políticas en Ucrania, específicamente, pero en Europa en general. Acaba de regresar de la región y se une a mí para hablar sobre lo que vio, lo que piensa y dónde está poniendo su dinero. George Soros, es un placer tenerlo con nosotros.

George Soros: Igualmente

FZ: Primero sobre Ucrania, una de las cosas que mucha gente reconoció sobre usted fue que durante las revoluciones de 1989 financió muchas actividades disidentes, grupos de la sociedad civil en Europa del Este y Polonia, la República Checa. ¿Están haciendo cosas similares en Ucrania?

GS: Bueno, establecí una fundación en Ucrania antes de que Ucrania se independizara de Rusia. Y la fundación ha estado funcionando desde entonces y ha jugado un papel importante en los acontecimientos actuales.

FZ: ¿Cree que Ucrania podrá afirmar una especie de independencia de Rusia y una alineación con Occidente, pero no una alineación específica con la OTAN, sino una especie de orientación hacia Occidente, o los rusos siempre los detendrán?

GS: No. Putin intentará desestabilizar Ucrania, pero los ucranianos, la gran mayoría de los ucranianos, están decididos a ser independientes de Rusia. No será fácil porque Putin ha apostado a su régimen por desestabilizar a Ucrania porque es una amenaza para su régimen en Rusia. Si tiene libertad, medios de comunicación libres, etc. y una economía floreciente, eso haría que su régimen fuera insostenible.”

Pasados once años del golpe de Estado en el que jugó un papel importante Soros, tal como lo admite en la entrevista, la economía de Ucrania está quebrada, el país hundido en la actual guerra y diezmado, a consecuencia de estos eventos.

La fundación a la que hace referencia Soros en la entrevista, es la International Renaissance Foundation (IRF), que opera en Ucrania desde 1990, cuando el país aún era parte de la URSS, y habría que preguntarse: ¿por qué los últimos dirigentes de la Unión Soviética permitieron tan alto nivel de penetración de los servicios de inteligencia extranjeros en el país?

Estas son algunas de las acciones en favor de la buena gobernanza, la democracia y los DDHH, que lleva adelante el filántropo húngaro.

Otra de las actividades en las que más se destaca la Open Society, es en permear, a través de sus aportes económicos, a universidades y organizaciones políticas del sector “progresista”, o lo que yo llamo, “izquierda anticomunista”, con el fin de tergiversar las luchas y las banderas de la izquierda histórica, confundiendo y alejando a los sectores populares y a los trabajadores, además de dividir y atomizar a la sociedad. Esto a sido especialmente efectivo en España y en Iberoamérica, especialmente en Argentina, Chile y Brasil.

Donald Trump ha dejado en shock al entramado global de ONGs, gracias a la suspensión y auditoría de la USAID por noventa días. Soros ya le exigió a Bruselas que sean los contribuyentes europeos los que sigan financiando a estas organizaciones, imponiendo globalmente su agenda e ideas. El nuevo inquilino de la Casa Blanca deberá redoblar esfuerzos y no relajarse, sí quiere vencer a sus enemigos internos, y no lo hará sí cree que la podredumbre, solo estaba en la USAID.

*Analista geopolítico, fotógrafo, escritor y conferencista. Autor del libro “La paternidad del mal – Los cómplices de Hitler”. Nominado dos veces al premio de la Sociedad Rusa “Znanie” (Российское общество «Знание») como “Educador extranjero del año” (2023 y 2024). (Knowledge.Prize.). Embajador en la República Argentina de la Sociedad Rusa “Znanie” (Российское общество «Знание»).

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Política Exterior -Trump/Viaje de Marco Rubio a C.A (I PARTE) Desde el minuto 29′:27″

Entrevista a Manuel Espinoza, Director del CREI en Canal 23 en el Programa Temas y Debates del periodista Eliezer Mora.

  • Sobre el Curso Virtual Internacional sobre plotica exterior global USA con enfasis en Latino America.

