Con Cristian LAmeza. Analista Internacional (Argentina) colaborador distinguido del CREI
La visita del secretario general de la ONU a Rusia en el marco de la reciente XVI Cumbre del BRICS en Kazán, donde mantuvo una reunión con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, despertó la ira de Volodímir Zelenski, quien le acusó de sucumbir ante “tentaciones”. En todo caso, una parte mayoritaria del planeta se dio cita en dicho evento. Tentaciones, y ‘tentaciones’ “En el Día de la ONU [que se celebra el 24 de octubre], es importante que el mundo no se olvide de los objetivos y principios de la Carta de la ONU, del propósito de la creación de esta organización, aunque algunos de sus funcionarios dan preferencia a las tentaciones en Kazán más que al contenido de la Carta de la ONU”, se despachó con despecho Zelenski contra el secretario general de Naciones Unidas. Al incidir en que Zelenski es el expresidente de Ucrania, y no actual mandatario constitucional, el analista internacional Christian Lamesa apunta que “si tiene asesores cercanos este individuo, tendrían que aconsejarle que (…) deje de decir este tipo de pavadas como lo de ‘tentaciones en Kazán'”. “Como si fuese posible, independientemente de la fecha de fundación de las Naciones Unidas, que el secretario general de esta organización desairase una invitación formal de un grupo como los BRICS, que congrega prácticamente a la mitad de la población mundial, si se toma en cuenta a los países que la componen en lo que son los BRICS+, que genera el 40% del PIB mundial, que ha sobrepasado en 10 puntos al G7, que otrora eran los países más industrializados y ricos de la tierra: por supuesto eso ya es tiempo pasado”, sentencia el experto. Esas ‘tentaciones’, según Zelenski, son las que llevaron a Guterres a reunirse con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, para recalcar que la ONU apoya a la concepción de la paz en el mundo, sobre la necesidad de resolver los conflictos de Gaza, Líbano, Ucrania y Sudán. En tanto, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, también ‘cayó en la tentación’ para pedir a los Estados participantes en la XVI Cumbre del BRICS que apoyen una propuesta de Ankara en las Naciones Unidas para detener las ventas de armas a Israel”, según la agencia Anadolu. Otro de los ‘tentados’ fue el primer ministro de Vietnam, Pham Minh Chinh, quien también mantuvo un encuentro con Putin, a quien le manifestó que Rusia sigue desarrollándose a pesar de los obstáculos, lo que sirve de ejemplo para su país, y agradeció la invitación a la cumbre. El líder vietnamita aprovechó la ocasión para obsequiarle a Putin dos dragones, uno grande y otro pequeño. “En Vietnam y en Asia, el dragón se considera el poder supremo. El dragón pequeño representa el poder dentro de Rusia, y el dragón grande representa su poder fuera de Rusia y en todo el mundo”, declaró Pham Minh Chinh. Añadió que en el horóscopo asiático hay 12 animales y el signo del dragón, bajo del cual nació Putin, también simboliza entre ellos el poder más importante. “El reconocimiento de Putin como un dragón dentro de Rusia, y un gran dragón fuera de Rusia, o sea, un gran líder no solo nacional, sino también a nivel mundial. Ese lugar que tiene dado justamente el mandatario ruso está más que rubricado en esta cumbre de los BRICS, en esta enorme cantidad de países que concurrieron con un reconocimiento al liderazgo de Rusia a nivel mundial”, concluye Lamesa.
El próximo año se cumplirá el octogésimo aniversario del triunfo de los Aliados sobre el nazismo alemán, con el invaluable protagonismo y sacrificio del Ejército Rojo. Ésta conmemoración será sin duda muy importante para los pueblos que, junto al ruso, formaban parte de la Unión Soviética, ya que se celebrará con alegría la Gran Victoria del pueblo soviético sobre el fascismo y el terror desatado por Alemania, pero al mismo tiempo, con la profunda emoción y lágrimas en los ojos por recordar a los más de veintisiete millones de soviéticos muertos durante la guerra; y del mismo modo se homenajeará y recordará con gratitud a los veteranos y héroes de la URSS que lucharon con valentía para liberar a su Patria y a media Europa de las garras de Hitler.
