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Marco Rubio, la política exterior de EE. UU. y el recrudecimiento de la agresión hacia Cuba

Marco Rubio, la política exterior de EE. UU. y el recrudecimiento de la agresión hacia Cuba
José Díaz, Las Palmas de Gran Canaria
Lectores@DiarioSigloXXI jueves, 11 de septiembre de 2025, 09:42 h (CET)
La política exterior de Estados Unidos se ha caracterizado durante mucho tiempo por sus intentos de dominar la vida política y económica de América Latina. Desde el siglo XIX y la Doctrina Monroe, Cuba ha sido un objeto central de estas ambiciones imperiales. Aunque muchos políticos estadounidenses han desempeñado papeles en el mantenimiento del bloqueo y el aislamiento de La Habana, el senador Marco Rubio destaca como uno de los más fervientes defensores de las medidas punitivas. Su carrera política revela no solo la persistencia de las mentalidades de la Guerra Fría, sino también cómo motivaciones personales y electorales convergen para perpetuar una política de agresión contra Cuba. En defensa de Cuba, es necesario criticar el papel de Rubio, no solo como legislador individual, sino como representante de una hostilidad arraigada y como figura que obstruye activamente la soberanía, la independencia y el derecho a la autodeterminación de la isla.
Hijo de inmigrantes cubanos, Marco Rubio se ha presentado constantemente como una voz de las comunidades de exiliados en Florida. Sin embargo, en lugar de representar la diversidad del exilio cubano, ha optado por amplificar a los sectores más conservadores y radicales, en particular aquellos comprometidos con el derrocamiento del proyecto socialista cubano. Su capital político se ha construido a partir de convertir el dolor del exilio en una plataforma que demoniza al Estado cubano, mientras ignora la larga historia de agresión estadounidense. Rubio suele presentarse como defensor de la democracia y los derechos humanos, pero su retórica es inseparable de la continuación del embargo, una política condenada año tras año por abrumadoras mayorías en las Naciones Unidas como violación del derecho internacional y de la dignidad humana.
Hay que reconocer que Marco Rubio no actúa de forma aislada. El embargo estadounidense, formalizado en 1962, ha persistido bajo administraciones tanto demócratas como republicanas. No obstante, Rubio ha tomado medidas extraordinarias para garantizar que cualquier intento de normalización se revierta. Cuando el presidente Barack Obama inició un deshielo en las relaciones, abriendo embajadas y flexibilizando restricciones de viaje, Rubio encabezó la oposición, presentando el acercamiento como una capitulación ante una dictadura. Bajo la presidencia de Donald Trump, la influencia de Rubio fue evidente en la reversión de las políticas de la era Obama: restricciones a las remesas, limitaciones a los vuelos y medidas punitivas dirigidas al acceso de Cuba a las finanzas internacionales fueron impulsadas con el respaldo de Rubio. Lejos de ser un senador marginal, Rubio actuó como arquitecto de una política que aseguró que la hostilidad permaneciera en el centro de las relaciones con La Habana.
Ver másTienda Siglo XXIProductos de belleza naturalesSeguridadLugaresRubio enmarca su postura anticubana en el lenguaje de la promoción de la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, este discurso es profundamente contradictorio. Critica el sistema político de Cuba mientras guarda silencio sobre las alianzas de Estados Unidos con regímenes autoritarios en todo el mundo —desde Arabia Saudita hasta Egipto— donde los abusos de derechos humanos son sistemáticos y a menudo facilitados por armas estadounidenses. La selectividad de Rubio evidencia que su oposición a Cuba no se debe a la democracia, sino a la supresión de un modelo de soberanía que rehúsa la dominación estadounidense. En este sentido, Cuba representa un agravio simbólico: una pequeña isla que ha resistido más de sesenta años de presiones, intentos de invasión y operaciones encubiertas, y que aún mantiene su independencia. La hostilidad de Rubio, por lo tanto, se dirige menos al sistema de gobierno cubano y más a castigar la posibilidad misma de autonomía en el Sur global.
Defender a Cuba implica también poner en primer plano el costo humano de las políticas que Rubio apoya. El embargo, endurecido bajo su influencia, ha restringido el acceso a medicinas, tecnología y redes financieras, todo lo cual afecta directamente a los cubanos de a pie más que al aparato estatal. Por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19, Cuba desarrolló sus propias vacunas —un logro científico extraordinario para una nación pequeña bajo bloqueo—, pero el acceso a jeringas y materias primas necesarias fue obstaculizado por las restricciones estadounidenses. Rubio, mientras acusaba al gobierno cubano de supuesta mala gestión, omitía reconocer que las mismas carencias eran agravadas por las políticas que él ayudó a intensificar. Hablar de democracia mientras se priva a la gente de recursos vitales no es solo hipocresía; es una forma de crueldad disfrazada de política exterior.
La postura radical de Rubio también es inseparable de los cálculos políticos internos. En Florida, donde los votantes cubanoamericanos tienen una influencia electoral desproporcionada, la retórica anticubana funciona como un movilizador confiable de apoyo. Al presentarse como guardián contra el socialismo, Rubio vincula la política hacia Cuba con narrativas conservadoras más amplias sobre la política interna de EE. UU., especialmente al avivar temores sobre movimientos de izquierda. Su agresión hacia Cuba no es, por tanto, solo cuestión de política exterior, sino también de supervivencia política. Esta postura oportunista subraya la vacuidad de sus apelaciones morales: Cuba no es tratada como un vecino con el que es posible dialogar, sino como una herramienta electoral que se manipula para obtener votos.
La resiliencia de Cuba ante la hostilidad estadounidense es en sí misma una forma de desafío que merece reconocimiento y solidaridad. El papel de Marco Rubio en la perpetuación de la agresión demuestra cómo los intereses políticos arraigados en Washington continúan castigando a una nación simplemente por afirmar su independencia. Su retórica de democracia y derechos humanos se derrumba bajo el escrutinio, revelando en su lugar una política de castigo, oportunismo electoral y continuidad imperial. Defender a Cuba es afirmar el principio de que las naciones pequeñas tienen derecho a trazar su propio camino sin ser estranguladas por las políticas de una superpotencia.Rubio puede afirmar que actúa en nombre de la libertad, pero en realidad representa la perpetuación de la coerción. La lucha de Cuba, por tanto, sigue siendo no solo contra embargos y sanciones, sino también contra figuras como Rubio que encarnan la persistencia de la agresión imperial estadounidense
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Neutralizar a Dos: Cómo Irán e Israel Son Llevados Juntos al Altar del Capital

