Renan Guevara Serrano Candidato a Doctorado en Estudios Estratégicos
Lo que está ocurriendo entre Irán e Israel no es una erupción espontánea del caos, sino una operación meticulosamente planificada. Israel, con el respaldo incondicional de Washington, ha lanzado ataques masivos que han devastado centros de investigación nuclear, infraestructuras críticas y viviendas civiles. No se trata de autodefensa. Son asesinatos selectivos. Y sin embargo, el coro mediático en Occidente insiste en vestir esta agresión con el ropaje del “choque de civilizaciones”o “el programa nuclear de Irán”.
No es una guerra en sentido estricto. Es una campaña de desmantelamiento, diseñada no para vencer a un enemigo militar, sino para quebrar la columna vertebral de un Estado soberano. Irán es castigado no por lo que hace, sino por lo que representa: una resistencia relativa, incómoda, al orden neoliberal regional dirigido desde Tel Aviv, Riad y Wall Street. Israel tampoco sale indemne. También sangra, también se desgasta. Porque en esta dinámica, la destrucción es un negocio. Cuanto más se arruina, más rentable se vuelve la reconstrucción… bajo condiciones impuestas, claro.
No se trata de ideología, religión ni seguridad. Se trata de capital. Los misiles abren paso a los contratos. Tras los bombardeos llegarán los tecnócratas, los fondos de inversión, los bancos del Golfo. No vendrán con tanques, sino con memorandos de entendimiento. Habrá promesas de “ayuda” y “modernización”, pero el precio será la subordinación económica, la pérdida de autonomía, la reconversión forzada. En nombre de la estabilidad, se sembrará dependencia.
Y eso, conviene decirlo con claridad, no es un accidente. Es el guión. Lo han hecho antes, y lo volverán a hacer. La tragedia es que muchos aún lo llaman paz.
El 12 de junio, Israel -armado hasta los dientes, financiado sin condiciones y diplomáticamente blindado por Washington- lanzó una ofensiva aérea masiva bajo el nombre de “Operación León Naciente.” Más de cien objetivos en Irán fueron alcanzados: instalaciones nucleares, fábricas de misiles balísticos, y las viviendas de altos mandos del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica. No fueron actos de defensa. Fueron ejecuciones extrajudiciales. Entre las víctimas hubo científicos nucleares y líderes militares, figuras centrales de la soberanía iraní frente a un orden internacional estructurado para mantener la supremacía occidental.
La respuesta iraní no fue un arrebato irracional, sino el ejercicio legítimo y calculado de su derecho a la autodefensa. Teherán ha estado ejecutando una ofensiva precisa y cuidadosamente calibrada con misiles y drones, que no sólo desbordó los sistemas de defensa israelíes, sino que logró lo impensable: perforar la tan glorificada Cúpula de Hierro y golpear con fuerza zonas estratégicas en pleno Tel Aviv. Fue una operación quirúrgica, no simbólica, que demostró capacidad técnica, soberanía operativa y voluntad política.
Pero esto no es un caso de destrucción mutua asegurada. No es locura. Es cálculo. Lo que se está llevando a cabo es una desestabilización meticulosamente gestionada. Irán no está siendo derrotado: está siendo atacado por negarse a arrodillarse. No es su amenaza nuclear la que enfurece a las potencias occidentales, sino su negativa a convertirse en otro Estado cliente y ejercer su soberanía.
En esta campaña no se busca la paz, ni siquiera la victoria. Se busca el colapso. La “reconstrucción” llegará después, ofrecida como caridad neoliberal por los mismos actores que financiaron la destrucción. Y si los iraníes se resisten a ser domesticados, serán presentados como fanáticos o terroristas. Es un guión viejo. Lo han hecho antes.
Llamar “incontrolable” a la actual escalada es confundir el escenario con el guión. Esto no es una crisis que se desborda; es la ejecución milimétrica de una estrategia. Y no fue concebida ni en Teherán ni en Tel Aviv, sino en los despachos de estrategia occidental y las oficinas de corretaje financiero del Golfo. La devastación que hoy azota tanto a Irán como a Israel no es producto del caos, sino de un agotamiento planificado. Ninguno de los dos Estados está siendo “derrotado” en el sentido clásico. Ambos están siendo drenados, desarmados, debilitados, no mediante diplomacia, sino mediante desgaste.
Esto no es una guerra para ganar o perder. Es una guerra para erosionar, hasta hacer desaparecer, los últimos vestigios de soberanía militar efectiva en Asia Occidental. Irán no se está colapsando: está siendo empujado, paso a paso, hacia un “nuevo orden regional” no impuesto por la razón, sino por la promesa condicionada de reconstrucción.
Las monarquías del Golfo -Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar- se han presentado ante el mundo como las nuevas “fuerzas de moderación” en el conflicto. Se ofrecen como mediadores imparciales, gestores de reconstrucción y garantes de estabilidad regional. Pero sería ingenuo -o deliberadamente ciego- tomar este gesto por filantropía. Lo que se anuncia como ayuda es, en realidad, inversión estratégica. Quien financie la reconstrucción de la infraestructura iraní o la rehabilitación del sistema de defensa israelí no estará prestando asistencia: estará comprando acceso, moldeando políticas y asegurando subordinación.
Estas no son donaciones. Son apuestas geopolíticas con retorno esperado. Los fondos soberanos del Golfo -entre los más grandes del mundo- ya han sido movilizados en otras zonas devastadas, desde Siria hasta Gaza, siempre con condiciones. Hoy, frente a una región extenuada por el fuego cruzado y las sanciones, los contratos de “reconstrucción” se convierten en los nuevos instrumentos de dominación.
El Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo no actúa como un cuerpo de paz, sino como un consorcio de intereses. Quienes se integren a sus esquemas financieros lo harán a costa de su soberanía. El proyecto no es reconstruir para liberar, sino reconstruir para domesticar.
El Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo no actúa como un cuerpo de paz, sino como un consorcio de intereses económicos y estratégicos. Quienes se integren a sus esquemas financieros lo harán a costa de su soberanía. El proyecto no es reconstruir para liberar, sino reconstruir para domesticar. Lejos de consolidarse como una fuerza de paz, el Consejo opera como el fideicomisario de una dependencia regional cuidadosamente administrada. No necesita desplegar tanques; le basta con licitaciones. Así es como se neutraliza la soberanía en el siglo XXI: no con cañones, sino con contratos.
Frente a esta maquinaria, los BRICS -en particular Rusia y China- ofrecen una alternativa incipiente, aún limitada, pero históricamente significativa. Mientras Occidente disfraza el saqueo como “reformas estructurales” y los Estados del Golfo se presentan como filántropos de posguerra, Pekín y Moscú han promovido principios básicos de respeto a la soberanía, no-intervención y desarrollo mutuo. La Iniciativa de la Franja y la Ruta, plantea una lógica distinta: integración sin destrucción previa. Cooperación sin bombardeos como prólogo.
Pero el enemigo es persistente. Ya no se requieren tropas de ocupación ni planes del FMI: basta con la penetración del capital especulativo. Aquí es donde actúa el verdadero arquitecto de la dependencia: el Capital Financiarizado Global. Una vez agotadas las capacidades militares de Irán e Israel, ese capital se desplegará, no como gesto de paz, sino como instrumento de domesticación. Lo que no logró la guerra, lo impondrá la deuda. La política exterior se redactará, no en nombre de la dignidad nacional, sino al ritmo de los mercados.
Incluso Gaza, durante décadas símbolo moral de la dignidad árabe, está siendo transformada. Ya no como bandera de resistencia, sino como activo financiero en el portafolio de las monarquías del Golfo. La “reconstrucción” será financiada por Riad, Doha o Abu Dabi, pero no como acto de justicia, sino como inversión con retorno. Si Israel acepta integrarse a la lógica del capital, Gaza no será liberada: será explotada.
En este contexto, China y Rusia representan -con todas sus limitaciones- una contención parcial al despojo globalizado, una resistencia estructural al poder de los bancos y los fondos. No se trata de idealizarlos, sino de reconocer que, en un mundo donde los contratos reemplazan a la soberanía y las bombas preparan el terreno para BlackRock, cualquier atisbo de orden alternativo merece ser defendido.
Esto no es paz. Es pacificación. Y no se impone con drones ni tanques, sino con calificaciones crediticias y garantías de liquidez. El objetivo no es resolver los conflictos de la región, sino volverlos manejables, previsibles y, en última instancia, rentables.
Estamos presenciando el acto final de una operación largamente preparada. El modelo de resistencia en Asia Occidental no está siendo debatido ni reformado: está siendo desmantelado de forma sistemática. La ilusión de disuasión mutua -invocada durante años para explicar la tensa estabilidad entre las potencias regionales- se ha derrumbado. Lo que queda es una convergencia controlada: los dos últimos Estados de la región capaces de sostener una resistencia militar autónoma -Irán e Israel- están siendo neutralizados al unísono. No porque compartan valores, sino porque representan, de distintas maneras, un obstáculo al nuevo orden post-soberano que se está imponiendo en la región.
Esto no marca el fin de la guerra, sino el comienzo de una paz gerenciada, donde la violencia abierta es sustituida por un orden tecnocrático diseñado para preservar la arquitectura de poder. El vacío dejado por unas fuerzas armadas exhaustas no será llenado por movimientos de liberación ni por diplomacia desde abajo, sino por burócratas financieros, organismos multilaterales y empresas privadas con contratos en la mano. La autonomía estratégica de Irán está siendo progresivamente erosionada bajo la presión de sanciones, aislamiento y promesas condicionadas de reconstrucción. Israel, por su parte, no está siendo derrotado por la resistencia árabe, sino humillado por la caída del mito de su invulnerabilidad militar, y contenido -no por principios- sino por el capital del Golfo, que va a exigir estabilidad para proteger sus inversiones.
Ambos Estados están siendo rediseñados para ajustarse a un nuevo marco regional donde la moneda de cambio no es la legitimidad ni la autodeterminación, sino la liquidez. La región no se encamina hacia una reconciliación basada en justicia, sino hacia una recalibración funcional al mercado: una paz de gestoría, no de principios. En este nuevo paradigma, la soberanía es tolerada sólo si no interfiere con los flujos de capital. Y quienes se resistan, serán marginados. O reconstruidos.
La llamada “influencia” de Estados Unidos en este conflicto no responde a intereses nacionales ni a principios democráticos. Es, sencillamente, la extensión práctica del poder del capital financiero global, que utiliza a Washington como su ejecutor político y militar. No hay ninguna decisión que se tome en nombre de la justicia, la legalidad internacional o la paz. Lo que se impone es un sistema en el que el bombardeo prepara el terreno para el contrato, y la devastación garantiza la obediencia.
En este esquema, las monarquías del Golfo ya no son simples beneficiarias del paraguas militar estadounidense: se han convertido en cómplices activos y codiseñadores del nuevo orden regional. Arabia Saudita, Emiratos y Qatar no están “equilibrando” el poder regional, lo están capitalizando. Su papel es claro: ofrecer reconstrucción a cambio de subordinación, comprar influencia con licitaciones, imponer condiciones políticas mediante inversiones. Están reconfigurando su lugar en el sistema mundial no como actores soberanos, sino como administradores regionales del capital transnacional. En un mundo que se encamina hacia la multipolaridad, el Golfo ha decidido no desafiar el orden existente, sino convertirse en su gerente regional.
Al mundo se le dirá que esto es paz. No lo es. No es reconciliación. Es un reinicio. Y no concebido en Teherán o Tel Aviv, sino en Davos y Dubái. Quienes lo diseñan no hablan el lenguaje de la justicia, de la dignidad ni de la liberación. Hablan únicamente en la lengua fría y precisa del análisis costo-beneficio y del retorno de la inversión futura.
Este es un adelanto de nuestro libro “IRÁN y sus Fuerzas Armadas. Su particular Sistema de Defensa y Seguridad”, donde transcribimos el primer capítulo de dicha obra, que pronto estará a la venta como también gratis en PDF. Transcribimos el capítulo dedicado a la Guerra Irán Irak, cumpliéndose este 2025, 45 años de su inicio.
Por el Dr Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Mg. en Defensa Nacional.
La guerra desatada en 1980, siendo la justificación una serie de reclamaciones territoriales, escondía intereses mucho más complejos tanto de actores regionales como extrarregionales. El detonante fue la denuncia del Tratado de Argel por la cuestión del Shatt al-Arab, por parte de Irak, escalando el conflicto, en atención que consideraba que Irán bajo el nuevo gobierno revolucionario, estaba completamente vulnerable. El resultado fue la consolidación del régimen establecido en 1979, con el derrocamiento de la dinastía Pahlevi y una verdadera “escuela” donde se forjaron los futuros mandos de las Fuerzas Armadas iraníes, especialmente el Ejército de los Guardianes de la Revolución Islámica (“pasdaran”).
