Publicado por DR. SUAREZ SAPONARO (Distinguido Analista (Argentina) Internacional Colaborador del CREI
En enero de 2024, el Ministro de Defensa de Uruguay, Javier García, despidió el último contingente de cascos azules uruguayos, que según el gobierno de la R.D. del Congo se extenderá hasta diciembre de 2024, luego de dos décadas de sin sabores. En el país africano hay una fuerza conjunta de 800 efectivos que en el mes de marzo regresará al Uruguay. El fin de la misión de las Naciones Unidas – MONUSCO – abre interrogantes sobre la seguridad y estabilidad del Congo.
Por el Dr. Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Especial para LA POLIS. Desde Buenos Aires
En noviembre de 2023, el gobierno de la R.D. del Congo y las Naciones Unidas de poner fin a la misión de dicha organización, denominada MONUSCO. Los motivos, que los “cascos azules” no han logrado establecer parámetros de seguridad en el este del país. Las protestas estuvieron a la orden del día, donde la sociedad no percibe que las fuerzas de paz, hayan logrado contener los grupos insurgentes, que en más de un caso están apoyados por Ruanda, como el caso del grupo M23 (Movimiento 23 de Marzo). El presidente congoleño, Félix Tshisekedi, conversó con el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, para organizar una retirada progresiva de los 16500 cascos azules, dado la incapacidad de para establecer la paz en un área donde hay numerosos grupos armados.
En 2022, la RDC y Ruanda estuvieron al punto de estar en guerra abierta, dado al incremento de las actividades del Movimiento M23 antes citado. En 2021, este grupo armado, compuesto por tutsis congoleños lanzó una ofensiva en la provincia de Kivu Norte. Por otro lado, las fuerzas congoleñas apoyaron en su momento el Frente Democrático de Liberación de Ruanda o FDLR, de la etnia hutu, donde muchos de sus dirigentes y cuadros estuvieron vinculados al genocidio de 1994. En este panorama complejo, la ofensiva del M23 coincidió con operaciones conjuntas entre fuerzas de Uganda y la RDC contra el grupo ADF (Fuerzas Democráticas Aliadas), responsable de atentados terroristas en Kampala. Vale la pena destacar que las ADF están vinculadas al siniestro Estado Islámico. En Kivu Sur, las fuerzas de la RDC y de Burundi, apoyaron a las milicias hutu Imbonerakure, en acciones contra la Red Tabara, un grupo tutsi burundeses que actúan contra el presidente del citado país Évariste Ndayishimiye, atacando el aeropuerto de Bujumbura. Estos son ejemplos de la decena de grupos armados, denominados localmente “mai mai” que responden a un grupo étnico/tribal o un liderazgo determinado, pero que carecen de objetivos políticos, sino más bien, se nutren del expolio de los ricos yacimientos mineros de la región de los Grandes Lagos. Otros grupos que operan son el Ejército de Resistencia del Señor o LRA, célebre por reclutar niños soldados, muy diezmado por las operaciones del ejército ugandés; Fuerzas Nacionales de Liberación (FLN), formado por hutus burundeses opuestos al gobierno de su país.
La ofensiva del M23 está causando una crisis humanitaria, 180.000 congoleños huyeron hacia la ciudad de Goma, localidad que corre el riesgo de ser cercada por dicho grupo. Las fuerzas de la misión de paz liderada por Sudáfrica, combate abiertamente a dicho grupo, además de brindar apoyo a las fuerzas armadas de la RDC. En su momento Kinshasa llegó a un acuerdo de paz de 2009, roto en 2012. Existen fuertes indicios que detrás de este grupo está Ruanda, que financia su economía gracias al expolio de minerales proveniente de la RDC, valiéndose del citado grupo. En 2022, países de África Oriental, impulsaron una misión de estabilización con 12.000 efectivos, liderados por Kenia, que fracasó, abriendo las puertas a la intervención de los países agrupados en el bloque regional SADC. Naciones Unidas en su momento reconoció el apoyo ruandés al Movimiento M23. Mientras tanto el cerco sobre la ciudad de Goma, de dos millones de habitantes, parece ser una realidad, luego de la caída de la estratégica ciudad de Sake (a 27 km de Goma).