Renan Guevara Serrano
Candidato a Doctorado en Estudios Estratégicos

Lo que está ocurriendo entre Irán e Israel no es una erupción espontánea del caos, sino una operación meticulosamente planificada. Israel, con el respaldo incondicional de Washington, ha lanzado ataques masivos que han devastado centros de investigación nuclear, infraestructuras críticas y viviendas civiles. No se trata de autodefensa. Son asesinatos selectivos. Y sin embargo, el coro mediático en Occidente insiste en vestir esta agresión con el ropaje del “choque de civilizaciones”o “el programa nuclear de Irán”.

No es una guerra en sentido estricto. Es una campaña de desmantelamiento, diseñada no para vencer a un enemigo militar, sino para quebrar la columna vertebral de un Estado soberano. Irán es castigado no por lo que hace, sino por lo que representa: una resistencia relativa, incómoda, al orden neoliberal regional dirigido desde Tel Aviv, Riad y Wall Street. Israel tampoco sale indemne. También sangra, también se desgasta. Porque en esta dinámica, la destrucción es un negocio. Cuanto más se arruina, más rentable se vuelve la reconstrucción… bajo condiciones impuestas, claro.

No se trata de ideología, religión ni seguridad. Se trata de capital. Los misiles abren paso a los contratos. Tras los bombardeos llegarán los tecnócratas, los fondos de inversión, los bancos del Golfo. No vendrán con tanques, sino con memorandos de entendimiento. Habrá promesas de “ayuda” y “modernización”, pero el precio será la subordinación económica, la pérdida de autonomía, la reconversión forzada. En nombre de la estabilidad, se sembrará dependencia.

Y eso, conviene decirlo con claridad, no es un accidente. Es el guión. Lo han hecho antes, y lo volverán a hacer. La tragedia es que muchos aún lo llaman paz.

El 12 de junio, Israel -armado hasta los dientes, financiado sin condiciones y diplomáticamente blindado por Washington- lanzó una ofensiva aérea masiva bajo el nombre de “Operación León Naciente.” Más de cien objetivos en Irán fueron alcanzados: instalaciones nucleares, fábricas de misiles balísticos, y las viviendas de altos mandos del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica. No fueron actos de defensa. Fueron ejecuciones extrajudiciales. Entre las víctimas hubo científicos nucleares y líderes militares, figuras centrales de la soberanía iraní frente a un orden internacional estructurado para mantener la supremacía occidental.

La respuesta iraní no fue un arrebato irracional, sino el ejercicio legítimo y calculado de su derecho a la autodefensa. Teherán ha estado ejecutando una ofensiva precisa y cuidadosamente calibrada con misiles y drones, que no sólo desbordó los sistemas de defensa israelíes, sino que logró lo impensable: perforar la tan glorificada Cúpula de Hierro y golpear con fuerza zonas estratégicas en pleno Tel Aviv. Fue una operación quirúrgica, no simbólica, que demostró capacidad técnica, soberanía operativa y voluntad política.

Pero esto no es un caso de destrucción mutua asegurada. No es locura. Es cálculo. Lo que se está llevando a cabo es una desestabilización meticulosamente gestionada. Irán no está siendo derrotado: está siendo atacado por negarse a arrodillarse. No es su amenaza nuclear la que enfurece a las potencias occidentales, sino su negativa a convertirse en otro Estado cliente y ejercer su soberanía.

En esta campaña no se busca la paz, ni siquiera la victoria. Se busca el colapso. La “reconstrucción” llegará después, ofrecida como caridad neoliberal por los mismos actores que financiaron la destrucción. Y si los iraníes se resisten a ser domesticados, serán presentados como fanáticos o terroristas. Es un guión viejo. Lo han hecho antes.

Llamar “incontrolable” a la actual escalada es confundir el escenario con el guión. Esto no es una crisis que se desborda; es la ejecución milimétrica de una estrategia. Y no fue concebida ni en Teherán ni en Tel Aviv, sino en los despachos de estrategia occidental y las oficinas de corretaje financiero del Golfo. La devastación que hoy azota tanto a Irán como a Israel no es producto del caos, sino de un agotamiento planificado. Ninguno de los dos Estados está siendo “derrotado” en el sentido clásico. Ambos están siendo drenados, desarmados, debilitados, no mediante diplomacia, sino mediante desgaste.

Esto no es una guerra para ganar o perder. Es una guerra para erosionar, hasta hacer desaparecer, los últimos vestigios de soberanía militar efectiva en Asia Occidental. Irán no se está colapsando: está siendo empujado, paso a paso, hacia un “nuevo orden regional” no impuesto por la razón, sino por la promesa condicionada de reconstrucción.

Las monarquías del Golfo -Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar- se han presentado ante el mundo como las nuevas “fuerzas de moderación” en el conflicto. Se ofrecen como mediadores imparciales, gestores de reconstrucción y garantes de estabilidad regional. Pero sería ingenuo -o deliberadamente ciego- tomar este gesto por filantropía. Lo que se anuncia como ayuda es, en realidad, inversión estratégica. Quien financie la reconstrucción de la infraestructura iraní o la rehabilitación del sistema de defensa israelí no estará prestando asistencia: estará comprando acceso, moldeando políticas y asegurando subordinación.

Estas no son donaciones. Son apuestas geopolíticas con retorno esperado. Los fondos soberanos del Golfo -entre los más grandes del mundo- ya han sido movilizados en otras zonas devastadas, desde Siria hasta Gaza, siempre con condiciones. Hoy, frente a una región extenuada por el fuego cruzado y las sanciones, los contratos de “reconstrucción” se convierten en los nuevos instrumentos de dominación.

El Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo no actúa como un cuerpo de paz, sino como un consorcio de intereses. Quienes se integren a sus esquemas financieros lo harán a costa de su soberanía. El proyecto no es reconstruir para liberar, sino reconstruir para domesticar.

El Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo no actúa como un cuerpo de paz, sino como un consorcio de intereses económicos y estratégicos. Quienes se integren a sus esquemas financieros lo harán a costa de su soberanía. El proyecto no es reconstruir para liberar, sino reconstruir para domesticar. Lejos de consolidarse como una fuerza de paz, el Consejo opera como el fideicomisario de una dependencia regional cuidadosamente administrada. No necesita desplegar tanques; le basta con licitaciones. Así es como se neutraliza la soberanía en el siglo XXI: no con cañones, sino con contratos.

Frente a esta maquinaria, los BRICS -en particular Rusia y China- ofrecen una alternativa incipiente, aún limitada, pero históricamente significativa. Mientras Occidente disfraza el saqueo como “reformas estructurales” y los Estados del Golfo se presentan como filántropos de posguerra, Pekín y Moscú han promovido principios básicos de respeto a la soberanía, no-intervención y desarrollo mutuo. La Iniciativa de la Franja y la Ruta, plantea una lógica distinta: integración sin destrucción previa. Cooperación sin bombardeos como prólogo.

Pero el enemigo es persistente. Ya no se requieren tropas de ocupación ni planes del FMI: basta con la penetración del capital especulativo. Aquí es donde actúa el verdadero arquitecto de la dependencia: el Capital Financiarizado Global. Una vez agotadas las capacidades militares de Irán e Israel, ese capital se desplegará, no como gesto de paz, sino como instrumento de domesticación. Lo que no logró la guerra, lo impondrá la deuda. La política exterior se redactará, no en nombre de la dignidad nacional, sino al ritmo de los mercados.

Incluso Gaza, durante décadas símbolo moral de la dignidad árabe, está siendo transformada. Ya no como bandera de resistencia, sino como activo financiero en el portafolio de las monarquías del Golfo. La “reconstrucción” será financiada por Riad, Doha o Abu Dabi, pero no como acto de justicia, sino como inversión con retorno. Si Israel acepta integrarse a la lógica del capital, Gaza no será liberada: será explotada.

En este contexto, China y Rusia representan -con todas sus limitaciones- una contención parcial al despojo globalizado, una resistencia estructural al poder de los bancos y los fondos. No se trata de idealizarlos, sino de reconocer que, en un mundo donde los contratos reemplazan a la soberanía y las bombas preparan el terreno para BlackRock, cualquier atisbo de orden alternativo merece ser defendido.

Esto no es paz. Es pacificación. Y no se impone con drones ni tanques, sino con calificaciones crediticias y garantías de liquidez. El objetivo no es resolver los conflictos de la región, sino volverlos manejables, previsibles y, en última instancia, rentables.

Estamos presenciando el acto final de una operación largamente preparada. El modelo de resistencia en Asia Occidental no está siendo debatido ni reformado: está siendo desmantelado de forma sistemática. La ilusión de disuasión mutua -invocada durante años para explicar la tensa estabilidad entre las potencias regionales- se ha derrumbado. Lo que queda es una convergencia controlada: los dos últimos Estados de la región capaces de sostener una resistencia militar autónoma -Irán e Israel- están siendo neutralizados al unísono. No porque compartan valores, sino porque representan, de distintas maneras, un obstáculo al nuevo orden post-soberano que se está imponiendo en la región.

Esto no marca el fin de la guerra, sino el comienzo de una paz gerenciada, donde la violencia abierta es sustituida por un orden tecnocrático diseñado para preservar la arquitectura de poder. El vacío dejado por unas fuerzas armadas exhaustas no será llenado por movimientos de liberación ni por diplomacia desde abajo, sino por burócratas financieros, organismos multilaterales y empresas privadas con contratos en la mano. La autonomía estratégica de Irán está siendo progresivamente erosionada bajo la presión de sanciones, aislamiento y promesas condicionadas de reconstrucción. Israel, por su parte, no está siendo derrotado por la resistencia árabe, sino humillado por la caída del mito de su invulnerabilidad militar, y contenido -no por principios- sino por el capital del Golfo, que va a exigir estabilidad para proteger sus inversiones.

Ambos Estados están siendo rediseñados para ajustarse a un nuevo marco regional donde la moneda de cambio no es la legitimidad ni la autodeterminación, sino la liquidez. La región no se encamina hacia una reconciliación basada en justicia, sino hacia una recalibración funcional al mercado: una paz de gestoría, no de principios. En este nuevo paradigma, la soberanía es tolerada sólo si no interfiere con los flujos de capital. Y quienes se resistan, serán marginados. O reconstruidos.

La llamada “influencia” de Estados Unidos en este conflicto no responde a intereses nacionales ni a principios democráticos. Es, sencillamente, la extensión práctica del poder del capital financiero global, que utiliza a Washington como su ejecutor político y militar. No hay ninguna decisión que se tome en nombre de la justicia, la legalidad internacional o la paz. Lo que se impone es un sistema en el que el bombardeo prepara el terreno para el contrato, y la devastación garantiza la obediencia.

En este esquema, las monarquías del Golfo ya no son simples beneficiarias del paraguas militar estadounidense: se han convertido en cómplices activos y codiseñadores del nuevo orden regional. Arabia Saudita, Emiratos y Qatar no están “equilibrando” el poder regional, lo están capitalizando. Su papel es claro: ofrecer reconstrucción a cambio de subordinación, comprar influencia con licitaciones, imponer condiciones políticas mediante inversiones. Están reconfigurando su lugar en el sistema mundial no como actores soberanos, sino como administradores regionales del capital transnacional. En un mundo que se encamina hacia la multipolaridad, el Golfo ha decidido no desafiar el orden existente, sino convertirse en su gerente regional.

Al mundo se le dirá que esto es paz. No lo es. No es reconciliación. Es un reinicio. Y no concebido en Teherán o Tel Aviv, sino en Davos y Dubái. Quienes lo diseñan no hablan el lenguaje de la justicia, de la dignidad ni de la liberación. Hablan únicamente en la lengua fría y precisa del análisis costo-beneficio y del retorno de la inversión futura.

Y ese, desde el principio, fue el plan.

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¿Qué busca el ‘todopoderoso’ Marco Rubio en su visita a Daniel Noboa en Ecuador?