Las pérdidas sufridas, el aislamiento internacional que padeció Irán durante el conflicto, sin ninguna duda marcó el pensamiento en materia de Defensa Nacional para Teherán. En este capítulo de manera sintética, hablaremos los puntos más destacables del conflicto.
Los objetivos de los beligerantes, tomando en cuenta la bibliografía existente:
a) Irak.
Control efectivo sobre la vía fluvial Shatt el Arab, dejando sin efecto las obligaciones del Acuerdo de Argel de 1975.
Ocupación de la provincia iraní de Juzestán, con una importante población árabe y rica en recursos petroleros.
Proyección sobre el Golfo Pérsico.
Eliminación del régimen revolucionario iraní instaurado en 1979.
b) Irán.
Mantenimiento del statu quo resultado del Acuerdo de Argel de 1975 respecto al Shatt el Arab.
Proyección de la Revolución Islámica, dado que la mayor parte de la población de Irak es chií.
Mantener el control de la provincia de Juzestán.
Las Fuerzas Armadas de Irán, durante el reinado del sha Mohammad Reza Pahlevi, habían alcanzado teóricamente un alto nivel de desarrollo, gracias a los ingresos petroleros y la estrecha alianza con Occidente, permitiendo adquirir modernos sistemas de armas, pero con una fuerte dependencia del asesoramiento extranjero para su operación y mantenimiento. Las inversiones se orientaron a las fuerzas terrestres y aéreas, bajo los sueños del sha de convertir a Irán en la primera potencia del Próximo Oriente. En este proceso, también se sentaron las bases para el desarrollo de una industria de defensa local.
El despliegue de las fuerzas armadas estaba orientado, especialmente hacia la frontera con Irak, considerado la principal hipótesis de conflicto, por el viejo conflicto del Shatt al-Arab. Esto tuvo sus ventajas a la hora de responder ante el ataque iraquí.
El triunfo de la Revolución Islámica de 1979, significó una crisis para las Fuerzas Armadas, por las deserciones, purgas, ejecuciones de altos mandos y el exilio de muchos cuadros capacitados. El retiro de millares de asesores extranjeros, afectó también la operación de sistemas de armas complejos, especialmente para la Fuerza Aérea.
Los grupos paramilitares islamistas, se transformaron por orden del ayatolá Jomeini, en la base de un nuevo ejército, que en una primera instancia iba absorber las fuerzas armadas heredadas de tiempos del sha. Finalmente, se transfomó en otra fuerza armada, con rango constitucional: el Ejército de los Guardianes de la Revolución Islámica, cuyo proceso de expansión en plena guerra con Irak incluyó la creación de las armas aérea y naval, además de una milicia popular, conocidos como Basij.[1]
El liderazgo iraquí consideró que la delicada situación de las fuerzas armadas iraní y la inestabilidad derivada del nuevo régimen imperante en Teherán, jugaba a su favor en el marco de una acción militar. Irak tenía fuerzas armadas modernas, pero su alto mando, estaba altamente politizado y los ascensos estaban marcados por lealtades de clan, influencias políticas, más que por talento profesional. La personalidad de Saddam Hussein no ayudaba, siempre temeroso de un golpe de estado, llevó a cabo violentas purgas y ejecuciones de altos oficiales, afectando la conducción estratégica y operacional de las fuerzas armadas de Irak.
Primera fase de la guerra (22 de septiembre de 1980 – enero de 1981)
En septiembre de 1980,[2] las fuerzas de Irak, lanzaban la Operación Kadisiya, en honor a la batalla librada por las tropas árabes en 637, que derrotaron a las fuerzas del imperio persa sasánida.
En cuanto al despliegue inicial de las fuerzas en el Teatro de Operaciones, en las fases iniciales de la guerra:
a). Frente Norte, siendo el centro de gravedad: Kirkuk. Los iraquíes desplegaron cuatro divisiones de infantería, siendo la reserva un Cuerpo de Ejército. Lo iraníes contaban con dos divisiones de infantería.
b) Frente Centro. El centro de gravedad era Bagdad: los iraquíes tenían dos divisiones de infantería, una división mecanizada y una división blindada. Irán contaba con una división de infantería y otra blindada.
c) Frente Sur. Centro de Gravedad: Kasiriya. Irak contaba con dos divisiones mecanizadas, dos divisiones blindadas y un Cuerpo de Ejército como reserva.
d) Reserva Estratégica: Irak contaba con una división blindada y formaciones de apoyo en Bagdad. Irán en Teherán, tenía dos divisiones mecanizadas y una blindada.
El Objetivo Estratégico Operacional fijado por Irak fue la conquista y ocupación de las ciudades iraníes de ciudades de Abadan y Khorramshar, eventualmente Ahwaz y especialmente, la ciudad de Dezful, la terminal petrolera de la isla Kharg y el puerto de Bandar Chapur. Esto estaba en consonancia con la materialización de los Objetivos Político y Militar: el control del Shatt al- Arab y de la provincia iraní de Juzestán. De lo enunciado se desprenden dos Direcciones Estratégicas Operacional Principal y Secundaria.
En cuanto a las Direcciones Estratégicas:
a) Estratégica Operacional Principal: ubicada en el sur del Teatro de Operaciones se materializa en el eje Basora – Khorramashar – Abadán. Estaba en relación con los objetivos fijados por los reclamos de Irak. Estaban asignados los medios con suficientes capacidades para llevar alcanzar los objetivos fijados por el nivel estratégico, incluyendo la ocupación de la provincia iraní de Juzestán.
b) Estratégica Operacional Secundaria: ubicada en el Frente Centro, con eje en Bagdad – Ghasr e Chirin, abriendo la posibilidad de la prolongación hacia el interior de Irán.
En el sector Sur, los iraquíes no concentraron todo su poder de combate, a pesar de ser el principal objetivo de la guerra. Asimismo, la distribución de objetivos responde al concepto de “ataque frontal” y no la clásica maniobra de envolvimiento, rodeo o ruptura, siendo lo ideal en este tipo de operaciones militares. Las razones posibles que el alto mando iraquí adoptó la división del teatro de operaciones en tres sectores y optara por la idea de un ataque frontal, se debía posiblemente a cuestiones internas del país. En el norte, la población kurda tenía una relación conflictiva con Bagdad y podía impulsar a Irán apoyar una rebelión de mayor magnitud. También estaban los importantes pozos petroleros de Kirkuk. En la región central, Bagdad está a solo 150 km de la frontera iraní.
El Objetivo Estratégico Operacional desde el lado de Irán, consistió en la recuperación de los territorios ocupados por el enemigo y la ocupación de lugares puntuales en Irak, debilitando su capacidad ofensiva, garantizando el mantenimiento de las regiones recuperadas. La captura de la terminal petrolera de Fao, el intento de capturar los pozos petroleros de Kirkuk y el asegurar el control del Shatt el Arab, con la ocupación de Basora. Los iraníes en una primera instancia, a diferencia de los iraquíes, adoptaron un criterio de economía de fuerzas, sin buscar cubrir todo el frente. Organizaron un dispositivo de defensa en profundidad, por medio de escalones y con una adecuada reserva dispuesta para acudir cuando sea necesario en cualquier punto del frente.
Tropas iraníes usando máscaras. Irak hizo un empleo extensivo de armas químicas, prohibidas expresamente por el derecho internacional.
Las fuerzas iraquíes lanzaron operaciones aéreas a escala contra la industria petrolera iraní y bases de la Fuerza Aérea Iraní. En el frente norte, Irak mantuvo una actitud defensiva. La ofensiva en el sur perdió empuje, dado la enconada resistencia iraní, impulsando a Bagdad a lanzar acciones en Judeimaniyeh y Marivan. En dicho sector la principal victoria de Irak fue la captura del puerto de Khorramashar en octubre de 1980, luego de un mes de dura resistencia iraní. Esta localidad era la llave de acceso a las ciudades de Ahwaz y Abadan, y por ende significaba la conquista de Juzestán. La eficaz defensa iraní, permitió el repliegue del ejército de manera ordenada. El régimen internacional de sanciones a Irán, obligó a los estrategas de Teherán a reorganizar la logística, apelar el mercado negro y movilizar los recursos nacionales para apoyar el esfuerzo de guerra.
En esta etapa del conflicto, las fuerzas iraquíes sitiaron la ciudad de Abadan, sede entonces de una de las refinerías más grandes del mundo, donde la resistencia en una primera etapa estuvo en manos de los pasdaran y milicias Basij. En estas batallas, se formaron jóvenes mandos de dichas organizaciones militares, que operaban separadas del ejército. Recién en 1982, comenzaron a funcionar de manera conjunta (en el plano táctico) cosechando numerosos éxitos en el campo de batalla.
La Operación Morvarid (Perla) llevada a cabo de manera conjunta entre la Armada y la Fuerza Aérea iraní, desarrollada en noviembre de 1980, tuvo como resultado la destrucción de las dos terminales petroleras más importantes de Irak: Mina al Bakr y Khor-al-Amaya, además de la destrucción de gran parte de la Marina iraquí e instalaciones de radar. Este tipo de operaciones, puso en evidencia, que los cuadros que sobrevivieron a las violentas purgas y ejecuciones de los primeros días de la Revolución, eran competentes y buenos profesionales.
Piloto iraní y el F 14, poderoso caza adquirido en tiempos del sha.
Pronto las fuerzas iraquíes adoptaron una postura defensiva, una vez cumplido los objetivos a la espera de iniciar un proceso de negociaciones. En el sector central, los iraquíes capturaron Qasr el Chirine y Mehran, desaprovechando las ventajas para poder seguir avanzando hacia el interior de Irán, donde la defensa iraní era claramente inconsistente.
El ataque al puerto iraquí de Fao, por parte de comandos navales iraníes en noviembre de 1980, puso en evidencia la capacidad en el campo de las operaciones especiales de las fuerzas armadas persas. Irak se vio obligado a enviar su petróleo vía Siria, siendo objeto el oleoducto empleado para tal fin de una sofisticada operación de fuerzas especiales iraníes.
Los iraníes tenían serios problemas en el plano estratégico, dado el enfrentamiento entre el presidente Banisadr, el Consejo de Defensa Nacional y el liderazgo religioso, que se reflejaba en el campo de batalla, siendo el resultado la derrota de la batalla de Defzul. Asimismo, se observa el desarrollo de tácticas, mal llamada de “oleada humana” protagonizadas por las milicias Basij. Esto consistía en el empleo de grupos de tiradores de veinte efectivos, avanzaban hacia objetivos específicos, dando la impresión de “oleada” para abrumar defensas iraquíes en puntos débiles. Estas tropas con equipo ligero, actuaban generalmente de noche, combinando la infiltración y la sorpresa, a pesar del alto costo en vidas – millares murieron en los campos de batalla – generaron serios contratiempos a los iraquíes. Los combatientes fueron instruidos en técnicas de infiltración, logrando en muchos casos golpear centros de comunicaciones y puestos de mando. Dicha táctica permitía rodear a grandes unidades de combate, permitiendo a los iraníes llevar a cabo una verdadera guerra de maniobras.
La falta de armas pesadas y los problemas de coordinación en el nivel estratégico entre los dos “ejércitos” iraníes, impidieron llevar a cabo batallas decisivas. No obstante, en el plano táctico, las distintas ramas militares iraníes actuaron de manera coordinada.
La táctica de “oledada humana” fue empleada a escala en la ciudad de Bostan, en el marco de la Operación Tariq al Quds (Camino a Jerusalén). En la conducción participó el competente teniente general Ali Sayyad Shirazi. Esta batalla fue un antes y después de la guerra a partir de ese momento, Irán tomó la iniciativa, llevando a cabo unas 70 ofensivas, centrándose especialmente en el frente sur, con el objetivo de capturar la ciudad de Basora y hacerse con los importantes pozos petroleros, que impactaría directamente en el esfuerzo de guerra iraquí y en segundo lugar, en el frente norte, los iraníes con apoyo de grupos armados kurdos, buscarían también ir por la ciudad de Kirkuk y la importente actividad petrolera, afectando la economía de Irak y obligando a dividir fuerzas.
El competente general Ali Sayyad Shirazi, comandante en jefe del Ejército iraní en la guerra de Irán Irak.