-Sobre la Escuela Virtual Internacional de Estudios de Geopolitica y Multipolaridad Iberoamericana (EVIEGYMI)

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Primer Curso Internacional Virtual en:

“Política Exterior Global de los Estados Unidos con Énfasis hacia América Latina y el Enfrentamiento con el Deep State / Estado Profundo

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¿Qué es la doctrina del destino manifiesto?

Ene 21st, 2025 · Comentarios desactivadosen ¿Qué es la doctrina del destino manifiesto?

Progreso americano’, de John Gast (1872). Fuente: Biblioteca del Congreso de Estados Unidos (Wikimedia Commons

Felipe LlambíasTítulo del autor,BBC News Mundo

Habían pasado pocos días desde que el Congreso de la República de Texas -un país de cortísima vida, de 1836 a 1845- aprobaba unirse a Estados Unidos y O’Sullivan celebraba la incorporación de ese vasto territorio como parte de un designio divino.

“Otras naciones han emprendido una (…) interferencia hostil contra nosotros, con el objeto declarado de frustrar nuestra política y obstaculizar nuestro poder, limitando nuestra grandeza y frenando el cumplimiento de nuestro destino manifiesto de extendernos por el continente asignado por la Providencia para el libre desarrollo de nuestros millones que se multiplican anualmente”, continuó O’Sullivan.

Texas, que había sido dominio español y luego fue parte de México tras su independencia, se fue poblando cada vez más con estadounidenses que cruzaban la frontera alentados por el gobierno de su país.

Cuando México adoptó una reforma constitucional que dejaba atrás un Estado federal para pasar a ser uno centralista en 1836, los texanos decidieron independizarse por la fuerza primero y formar parte de EE.UU. después.

Esta no era la primera vez que EE.UU. crecía en superficie desde las iniciales 13 colonias británicas sobre la costa este de Norteamérica que declararon su independencia en 1776.

Pero O’Sullivan puso en palabras la idea que prevalecía en EE.UU.: tenían un destino manifiesto encomendado por Dios para expandir su territorio.

Y ese destino manifiesto se explicaba por otro concepto fundacional arraigado en esa sociedad: el denominado “excepcionalismo estadounidense”, una idea de pueblo superior a los demás, elegido por Dios.

Esta convicción continuó en el imaginario colectivo estadounidense durante décadas, y se vio reflejada en numerosas políticas impulsadas desde Washington.

Una caravana de emigrantes cruzando las llanuras en un viaje de Kentucky a California durante la expansión hacia el oeste de Estados Unidos, alrededor de 1850.

Pie de foto,El destino manifiesto fue ilustrado en diversas obras pictóricas.

Tan incorporada está esta doctrina en el pensamiento estadounidense que la actual candidata demócrata a la presidencia, Kamala Harris, la expresó en su discurso ante la Convención Nacional Demócrata en agosto.

“En nombre de todos aquellos cuya historia solo podría escribirse en la mayor nación en la Tierra, acepto su nominación para ser presidenta de los Estados Unidos de América”, dijo la candidata.

Los republicanos también así lo creen. La primera frase de la plataforma de su campaña electoral 2024 dice: “La historia de nuestra nación está llena de historias de hombres y mujeres valientes que dieron todo lo que tenían para convertir a EE.UU. en la nación más grande de la historia del mundo”.

Y el germen de este pensamiento se remonta a su nacimiento como país.

Las raíces

“Es un conjunto de ideas que empiezan a desarrollarse en el siglo XIX de manera explícita, pero tienen su origen bastante más atrás, en la época de la temprana colonización”, le cuenta a BBC Mundo la historiadora mexicana Alicia Mayer.

La conformación de las colonias británicas en América se dio en medio de un gran enfrentamiento religioso en Europa.

Cuando los primeros colonos británicos llegaron a América a comienzos del siglo XVII, menos de 100 años habían pasado desde que en Europa la reforma protestante partiera a la Iglesia católica.