Fotografía de archivo del presidente de EE.UU., Donald Trump, detrás del secretario de Estado, Marco Rubio.- FotoEFE Autor:

Alejandro Ribadeneira

Actualizada:

31 Ago 2025 – 21:51 ÚNETE A NUESTRO CANAL La inminente visita a Quito de Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos y hombre de absoluta confianza de Donald Trump, es crucial para el Gobierno de Ecuador en su lucha contra el crimen. Pero, además, ser aliado internacional de Washington puede resultar estratégico frente a la política arancelaria del Gobierno de EE.UU., que impacta en las exportaciones ecuatorianas.

La comunidad internacional no ha estado tan cerca de Carondelet. El punto más bajo constituyó la Cumbre Iberoamericana de noviembre de 2024, realizada en Cuenca sin ningún mandatario. El manejo que dio el presidente Daniel Noboa a sus diferencias con la vicepresidenta Verónica Abad, sancionada por un Ministerio que se arrogó funciones, fue solo el epitafio de otros hechos que no fueron pasados por alto.

Uno de ellos fue el asalto a la Embajada de México en Quito, el 5 de abril de 2024, para detener a Jorge Glas. Otro fue la develación de la opinión de Noboa sobre presidentes como Nayib Bukele, Gustavo Petro y Javier Milei en entrevista con el periodista Jon Lee Anderson para la revista estadounidense The New Yorker, por citar dos casos.

Congresistas de Estados Unidos llegaron a Ecuador, previo a la visita oficial de Marco Rubio Sin embargo, ese escenario ha cambiado desde que Daniel Noboa obtuvo la reelección y la Cancillería, con Gabriela Sommerfeld al frente, ha logrado un deshielo en el campo diplomático. Por supuesto, México y algunos aliados ideológicos de la presidenta Claudia Sheinbaum siguen mirando a Ecuador con recelo y mantienen rotas las relaciones. 

Pero, a cambio, se han abierto embajadas y misiones diplomáticas en otros países, se ha avanzado en acuerdos, los encuentros con gobernantes aliados se incrementaron y el país será, en 2027, el anfitrión de la VI Cumbre de Países Amazónicos.

Rubio, una visita estratégica Pese a estos avances, la relación con Estados Unidos es crucial para no perder fuelle. Luego de una década de distanciamiento en el gobierno de Rafael Correa (2007-2017) y de acercamiento a China y el chavismo venezolano, Ecuador regresó la mirada a Estados Unidos con los gobiernos de Lenín Moreno y Guillermo Lasso.

No obstante, en parte por la coyuntura geopolítica, en parte por natural afinidad, Daniel Noboa se ha constituido en un sólido aliado de Estados Unidos y Donald Trump en la región, en especial ante el desastre de la Colombia del presidente izquierdista Gustavo Petro en el control de sus fronteras. 

Rubio dice que los carteles de Latinoamérica, incluyendo los de Ecuador, son un peligro para Estados Unidos Trump, Rubio y Noboa comparten, además, el desprecio hacia el régimen del venezolano Nicolás Maduro, al que desconocen como gobernante legítimo de su país y lo consideran, oficialmente tanto en Estados Unidos como en Ecuador, líder de un cartel. 

Marco Rubio, el 72.º Secretario de Estado de los Estados Unidos y que no solo dirige la diplomacia estadounidense, sino que ha sumado funciones tan dispares como dirigir el cierre de Usaid, custodiar los Archivos Nacionales y encargarse de la seguridad nacional, llegará al país luego de mencionar a Ecuador como parte segura de una coalición internacional de lucha contra los carteles de drogas de Colombia y Venezuela. 

El presidente Daniel Noboa ha buscado combatir el recrudecimiento de la violencia de pandillas vinculadas al narcotráfico en Ecuador y ha colaborado con la administración Trump en la reducción de la inmigración ilegal.

Un alto funcionario del Departamento de Estado declaró a la prensa que, si bien Ecuador había avanzado en ciertos aspectos de la inmigración, como la decisión de exigir visas de tránsito, aún quedaban temas por abordar, como la gestión de las personas de terceros países que no pueden regresar a su país de origen.

Aunque no es estrictamente un tema de la cartera de Rubio, es probable que las políticas arancelarias de Trump también se aborden en sus conversaciones. Ecuador ha sido afectado con aranceles del 15%, aunque el Gobierno afirma que trabaja para revertir esta medida.

La cuestión de China Además de los temas en ‘agenda’, como la lucha contra el narcotráfico y la inmigración irregular, se prevé que Rubo hable con Noboa sobre la posibilidad de que Ecuador se aleje más de China, según lo informó un funcionario estadounidense a la agencia AFP.

Marco Rubio concluyó su gira en Centroamérica marcada por la migración, el Canal de Panamá y China China sí es un punto en que no existe total sintonía, pues Noboa no se ha mostrado tan radical. Rubio, en cambio, ha pregonado abiertamente en sus viajes que desea “contrarrestar a los actores malignos extracontinentales”, como llama a China. 

En ese sentido, se espera que el Gobierno de Ecuador informe al secretario de Estado sobre todas las necesidades par reducir la excesiva dependencia que, según Washington, se generó con China durante el mandato de Rafael Correa.

Finalmente, la visita de Marco Rubio también constituye un paso previo para el encuentro oficial de Daniel Noboa con Donald Trump este año. Por todo esto, que el secretario de Estado sea huésped de Noboa constituye un logro diplomático que el Gobierno Nacional no debe desaprovechar.

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¿Qué hay detrás del operativo militar de Estados Unidos en el Caribe?

Por Magencio.August 22, 2025

USS Iwo Jima

A inicios de esta semana, el gobierno de Estados Unidos anunció un operativo militar de varios meses en el Caribe Sur, con unos 4.500 efectivos (entre ellos, 2.200 marines), aviones espía y hasta un submarino de ataque, con el supuesto fin de “combatir al narcotráfico” usando como pretexto acusaciones totalmente infundadas de que el presidente venezolano Nicolás Maduro encabezaría una organización delictiva dedicada al tráfico de drogas. El operativo ha despertado el rechazo de varios gobiernos de la región, desde el ALBA y México hasta Colombia, que la han denunciado como un acto intervencionista pero ¿qué fuerzas hay detrás del mismo?