Adhiriéndome a las conmemoraciones que ya se han comenzado a organizar y a realizar en diferentes lugares que formaban parte de la Unión Soviética, quiero compartir algunos pasajes de mi libro “La paternidad del mal”, en el cual hago una crónica de varios hechos poco conocidos en occidente y la complicidad de las potencias europeas que le permitieron a Hitler llevar a cabo sus planes, como una respuesta a aquellos que hoy pretenden reescribir la historia para ocultar su pasado.
En el fragmento que podrán leer a continuación, verán cómo hay mucho más de lo que en occidente creemos saber sobre el tristemente célebre campo de concentración de Auschwitz y como existe una faceta especialmente oscura del mismo, que se ha ocultado sistemáticamente para proteger y garantizar la impunidad de los cómplices industriales del nazismo, lo cual merece ser conocido por todos aquellos que deseamos que nunca más se repitan las atrocidades ejecutadas por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.
Auschwitz III – Monowitz era la tercera parte de este complejo, el cual fue puesto en servicio en octubre de 1942 y consistía en un inmenso campo de trabajo forzado, donde murieron varias decenas de miles de trabajadores esclavos. En el momento de mayor producción, en 1944, llegaron a trabajar más de ochenta mil personas, muchos de ellos prisioneros de guerra. Pero la extraordinaria particularidad de este campo radica en el hecho de que era dirigido y explotado directamente por uno de los consorcios empresariales más importantes de la industria alemana.
Como es sabido, una importante cantidad de empresas alemanas, como las automotrices Daimler-Benz, BMW, Volkswagen, Ford-Werke (filial alemana de Ford Motor Company) y Auto Union (Audi), la compañía siderúrgica ThyssenKrupp y la firma Siemens, entre muchas otras, se beneficiaron con ganancias millonarias gracias a la esclavización de prisioneros procedentes de los campos de trabajo forzado instalados por los nazis. Pero el gigantesco consorcio industrial alemán, IG Farben, iba a ser el único que se permitiría el macabro lujo de tener su campo de concentración propio.
Este conglomerado de la industria química y farmacéutica de Alemania era posiblemente uno de los más grandes y poderosos del mundo y mantenía una estrecha colaboración con el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán desde antes de la llegada de Hitler al poder y fue el mayor aportante económico a la campaña política del líder nazi en 1933, contribuyendo con más de tres millones de marcos de la época.
Una vez que Adolf Hitler se convirtió en el canciller alemán, la IG Farben iba a tomar cada oportunidad disponible para hacer valer su inversión y así llevar a cabo todo tipo de negocios con el régimen. Esto les iba a generar fabulosas ganancias a las empresas integrantes del consorcio.
Los directivos del consorcio industrial conocían las implicancias morales de su asociación con los nazis y el costo en sufrimiento humano que esto podría tener, pero eso nunca les pareció relevante.
Aprovechando sus cercanos vínculos con la jerarquía nazi, la IG Farben construyó la planta química Buna para la fabricación de caucho y combustible sintéticos, dentro de las instalaciones de Auschwitz – Monowitz.
Esta megafábrica de explotación y exterminio se abastecía de un constante flujo de prisioneros de guerra y judíos deportados, que a su llegada al campo de concentración eran seleccionados para el trabajo. Los directivos de IG Farben se ocupaban de que los médicos de la SS frecuentemente chequearan las condiciones físicas de los esclavos, así cuando comenzaban a mostrar deterioro en su salud, debido a las terribles condiciones a las que eran sometidos, los hacían trasladar al campo Auschwitz – Birkenau para su exterminio y eran reemplazados por nuevos prisioneros, esto en los casos en que no morían de agotamiento en la misma fábrica. Este consorcio de empresas y sus directivos siempre estuvieron al tanto de esta actividad criminal y a sabiendas de ella se enriquecieron.