En Inglaterra se formó la Iglesia anglicana y luego surgió la facción puritana, que chocaba con la religión de la Corona.

Fue por eso que muchos puritanos encontraron en las colonias británicas en América un lugar ideal donde asentarse y vivir sus creencias sin cortapisas.

Las ideas calvinistas, que son las raíces religiosas de los puritanos, incluían la predestinación -Dios ya había decidido quién sería salvado y quién condenado antes de nacer- y que ellos eran el pueblo elegido.

El desembarco de los colonos puritanos en América del Norte: los Padres Peregrinos desembarcan del Mayflower. 1864, grabado en madera de Cosson y Smeeton según la pintura de Antonio Gisbert.

Pie de foto, Los colonos puritanos desembarcaron en América del Norte desde comienzos del 1600.

“El calvinismo tiene la idea de una elección de Dios hacia unos cuantos individuos que se hace extensiva a la idea de elección de naciones enteras. Por otro lado están aquellos que Dios elige para la condenación eterna, los réprobos”, señala Mayer, doctora en historia e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México.

“También hay naciones enteras de gente inferior y, por lo tanto, dejadas de la mano de Dios”, agrega.

Si los puritanos podían profesar su religión libremente en América, esa era la tierra elegida.

Las tierras de los pueblos indígenas

En 1763, Gran Bretaña controlaba todo el territorio norteamericano desde la costa atlántica hasta el río Misisipi.

Ese año, la corona británica les marcó a los colonos un límite en su avance: los montes Apalaches.

El rey Jorge III quería que las tierras al oeste de esa línea y hasta el río Misisipi fueran dejadas para las comunidades indígenas, pero eso generó indignación entre los recién llegados a América, que querían expandirse y sentían que debían hacerlo.

William Penn llega a Upland, Chester, provincia de Pensilvania en 1682.

Pie de foto,Los colonos británicos fueron conquistando cada vez más territorios habitados por indígenas.

Ese fue uno de los motivos por los que años más tarde, en 1776, 13 colonias declararon su independencia de la corona británica para formar EE.UU.

El tamaño de las 13 colonias era como el de la actual Colombia, 8 veces menor al territorio estadounidense hoy.

Los líderes de la revolución, conocidos como “Padres fundadores”, veían al país que estaban creando como el nuevo Reino de Israel, la tierra escogida por Dios para sus fieles.

“Los Representantes de los Estados Unidos de América, reunidos en Congreso General, apelamos al Juez Supremo del mundo por la rectitud de nuestras intenciones”, se lee en el documento fundacional.

Interior de la cabaña de una casa pionera de la década de 1640. Hombre, mujer y bebé en una cuna. Chimenea familiar. Peregrino y puritano. Nueva Inglaterra colonial.

Pie de foto, El puritanismo marcó el individualismo estadounidense.

La impronta de nación elegida por Dios se vio rápidamente reflejada en el escudo nacional, denominado Gran Sello.

Para este emblema, Thomas Jefferson -principal autor de la declaración de independencia y uno de los “Padres fundadores”- imaginó a los estadounidenses como “los hijos de Israel en el desierto”.

Benjamin Franklin, otro de los políticos que fundó EE.UU., sugirió que tuviera a “Moisés alzando su vara y dividiendo el mar Rojo, y el faraón, en su carruaje, inundado por las aguas”. Una escena que recreaba el pasaje bíblico de los israelitas perseguidos por los egipcios.

Al final se optó por otra alternativa, también cargada de simbolismo.

El escudo, o blasón, «nace en el pecho de un águila estadounidense sin ningún otro apoyo para indicar que los Estados Unidos de América deben confiar en su propia virtud», explicó Charles Thomson, quien creó el diseño final, en su informe original.

Del otro lado del sello se puede ver una pirámide. “El ojo sobre esta y el lema aluden a las muchas y señaladas interposiciones de la providencia en favor de la causa estadounidense”.