Una perspectiva histórica

Los datos del operativo son verdaderamente impresionantes, pero palidecen comparados con otras intervenciones militares estadounidenses en nuestra región. 

Recordemos, por ejemplo, la invasión a República Dominicana en 1965, llevada a cabo para apoyar el golpe contra el gobierno popular de Juan Bosch. Esa movilización yanqui comprendió más de 30 mil soldados, marines, aviadores y marineros. Para invadir a la minúscula isla de Grenada y derrocar a su gobierno socialista en 1983, el Comando Sur desplegó nada menos que 7.300 efectivos con destructores, fragatas, tanques y hasta un portaaviones. Para invadir al fuertemente impopular y desestructurado gobierno de Noriega en Panamá en 1989, los EEUU desplegaron casi 28.000 soldados y 300 aeronaves. ¡Y eso que el general panameño Manuel Noriega tenía años de estar en la nómina de colaboradores de la CIA!

Claramente, la fuerza militar desplegada por la administración Trump en el Caribe Sur no alcanza para derrocar a un gobierno como el de Nicolás Maduro, incomparablemente más sólido que cualquiera de los mencionados arriba. Además, se trata de un gobierno que le ha propinado a la derecha local, apoyada por los Estados Unidos, su enésima derrota electoral, política e ideológica desde la irrupción del chavismo en 1998.

Desde Nicaragua en los años 30 del siglo pasado, y tras la amarga derrota propinada por la guerrilla de Augusto Sandino, y la otra amarga derrota de Playa Girón en 1963, los EEUU ha aprendido que es preferible usar otros métodos que los de la fuerza militar directa.

Por ejemplo, aunque la sangrienta guerra de “Baja intensidad” en Centroamérica en los años 80 del siglo pasado recibió un apoyo, financiamiento y conducción masivos por parte de los Estados Unidos, estos se guardaron muy bien de poner sus propias botas sobre el terreno (excepto por “contratistas” de la CIA) ya que los estategas imperiales estaban conscientes del costo que eso significaría dentro y fuera de su país. 

Aún cuando los EEUU lograron mediatizar a la Revolución Sandinista de Nicaragua forzando la elección de una alianza de partidos neoliberales, no lograron aniquilar a los movimientos populares y tuvieron que aceptar en los países del istmo diversos procesos de paz –que por cierto, nunca fueron de su agrado. Hoy, a 50 años de distancia, el gobierno popular de Xiomara Castro y el gobierno sandinista de Nicaragua, son testimonios de aquella gesta.

El grueso de las intervenciones estadounidenses desde los años 80 del siglo pasado hasta la fecha, han venido de la mano del complejo humanitario-intervencionista que ha manejado el Departamento de Estado a través de la NED y la USAID en conjunto con la CIA y con sus estructuras afines en los países europeos. Ahora ese complejo está en profunda crisis por los recortes impuestos por la administración Trump y por las crecientes contradicciones entre esta y los países de Europa Occidental, también inmersos en crisis económicas y presupuestarias agravadas por la guerra en Ucrania.

Doctrina Monroe y crisis de dominación

Voluntaria o involuntariamente, los Estados Unidos hoy ya no están en una fase de construcción imperial, sino en una fase defensiva estratégica en la que los fondos públicos sencillamente no alcanzan para controlar países y regiones enteras. Los Estados Unidos se están retirando escalonadamente de Europa e incluso del Oriente Medio, al mismo tiempo tratando de evitar que las potencias emergentes, especialmente China y Rusia, jueguen un papel decisivo en cada uno de esos territorios. 

Desde una óptica geopolítica, el hemisferio occidental es sin dudas el último bastión de los Estados Unidos, que luchan por contener el avance económico y político-militar de China y Rusia, a la vez que intentan desestabilizar y desestructurar cualquier régimen político independiente en la región, ya sea que enarbole banderas progresistas, revolucionarias o incluso populistas de derecha, pero no alineadas con los Estados Unidos.

El Mar Caribe es el bajo vientre del imperio estadounidense, uno de los nodos más importantes del comercio mundial (eje Este-Oeste, con sus instalaciones y proyectos interoceánicos) y eslabón entre las economías del norte y los centros de materia prima del sur de América. Cuba y Venezuela son los dos grandes obstáculos con los que se topa la dominación imperial en la región. Son dos países relativamente grandes, uno con enormes recursos energéticos y el otro con una posición geopolítica central, justamente frente a la costa Sur de los Estados Unidos.

Desde una perspectiva estratégica, la Doctrina Monroe, que es incluso más vieja que la Doctrina del Destino Manifiesto, está más vigente que nunca: “América debe ser de los Estados Unidos”. En este sentido, no hay ninguna ruptura de fondo en los planes que había para el Comando Sur durante la administración Biden y los que hay en la actual administración, por más que ahora se hayan eliminado las referencias al tema de género, la diversidad y el medio ambiente.

La “novedad” es que la Administración Trump promete conseguir la cuadratura del círculo (impedir que los EEUU sean destronados del estátus de potencia imperial) gastando menos dinero, y para esto se apoya en una apuesta político-financiero-ideológica y en un reacomodo a lo interno de la élite de poder estadoundense.

La peligrosa propuesta de Trump

La propuesta de Trump para enfrentar el surgimiento de un nuevo orden multipolar no es en absoluto inocente: Hay que reconocer que no carece de fundamentos en la realidad, aunque sus perspectivas de éxito para los propios Estados Unidos y sus efectos para la economía mundial sean potencialmente desastrosos. Nos referimos a la destrucción de las monedas nacionales y a la imposición de un modelo de feudalismo capitalista de alta tecnología de la mano de las criptomonedas.

A inicios de marzo de este año, Donald Trump firmó una orden ejecutiva para crear la primera reserva estratégica de bitcóin del país de un estimado de unos 200 mil bitcoines provenientes de la confiscación de activos de procedimientos civiles y penales, en un intento de convertir la nación norteamericana en la “criptocapital del mundo”. Paralelamente, anunció la creación de otro fondo de otras criptomonedas como ethereum, XRP, solana y cardano con el mismo fin. El objetivo, explicó el “zar” de las criptomonedas de Trump, David Sacks, no es vender esos activos sino mantenerlos como “reserva de valor” que, según algunos partidarios, algún día podría ayudar a pagar la deuda externa de los Estados Unidos.