Esta fase de la guerra se cerró con el ataque iraní a la base aérea H 3 de Irak, ubicada a 430 km de Bagdad, en pleno desierto. Una fuerza formada por ocho cazabombarderos F-4 Phantom, cuatro F-14 Tomcat (posiblemente empleados como mini AWACS) tres aviones cisterna de reabastecimiento Boeing 707 y un avión de mando Boeing 747, destruyeron más de 27 cazas iraquíes. Las sanciones internacionales limitaron la operatividad de la Fuerza Aérea iraní, que mantuvo un rol netamente defensivo y que impulsaría el desarrollo de tácticas con misiles balísticos.
Tapa del libro próximo aparecer, donde publicamos uno de sus capítulos en este Blog como adelanto.
Segunda Fase. Reorganización de las Fuerzas Armadas iraníes. Contraofensiva (enero de 1981- diciembre de 1982).
En esta fase se destaca por la liberación de la provincia de Juzestán. El régimen consideró que la paz solo podría alcanzarse con la caída del gobierno del Baas de Saddam Hussein, exportando la revolución islámica a Irak, quedando reflejado la aspiración de constituir un eje Beirut, Damasco, Bagdad y Teherán. Muchos años después este proyecto se mantuvo vigente en el marco del llamado “Eje de la Resistencia”.
La Operación Fath-ol-Mobin (Victora Innegable) liderada por el general Ali Sayyad Shirazi que culminó en la batalla de Sush, liberando el sur de Irán de la presencia iraquí. Los iraníes mostraron capacidad para operaciones de armas combinadas, destacándose acciones de asalto aéreo con helicópteros CH 47 Chinook.
La Segunda Batalla de Jorramashahr – Operación Beit ol-Moqadda – fue una victoria iraní, observándose una mayor cooperación entre los dos “ejércitos” y las milicias Basij.
En materia de operaciones especiales, los iraníes mostraron especial talento en acciones contra la red de oleoductos que conectaban los pozos iraquíes con Siria y Turquía (enero de 1982). Esto impulsó a Irak a construir alternativas a través de Arabia Saudita, con sus costos asociados. Las acciones fueron llevadas a cabo no solo en Irak, sino en los territorios de Líbano y Turquía. La inteligencia iraní sin ninguna duda tuvo un papel destacado y supo explotar con habilidad la vulnerabilidad (salvo Siria que era afín a Teherán) de los actores involucrados para infiltrar tropas tipo comando. Las fuerzas iraníes cosecharon una amplia experiencia, incluyendo el denominado Departamento 900, un organismo especial de inteligencia, germen de la futura Fuerza Quds de los pasdaran.
Prisioneros iraquíes.
Tercera Fase. Desgaste mutuo. Operaciones en el ámbito del Golfo Pérsico y la guerra de los “tanqueros” (1983-1988)
Irak recibió apoyo occidental, incluyendo a Estados Unidos, proveyendo inteligencia y equipamiento. Europa también vendió armamento y las monarquías del Golfo Pérsico, brindaron generosos préstamos. Incluso se vendieron productos químicos, que Irak le daría un uso militar, ante la indiferencia de Occidente. El gobierno de Bagdad hizo un llamado a las negociaciones y un cese del fuego, rechazado por Irán, quién exigió el cambio de régimen político, apoyando la creación de un gobierno en el exilio con su rama militar.
Los beligerantes no tienen la capacidad de imponerse a su adversario. El objetivo iraquí de provocar un colapso del régimen, tuvo un efecto contrario. La guerra movilizó a la población iraní y Jomeini consolidó su posición en su llamado a la “resistencia” y “guerra santa” contra los invasores. Las conquistas territoriales iraquíes, de por sí limitadas, comparadas con los medios empeñados y objetivos fijados por el nivel estratégico, fueron perdidas por la contraofensiva iraní.
En 1984, Irak gracias al reequipamiento de su Fuerza Aérea, pronto recuperó capacidades y declaró que todos los buques destinados a puertos iraníes serían objetivos militares. El primer ataque fue contra la isla de Kharg, importante terminal petrolera iraní. El objetivo era provocar que Teherán cerrara el Estrecho de Ormuz y ello motivara la intervención de Estados Unidos. Situación que no ocurrió, en cambio, si bloqueó el tráfico mercante dirigido a Irak. Las Fuerzas Navales de los pasdaran comenzaron a desarrollar tácticas de guerra asimétrica en el mar con lanchas rápidas, generando importantes daños al tráfico mercante. A pedido de Kuwait, sus buques fueron protegidos por la Armada de Estados Unidos.[3] Los seguros marítimos se dispararon.
Entre los años 1985-86 se produjeron reuniones secretas entre Teherán y Washington. El acercamiento fue motivado, entre otras cosas, por la necesidad de lograr la liberación de siete rehenes estadounidenses retenidos en Líbano, en manos del grupo terrorista Hezbollah, controlado por Irán. Por razones políticas, el presidente Reagan asumió el compromiso de su liberación ante su electorado. En la venta de las armas para Irán, intervino Israel y el dinero iba ser destinado a financiar la insurgencia (los “contras”) que luchaba contra el régimen sandinista de Nicaragua. En su momento fue un escándalo nacional en Estados Unidos. Los iraníes obtuvieron un importante lote de misiles antitanque TOW, vitales para lidiar contra la amenaza blindada iraquí, además de misiles antiaéreos Hawk y algunas fuentes mencionan repuestos para los poderosos cazas F-14 Tomcat.
La guerra de las ciudades, fue iniciada por Irak en 1984, no solo con ataques aéreos, sino con misiles balísticos, centrándose en grandes ciudades, tanto contra objetivos civiles como industriales. Irán llevó a cabo represalias contra Mosul, Kirkuk y Bagdad. Irak en 1987 lanzó un ataque químico contra la ciudad de Sardasht. A pesar de las protestas de Irán, la comunidad internacional no hizo nada y no se adoptaron sanciones contra el empleo de armas prohibidas expresamente por el derecho internacional. El entonces presidente del parlamento iraní, el influyente Hashemi Rafsanjani, declaró abiertamente sobre la necesidad que su país desarrollada armas nucleares. Miles de civiles murieron durante la llamada “Guerra de las Ciudades”. En dicho año, las fuerzas iraníes intentaron capturar Basora, movilizando a 100.000 efectivos, logrando alcanzar el río Tigris.
En 1985 se libró la Batalla de las Marismas de Howeszah, encabezada por la División Iman Hussein de la Guardia Revolucionaria y con apoyo de las 92 División Blindada del Ejército. Esta tuvo un alto costo en vidas humanas por parte de los iraníes, dado que muchos de los combatientes, eran simples milicianos Basij, con instrucción básica y por el empleo a escala de armas químicas por parte de Irak. Los iraníes a pesar de las enormes pérdidas – se estima en más de 20.000 – logró ocupar la isla Majnun, donde se ubicaban importantes yacimientos petroleros. Las mejoras en materia de defensa estática de las tropas iraquíes, impulsaron a los mandos iraníes a perfeccionar tácticas de infiltración, combate nocturno, operar en zonas pantanosas y guerra de montaña. Los pasdaran recibieron instrucción anfibia para operar en las marismas del sur de Irak, además de perfeccionar tácticas de asalto aéreo.
Soldado iraní en las marismas del sur de Irak. by Alfred Yaghobzadeh
Las fuerzas especiales iraníes adquirieron valor, para compensar las limitaciones materiales. Dos brigadas de comandos navales llevaron a cabo operaciones exitosas de reconocimiento, señalando objetivos iraquíes y realizando a cabo golpes de mano.
Los iraquíes consideraban las marismas como una barrera defensiva difícil de sortear y confiaron en su poder de fuego y aviación táctica, como herramientas disuasivas. El ataque iraní sorprendió a los mandos del ejército iraquí. El objetivo era la captura de Basora, acción que se había visto frustrada por la Operación Amanecer V.
La Ofensiva Kheibar – como denominaron los iraníes la batalla de las Marismas – con 250.000 efectivos, pero las limitaciones en materia de apoyo aéreo, artillería y blindados, impidieron cumplir con el objetivo de tomar Basora. El contraataque iraquí, permitió recuperar la isla de Majnun, pero a costa de grandes pérdidas, estimándose en 12.000 soldados (9.000 de ellos muertos) y el tener que recurrir a las armas químicas.
En la guerra, los iraníes, empezaron a utilizar los drones Mohajer 1, empleados para misiones de reconocimiento. La Guardia Revolucionaria y los Basij, adquirieron una estructura más convencional, mejoras en el entrenamiento y armamento. En todo el país se crearon centros de instrucción de voluntarios de todas las edades, incluso mujeres, tomando en cuenta las lecciones de campo de batalla.
Los iraquíes habían mejorado su capacidad de combate, pero el alto costo de las operaciones, llevó al mismo Saddam Hussein, a plantear la idea de alcanzar una solución negociada en el marco de las Naciones Unidas. Irán rechazó esta postura, el conflicto sirvió para fortalecer el régimen revolucionario, aglutinar a la población en torno a una causa nacional. Teherán consideraba viable una ofensiva para capturar la misma capital iraquí, Bagdad, apoyaba la insurgencia kurda como herramienta para debilitar el frente interno iraquí.
En abril de 1985, Bagdad fue atacada con misiles balísticos por parte de Irán, a lo largo de doce dias. Dichas armas fueron provistas por Libia. En este conflicto, dado las limitaciones de la Fuerza Aérea iraní por los embargos, comenzó a desarrollarse la doctrina militar sobre el empleo de este tipo de sistemas en manos del entonces recién creada Fuerza Aeroespacial de la Guardia Revolucionaria.
Irak sentía el peso de la guerra en su economía y tenía problemas de reponer las cuantiosas pérdidas en vidas humanas. Ello no impidió recuperar terreno perdido y mejorar sus defensas, gracias a compras millonarias de armamento tanto occidental, como soviético y chino. Las fuerzas armadas iraquíes, mostraron mejor organización que los iraníes, que hacían uno uso masivo de importantes reservas de recursos humanos. El fervor religioso no podía suplir las carencias materiales iraníes, por los embargos internacionales.
En 1986, los iraníes lanzaron la Operación Wal Fajr 8, a través de un asalto anfibio en el Shatt al- Arab por varios puntos en al sureste de la ciudad iraquí de Fao, con la finalidad de bloquear la salida de Irak al mar. Este fue rechazado por una dura defensa iraquí, costándole a Irán importantes pérdidas. Por su parte, las fuerzas de Teherán rechazaron los contraataques iraquíes para reconquista las islas Majnun y Umm Al- Rattas situadas al norte de Fao. En estas acciones los iraníes denunciaron el uso de armas químicas, negadas por Irak.
En 1987 los bandos en pugna, no buscaban una derrota, sino obligar al adversario a sentarse a la mesa de negociaciones, teniendo como objetivo minar la moral en el frente interno. Los iraníes lanzaron la última gran ofensiva: Kerbala V, con el objetivo de conquistar Basora. Batalla librada entre el 8 de enero de 1987 al 26 de febrero de dicho año, sin éxito, por la resistencia iraquí. Por la cantidad de efectivos, bajas y magnitud de los combates, es considerada la batalla más grande de la guerra.
La Operación Conquista 5, esta vez tuvo como objetivo incentivar la insurgencia kurda, buscando distraer fuerzas a Bagdad y quebrar el frente interno iraquí. Los iraníes comenzaron a desarrollar su peculiar estrategia de apoyar “proxies” o agentes desestabilizadores, por medio de “guerras por delegación.” Cabe recordar que esos años, un naciente Hezbollah en Líbano recibía el apoyo de los Pasdaran.
En las últimas etapas de la guerra, Irán tenía signos de agotamiento, la población mostraba signos de cansancio, dado las enormes bajas en el frente de batalla. Irak se vio reforzado que pudo reconstruir sus fuerzas armadas. Esto le permitió sostener acciones defensivas, generando graves pérdidas a los iraníes, como quedó reflejado en la Operación Kerbala 5, uno de los intentos de capturar Basora. La moral comenzó a decaer. No cabe duda que el uso de armas químicas por parte de los iraquíes contra civiles y militares iraníes, minó el espírituo combativo. Los embargos internacionales, llevó a Irán a desarrollar una importante industria, capaz de producir misiles balísticos (Shabab 1), drones, misiles antitanque, misiles antibuque, municiones y piezas de artillería.
Las milicias Basij y los Pasdaran que se nutrían de voluntarios, no podían reclutar suficientes soldados para mantener la táctica de “oleadas” y el esfuerzo recayó en el ejército de reclutamiento obligatorio. El comandante del los Guardianes de la Revolución, Mohsen Rezaee, anunció el fin de los ataques a gran escala, reemplazado por el apoyo a la oposición armada en Irak, acciones de infiltración y ataques limitados. El frente norte cobró mayor relevancia, al apoyar a los guerrilleros kurdos. En la guerra de montaña, los iraníes se mostraron competentes y las diversas ofensivas les permitieron llegar a ciudades como Suleimanya, rechazados por el uso a gran escala de armas químicas por parte de Irak. Las fuerzas combinadas kurdo-iraníes amenazaron la ciudad petrolera de Kirkuk.