Versión original del Gran Sello de Estados Unidos.

Pie de foto,Versión original del Gran Sello de Estados Unidos.

La gran compra

La expansión siguió en 1803.

EE.UU. estaba interesado en quedarse con Nueva Orleans, ciudad controlada por Francia, porque su puerto era estratégico para el comercio, así que les ofreció a los franceses comprarles ese territorio.

El entonces primer cónsul francés, Napoleón Bonaparte, hizo una contraoferta: venderle todo Luisiana, que en esa época iba desde el río Misisipi hasta las montañas Rocosas y desde el golfo de México hasta la frontera con Canadá.

Bonaparte quería deshacerse de ese territorio y para EE.UU. implicaba duplicar el tamaño del país.

Jefferson, entonces presidente, se vio seducido por semejante oportunidad expansionista, se endeudó y compró Luisiana.

Y la intención era continuar hasta llegar al océano Pacífico.

“Era la noción de From sea to shining sea, de costa a costa”, explica Mayer.

"Hacia el oeste sigue su curso el imperio", de Emanuel Gottlieb Leutze. Simboliza el Destino Manifiesto, la creencia de que Estados Unidos estaba destinado a la exploración y expansión hacia Occidente, desde las colonias iniciales a lo largo de la costa atlántica hasta el océano Pacífico.

Pie de foto,»Hacia el oeste sigue su curso el imperio», de Emanuel Gottlieb Leutze, simboliza el destino manifiesto.

Dos décadas más tarde, la idea avanzó hacia la independencia de todo el continente del dominio europeo, cuando el presidente James Monroe dio un discurso ante el Congreso en el que advirtió a los países del viejo continente que cualquier intervención en América sería tomada como una agresión directa a EE.UU., y que actuarían en consecuencia.

Como principio en el que están en juego los derechos e intereses de EE.UU., el de que los continentes americanos, por las condiciones de libertad e independencia que han asumido y mantienen, no deben ser considerados en adelante como sujetos de futura colonización por ninguna potencia europea”, dijo Monroe.

Mayer parafrasea esta concepción de la siguiente manera: “Nuestro destino es expandirnos para para enseñarles a todos los americanos que nuestras instituciones republicanas son mejores que las monarquías de Europa”.

Es lo que se denominó la Doctrina Monroe, qué también explica la política expansionista y la posterior protección de los intereses económicos de EE.UU. en América.

La historiadora mexicana señala que además existía “una separación ideológica, religiosa y cultural entre EE.UU. y las colonias hispánicas”, donde los protestantes aborrecían al catolicismo impuesto por los españoles, y querían que su forma de ver el mundo prevaleciera.

La idea de nación

Antiguo grabado de la conquista de Nuevo México en el que se ve al general Stephen Kearny proclamando el territorio como parte de Estados Unidos.

Pie de foto,Antiguo grabado de la conquista de Nuevo México en el que se ve al general Stephen Kearny proclamando el territorio como parte de Estados Unidos.

En EE.UU., sobre todo en Nueva Inglaterra y en los estados del Atlántico Medio, el nacionalismo se acentuó entre 1820 y 1840.

“Hay un proyecto nacional que implica expansión, y cualquiera que se oponga a la expansión, por definición, no es un buen y verdadero estadounidense”, le explica a BBC Mundo el historiador sueco Anders Stephanson.

Las décadas de 1830 y 1840 fueron de resurgimiento religioso “muy poderosamente protestante, con un énfasis en la selección, en la elección de los elegidos”, señala.

“Se llevarán a cabo propósitos divinos en un sentido político y la esencia de ese proceso es la apropiación de cada vez más tierras en el continente norteamericano”, dice Stephanson, profesor de historia en la Universidad de Columbia (EE.UU.) y autor del libro “Destino manifiesto. La expansión estadounidense y el imperio del derecho”.