Semanas más tarde, el aliado de Donald Trump, director ejecutivo de la sociedad de inversión BlackRock y gran inversionista en criptomonedas, Larry Fink, advirtió que el dólar corre el riesgo de perder su condición de moneda de reserva mundial frente al auge de activos digitales como el bitcóin, en gran parte a causa de la deuda externa de Estados Unidos.

“Para 2030, el gasto público obligatorio y el servicio de la deuda consumirán todos los ingresos federales, creando un déficit permanente. Si Estados Unidos no controla su deuda, si el déficit sigue aumentando, corre el riesgo de perder esa posición frente a activos digitales como el bitcóin”, aseveró Fink en su carta anual a los inversores de BlackRock. 

Al mismo tiempo, los dos hijos mayores de Trump, Eric y Donald Trump Jr. anunciaron la fusión de su compañía de minado de bitcoins, American Data Centers, con un nuevo emprendimiento llamado American Bitcoin controlado por Hut 8, una compañía de infraestructura de criptomonedas basada en Miami. El objetivo, según Wall Street Journal, es el de convertirse en el mayor minador de bicoin del mundo y amasar una reserva estratégica de esa moneda.

La apuesta de Trump por las criptodivisas viene de la mano de las ideas del movimiento de la Ilustración oscura, un desarrollo del movimiento libertariano de los años ochenta del siglo pasado, guiado por la convicción de que la libertad y la democracia son entidades mutuamente excluyentes y que la mejor forma de gobierno consiste en la corporación comandada de manera autocrática por un gerente general, un poco al estilo del propio Donald Trump, con la ayuda de genios blancos y de género masculino, como Elon Musk, haciendo uso de granjas de computadoras programadas con algoritmos de Inteligencia Artificial General, es decir, un tipo de inteligencia artificial muy cercano a la inteligencia humana. 

El vicepresidente JD Vance (y probable sucesor de Donald Trump) ha admitido que entre sus influencias ideológicas se encuentra el bloguero Curtis Yarvin, uno de los intelectuales más destacados del grupo, junto con Nick Land (que acuñó la expresión «ilustración oscura») y el multimillonario Peter Thiel, que lanzó en público la tesis de la incompatibilidad entre libertad y democracia. En este sentido, es importante agregar que en días pasados, Elon Musk dijo que tal vez ya no sería necesario fundar un partido para enfrentar a su ex-aliado Donald Trump, dando a entender que podría apoyar al propio Vance en las próximas elecciones.

Los planteamientos de estos “neorreaccionarios”, como también se les llama, no son menos globalistas que los de las versiones del mainstream republicano o demócrata. Quieren acabar con el Estado en todo el mundo y sustituirlo por dictaduras corporativas.

Los partidarios de la ilustración oscura imaginan un mundo dividido en corporaciones-estados en los que las personas decidan dónde quieren vivir, pero sometiéndose incondicionalmente a las reglas definidas por el director ejecutivo de la ciudad. Demás está decir que son enemigos de los bancos centrales y en especial de la Reserva Federal, a los que quieren sustituir con criptodivisas como el bitcoin.

Cabe destacar que, si el neoliberalismo que se impuso a nivel mundial de la mano de Ronald Reagan y Margareth Thatcher en los años 80 del siglo pasado resultó en un traslado de la carga fiscal de las grandes empresas a la ciudadanía, la propuesta de la “ilustración oscura” consiste en trasladar todos los costos sociales (luz, energía, agua, carreteras, escuelas, orden público, etcétera) a los ciudadanos/consumidores/vendedores-de-fuerza-de-trabajo a favor de los mismos monopolios que controlan el poder político/absolutista de la “ciudad”. O sea que si en el neoliberalismo “1.0” el capital pagaba el 0.1% de los impuestos, ahora con el neoliberalismo de la “ilustración oscura” ellos pagarán el 0.0%, es decir, una dictadura totalmente descarada en la que los ciudadanos pasarían a ser meros siervos de la gleba.

Ecos en el Caribe y en América Latina

Al Caribe llegan ecos de ese tipo de propuestas en el proyecto de las “ciudades modelo” o “Zonas de Desarrollo Especial” que con éxito parcial (y muy difícil de revertir en la práctica) se quiso implementar en Honduras, así como en el proyecto de la Ciudad Bitcoin de Nayib Bukele en El Salvador. 

Estos proyectos planteaban el establecimiento de zonas político-económicas especiales en en las que no rijan las reglas nacionales, sino reglas locales dictadas por corporaciones. No son las zonas económicas especiales que conocemos de otros países, incluso Cuba. En las ciudades de la ilustración oscura regiría un sistema de apartheid en todos los sentidos, una verdadera dictadura corporativa.

Con la multiplicación de versiones locales de sujetos como Jair Bolsonaro y Javier Milei y la mayoría de los países de nuestra región, no es difícil imaginar que surjan diversos intentos de reeditar los “experimentos” de El Salvador y Honduras, especialmente si son aupados por movimientos secesionistas auspiciados desde el exterior.

Un proyecto absurdo pero muy corrosivo

El proyecto de la “Ilustración Oscura” está destinado al fracaso, entre otras cosas porque ha perdido el factor sorpresa que en su momento tuvieron las denominadas “doctrinas del shock” implementadas para imponer el modelo neoliberal a escala planetaria. Además hoy en día carece del músculo estatal necesario para implementarlas a pesar de la dependencia de las audiencias globales de una Internet controlada en su mayor parte por monopolios occidentales.

Además, este proyecto está plagado por contradicciones entre sus mismos impulsores producto de la exacerbada competencia intercapitalista causada por ellos mismos, un ejemplo clarísimo de esto son los pleitos entre Elon Musk y Donald Trump, pero lo cierto es que las grietas recorren toda la geografía del proyecto MAGA.