En 1988 en la última edición de la “guerra de las ciudades” las fuerzas iraquíes, emplearon misiles balísticos, muchos con armas químicas que provocó la salida del 30% de la población de Teherán. La Fuerza Aérea iraquí, contaba con munición guiada, mejorando su precisión, unido al empleo de tripulaciones extranjeras, mejor entrenadas, los daños a la infraestructura económica iraní fueron mayores. Las últimas operaciones iraníes volvieron a centrarse en el norte, llegando a las puertas de Kirkuk. La incapacidad iraquí de rechazar la infiltración iraní, los llevó al uso de armas químicas – prohibidas por el derecho internacional humanitario – obligó al repliegue de los supervivientes. La población kurda de Halabja, fue objeto de una atroz venganza, donde miles murieron por un ataque químico ordenado por Saddam Hussein.
Tropas iraníes en el norte de Irak en 1987.
Los iraquíes recuperaron el puerto de El Fao y todo el sur de Irak, controlado por los iraníes, haciendo un uso extensivo de armas químicas. Estados Unidos en el mes de abril lanzó la operación Mantis Religiosa, como represalia por los serios daños a una fragata de la Marina estadounidense por una mina marina iraní. El enfrentamiento generó serios daños a instalaciones petroleras iraníes, la pérdida de una fragata, buques lanzamisiles y otras embarcaciones. No obstante, las fuerzas navales de los pasdaran siguieron operando con sus lanchas artilladas.
En el final de la guerra los iraquíes lanzaron la Operación Tawakalna ala Allah (Ponemos confianza en Dios) entre los meses de abril a julio de 1988. La grave situación de las fuerzas iraníes, llevó a poner énfasis a expandir la insurgencia en Irak, siendo exitoso esta política en Kurdistán, donde Irán mantuvo un alto grado de control. El uso masivo de armas químicas, provocó terribles pérdidas en las tropas iraníes. En junio de 1988, las fuerzas de Teherán atacaron el palacio presidencial en Bagdad con su aviación de combate. A pesar de las terribles pérdidas y una moral menguante, el Consejo de Defensa iraní ordenó un contraataque con batallones pasdaran, pero la superioridad iraquí en equipamiento, le permitió llevar a cabo acciones en el frente central, generando una dura derrota a Irán. En esta victoria iraquí, las armas químicas fueron un factor decisivo.
En el norte la organización guerrillera marxista MEK (Mujahadeen-e-Khalq o Combatientes del Pueblo) lanzó una ofensiva arrollando en Mehran una división de los pasdaran. La respuesta vino del ejército regular bajo el mando del competente general Shirazi, lanzando la Operación Mersad, que terminó en la muerte de 4.000 insurgentes y la liberación de las localidades ocupadas por dicha organización.
Los iraquíes llegaron avanzar 30 km dentro de territorio iraní en el frente central, tomando varios miles de prisioneros. Finalmente, el líder supremo iraní, ayatolá Jomeini aceptó el cese el fuego aprobado por la resolución 598 de Naciones Unidas. El 20 de agosto habían cesado los combates, semanas después, las fuerzas iraníes evacuaban el Kurdistán iraquí. En 1990, fue alcanzada la paz entre las partes en el mes de agosto, sobre la base del status quo ante bellum.
Ataque iraní a la base aérea H 3
El horrible sacrificio
A diferencia del régimen iraquí, que hizo todo lo posible por proteger a su pueblo de los efectos de la guerra, los líderes religiosos de Teherán vieron la guerra con entusiasmo, considerándola una oportunidad para unir a la nación tras la revolución, eliminar la oposición interna y promover la visión de Jomeini de exportar el mensaje islámico iraní a todo el mundo. El conflicto con Irak tuvo su impacto en las luchas por el poder entre las facciones revolucionarias, siendo ejemplo de ello, la salida de Bani Sadr como presidente, que terminó en el exilio.
Los líderes iraníes desconfiaban de las fuerzas armadas, por ser una herencia de la época imperial. Esto quedó reflejado por las purgas, ejecuciones, que diezmaron los cuadros de las fuerzas armadas. A pesar de su buen nivel profesional, optaron por dar impulso al Ejército de los Guardianes, creado sobre la base de milicias islamistas, el régimen de Jomeini, no tuvo otra opción que aceptar el papel del Ejército para contener la invasión. La desconfianza, continuó, a tal punto que recién en julio de 1988, fue creado el Estado Mayor General común para los dos “ejércitos”. Esto tuvo un alto costo en vidas humanas, ante la inexistencia de una conducción operacional conjunta y la dispersión de medios y recursos – por cierto, muy escaso – en dos organizaciones militares, con misiones similares.
La narrativa del régimen iraní describió la guerra a la ciudadanía como una prueba para la determinación y el compromiso nacional, como una cruzada contra el régimen hereje de Irak. Esto se tradujo en una lucha implacable e inflexible – como quedó reflejado en la negativa de aceptar el cese del fuego – llevando al país al límite. En palabras de Jomeini: «La victoria no se logra con espadas, solo se puede lograr con sangre… se logra con la fuerza de la fe». El Líder Supremo sabía muy bien de qué hablaba. Si bien no unificó a la nación de la noche a la mañana, la invasión iraquí galvanizó la combinación única de fervor religioso y profundo sentimiento nacionalista generado por la Revolución Islámica, e hizo de Irán una nación con una moral más fuerte y estable que el enemigo iraquí, tanto en el plano militar como nacional. Esto quedó reflejado en las operaciones hasta 1987, cuando el fervor revolucionario empezó a disminuir, especialmente por el uso de armas químicas, los bombardeos contra objetivos civiles y la aguda crisis económica impuesta por el aislamiento internacional del país.
Las victorias iraníes entre los años 1981-82, no se debieron al valor de los soldados pasdaran o Basij, sino a la incorporación de estas ramas militares en operaciones de armas combinadas bajo una conducción profesional competente. Cuando la guerra derivó por razones políticas en asaltos frontales, el poder de Irán comenzó a declinar al no poder romper la sólida defensa iraquí.
La guerra demostró que el empleo solamente del poder aéreo, no era garantía de victoria, como intentó hacer valer Irak en la “guerra de las ciudades”. Esto llevó al gobierno iraní, a lanzar ofensivas, con falencias en la planificación, con el objetivo de reducir la presión sobre el frente interno. Esto desgastó a las fuerzas de Teherán, abriendo paso al contragolpe iraquí de 1988, que permitó el fin de la guerra.
El empleo de armas químicas por parte de Irak, fue tolerado por razones políticas por las grandes potencias, a pesar de estar expresamente prohibido. Desde la Primera Guerra Mundial que el mundo no era testigo del empleo de este tipo de armas. Esto abrió las puertas para un peligroso antecedente, sobre la ausencia de sanciones reales ante la violación flagrante del derecho internacional humanitario. Asimismo, el uso de misiles balísticos impulsó a diversos actores regionales a buscar este tipo de ingenios, además de desarrollar arsenales químicos.
Muertos por armas químicas iraquies en la operación contra la ciudad kurda iraquí de Halabja.
El frente interno iraní tenía problemas, resultado de la insurgencia kurda y de la organización marxista Combatientes del Pueblo o MEK. Esta última lanzó una campaña de terror que le costó la vida a más de un millar de líderes religiosos y políticos, que desencadenó una ola de represión con 5.000 ejecuciones. Hubo revueltas, manifestaciones, duramente reprimidas. Ese convulso frente interno, hizo creer a muchos que Irán se derrumbaría e Irak siguió recibiendo apoyo de los estados árabes, la Unión Soviética y algunos países occidentales, como Estados Unidos que en algunos momentos estuvo detrás de uno y otro bando.
La pérdida de base social del régimen – los sectores populares – especialmente hacia 1987, cuando Irán no podía imponer una victoria, a pesar de mantener la inicitativa y ocupar parte del sur de Irak, fue una señal de alarma de los líderes de la Revolución para buscar una salida. Las enormes pérdidas marcaron profundamente a la sociedad iraní y a sus dirigentes. El país perdió a más de 260.000 personas, de las cuales se estima que 120.000 eran combatientes y entre 11.000 a 16.000 civiles. Cientos de miles quedaron afectados en su salud por las lesiones recibidas en el campo de batalla, bombardeos, ataques de armas químicas. La guerra de las ciudades dejó grandes destrucciones en la infraestructura, la economía estaba al borde del colapso por las sanciones internacionales, el desempleo tenía niveles de vértigo.
La guerra puso en evidencia la capacidad de adaptación de la nación iraní a una situación excepcional. El sector agrícola no fue descuidado, sino que se adoptaron medidas creando la “Campaña de Reconstrucción”, con personal exento de prestar servicio militar, fueron adoptadas medidas inteligentes en la importación de bienes no esenciales para el ahorro de divisas y rutas alternativas para el petróleo y eludir sanciones y posibles ataques (Turquía se benefició de ello y permitió desarrollar un aceitado sistema para eludir sanciones por parte de Teherán). El régimen logró articular el sistema educativo con las necesidades de la movilización, permitiendo hacer funcionar plantas industriales, producir equipos militares (incluso para los modernos aviones de combate heredados de tiempos del sha).
Si los iraquíes alguna vez habían considerado socavar el régimen revolucionario en Irán, para 1988 hacía tiempo que habían renunciado a ellos. En cambio, la República Islámica mostró un compromiso inquebrantable con el concepto de guerra hasta la victoria (que implicaba el derrocamiento del régimen del Baas) hasta los últimos días de la lucha. El aceptar por parte de Irán de la Resolución 598 del Consejo de Seguridad, no fue una cuestión táctica, sino estratégica. El régimen entendió que poner fin al conflicto significaba la supervivencia de la Revolución. Los estrategas iraníes entendieron que no era factible moldear el Próximo Oriente según la visión islámica y por ende aceptaron el statu quo establecido por el sha en 1975. Teherán comprendió que no era viable exportar la revolución, a pesar del mantenimiento de la narrativa de la “umma islámica” y no había otra opción que adaptarse a las circunstancias. Esta prueba de pragmatismo lo veremos a lo largo de los conflictos sostenidos por Irán. El objetivo final siempre será la preservación de la unidad nacional y del sistema político heredado de la Revolución de 1979.
infantería iraní.
El mantenimiento del proxy Hezbollah en Líbano, le permitió a Irán, mantener cierta injerencia en la política del Próximo Oriente. El atentado contra el cuartel de la Fuerza Multinacional de Paz en el Libano, ocurrido en 1983, costándole la vida a 241 militares de Estados Unidos y 58 franceses, es un ejemplo del empleo de agentes desestabilizadores con apoyo iraní. En el seno del alto mando de los pasdaran, durante la guerra con Irak,fueron creadas una serie de unidades, destinadas a entrenar y asistir a organizaciones armadas extranjeras, como las guerrillas kurdas, la creación de una unidad de exiliados iraquíes o en el entrenamiento de las milicias de Hezbollah. La valiosa experiencia adquirida, le permitiría años después a Irán, construir las bases del Eje de la Resistencia y el concepto de la “Defensa Avanzada” por medio de agentes proxy.
El fin de la guerra impuso la necesidad de la reconstrucción nacional, prevaleciendo el criterio de un mayor grado de apertura económica y de protagonismo del sector privado. Años de sanciones y aislamiento, tuvieron un fuerte impacto en la sociedad iraní, pero también dejaron valiosas lecciones para el régimen para el desarrollo de una estructura para eludir sanciones a través de terceros actores.
En el campo internacional, los iraníes fueron pragmáticos y finalizada la guerra lanzaron una estrategia para romper el aislamiento, primero con la Unión Soviética, para compensar en parte la amenaza de Estados Unidos. Luego de 1991 con la implosión de la URSS, Teherán se proyectó discretamente sobre Asia Central, además de mantener buenas relaciones con Rusia. Esta estrategia de largo plazo tuvos sus frutos, donde los países de dicha región y el Kremlin, con válvulas de escape para romper el aislamiento y sanciones derivados del plan nuclear. Sin embargo, a pesar del pragmatismo, el régimen de los ayatolás, siguió apostando a una política exterior independiente, autosuficiencia en lo económico, siguiendo de alguna manera los lineamientos fijados por Jomeini.