La falta de una estrategia clara, los intereses en pugna, sumado a la incapacidad de la RDC de lidiar con la crisis, impidieron que dos misiones de estabilización que juntas sumaban 28.000 efectivos, pudieran actuar con mayor determinación contra los grupos armados que operan en este de la RDC.
La RDC apeló a sus aliados africanos para lidiar con la conflictiva región del Este. Sudáfrica anunció en diciembre de 2023 el envío de 2900 efectivos de las Fuerzas de Defensa, liderando la misión de estabilización de la SADC (Comunidad de Desarrollo de África del Sur), con participación de fuerzas de Tanzania y Malawi. La decisión del presidente sudafricano Cyril Ramaphosa, posiblemente está vinculado con los intereses que están detrás de Ruanda, país patrocinador del movimiento insurgente M23. Pretoria sospecha que hay intereses occidentales, especialmente Estados Unidos y el Reino Unido, lo que alimenta un escenario de desestabilización, que podría afectar la región de los Grandes Lagos y proyectarse hacia el sur de África. La intervención sudafricana, posiblemente se vincula con el objetivo de moderar los intereses occidentales, evitar que una competencia geopolítica convierta a la RDC en un campo de batalla entre China y Rusia frente a Estados Unidos y sus aliados. Los mismos medios sudafricanos reconocen los intereses de corporaciones mineras de dicho origen, vinculados al potencial de la minería y producción de energía que ofrece la RDC, sin perder de vista, que la política de Pretoria se vincula con el apoyo de los intereses de sus aliados chino y ruso. Se destaca especialmente el oro de la provincia de Ituri, lindera con Uganda, donde tropas sudafricanas en su momento participaron en operaciones de pacificación. El contrabando de oro hacia Uganda, se transformó en un lucrativo negocio para dicho país.
En cuanto a la efectividad de las tropas sudafricanas, es motivo de controversia, dado los recortes de presupuesto que han sufrido en estos años. El M23 ha recibido un generoso financiamiento gracias al apoyo ruandés y los recursos minerales que obtiene ilegalmente. La Comunidad Internacional se mantiene indiferente, dado las guerras que se desarrollan en Gaza y Ucrania, centran la atención de las grandes potencias. No hay sanciones contra Ruanda o los grupos armados que operan en el este de la RDC, a pesar de las gravísimas violaciones a los derechos humanos. Ello no ha impedido que Estados Unidos hiciera un llamado al gobierno ruandés para retirar sus fuerzas de áreas de la RDC, rechazado por Kigali, argumentando que el despliegue obedece a la necesidad de defenderse de los rebeldes del FDLR. En verdad, la principal razón que llevó a Kigali asumir el riesgo de mantener su presencia militar en el este de la RDC, reside en la explotación de minerales, destacándose el oro y otros minerales de alto valor para la industria de telefonía celular y electrónica. Cabe destacar que el expolio de recursos se lleva a cabo con mano de obra en condiciones miserables, muchos de ellos menores de edad, agregándose el desastre ambiental con la desforestación y contaminación.
El valor geopolítico de la RDC.
La RDC tiene un territorio de 2 344 858 km2 y 100 millones de habitantes. El país es poseedor de importantes recursos naturales. Más de la mitad del territorio son selvas, llenas de valiosa diversidad (600 especies de árboles y 10.000 de animales). Los bosques tropicales esconden turberas que tienen atrapadas en su interior unos 30 mil millones de toneladas de carbono, lo que equivale a unos 20 años de emisiones de combustibles fósiles en Estados Unidos. La selva tropical de la cuenca del Congo, incluidas sus turberas, es esencial para mitigar el cambio climático a escala nacional, regional y global. La necesidad de financiamiento, junto con la corrupción, abrieron las puertas para subastar vastos espacios de boques para la explotación minera.