“No habría sucedido así si no hubiera habido ese resurgimiento religioso”, recalca.

Las elecciones de 1844

Texas fue una república independiente desde 1836, cuando se separó de México.

Ocho años más tarde, en EE.UU. se celebraron unas reñidas elecciones presidenciales entre el Partido Demócrata y el desaparecido partido Whig. Y el asunto Texas era clave.

El demócrata James Polk no era el favorito de su partido, pero gracias a sus ideas expansionistas logró el apoyo del expresidente Andrew Jackson -quien había liderado las conquistas de territorios indígenas- y con ello ganó la interna.

Al mismo tiempo, los texanos, que habían pasado a ser mayoritariamente colonos y descendientes de colonos británicos, también querían unirse a EE.UU.

Tras ganar la presidencia, Polk negoció y anexó Texas. Pero quería más.

Los defensores texanos de El Álamo luchan contra soldados mexicanos dentro de los muros de la fortaleza. Davy Crockett (1786-1836), en el centro a la derecha, con su fusil sobre la cabeza, murió en el asedio.

Pie de foto,Los primeros enfrentamientos con los mexicanos fueron en Texas.

El periodista John O’Sullivan lo describió de la siguiente manera.

“Texas ha sido absorbido por la Unión en el inevitable cumplimiento de la ley general que está desplazando nuestra población hacia el oeste; la conexión de esto con esa tasa de crecimiento de la población que está destinada dentro de cien años a aumentar nuestras cifras a la enorme población de doscientos cincuenta millones (si no más) es demasiado evidente para dejarnos en duda del designio manifiesto de la Providencia con respecto a la ocupación de este continente”.

“Imbécil y distraído, México nunca podrá ejercer ninguna autoridad gubernamental real sobre” California, agregó.

Un designio controversial

Al inicio, el destino manifiesto “no era una ideología política de consenso, sino un grito partidista de una corriente particular dentro del Partido Demócrata”, le cuenta a BBC Mundo el historiador estadounidense Jay Sexton.

“En la década de 1850 se convirtió en un término más utilizado y normalmente lo empleaban de forma peyorativa quienes se oponían a la expansión imperial de EE.UU.”, agrega.

Ya con Texas anexado, una disputa entre EE.UU. y México acerca de cuál era el límite entre ambos países fue la excusa que le dio pie a Polk a declararle la guerra al país vecino, que por entonces vivía una gran inestabilidad política.

Escena de combate cuerpo a cuerpo entre tropas estadounidenses y mexicanas durante la Batalla de Palo Alto, cerca de la actual Brownsville, Texas, el 8 de mayo de 1846.

Pie de foto,La Batalla de Palo Alto, cerca de la actual Brownsville, Texas, el 8 de mayo de 1846.

“La guerra contra México es un tema increíblemente polémico en la política estadounidense y en las elecciones intermedias de 1846”, recuerda Sexton, profesor de historia en la Universidad de Misuri y autor del libro “La Doctrina Monroe: imperio y nación en los Estados Unidos del siglo XIX”.

“Y también está el gran debate sobre qué parte de México tomar”, añade.

El presidente demócrata, señala el historiador estadounidense, creía que debían tomar California o los británicos o franceses lo harían. “Tenemos que hacerlo primero”, era su pensamiento.

La guerra (o invasión) de México

La guerra comenzó en 1846 y el avance de las tropas estadounidenses fue imparable.

“Polk iba por todo México”, dice Mayer.

México había quedado destrozado por la guerra de independencia y no tenía el poderío militar estadounidense.

Stephanson apunta que en 1824, EE.UU. y México tenían aproximadamente el mismo tamaño y la población del primero era apenas superior a la del segundo.

Pero en 1850, EE.UU. tenía 23 millones de habitantes y México solamente 7,5 millones.

Tercer día del asedio de Monterrey, el 23 de septiembre de 1846.