La decisión de Irak, de aceptar los términos del Tratado de Argel de 1975, al poco tiempo de invadir Kuwait, fue visto como una victoria por parte de Irán. A pesar de las victorias iraquíes en 1988, no significó el cumplimiento de los objetivos fijados al inicio de la guerra: la ocupación de Juzestán y el colapso del régimen revolucionario. La República Islámica había logrado contener una potencia regional en ascenso – Irak – que tuvo pleno respaldo de Occidente, los estados árabes y la Unión Soviética, librando una terrible guerra de desgaste. Los líderes iraníes, por medio de su narrativa, mostraron este terrible conflicto, en un escenario en el cual se demostraba al mundo que la revolución estaba dispueta a promocionar el nacionalismo, su ideología y la necesidad de supervivencia como Estado, dejando manifiesta su intención de conseguir un rol de poder en la región a través del enorme sacrificio material y espiritual de los iraníes.
El horrible sacrificio, como lo define Moisés Gaduño García,[4] al conflicto librado entre Irán e Irak, a nuestro entender, tuvo un hondo impacto en la política de defensa iraní. Durante el conflicto, no solo se forjaron muchos de los altos mandos iraníes, sino que comenzó a gestarse una nueva doctrina militar, el empleo de proxies para desgastar el frente interno del adversario, el uso de misiles balísticos, la guerra asimétrica en el mar. A pesar de los años de guerra, las pérdidas materiales y humanas, las fuerzas armadas iraníes no fueron destruidas y sobrevivieron. Por otro lado, el régimen para mantener adhesiones, no impuso las medidas de austeridad a sectores tan influyentes como el Bazar, una prueba de pragmatismo en la política interna.
La guerra impulsada por intereses que buscaban la destrucción de la naciente república islámica, tuvo un efecto inverso, en el plano político el régimen se consolidó, movilizó la opinión pública y tuvo argumentos para aplastar de manera implacable la oposición política. La Revolución quedó fortalecida, a pesar de los enormes daños generados por años de guerra y las fuerzas armadas iraníes, poseedoras de una valiosa experiencia.
[1] El término Basij significa en persa, “Movilización” el nombre completo de la organización era: Sâzmân-e Basij-e Mostaz’afin u Organización para la Movilización de los Oprimidos. Estuvo nutrida por voluntarios y se hizo célebre por los niños soldados y jóvenes que se lanzaban contra las defensa iraquíes, llevando consigo llaves de plástico, conocidas como “las llaves del Paraíso”, dado que su sacrificio, era considerado “martirio” por la fe. En 1981, la organización fue integrada al Ejército de los Guardianes de la Revolución Isámica o Pasdaran. Nota del Autor.
[2] La fecha fue elegida por razones climáticas, que facilitaran las operacionese. Nota del Autor.
[3] Se estima que más de 500 buques fueron dañados y unos 430 marinos mercantes perdieron la vida. Nota del Autor.
[4] GARCIA GADUÑO, Moisés: Las Fuerzas Armadas de la República Islámica de Irán: una aproximación a su historia, ideología y armamento estratégico. Tesis. El Colegio de México. Disponible en https://repositorio.colmex.mx/concern/theses/c534fp149?locale=es. Consultado 21 de agosto de 2025.
José Díaz Licenciado con Honores en Política Internacional por la Universidad de Stirling (Reino Unido)
Pocas figuras del siglo XX han dejado una huella tan indeleble en la política mundial como Fidel Castro Ruz. Arquitecto de la Revolución cubana y líder del Estado cubano durante décadas, Castro sigue siendo uno de los dirigentes más destacados de la historia moderna. El Comandante en Jefe, Fidel Castro, emerge de manera inconfundible en la lucha global contra el imperialismo, en la transformación de Cuba en un referente de soberanía y su impacto duradero en los ideales de justicia social y solidaridad. El legado revolucionario de Fidel perdura no solo por la transformación radical que trajo a Cuba, sino también por la fuerza simbólica con la que desafió las estructuras de dominación más poderosas del mundo.
Como parte indivisible del legado revolucionario de Fidel Castro, se encuentra la Revolución cubana de 1959, un acontecimiento sísmico que derrocó a la dictadura de Fulgencio Batista. Esta victoria no fue simplemente una transferencia de poder, representó la recuperación de la soberanía nacional después de décadas de subordinación a la influencia económica y política de Estados Unidos. El éxito de Castro fue histórico precisamente porque ocurrió bajo la sombra de una potencia que había tratado a la isla como colonia informal. Al arrebatar el control a la dominación extranjera, Castro otorgó a los cubanos un sentido de pertenencia sobre el destino de su nación.
El simbolismo de la Revolución trascendió las fronteras cubanas. Para pueblos de América Latina, África y Asia, Fidel Castro encarnó el ejemplo y la posibilidad de que naciones pequeñas resistieran la hegemonía de grandes potencias. La Revolución cubana se convirtió así en un punto de referencia para los movimientos antiimperialistas en todo el mundo. En este sentido, el legado de Fidel Castro trasciende el ámbito de su isla natal, situándolo como un líder en la lucha histórica por la independencia y la dignidad de los pueblos oprimidos.
Los logros de la Revolución cubana son inseparables de sus profundas reformas sociales, que transformaron de manera radical a la sociedad cubana. Tras asumir el poder, Fidel Castro emprendió campañas ambiciosas en educación y salud, sectores que se convirtieron en emblemas de la Revolución. La campaña de alfabetización de 1961 erradicó prácticamente el analfabetismo en un solo año, situando a Cuba en una de las tasas de alfabetización más altas del mundo. En el ámbito sanitario, el gobierno estableció un sistema universal que se transformó en modelo para naciones en vías de desarrollo y que produjo médicos que luego servirían en misiones de solidaridad internacional.
Estos logros no fueron meras reformas técnicas, sino actos ideológicos. Representaban la convicción de Fidel Castro de que la dignidad humana dependía del acceso universal al conocimiento y a la salud, más allá de las fuerzas del mercado o la caridad extranjera. Al redistribuir recursos, ampliar oportunidades y colocar en el centro a los desposeídos y los marginados, la Cuba de Fidel Castro constituyó una radical reimaginación de la justicia social. En una época en que las políticas neoliberales profundizaban la desigualdad, Cuba se destacó como contraejemplo, demostrando que los derechos sociales podían priorizarse por encima del lucro.
Otro pilar del legado revolucionario de Fidel fue su visión internacionalista. A diferencia de muchos líderes que se replegaron tras consolidar el poder, Castro extendió de manera constante los recursos de Cuba para apoyar movimientos de liberación en el exterior. El caso más notable fue su participación en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, mediante la contribución de tropas y recursos en la batalla de Cuito Cuanavale en Angola, considerada un punto de inflexión en el debilitamiento del régimen sudafricano. El propio Nelson Mandela reconoció la trascendencia de la solidaridad cubana en la liberación de su país; subrayando el impacto moral y político del internacionalismo cubano.
Médicos, maestros y soldados cubanos fueron enviados a América Latina, África y otros lugares no con fines de lucro, sino en nombre de la solidaridad humana. Esta exportación de la Revolución, tanto con armas como con asistencia humanitaria, convirtió a Cuba en un actor único en la política mundial, con un peso muy superior al de una pequeña nación caribeña. Mediante estos actos, Fidel Castro forjó una autoridad moral para Cuba, erigiéndola en un faro para los pueblos oprimidos en todo el planeta.
Quizás la característica más notable del legado de Fidel Castro sea su espíritu desafiante. A pesar de los incesantes esfuerzos de Estados Unidos por aislar y derrocar a su gobierno −mediante embargos, sabotajes e incluso intentos de asesinato− Castro sobrevivió. Su resistencia se convirtió en símbolo de la resistencia misma. Mientras muchos líderes se comprometían o capitulaban ante presiones externas, Fidel Castro mantuvo una postura revolucionaria durante décadas, sin abandonar jamás su compromiso con la soberanía y el socialismo.
La capacidad de Cuba para resistir bajo su liderazgo es aún más llamativa durante el llamado «Período Especial» tras el colapso de la Unión Soviética. Ante la devastación económica, Cuba logró sobrevivir y adaptarse, desarrollando prácticas agrícolas sostenibles y confiando en la creatividad de su pueblo. Esta capacidad para sobreponerse a desafíos aparentemente insuperables consolidó aún más la reputación de Fidel como un dirigente de voluntad férrea y principios inquebrantables.
A pesar de sus críticos, así como los esfuerzos de la contrarrevolución, además del paradigma de la política estadounidense desde la Doctrina Monroe, cabe destacar que la Cuba de Fidel Castro era y sigue siendo una pequeña isla que desafiaba la fuerza de una superpotencia a tan solo 90 millas de distancia. Dentro de este crisol de constante presión, Castro forjó un experimento revolucionario que aún hoy inspira debates, admiración y emulación. Esa capacidad de irradiar ejemplo explica tanto la hostilidad estadounidense como la relevancia histórica de Castro.
Su legado se encuentra no solo en los logros tangibles de la sociedad cubana, sino también en los ideales que defendió: humanidad, internacionalismo y solidaridad. Para los desposeídos y marginados, Fidel Castro representó una voz de desafío y esperanza. Sus discursos siempre fueron una llamada a la convicción y un recordatorio de que la historia podía ser moldeada por el coraje de los pueblos oprimidos.
El legado revolucionario de Fidel Castro es uno de resiliencia, transformación y profundo simbolismo. Redefinió el significado de la soberanía para una pequeña nación bajo el dominio imperial, transformó la sociedad cubana con reformas sociales sin precedentes, extendió la solidaridad por varios continentes y se mantuvo desafiante frente a adversidades colosales. Su significación histórica y política como líder revolucionario es innegable: encarnó la posibilidad de que los pueblos pudieran emanciparse y desafiar la lógica de la dominación. Ese ejemplo, más allá de los juicios políticos, constituye la esencia de su legado. La vida de Fidel Castro nos recuerda que la lucha por la justicia y la independencia no es sencilla, pero sí esencial. Para quienes siguen buscando alternativas a la dominación y la desigualdad, el legado de Fidel Castro perdura como guía e inspiración.
Podéis enviarnos vuestros artículos o cartas vía email a la dirección iritzia@gara.net en formato Word u otro formato editable. En el escrito deberán constar el nombre, dos apellidos y DNI de la persona firmante. Los artículos y cartas se publicarán con el nombre y los apellidos de la persona firmante. Si firma en nombre de un colectivo, constará bajo su nombre y apellidos. NAIZ no se hace cargo de las opiniones publicadas en la sección de opinión.
El día 30 de Agosto, Jornada Mundial de Solidaridad con Venezuela, en todos los países y con todos los movimientos políticos y sociales antiimperialistas, se constituyeron las Brigadas Internacionales Antifascistas. Se alzó el ejército más humano levantando en pancartas, voces, escritos, … el NO PASARÁN.
En Madrid, en el Consulado de la Embajada Bolivariana de Venezuela, la Señora Embajadora Gladis Gutiérrez Alvarado, subrayó el reto que tiene la Humanidad contra el fascismo desde Venezuela y en todo el continente americano, y llamó a los comunicadores y la militancia a intensificar la lucha contra el enemigo mediático difundiendo la verdad.
En ese sentido debemos advertir de como los actos terroristas del imperio, su guerra económica que encubre con el término de “sanciones”, buscan minar la base social de la mayoría de los gobiernos del mundo, tratando de impedir su desarrollo, estabilidad y buena relación con el resto. Por eso mismo el régimen imperial apunta con todo a los gobiernos de raíz soberana y combativa siendo ejemplos anticoloniales y antiimperialistas, y en nuestros días el caso de Venezuela es el ejemplo que está en primera fila.
En la jornada del día 30 los pueblos tenían presente, y es que no se olvidan, que Venezuela no es el único amenazado, Venezuela forma parte del grupo de los más perseguidos con toda crueldad por los multimillonarios que quieren poseer las riquezas del país del petróleo, por eso le impone “sanciones”, que son completamente unilaterales y por tanto ilegales, son actos de guerra que buscan crear hambrunas como la causada al pueblo palestino de Gaza, pero se llegó a alzar la voz el día 30 por lo que el mundo entero ve como peligro inmediato: la amenaza militar con el envío de una flota de guerra apoyada por un submarino atómico. El bestialismo yanqui no asusta al pueblo venezolano, de inmediato ha seguido la llamada del Presidente Nicolás Maduro para multiplicar la defensa del país.