La creciente demanda internacional, como competencia cada vez más intensa en materia tecnológica, especialmente con automóviles eléctricos, telefonía móvil, desarrollo de la informática, colocan a la RDC como pieza clave para poderosos intereses de China, Estados Unidos y países de la UE, especialmente Francia. La competencia en materia de producción de semiconductores, que podría ser una oportunidad para la RDC, se transformó en su perdición. Washington, a través del apoyo indirecto de Ruanda a los grupos armados que operan en la región del Este de la RDC, busca limitar el acceso de China a minerales clave para su industria de semiconductores (75% del mercado global)
El caos resultante del fin de la guerra civil de los años 90, abrió las puertas para la instalación de un centenar de milicias, que generan violencia e inestabilidad, y las poderosas corporaciones mineras no dudaron en contratar fuerzas de mercenarios. El control de la RDC sobre sectores de las provincias orientales, solo es de carácter nominal.
La crisis derivada del genocidio de Ruanda, impulsó a Kigali a intervenir directamente en el antiguo Zaire, en busca de los responsables de las matanzas de 1994. La caída del régimen de Mobutu, abrió las puertas para la Primera Guerra del Congo, donde intervinieron diversos países africanos. En 1998, el presidente Laurent Kabila, ordenó la expulsión de las fuerzas extranjeras, temeroso que se anexaran las provincias orientales y se apropiaran de sus recursos, dando origen a la Segunda Guerra del Congo. Tragedia que costó la vida a cinco millones de personas. Este conflicto se caracterizó por la presencia de grupos armados con alto grado de autonomía, sin líneas de frente, sin grandes batallas, además de interactuar con fuerzas regulares. Las violaciones estuvieron a la orden del día, agregándose mutilaciones, torturas y limpieza étnica. El control de los yacimientos del coltán, minera clave para las industrias espacial e informática, movilizó intereses extra regionales, llegando a tal punto que fuerzas ugandesas y ruandesas, que eran aliados, combatieron abiertamente en la ciudad de Kisangani. Otro aspecto siniestro del conflicto, el reclutamiento de miles de menores de edad como soldados de las milicias y fuerzas regulares de los países contendientes, especialmente la RDC. La intervención de tropas de Chad, Zimbabue, Namibia, Angola, permitió al régimen de Kabila impedir la caída de Kinshasa. La paz precaria llegó en 2003, abriendo las puertas a una misión internacional de paz, liderada por la ONU.
El pequeño Burundi, apoya la idea de la paz en la RDC, tiene como proyecto transformarse en punto de conexión entre las regiones orientales congoleñas y el puerto tanzano de Dar es Salaam. Tanzania es un país con fuertes lazos históricos con China. Angola es otro potencial aliado de Kinshasa, dado la insurgencia del enclave de Cabinda, centro de la industria petrolera angoleña, exige la cooperación de la RDC.
Kenia emergió como un actor clave en apoyo a la estabilidad de la RDC. Dicho país apoyó el ingreso de Kinshasa a la Comunidad del Este de África, incrementando el comercio bilateral entre ambos países, una creciente presencia de capitales keniatas por más de US$ 1.600 millones. Incluso Nairobi patrocinó una fuerza de paz, que no tuvo el éxito esperado. El temor de las autoridades keniatas, la creación de santuarios del terrorismo islamista que pueda proyectarse sobre su territorio, financiándose con el expolio de los recursos naturales.