Este conglomerado industrial había sido fundado en diciembre de 1925, tras la fusión de las siguientes compañías: Agfa, la cual fabricaba materiales para fotografía y rayos X; Cassella y Basf, elaboraban productos químicos, colorantes y tintes; Bayer y Farbwerke Hoechst, elaboraban productos químico-farmacéuticos; Chemische Werke Huls, fabricaba combustibles artificiales y materiales energéticos y por último Chemische Fabrik Kalle, cuya especialidad era la fabricación de materiales plásticos y productos textiles avanzados.
Esta composición empresaria convertía a IG Farben en un monopolio de la industria química y en uno de los grupos industriales más poderosos a nivel mundial. Desde el primer momento, los directivos del consorcio pusieron a disposición de Hitler y su aparato político y de propaganda todo este poderío económico con el objetivo de ubicarlo al frente del gobierno alemán. Una vez conseguido esto, en primer lugar apoyaron fuertemente las finanzas del régimen, para que de este modo el gobierno pudiera superar la mala situación económica que Alemania arrastraba desde la crisis de 1929 y así mostrar estabilidad al pueblo alemán y consolidar su popularidad.
Sabiendo todo esto, resulta difícil imaginar el ascenso y la consolidación del poder de Adolf Hitler y del nacionalsocialismo sin la complicidad y el respaldo económico de los magnates de la industria de Alemania.
Como era de esperar, la IG Farben ocupó un lugar de privilegio entre aquellas empresas y proveedores elegidos por la jerarquía nazi para el otorgamiento de contratos relacionados con la construcción de obras públicas y el abastecimiento de insumos para la industria bélica, durante el período de la remilitarización de Alemania y la posterior guerra.
Los postulados racistas de la ideología nazi eran compartidos por una enorme porción de la oligarquía empresaria alemana, sin embargo las políticas del régimen eran para dicho sector económico, sobre todo, una gran oportunidad de negocios. Y esto fue así especialmente para la IG Farben y todas las empresas y filiales del consorcio, las que prácticamente planeaban en conjunto con los altos mandos de la Wehrmacht, cómo sería la apropiación, en beneficio del conglomerado alemán, de las industrias químicas y farmacéuticas de los países que iban ocupando.
Un inmenso saqueo planificado, cuyas primeras víctimas fueron las fábricas relacionadas con la producción petroquímica y de medicamentos situadas en Checoslovaquia y posteriormente en Polonia. Más tarde correrían la misma suerte las empresas ubicadas en todos los territorios y países que iban siendo invadidos por los nazis.
El conglomerado industrial llegó incluso a obtener millonarias ganancias derivadas directamente de los asesinatos masivos ejecutados en los campos de exterminio, debido a que la empresa Degesch, una filial de IG Farben, era el fabricante del veneno Zyklon B, usado en las cámaras de gas. También producía la casi totalidad de los explosivos y combustibles usados por la Wehrmacht, además de otros insumos vitales para la maquinaria de guerra fascista.
Sin embargo, las atrocidades cometidas por estos empresarios, no se limitaban a los negocios relacionados con la venta de insumos bélicos, la explotación de esclavos en su fábrica de Auschwitz – Monowitz o el saqueo de las empresas en los territorios invadidos por Alemania.
El grupo IG Farben, a través de sus empresas farmacéuticas Bayer y Farbwerke Hoechst, compraban prisioneros de Auschwitz, mayoritariamente mujeres, para la experimentación con nuevos medicamentos y vacunas. Estos procedimientos se realizaban en las instalaciones del campo y muchas veces lo hacían con la colaboración del médico Josef Mengele. Casi siempre el resultado final era una muerte horrible para los prisioneros sometidos a estos experimentos.
Cualquiera podría suponer que los autores de todos estos terribles crímenes contra la humanidad, los cuales no solo fueron impulsados por un irracional odio racial, sino que también habían estado motivados por la más vil y obscena avaricia, recibirían un castigo proporcional a sus delitos. Pero no fue así.
Tiempo después de haber finalizado la guerra, el 27 de agosto de 1947 se inició un juicio en Núremberg, en el cual fueron juzgados veinticuatro altos directivos del consorcio IG Farben, en relación con la participación y responsabilidad de estos en las atrocidades cometidas durante la guerra, e incluso en el período previo, debido a la apropiación y el saqueo de plantas industriales en Checoslovaquia, después de la invasión nazi, de cuya preparación participó activamente el grupo empresario alemán, a través del financiamiento de los grupos paramilitares alemanes que desestabilizaban al gobierno checoslovaco con actos terroristas.