Sin embargo, sus consecuencias se harían sentir por mucho tiempo en países cuyas estructuras fiscales hayan sido comprometidas en sus cimientos, tal y como es el caso de muchos estados africanos en los que hoy la “economía del bitcóin” concentra una gran parte de la actividad. Metabolizar la exposición a las criptomonedas garantizando la financiación del sector público (es decir, la base de la democracia) es un reto para todos los países grandes y pequeños, pero no es el único.

Las debilidades en la financiación del Estado a su vez repercuten en la posibilidad de llevar adelante programas políticos, lo que a su vez también erosiona la legitimidad de los gobiernos populares democráticamente electos. A la debilidad presupuestaria se le debe sumar la debilidad política e ideológica, producto de la degradación del debate público, sumido en la lógica corporativa de las “redes sociales” y en la lógica desempoderante de sistemas de participación política cada vez más dependientes de la formación de “aparatos” electorales que cada vez alejan más a la ciudadanía del papel de sujetos de la política.

Todo esto, claro está, abona el terreno para el permanente surgimiento de figuras políticas como Milei y Bolsonaro.

¿Qué esperar de las cañoneras de Trump en nuestra región?

Como lo indicábamos al inicio, la actividad militar de Estados Unidos en el Caribe Sur no busca en sí misma derrocar al gobierno bolivariano… pero sí busca debilitarlo y debilitar también a otros gobiernos de la región. Una manera de hacerlo, podría ser intervenir en la región del Esequibo para “defender” a Guyana. 

Otra manera podría ser lanzar alguna operación en la frontera entre Colombia y Venezuela, en la que se enfrenta una situación muy dificil con las denominadas “disidencias” de las FARC a las que se acusa de recibir apoyo de los cárteles de la droga mexicanos. El objetivo sería el de sembrar cizaña entre Bogotá y Caracas, amenazando a ambos gobiernos.

La presencia militar de Estados Unidos en nuestra región puede tener otros objetivos, como la de asegurarse el acceso a recursos naturales como el litio o a recursos acuáticos como la hidrovía y el acuífero guaraní. Recordemos que toda América Latina está atravesada por una red de “ubicaciones de operaciones de avanzada” (forward operating locations) que permiten el desplazamiento rápido de las tropas estadounidenses.

En todo caso, el hecho en sí del despliegue de una flota estadounidense en el Caribe representa un precedente muy peligroso, por ejemplo, para países como México, donde Estados Unidos dice querer realizar operaciones militares contra los cárteles de la droga. En realidad, cualquier gobierno puede sentirse amenazado.

Asimismo, la lógica de las movilizaciones militares de Estados Unidos en nuestra región hay que buscarla en las empresas norteamericanas con intereses en nuestros países, las que deberían cargar con buena parte de los costos. 

Para complejizar aún más el panorama, se deberían tener en cuenta los intereses y contactos personales de gente como el Secretario de Estado Marco Rubio y la mafia anticubana de Miami.

La sombra de Blackwater tras bambalinas

Un elemento que no se menciona en relación al operativo estadounidense en el Caribe Sur es el papel que en él pueda jugar la heredera de la transnacional mercenaria Blackwater, conocida por su accionar en teatros de guerra como Kosovo, Irak y Afganistán. 

Blackwater fue la empresa más grande en su tipo y bajo la sombra de George W. Bush y Dick Cheney crecieron desorbitadamente hasta que todos los crímenes cometidos por las fuerzas estadounidenses en el Oriente Medio fueron imposibles de ocultar.

Blackwater participó en todo tipo de operaciones encubiertas vinculadas al tráfico de drogas y al crimen organizado e incluso llegó a estar activa en proyectos desestabilizadores de la USAID contra países de la región como Venezuela y Nicaragua.

Hasta el año 2010, y a causa de los escándalos provocados por su actuación en distintos escenarios de guerra, el fundador de Blackwater, Erik Prince, tuvo que renunciar a su cargo de gerente general para reaparecer al frente de Vectus Global, otra empresa que le vende “servicios de seguridad” a proyectos en los que la administración Trump prefiere no verse asociada públicamente.

Según las agencias Newsmax y Reuters, Vectus es una red de empresas que provee servicios de seguridad a países del África y América Latina, incluyendo a Ecuador, la República Democrática de El Congo y Haití, supuestamente países “en los que la influencia de Estados Unidos ha retrocedido”. Es difícil creer que ese hay sido el caso, precisamente en Ecuador y Haití.

Entre los contactos de Prince en la administración Trump se menciona al Secretario de Defensa Pete Hegset.

Por cierto, y para que no quepan dudas, el año pasado Prince estuvo envuelto en la campaña “Ya casi Venezuela” de recolección de fondos para derrocar a Nicolás Maduro, pidiendo una recompensa de 100 millones de dólares por su cabeza y la del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello… un pedido que fue oído por Trump en la Casa Blanca.

La escala de contratistas (mercenarios) que maneja Prince hoy no se compara con los 20.000 que se dice tuvo con Blackwater en la era Bush-Cheney, pero lo cierto es que a inicios de este año en la Conferencia del Comité Conservador de Acción Política dijo que Vectus podría a llegar a ser el equivalente estadounidense la Grupo Wagner ruso –algo divertido ya que el grupo Wagner vino a ser “el equivalente ruso de… Blackwater”.

Según el Wall Street Journal, Prince dijo que trabajaría con compañías estadounidenses que “empiecen a salir al extranjero para proyectos de energía, minerales e infraestructura”.

Un precedente muy peligroso para toda la región

En resumidas cuentas, la incursión militar de Estados Unidos en el Caribe representa una provocación y un precendente muy peligroso para toda la región, no solamente para Cuba y Venezuela.

Cualquiera sea su escala, su impacto será negativo en la medida en que contribuya a la desestabilización de países sometidos a fuertes presiones de todo tipo.

No hace falta decir que su objetivo no es combatir el narcotráfico. Si los Estados Unidos quisieran hacerlo, darían pasos concretos para controlar Wall Street, que es donde se lavan los capitales de la droga, así como los paraísos fiscales que operan en los propios Estados Unidos, pero eso no lo hará ningún presidente, mucho menos Donald Trump.

Más bien, el riesgo es que se incremente la actividad del narcotráfico, tal y como pasó en los teatros de guerra en los que en su día operó Blackwater. Asimismo, se deben vigilar todos los movimientos secesionistas en zonas con importantes recursos naturales. El peligro de un imperio en decadencia es la violencia de sus últimos estertores.