La complejidad del caso de la RDC, son los múltiples actores con intereses contrapuestos, la fragilidad institucional del régimen de Kinshasa, que se traduce en sus fuerzas armadas, carentes de capacidad de imponer el control de estado en las regiones orientales, afectadas por cuestiones étnicas, corrupción y problemas de disciplina y equipamiento. El fracaso de las Naciones Unidas obedeció a la existencia de intereses contrapuestos en el seno del Consejo de Seguridad, donde China, Rusia, Estados Unidos y Francia, no tienen la capacidad de alcanzar consensos mínimos, sino más bien ven a la RDC como un campo de batalla más, donde a través de terceros actores, buscan evitar o limitar el acceso a recursos estratégicos, especialmente para la producción de semiconductores. Esto derivó en una escalada de violencia y caos. Ruanda es vista como un actor clave para los intereses occidentales, y ello permite que tanto Estados Unidos como la UE, miren hacia el otro lado, cuando financia grupos armados ilegales, empleados para explotar ilegalmente recursos en la RDC, ejemplo que sigue en menor medida Uganda. Esta situación, a nuestro entender, llevará a Kinshasa a buscar apoyo en otros actores, siendo el caso de Sudáfrica, miembros del bloque BRICS. El presidente Félix Tshisekedi, impulsa una revisión de acuerdos con China, en la creación de una empresa conjunta minera, pero al fin de cuentas, muestra interés de considerar a Pekín como socio. El proyecto está valuado de US$ 7.000 millones.
Rusia es otro actor en la RDC. Existe una controversia sobre el grupo Wagner operó en la RDC, negado por Kinshasa, pero que según la BBC sí estuvo presente apoyando a las fuerzas de dicho país. El creciente sentimiento anti occidental, alimenta el acercamiento del gobierno congoleño con Rusia y China. Existe un acuerdo de cooperación militar, que, en 2021, permitió la venta de 10.000 fusiles de asalto AK 47, acompañado por millones de cartuchos de munición, entregados gratuitamente, con apoyo de más de un centenar de instructores. En 2022, el presidente Tshisekedi , en una entrevista, señaló que “cambiar a Rusia” no estaba sobre la mesa. Seguramente sus comentarios se debieron para no herir los sentimientos de los países occidentales que proveen asistencia. No obstante, el gobierno pretende gastar US$ 3400 millones en tres años, señalando altos responsables de seguridad de la RDC, que Rusia sería el socio indicado, dado que no pone obstáculos a la hora de adquirir armamento como si los países occidentales.
La vigencia de una resolución de Naciones Unidas que limita la adquisición de armamento a la RDC y los grupos armados que operan en dicho país, elevaron el nivel de sentimientos anti occidentales. La violenta ofensiva del M23, el pobre papel de la MONUSCO para estabilizar la situación. Kinshasa observa que Ruanda, estado patrocinador del M23, no es objeto de ninguna sanción, a pesar que la ONU sindicó a dicho país como proveedor de ayuda a grupos armados ilegales que operan en Kivu. Existe un claro consenso en el ejército de la RDC como de otras agencias de seguridad, que Occidente no brinda soluciones como lo realizan países asiáticos y Rusia. Los recuerdos de la colonización brutal belga, los abusos, el sostenimiento del régimen corrupto de Mobutu que saqueó a la Nación con apoyo de Estados Unidos y Francia, en el marco de la Guerra Fría, están muy presentes. Moscú y Pekín, explotan con habilidad dichos recuerdos anti occidentales no solo en la RDC, sino en el resto de África, ganando espacio y ofreciendo mejores ayudas que Occidente.
La imposibilidad de recibir ayuda directa de Rusia por razones políticas, no impidió que Kinshasa buscara una salida alternativa, buscando apoyo en países aliados o cercanos a Rusia y China, como el caso de la intervención de la SADC, liderada por Sudáfrica.
Los problemas de cohesión interna y el contexto geopolítico, no hacen más que poner en una situación delicada a la RDC. El pasado colonial y el comportamiento de Occidente, en el proceso de paz, posterior a la Segunda Guerra del Congo, llevan a pensar que tarde o temprano, el régimen de Kinshasa seguirá el mismo derrotero que Malí y la vecina República Centroafricana, donde todos los caminos al parecer llevan a Pekín o Moscú.