El régimen encabezado por el que va resultando violador de niñas, -según aparece en la lista Epstein – https://diario-octubre.com/2025/08/31/los-vinculos-del-clan-maxwell-con-el-espionaje-estadounidense-e-israeli/ – con otros que han ocupado el puesto que ahora tiene-, no puede lavar su historia ni la de su gerente, el profesional de las quiebras, un estafador inmoviliario, chantajista, y bien conocido por su arrogancia y su incultura política, pura ignorancia de las relaciones internacionales, lo que no impide que usted que lee conozca la lista imperialista de los 5 países más perseguidos: Venezuela, Corea del Norte, Irán, Rusia y Cuba, y de los 5, los 3 que disponen en su territorio de los mayores yacimientos de petróleo, Venezuela, Irán y Rusia. El personaje manda a su tropa imperial a Venezuela, sabe que tiene que atemorizar al mundo, a Venezuela la titula “amenaza inusual” y la acusa de que en su Casa Nostra sus súbditos se sirven la Cosa Blanca. Pues pongamos algún dato: En 2023 más de 70 millones de yanquis, el 24,99% de la población, consumían drogas y 48,5 millones tuvieron daños graves y quizás irreparables, son cifras que aparecen en sus propios registros departamentales, ¿pero es la cifra real si no se registran una gran parte de los afectados? ¿Cómo es posible que los servicios secretos más “finos” del mundo no sepan dónde se encuentra el centro comercial para ese 25% de estadounidenses? ¿Podría decirse que por lo menos el 25% de los “marines” de sus barcos de guerra fuman, esnifan, se pinchan,…? Tienen comportamientos de drogados, miren a los que forman el Senado, el Congreso, los Tribunales, las direcciones de los Bancos, de las Corporaciones, del Complejo Industrial Militar de la Matanza Humana. Todos ellos, que no son muchos, dedicados a aplastar, dominar, esclavizar, capitalizando el sudor de los demás al tiempo que ahora embarcan a varios miles de sus empleados para que roben petróleo. No se lo creen ni drogados, en Venezuela no van a disponer de la Cosa Blanca, allí no hay, de sobra lo saben, y tampoco van a robar ni una gota de petróleo. Otro dato escalofriante que ellos mismos hicieron público: en 1971 más de la mitad de su ejército llevaba una vida inmersa en las drogas, y en la guerra del Vietnam el 75% de sus tropas se drogaban.
Los pueblos que no quieren ser esclavizados, y ahora está presente el pueblo de Venezuela, necesitan poner atención al Presidente Maduro: Internacionalistas, hay que formar al pueblo, levantar las defensas antiimperialistas. Venezuela se ha reafirmado en el acto del día 30: Venezuela no es una amenaza, Venezuela es una esperanza, el Caribe es zona de paz, pero eso no quita para que el trumpismo viendo su decadencia, a causa de su destrucción capitalista en todos los ámbitos, apueste por el terror. Nos encontramos en la guerra comunicacional, llevemos la verdad a la victoria, no dejemos de decirla: la única amenaza es el imperio.
Ramón Pedregal Casanova es autor de los libros: Gaza 51 días; Palestina. Crónicas de vida y Resistencia; Dietario de Crisis; Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero; y, Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios. Colaborador del canal Antiimperialistas.com, de la Red en Defensa de la Humanid
Fotografía de archivo del presidente de EE.UU., Donald Trump, detrás del secretario de Estado, Marco Rubio.- FotoEFE Autor:
Alejandro Ribadeneira
Actualizada:
31 Ago 2025 – 21:51 ÚNETE A NUESTRO CANAL La inminente visita a Quito de Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos y hombre de absoluta confianza de Donald Trump, es crucial para el Gobierno de Ecuador en su lucha contra el crimen. Pero, además, ser aliado internacional de Washington puede resultar estratégico frente a la política arancelaria del Gobierno de EE.UU., que impacta en las exportaciones ecuatorianas.
La comunidad internacional no ha estado tan cerca de Carondelet. El punto más bajo constituyó la Cumbre Iberoamericana de noviembre de 2024, realizada en Cuenca sin ningún mandatario. El manejo que dio el presidente Daniel Noboa a sus diferencias con la vicepresidenta Verónica Abad, sancionada por un Ministerio que se arrogó funciones, fue solo el epitafio de otros hechos que no fueron pasados por alto.
Uno de ellos fue el asalto a la Embajada de México en Quito, el 5 de abril de 2024, para detener a Jorge Glas. Otro fue la develación de la opinión de Noboa sobre presidentes como Nayib Bukele, Gustavo Petro y Javier Milei en entrevista con el periodista Jon Lee Anderson para la revista estadounidense The New Yorker, por citar dos casos.
Congresistas de Estados Unidos llegaron a Ecuador, previo a la visita oficial de Marco Rubio Sin embargo, ese escenario ha cambiado desde que Daniel Noboa obtuvo la reelección y la Cancillería, con Gabriela Sommerfeld al frente, ha logrado un deshielo en el campo diplomático. Por supuesto, México y algunos aliados ideológicos de la presidenta Claudia Sheinbaum siguen mirando a Ecuador con recelo y mantienen rotas las relaciones.
Pero, a cambio, se han abierto embajadas y misiones diplomáticas en otros países, se ha avanzado en acuerdos, los encuentros con gobernantes aliados se incrementaron y el país será, en 2027, el anfitrión de la VI Cumbre de Países Amazónicos.
Rubio, una visita estratégica Pese a estos avances, la relación con Estados Unidos es crucial para no perder fuelle. Luego de una década de distanciamiento en el gobierno de Rafael Correa (2007-2017) y de acercamiento a China y el chavismo venezolano, Ecuador regresó la mirada a Estados Unidos con los gobiernos de Lenín Moreno y Guillermo Lasso.
No obstante, en parte por la coyuntura geopolítica, en parte por natural afinidad, Daniel Noboa se ha constituido en un sólido aliado de Estados Unidos y Donald Trump en la región, en especial ante el desastre de la Colombia del presidente izquierdista Gustavo Petro en el control de sus fronteras.
Rubio dice que los carteles de Latinoamérica, incluyendo los de Ecuador, son un peligro para Estados Unidos Trump, Rubio y Noboa comparten, además, el desprecio hacia el régimen del venezolano Nicolás Maduro, al que desconocen como gobernante legítimo de su país y lo consideran, oficialmente tanto en Estados Unidos como en Ecuador, líder de un cartel.
Marco Rubio, el 72.º Secretario de Estado de los Estados Unidos y que no solo dirige la diplomacia estadounidense, sino que ha sumado funciones tan dispares como dirigir el cierre de Usaid, custodiar los Archivos Nacionales y encargarse de la seguridad nacional, llegará al país luego de mencionar a Ecuador como parte segura de una coalición internacional de lucha contra los carteles de drogas de Colombia y Venezuela.
El presidente Daniel Noboa ha buscado combatir el recrudecimiento de la violencia de pandillas vinculadas al narcotráfico en Ecuador y ha colaborado con la administración Trump en la reducción de la inmigración ilegal.
Un alto funcionario del Departamento de Estado declaró a la prensa que, si bien Ecuador había avanzado en ciertos aspectos de la inmigración, como la decisión de exigir visas de tránsito, aún quedaban temas por abordar, como la gestión de las personas de terceros países que no pueden regresar a su país de origen.
Aunque no es estrictamente un tema de la cartera de Rubio, es probable que las políticas arancelarias de Trump también se aborden en sus conversaciones. Ecuador ha sido afectado con aranceles del 15%, aunque el Gobierno afirma que trabaja para revertir esta medida.
La cuestión de China Además de los temas en ‘agenda’, como la lucha contra el narcotráfico y la inmigración irregular, se prevé que Rubo hable con Noboa sobre la posibilidad de que Ecuador se aleje más de China, según lo informó un funcionario estadounidense a la agencia AFP.
Marco Rubio concluyó su gira en Centroamérica marcada por la migración, el Canal de Panamá y China China sí es un punto en que no existe total sintonía, pues Noboa no se ha mostrado tan radical. Rubio, en cambio, ha pregonado abiertamente en sus viajes que desea “contrarrestar a los actores malignos extracontinentales”, como llama a China.
En ese sentido, se espera que el Gobierno de Ecuador informe al secretario de Estado sobre todas las necesidades par reducir la excesiva dependencia que, según Washington, se generó con China durante el mandato de Rafael Correa.
Finalmente, la visita de Marco Rubio también constituye un paso previo para el encuentro oficial de Daniel Noboa con Donald Trump este año. Por todo esto, que el secretario de Estado sea huésped de Noboa constituye un logro diplomático que el Gobierno Nacional no debe desaprovechar.
A lo largo de la historia -para aquellos que la estudian- hemos visto a EEUU como un “fuerte defensor” del Estado de Derecho y un “preocupado crítico” de actividades de presidentes en todo el mundo, que afecten la tan usada “institucionalidad” -palabra tan manoseada y manipulada como el término “democracia” por EEUU- para justificar invasiones, sanciones, bombardeos, bloqueos, guerras comerciales y otros crímenes contra el Derecho Internacional imperante. Muchos supuestos “expertos” -sobre todo en Latinoamérica- hacen coro con el gobierno norteamericano, criticando a presidentes como Maduro, Díaz Canel, Ortega, Lula y recientemente Bukele, pero extrañamente callan, ante las violaciones al Estado de Derecho y la institucionalidad, ejecutadas ni más ni menos que por el actual inquilino de la Casa Blanca, el tristemente célebre, Donald Trump. Ñ
El título de este artículo de análisis, señala que Trump es otro verdugo de las leyes y la institucionalidad del FBI. ¿Pero quién fue el primero? Pues ni más ni menos que el corrupto y desprestigiado ex presidente (también republicano) Richard Nixon.
En el escándalo conocido como Watergate, por el que el presidente Richard Nixon renunció, se utilizó al FBI para entorpecer las investigaciones del caso y ejecutar un encubrimiento.
EL ESCÁNDALO WATERGATE.
Y es hasta irónico, pero Nixon (al igual que lo está haciendo Trump actualmente) instrumentalizó a la institución del Departamento de Justicia de EEUU, el Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés) en un escándalo que se denominó Watergate, donde Nixon espió al equipo de campaña electoral del partido Demócrata. El escándalo estalló y Nixon se vio obligado a renunciar por el mismo, en 1974.
Quienes hicieron público el crimen fueron los periodistas del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, quienes (sin saber que la administración de Nixon estaba involucrada), empezaron a investigar un allanamiento en junio de 1972, donde se capturó a cinco hombres que estaban espiando las oficinas del Partido Demócrata en el edificio Watergate, en Washington, Distrito de Columbia.
Las insvestigaciones periodísticas, también destaparon que Nixon había grabado conversaciones en la Oficina Oval. Un gran jurado pidió estas cintas, pero el presidente se negó a entregarlas, argumentando el secreto ejecutivo.
Ante la presión pública de la ciudadanía y la amenaza de un juicio político, Nixon dimitió en Agosto de 1974.
Nixon, posteriormente, fue indultado por el nuevo presidente a cargo, Gerald Ford, de cualquier posible juicio por el caso de Watergate.
Una imagen habla más que mil palabras: De izquierda a derecha, Donald Trump, con una joven Melania, Jeffrey Epstein (millonario acusado por tráfico sexual de menores que se “suicidó”), y por último, la señora Ghislaien Maxwell, su cómplice en ese terrible crimen.
EL CASO EPSTEIN Y DONALD TRUMP.
Ni siquiera vamos a hablar de la larga amistad que había entre Epstein y Trump (quienes organizaban fiestas en Florida y New York reiterada y públicamente) solamente me centraré en el último hecho vinculado a este caso, donde se manifiesta la participación del FBI.
El medio alemán, DW, informó el 07 de Julio del presente año, que una investigación del Departamento de Justicia de EEUU y el FBI, concluyó que no existen evidencias de que el financiero Jeffrey Epstein, acusado de tráfico sexual de menores, mantenía una “lista de clientes” a los que chantajeaba y confirmó su muerte por suicidio en una prisión de Nueva York en 2019.
Los hallazgos, representan la primera negativa oficial a las teorías conspirativas sobre una supuesta lista de influyentes personalidades (obviamente incluyendo a Donald Trump) asociadas con Epstein y un posible asesinato para silenciarlo. La justicia norteamericana advirtió que no divulgará más registros de las pesquisas y que una de sus principales “prioridades” es “combatir la explotación infantil y hacer justicia a las víctimas”. “Perpetuar teorías infundadas sobre Epstein no sirve para ninguno de esos fines”.