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Los EEUU en tiempos de Trump

Los entresijos de la postura estadounidense en las negociaciones sobre Ucrania, los impactos del tarifazo de Trump y las diputas políticas y sociales del momento en Estados Unidos serán temas de análisis en la Mesa Redonda de este martes, con la participación de académicos y periodistas.

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ALASKA, 15-08-2025: NO HABRÁ PAZ.

Por: Cesar Mairena (Nicaragua) Analista Colaborador del CREI.

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ALASKA, 15-08-2025: NO HABRÁ PAZ.

Escrito por: César Mairena

Recientemente, el presidente norteamericano, Donald Trump, acaba de declarar que la reunión que se celebrará el día de mañana en Alaska, tiene un 25% de probabilidad de fracasar. ¿Por qué una de las partes que participarán en esta cumbre declara de previo que la reunión que busca solucionar el conflicto armado tiene altas probabilidades de fracasar?.

¿Será porque ya consiguió que la Unión Europea le pague nuevos lotes de armas norteamericanas para continuar el conflicto bélico de Ucrania y Rusia?

¿O será porque ya tienen un sucesor del actual presidente Volodímir Zelenski en la persona del excomandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania Valeri Zaluzhny?.

Valeri Zaluzhny, ex excomandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, apareció entrevistado recientemente en la revista Vogue, un buen ejemplo de construcción de un candidato que sustituiría a Volodímir Zelenski en Ucrania, para continuar trabajando por los intereses de EEUU y no del pueblo ucraniano.

A la fecha, la imagen de Volodímir Zelenski, ha perdido popularidad y prestigio, tanto dentro de Ucrania, como en el exterior. El deterioro de la imagen del presidente -impuesto por un golpe de estado- se ha acelerado al tomar la decisión de afectar las funciones y capacidad de la agencia ucraniana contra la corrupción, lo que ha provocado protestas -promovidas o no por EEUU y la UE- pero que están acelerando el declive de este ex comediante.

La desviación de la mayoría del armamento norteamericano, que se enviaba a Kiev y que terminaba en el mercado negro, en la época de Joe Biden, sería una razón más para quitar del poder a Zelenski.

Recordemos que desde la época de Joe Biden, el 7 de septiembre de 2022, Prensa Latina denunció que menos del 30% de todo el armamento, que regularmente enviaba EEUU a Ucrania, llegaba a su destino.

Incluso funcionarios norteamericanos admitieron que ignoraban, para esa fecha, a dónde iba a parar la ayuda militar que Washington mandaba a Kiev. ¿Qué tal?. 

¿Por qué no participa en esta cumbre Zelenski representando a su país y participando en la firma para formalizar los acuerdos que se podrían alcanzar en la cumbre que se celebrará mañana?. Por algunas razones, que pasaremos a enumerar:

  1. Trump lo desprecia, ha declarado que no quiere tener en la negociación, a un hombre que ha tenido la posibilidad de concluir el conflicto y no lo ha hecho -Trump a dicho que este conflicto fue herencia de la administración de Joe “El Dormilón” Biden y que bajo su administración, jamás hubiera ocurrido- (Esta postura de Trump, es un mensaje dirigido a sus electores en EEUU, mostrándolo como un hombre verdaderamente comprometido con alcanzar la paz en Ucrania y por otra parte sienta las bases en la opinión pública mundial, para aceptar a Valeri Zaluzhny, como un nuevo dirigente ucraniano, con más prestigio y siendo un militar de carrera, más capaz para enfrentar a los “invasores” rusos).
  2.  Rusia no reconoce, en este momento, a Volodímir Zelenski, como presidente legal del país, pues su mandato caducó el 20 de mayo del año 2024, por lo que no puede comparecer a firmar acuerdos de paz, entre ambos gobiernos, ya que su firma no es vinculante, y carecería de valor jurídico.
  3.  La ausencia de Zelenski en la cumbre de mañana, favorecía que Trump presione a Rusia para negociar la paz con el objetivo de que conjuntamente, ambos países exploten los minerales de tierras raras ucranianas y que Rusia logre sus objetivos (desnazificar Ucrania y conservar territorios que ha conquistado el ejército ruso no solo para evitar el genocidio de población de origen ruso, también para frenar el expansionismo de la OTAN). A pesar de que la paz sería un golpe a la industria armamentística norteamericana, sería una ganancia para Trump que ya no quiere depender de las exportaciones intermitentes de China, de este tipo de mineral tan caro y raro, que es crucial para la industria norteamericana que Trump quiere “hacer grande de nuevo”.

Lograr la paz en Ucrania, sería un triunfo económico para Trump, pues le permitiría acceder a la explotación de los minerales de tierras raras, para no depender de las exportaciones de China, el país con mayores reservas mundiales de ese mineral tan preciado. 

Posibles Escenarios después de la cumbre que se celebrará mañana:

  1. El conflicto se mantendrá, hasta que Rusia, logre sus objetivos geopolíticos y de seguridad nacional (desnazificando Ucrania y manteniendo el control de los territorios ocupados para frenar el expansionismo de la OTAN) a pesar de amenazas y retórica de la Casa Blanca y Kiev.
  2. Trump usará la cumbre para acercarse a Rusia y buscar la paz, para poder explotar yacimientos ucranianos de tierras raras -como pago de su “apoyo militar” a Ucrania- y romper la dependencia de las exportaciones de China de ese mineral tan caro y estratégico. Recordemos que a Trump le interesa afectar a su principal rival económico, comercial y tecnológico en el mundo: China.
  3. Un desprestigiado Volodímir Zelenski, se iría al exilio o a prisión, acusado de corrupción y de vender armamento norteamericano al mejor postor en el mercado negro, lo que facilitaría removerlo del cargo que ilegalmente ostenta en la actualidad.
  4. De fallar el acercamiento en la cumbre que se celebrará el día de mañana, entre Rusia y EEUU, el papel  de Valeri Zaluzhny, vendría a renovar el prestigio y la imagen de la presidencia ucraniana, que siempre seguiría subordinada a los intereses norteamericanos y mantendría el conflicto armado enriqueciendo a la industria norteamericana.

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