Pie de foto,Tercer día del asedio de Monterrey, el 23 de septiembre de 1846.

México terminó humillado con la bandera de EE.UU. ondeando en la principal plaza de la capital, el Zócalo, el 14 de septiembre de 1847.

“La negociación de las fronteras fue muy complicada y el enviado de Polk, Nicholas Trist, fue el salvador de México, porque firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo sin la autorización de Polk”, afirma Mayer.

De todas formas, existían presiones en EE.UU. para no quedarse con todo el territorio mexicano, donde hablaban del mestizaje de forma muy despectiva.

“Se veía a México como una nación de gente inferior -una idea discriminatoria que forma parte de las raíces ideológicas estadounidenses- y había políticos que preferían no anexar todo el país porque eso generaría problemas raciales”, recuerda la historiadora.

La entrada del general Scott al Zócalo de la Ciudad de México en la guerra entre México y Estados Unidos.

Pie de foto,La entrada del general Scott al Zócalo de la Ciudad de México, con la bandera de EE.UU. izada en el Palacio Nacional.

“Para los estadounidenses, las mezclas raciales que habían sucedido en las colonias del imperio hispánico eran aberrantes. Parte del destino manifiesto es la exaltación de la raza blanca anglosajona”, agrega.

“Dios favorecía a los protestantes angloparlantes, quitándoles tierras a la Iglesia católica, abriendo nuevos mercados y nuevos territorios para la producción agrícola y para el comercio”, explica Sexton.

“Nuevos territorios para el asentamiento, nueva expansión del protestantismo, tal como lo vemos nosotros, es imperialismo. Ellos lo ven como el pináculo del liberalismo victoriano”, sostiene el experto.

Batalla de Chapultepec, septiembre de 1847. Las fuerzas estadounidenses al mando de Winfield Scott derrotaron a las mexicanas al mando de Nicolás Bravo.

Pie de foto,La Batalla de Chapultepec, en septiembre de 1847

Una doctrina ampliada a través del tiempo

La visión expansionista de los gobiernos fue evolucionando desde los “Padres fundadores” en adelante.

“Hay una verdadera progresión del expansionismo de Jefferson a Jackson y luego a Polk. Jefferson comienza con la remoción de los indios, pero después Jackson la acelera. Y más adelante, por supuesto, Polk, al tomar el suroeste, pone todo eso a máxima velocidad”, afirma Sexton.

Stephanson agrega: “Aunque existen diferencias, la idea es que el compromiso fundamental con la expansión que EE.UU. ha encarnado es bueno por naturaleza”.

Batalla del Río San Gabriel

Pie de foto,La Batalla del Río San Gabriel, en enero de 1847.

El destino manifiesto siguió presente en el siglo XX ya no necesariamente expandiendo su territorio sino controlando -o intentando controlar- el mundo desde la política exterior y la economía.

El historiador sueco recordó que este destino manifiesto, resignificado, llegó hasta el siglo XXI con George W. Bush o Barack Obama y sus guerras e incursiones militares.

La consejera de Seguridad de Bush, por ejemplo, defendía en 2002 la guerra que le había declarado EE.UU. a Irak bajo el argumento de que el país tiene el «derecho a la legítima defensa anticipada», como se había visto «desde la crisis de los misiles cubanos en 1962 hasta la crisis en la península de Corea en 1994».

“Como dijo el presidente, tenemos la responsabilidad de construir un mundo que no solo sea más seguro, sino también mejor”, señaló.

“Siempre que hay una crisis surge la evocación de un destino manifiesto y sólido. Nada más destinarista que la idea, siempre esgrimida en las ocasiones importantes, de que EE.UU. es la nación indispensable”, dice Stephanson.

“Es la convicción histórica del mundo de que lo que EE.UU. haga o deje de hacer es decisivo para el futuro de la humanidad. Y eso es pensamiento destinarista”, concluye.

Cortesía de BBC News Mundo

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