También el Departamento de Justicia y el FBI revisaron horas de video que confirmarían que nadie entró en la zona de la prisión de Manhattan donde el multimillonario de 66 años se quitó la vida mientras esperaba un juicio, bajo acusaciones de tráfico sexual de menores ayudado por su socia Ghislaine Maxwell, procesada y condenada por delitos similares. Y así, amigas y amigos lectores, el Departamento de Justicia y el FBI, dieron un portazo en la cara al público mundial y liberaron de toda sospecha al actual presidente de EEUU, que asistió a múltiples fiestas organizadas por Epstein, pero no estaba involucrado en ninguna de sus actividades ilícitas. ¿Será otro caso en que un presidente de EEUU instrumentaliza al FBI para encubrir sus fechorías?.
Bien, concedámosle el beneficio de la duda al señor Trump, seamos objetivos y pasemos al siguiente caso…
Imagen de ciudadanos venezolanos, regresando a su país. después de haber sido deportados de EEUU al Salvador, por ser presuntos delincuentes, miembros de una organización desarticulada por el gobierno de Venezuela, El Tren de Aragua.
EL CASO DE LOS VENEZOLANOS, PRESUNTOS MIEMBROS DEL TREN DE ARAGUA, QUE REGRESARON A SU PATRIA.
En esta oportunidad, fue el mismo sistema judicial norteamericano, los mismos juristas norteamericanos, los mismos constitucionalistas y procesalistas norteamericanos, los que denunciaron como ilegal la captura, deportación y encarcelamiento en el CECOT salvadoreño, de estos jóvenes venezolanos, por ser supuestamente miembros de la organización criminal El Tren de Aragua. El gobierno de Donald Trump, simplemente los encarceló y los deportó, ilegalmente, sin celebrar una audiencia previa, ante un juez federal, donde se demostrara, donde se constatara que efectivamente habían pruebas y evidencias que vinculaba a todos y cada uno de esos 252 ciudadanos venezolanos, con dicha organización criminal -tal y como las leyes norteamericanas exigen-. Simplemente los encarcelaron y los deportaron violentando el debido proceso y las leyes pertinentes del caso, pasaron 4 meses encarcelados, junto a miembros de la organización criminal Mara Salvatrucha o Mara 13, siendo inocentes de los cargos impuestos por EEUU.
Con estas detenciones y deportaciones ilegales, 31 niños venezolanos, fueron separados de sus padres.
Se hace evidente con este caso, el irrespeto de Donald Trump, no solo del Derecho Internacional, sino también de las leyes y procedimientos, de su propio país.
Jhon Bolton, ex asesor de seguridad nacional de Trump, en su primer mandato, actualmente está siendo cazado por el FBI, con la excusa de que en su libro “La habitación donde sucedió” violentó la confidencialidad de temas de seguridad nacional.
EL CASO DE JHON BOLTON.
El FBI tiene 8 funciones, las cuales son:
SEGURIDAD NACIONAL: Proteger a los EEUU de ataques terroristas, espionaje extranjero y delitos cibernéticos.
APLICACIÓN DE LA LEY FEDERAL: Investigar y hacer cumplir todas las leyes penales de los EEUU.
LUCHA CONTRA EL CRIMEN ORGANIZADO: Combatir las empresas criminales transnacionales y nacionales.
PROTECCIÓN DE DERECHOS CIVILES: Investigar crímenes de odio, trata de personas y violaciones a la libertad de acceso.
COMBATE A LA CORRUPCIÓN: Luchar contra la corrupción pública en todos los niveles del gobierno.
LUCHA CONTRA DELITOS DE CUELLO BLANCO Y VIOLENTOS: Investigar delitos de cuello blanco (financieros) y delitos violentos importantes (como los asesinos seriales o de alto perfil).
SERVICIOS A OTRAS AGENCIAS: Proporcionar liderazgo y servicios de justicia a agencias federales, estatales, municipales y organizaciones internacionales asociadas.
APOYO A LA JUSTICIA: Utilizar la ciencia forense para la investigación y para proporcionar servicios de justicia.
Como vemos amigas y amigos lectores, en ninguna de estas funciones se encuentra la de cazar a adversarios políticos del presidente de turno y eso es lo que está pasando con el señor Jhon Bolton. Una vez más, se instrumentaliza al FBI, para persecución política, en una cacería de brujas promovida por el ejecutivo norteamericano.
Donald Trump, detesta a Bolton, desde que escribió en el 2020, sus memorias con el título “La Habitación donde sucedió”, un libro que enfureció al presidente a tal grado que Trump llegó a decir que Bolton debería estar en la cárcel por ese libro.
Desde esa época, el otrora asesor de Trump, se ha vuelto en uno de sus mayores críticos, apareciendo con frecuencia en programas de tv y en notas de prensa, llegando a llamar a Donald Trump, como “no apto para ser presidente”.
Cuando regresó a la Casa Blanca, Trump firmó una orden ejecutiva acusando a su exasesor de revelar “información sensible durante su período” en la presidencia.
Sí amigas y amigos lectores, Jhon Bolton está siendo perseguido por razones políticas, pero como es el presidente de EEUU el que lo persigue, ninguna gran cadena televisiva o noticiosa, denunciará tal persecución por motivos políticos, en la que una vez más, se violenta la institucionalidad del FBI.
Concluyo estas líneas -tomando en cuenta estos casos como antecedentes- aclarando que ni siquiera me referiré a la recompensa por la captura del presidente de la hermana república bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, por presunto narcotráfico -sin una sola prueba- no solo por respeto a ustedes amigos lectores, por respeto a la memoria del comandante eterno Hugo Rafael Chávez Frías y a la del hermano pueblo venezolano, que con el movimiento criminal de destructores navales norteamericanos e injustificado, están siendo víctimas de una guerra psicológica de parte de EEUU.
En este momento, EEUU está siendo gobernado por un mitómano, un cavernícola, un hombre que no tiene ningún respeto por las leyes, los procedimientos judiciales y que instrumentaliza a una de las mayores agencias del orden de EEUU y la ha rebajado al nivel de una pandilla de matones, al servicio de los intereses del mayor criminal del país: el inquilino de la Casa Blanca.
A inicios de esta semana, el gobierno de Estados Unidos anunció un operativo militar de varios meses en el Caribe Sur, con unos 4.500 efectivos (entre ellos, 2.200 marines), aviones espía y hasta un submarino de ataque, con el supuesto fin de “combatir al narcotráfico” usando como pretexto acusaciones totalmente infundadas de que el presidente venezolano Nicolás Maduro encabezaría una organización delictiva dedicada al tráfico de drogas. El operativo ha despertado el rechazo de varios gobiernos de la región, desde el ALBA y México hasta Colombia, que la han denunciado como un acto intervencionista pero ¿qué fuerzas hay detrás del mismo?
Una perspectiva histórica
Los datos del operativo son verdaderamente impresionantes, pero palidecen comparados con otras intervenciones militares estadounidenses en nuestra región.
Recordemos, por ejemplo, la invasión a República Dominicana en 1965, llevada a cabo para apoyar el golpe contra el gobierno popular de Juan Bosch. Esa movilización yanqui comprendió más de 30 mil soldados, marines, aviadores y marineros. Para invadir a la minúscula isla de Grenada y derrocar a su gobierno socialista en 1983, el Comando Sur desplegó nada menos que 7.300 efectivos con destructores, fragatas, tanques y hasta un portaaviones. Para invadir al fuertemente impopular y desestructurado gobierno de Noriega en Panamá en 1989, los EEUU desplegaron casi 28.000 soldados y 300 aeronaves. ¡Y eso que el general panameño Manuel Noriega tenía años de estar en la nómina de colaboradores de la CIA!
Claramente, la fuerza militar desplegada por la administración Trump en el Caribe Sur no alcanza para derrocar a un gobierno como el de Nicolás Maduro, incomparablemente más sólido que cualquiera de los mencionados arriba. Además, se trata de un gobierno que le ha propinado a la derecha local, apoyada por los Estados Unidos, su enésima derrota electoral, política e ideológica desde la irrupción del chavismo en 1998.
Desde Nicaragua en los años 30 del siglo pasado, y tras la amarga derrota propinada por la guerrilla de Augusto Sandino, y la otra amarga derrota de Playa Girón en 1963, los EEUU ha aprendido que es preferible usar otros métodos que los de la fuerza militar directa.
Por ejemplo, aunque la sangrienta guerra de “Baja intensidad” en Centroamérica en los años 80 del siglo pasado recibió un apoyo, financiamiento y conducción masivos por parte de los Estados Unidos, estos se guardaron muy bien de poner sus propias botas sobre el terreno (excepto por “contratistas” de la CIA) ya que los estategas imperiales estaban conscientes del costo que eso significaría dentro y fuera de su país.
Aún cuando los EEUU lograron mediatizar a la Revolución Sandinista de Nicaragua forzando la elección de una alianza de partidos neoliberales, no lograron aniquilar a los movimientos populares y tuvieron que aceptar en los países del istmo diversos procesos de paz –que por cierto, nunca fueron de su agrado. Hoy, a 50 años de distancia, el gobierno popular de Xiomara Castro y el gobierno sandinista de Nicaragua, son testimonios de aquella gesta.
El grueso de las intervenciones estadounidenses desde los años 80 del siglo pasado hasta la fecha, han venido de la mano del complejo humanitario-intervencionista que ha manejado el Departamento de Estado a través de la NED y la USAID en conjunto con la CIA y con sus estructuras afines en los países europeos. Ahora ese complejo está en profunda crisis por los recortes impuestos por la administración Trump y por las crecientes contradicciones entre esta y los países de Europa Occidental, también inmersos en crisis económicas y presupuestarias agravadas por la guerra en Ucrania.
Doctrina Monroe y crisis de dominación
Voluntaria o involuntariamente, los Estados Unidos hoy ya no están en una fase de construcción imperial, sino en una fase defensiva estratégica en la que los fondos públicos sencillamente no alcanzan para controlar países y regiones enteras. Los Estados Unidos se están retirando escalonadamente de Europa e incluso del Oriente Medio, al mismo tiempo tratando de evitar que las potencias emergentes, especialmente China y Rusia, jueguen un papel decisivo en cada uno de esos territorios.
Desde una óptica geopolítica, el hemisferio occidental es sin dudas el último bastión de los Estados Unidos, que luchan por contener el avance económico y político-militar de China y Rusia, a la vez que intentan desestabilizar y desestructurar cualquier régimen político independiente en la región, ya sea que enarbole banderas progresistas, revolucionarias o incluso populistas de derecha, pero no alineadas con los Estados Unidos.
El Mar Caribe es el bajo vientre del imperio estadounidense, uno de los nodos más importantes del comercio mundial (eje Este-Oeste, con sus instalaciones y proyectos interoceánicos) y eslabón entre las economías del norte y los centros de materia prima del sur de América. Cuba y Venezuela son los dos grandes obstáculos con los que se topa la dominación imperial en la región. Son dos países relativamente grandes, uno con enormes recursos energéticos y el otro con una posición geopolítica central, justamente frente a la costa Sur de los Estados Unidos.
Desde una perspectiva estratégica, la Doctrina Monroe, que es incluso más vieja que la Doctrina del Destino Manifiesto, está más vigente que nunca: “América debe ser de los Estados Unidos”. En este sentido, no hay ninguna ruptura de fondo en los planes que había para el Comando Sur durante la administración Biden y los que hay en la actual administración, por más que ahora se hayan eliminado las referencias al tema de género, la diversidad y el medio ambiente.
La “novedad” es que la Administración Trump promete conseguir la cuadratura del círculo (impedir que los EEUU sean destronados del estátus de potencia imperial) gastando menos dinero, y para esto se apoya en una apuesta político-financiero-ideológica y en un reacomodo a lo interno de la élite de poder estadoundense.
La peligrosa propuesta de Trump
La propuesta de Trump para enfrentar el surgimiento de un nuevo orden multipolar no es en absoluto inocente: Hay que reconocer que no carece de fundamentos en la realidad, aunque sus perspectivas de éxito para los propios Estados Unidos y sus efectos para la economía mundial sean potencialmente desastrosos. Nos referimos a la destrucción de las monedas nacionales y a la imposición de un modelo de feudalismo capitalista de alta tecnología de la mano de las criptomonedas.
A inicios de marzo de este año, Donald Trump firmó una orden ejecutiva para crear la primera reserva estratégica de bitcóin del país de un estimado de unos 200 mil bitcoines provenientes de la confiscación de activos de procedimientos civiles y penales, en un intento de convertir la nación norteamericana en la “criptocapital del mundo”. Paralelamente, anunció la creación de otro fondo de otras criptomonedas como ethereum, XRP, solana y cardano con el mismo fin. El objetivo, explicó el “zar” de las criptomonedas de Trump, David Sacks, no es vender esos activos sino mantenerlos como “reserva de valor” que, según algunos partidarios, algún día podría ayudar a pagar la deuda externa de los Estados Unidos.
Semanas más tarde, el aliado de Donald Trump, director ejecutivo de la sociedad de inversión BlackRock y gran inversionista en criptomonedas, Larry Fink, advirtió que el dólar corre el riesgo de perder su condición de moneda de reserva mundial frente al auge de activos digitales como el bitcóin, en gran parte a causa de la deuda externa de Estados Unidos.
“Para 2030, el gasto público obligatorio y el servicio de la deuda consumirán todos los ingresos federales, creando un déficit permanente. Si Estados Unidos no controla su deuda, si el déficit sigue aumentando, corre el riesgo de perder esa posición frente a activos digitales como el bitcóin”, aseveró Fink en su carta anual a los inversores de BlackRock.
Al mismo tiempo, los dos hijos mayores de Trump, Eric y Donald Trump Jr. anunciaron la fusión de su compañía de minado de bitcoins, American Data Centers, con un nuevo emprendimiento llamado American Bitcoin controlado por Hut 8, una compañía de infraestructura de criptomonedas basada en Miami. El objetivo, según Wall Street Journal, es el de convertirse en el mayor minador de bicoin del mundo y amasar una reserva estratégica de esa moneda.
La apuesta de Trump por las criptodivisas viene de la mano de las ideas del movimiento de la Ilustración oscura, un desarrollo del movimiento libertariano de los años ochenta del siglo pasado, guiado por la convicción de que la libertad y la democracia son entidades mutuamente excluyentes y que la mejor forma de gobierno consiste en la corporación comandada de manera autocrática por un gerente general, un poco al estilo del propio Donald Trump, con la ayuda de genios blancos y de género masculino, como Elon Musk, haciendo uso de granjas de computadoras programadas con algoritmos de Inteligencia Artificial General, es decir, un tipo de inteligencia artificial muy cercano a la inteligencia humana.
El vicepresidente JD Vance (y probable sucesor de Donald Trump) ha admitido que entre sus influencias ideológicas se encuentra el bloguero Curtis Yarvin, uno de los intelectuales más destacados del grupo, junto con Nick Land (que acuñó la expresión «ilustración oscura») y el multimillonario Peter Thiel, que lanzó en público la tesis de la incompatibilidad entre libertad y democracia. En este sentido, es importante agregar que en días pasados, Elon Musk dijo que tal vez ya no sería necesario fundar un partido para enfrentar a su ex-aliado Donald Trump, dando a entender que podría apoyar al propio Vance en las próximas elecciones.
Los planteamientos de estos “neorreaccionarios”, como también se les llama, no son menos globalistas que los de las versiones del mainstream republicano o demócrata. Quieren acabar con el Estado en todo el mundo y sustituirlo por dictaduras corporativas.
Los partidarios de la ilustración oscura imaginan un mundo dividido en corporaciones-estados en los que las personas decidan dónde quieren vivir, pero sometiéndose incondicionalmente a las reglas definidas por el director ejecutivo de la ciudad. Demás está decir que son enemigos de los bancos centrales y en especial de la Reserva Federal, a los que quieren sustituir con criptodivisas como el bitcoin.
Cabe destacar que, si el neoliberalismo que se impuso a nivel mundial de la mano de Ronald Reagan y Margareth Thatcher en los años 80 del siglo pasado resultó en un traslado de la carga fiscal de las grandes empresas a la ciudadanía, la propuesta de la “ilustración oscura” consiste en trasladar todos los costos sociales (luz, energía, agua, carreteras, escuelas, orden público, etcétera) a los ciudadanos/consumidores/vendedores-de-fuerza-de-trabajo a favor de los mismos monopolios que controlan el poder político/absolutista de la “ciudad”. O sea que si en el neoliberalismo “1.0” el capital pagaba el 0.1% de los impuestos, ahora con el neoliberalismo de la “ilustración oscura” ellos pagarán el 0.0%, es decir, una dictadura totalmente descarada en la que los ciudadanos pasarían a ser meros siervos de la gleba.
Ecos en el Caribe y en América Latina
Al Caribe llegan ecos de ese tipo de propuestas en el proyecto de las “ciudades modelo” o “Zonas de Desarrollo Especial” que con éxito parcial (y muy difícil de revertir en la práctica) se quiso implementar en Honduras, así como en el proyecto de la Ciudad Bitcoin de Nayib Bukele en El Salvador.
Estos proyectos planteaban el establecimiento de zonas político-económicas especiales en en las que no rijan las reglas nacionales, sino reglas locales dictadas por corporaciones. No son las zonas económicas especiales que conocemos de otros países, incluso Cuba. En las ciudades de la ilustración oscura regiría un sistema de apartheid en todos los sentidos, una verdadera dictadura corporativa.
Con la multiplicación de versiones locales de sujetos como Jair Bolsonaro y Javier Milei y la mayoría de los países de nuestra región, no es difícil imaginar que surjan diversos intentos de reeditar los “experimentos” de El Salvador y Honduras, especialmente si son aupados por movimientos secesionistas auspiciados desde el exterior.
Un proyecto absurdo pero muy corrosivo
El proyecto de la “Ilustración Oscura” está destinado al fracaso, entre otras cosas porque ha perdido el factor sorpresa que en su momento tuvieron las denominadas “doctrinas del shock” implementadas para imponer el modelo neoliberal a escala planetaria. Además hoy en día carece del músculo estatal necesario para implementarlas a pesar de la dependencia de las audiencias globales de una Internet controlada en su mayor parte por monopolios occidentales.
Además, este proyecto está plagado por contradicciones entre sus mismos impulsores producto de la exacerbada competencia intercapitalista causada por ellos mismos, un ejemplo clarísimo de esto son los pleitos entre Elon Musk y Donald Trump, pero lo cierto es que las grietas recorren toda la geografía del proyecto MAGA.
Sin embargo, sus consecuencias se harían sentir por mucho tiempo en países cuyas estructuras fiscales hayan sido comprometidas en sus cimientos, tal y como es el caso de muchos estados africanos en los que hoy la “economía del bitcóin” concentra una gran parte de la actividad. Metabolizar la exposición a las criptomonedas garantizando la financiación del sector público (es decir, la base de la democracia) es un reto para todos los países grandes y pequeños, pero no es el único.
Las debilidades en la financiación del Estado a su vez repercuten en la posibilidad de llevar adelante programas políticos, lo que a su vez también erosiona la legitimidad de los gobiernos populares democráticamente electos. A la debilidad presupuestaria se le debe sumar la debilidad política e ideológica, producto de la degradación del debate público, sumido en la lógica corporativa de las “redes sociales” y en la lógica desempoderante de sistemas de participación política cada vez más dependientes de la formación de “aparatos” electorales que cada vez alejan más a la ciudadanía del papel de sujetos de la política.
Todo esto, claro está, abona el terreno para el permanente surgimiento de figuras políticas como Milei y Bolsonaro.
¿Qué esperar de las cañoneras de Trump en nuestra región?
Como lo indicábamos al inicio, la actividad militar de Estados Unidos en el Caribe Sur no busca en sí misma derrocar al gobierno bolivariano… pero sí busca debilitarlo y debilitar también a otros gobiernos de la región. Una manera de hacerlo, podría ser intervenir en la región del Esequibo para “defender” a Guyana.
Otra manera podría ser lanzar alguna operación en la frontera entre Colombia y Venezuela, en la que se enfrenta una situación muy dificil con las denominadas “disidencias” de las FARC a las que se acusa de recibir apoyo de los cárteles de la droga mexicanos. El objetivo sería el de sembrar cizaña entre Bogotá y Caracas, amenazando a ambos gobiernos.
La presencia militar de Estados Unidos en nuestra región puede tener otros objetivos, como la de asegurarse el acceso a recursos naturales como el litio o a recursos acuáticos como la hidrovía y el acuífero guaraní. Recordemos que toda América Latina está atravesada por una red de “ubicaciones de operaciones de avanzada” (forward operating locations) que permiten el desplazamiento rápido de las tropas estadounidenses.
En todo caso, el hecho en sí del despliegue de una flota estadounidense en el Caribe representa un precedente muy peligroso, por ejemplo, para países como México, donde Estados Unidos dice querer realizar operaciones militares contra los cárteles de la droga. En realidad, cualquier gobierno puede sentirse amenazado.
Asimismo, la lógica de las movilizaciones militares de Estados Unidos en nuestra región hay que buscarla en las empresas norteamericanas con intereses en nuestros países, las que deberían cargar con buena parte de los costos.
Para complejizar aún más el panorama, se deberían tener en cuenta los intereses y contactos personales de gente como el Secretario de Estado Marco Rubio y la mafia anticubana de Miami.
La sombra de Blackwater tras bambalinas
Un elemento que no se menciona en relación al operativo estadounidense en el Caribe Sur es el papel que en él pueda jugar la heredera de la transnacional mercenaria Blackwater, conocida por su accionar en teatros de guerra como Kosovo, Irak y Afganistán.
Blackwater fue la empresa más grande en su tipo y bajo la sombra de George W. Bush y Dick Cheney crecieron desorbitadamente hasta que todos los crímenes cometidos por las fuerzas estadounidenses en el Oriente Medio fueron imposibles de ocultar.
Blackwater participó en todo tipo de operaciones encubiertas vinculadas al tráfico de drogas y al crimen organizado e incluso llegó a estar activa en proyectos desestabilizadores de la USAID contra países de la región como Venezuela y Nicaragua.
Hasta el año 2010, y a causa de los escándalos provocados por su actuación en distintos escenarios de guerra, el fundador de Blackwater, Erik Prince, tuvo que renunciar a su cargo de gerente general para reaparecer al frente de Vectus Global, otra empresa que le vende “servicios de seguridad” a proyectos en los que la administración Trump prefiere no verse asociada públicamente.
Según las agencias Newsmax y Reuters, Vectus es una red de empresas que provee servicios de seguridad a países del África y América Latina, incluyendo a Ecuador, la República Democrática de El Congo y Haití, supuestamente países “en los que la influencia de Estados Unidos ha retrocedido”. Es difícil creer que ese hay sido el caso, precisamente en Ecuador y Haití.
Entre los contactos de Prince en la administración Trump se menciona al Secretario de Defensa Pete Hegset.
Por cierto, y para que no quepan dudas, el año pasado Prince estuvo envuelto en la campaña “Ya casi Venezuela” de recolección de fondos para derrocar a Nicolás Maduro, pidiendo una recompensa de 100 millones de dólares por su cabeza y la del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello… un pedido que fue oído por Trump en la Casa Blanca.
La escala de contratistas (mercenarios) que maneja Prince hoy no se compara con los 20.000 que se dice tuvo con Blackwater en la era Bush-Cheney, pero lo cierto es que a inicios de este año en la Conferencia del Comité Conservador de Acción Política dijo que Vectus podría a llegar a ser el equivalente estadounidense la Grupo Wagner ruso –algo divertido ya que el grupo Wagner vino a ser “el equivalente ruso de… Blackwater”.
Según el Wall Street Journal, Prince dijo que trabajaría con compañías estadounidenses que “empiecen a salir al extranjero para proyectos de energía, minerales e infraestructura”.
Un precedente muy peligroso para toda la región
En resumidas cuentas, la incursión militar de Estados Unidos en el Caribe representa una provocación y un precendente muy peligroso para toda la región, no solamente para Cuba y Venezuela.
Cualquiera sea su escala, su impacto será negativo en la medida en que contribuya a la desestabilización de países sometidos a fuertes presiones de todo tipo.
No hace falta decir que su objetivo no es combatir el narcotráfico. Si los Estados Unidos quisieran hacerlo, darían pasos concretos para controlar Wall Street, que es donde se lavan los capitales de la droga, así como los paraísos fiscales que operan en los propios Estados Unidos, pero eso no lo hará ningún presidente, mucho menos Donald Trump.
Más bien, el riesgo es que se incremente la actividad del narcotráfico, tal y como pasó en los teatros de guerra en los que en su día operó Blackwater. Asimismo, se deben vigilar todos los movimientos secesionistas en zonas con importantes recursos naturales. El peligro de un imperio en decadencia es la violencia de sus últimos estertores.
Mensaje del Copresidente Comandante Daniel Ortega en la XIII Cumbre Extraordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno del ALBA-TCP, que se celebrará esta tarde, con el objetivo de fortalecer la unidad regional frente a las amenazas a la paz, la seguridad y el derecho internacional en América Latina.
Los entresijos de la postura estadounidense en las negociaciones sobre Ucrania, los impactos del tarifazo de Trump y las diputas políticas y sociales del momento en Estados Unidos serán temas de análisis en la Mesa Redonda de este martes, con la participación de académicos y periodistas.