El tribunal estaba compuesto por el juez Curtis Grover Shake como presidente del cuerpo y lo acompañaban los jueces James Morris y Paul M. Hebert, el juez suplente Clarence F. Merrell y el fiscal Telford Taylor, todos ellos norteamericanos.
Los cargos que se les imputaron a los acusados fueron los siguientes:
1.º Planificación, preparación, iniciación y ejecución de guerras de agresión y las invasiones de otros países.
2.º Crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad a través del saqueo y la expoliación de los territorios ocupados, y la incautación de plantas en Austria, Checoslovaquia, Polonia, Noruega, Francia y Rusia.
3.º Crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad a través de la participación en la esclavitud y la deportación para realizar trabajos forzados en una escala gigantesca de prisioneros del campo de concentración y civiles en los países ocupados, y los prisioneros de guerra, y el maltrato, el terror, la tortura y asesinato de personas esclavizadas.
4.º La pertenencia a una organización criminal, la SS.
5.º Actuando como líderes en una conspiración para cometer los delitos mencionados en los cargos 1.º, 2.º y 3.º.
Dentro del texto de la acusación, el fiscal Telford Taylor afirmó que “IG Farben marchó con la Wehrmacht, concibió, inició y preparó un detallado plan para hacerse, al amparo de esta, con la industria química de Austria, Checoslovaquia, Polonia, Noruega, Francia, Rusia y otros países”.
Como antecedente, un año antes había concluido el primer juicio de Núremberg a los veinticuatro más altos jerarcas nazis, los que fueron encontrados culpables de haber cometido crímenes contra la humanidad similares a aquellos por los que se estaba enjuiciando a los empresarios. En el mencionado primer juicio, nueve de los acusados fueron sentenciados a severas penas de prisión, otros doce de ellos fueron condenados a muerte por ahorcamiento y tan solo tres fueron absueltos. Teniendo en cuenta esto, se podría haber esperado la misma severidad para con los industriales alemanes, en caso de haber sido hallados culpables.
Sin embargo, solo trece de los acusados fueron condenados por el tribunal, a pesar de las abundantes pruebas de los crímenes cometidos y el hecho de que los altos cargos que ocupaban en la estructura del conglomerado industrial hacía imposible el hecho de que pudieran no formar parte de esta trama criminal o desconocer lo que sucedía. Los plazos de las sentencias de los condenados fueron sorprendentemente benévolos, yendo desde los dieciocho meses hasta los ocho años de prisión.
Esta es la lista de los directivos y ejecutivos de IG Farben, condenados por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad y las respectivas sentencias y los cargos por los que fueron encontrados culpables:
Carl Krauch. Presidente del Consejo de Vigilancia y miembro de la Oficina de Goering para el Plan Cuatrienal. Declarado culpable del 3.º cargo. Sentenciado a seis años de prisión.
Ernst Bürgin. Jefe de planta. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dos años de prisión.
Friedrich Jahne. Ingeniero jefe. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dieciocho meses de prisión.
Fritz Ter Meer. Jefe de departamento. Estuvo a cargo de la planta química en Buna (Auschwitz – Monowitz). Declarado culpable del 2.º y 3.º cargo. Sentenciado a siete años de prisión.
Georg von Schnitzler. Jefe de Economía Militar y capitán de la SA. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dos años y medio de prisión.
Hans Kugler. Jefe de ventas de colorantes para el sudeste de Europa. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dieciocho meses de prisión.
Heinrich Bütefisch. Jefe de Producción en Auschwitz – Monowitz y teniente coronel de la SS. Declarado culpable del 3.º cargo. Sentenciado a seis años de prisión.
Heinrich Oster. Gerente de la planta de nitrógeno. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dos años de prisión.
Hermann Schmitz. Presidente de la Junta Directiva de IG Farben y miembro del Reichstag. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a cuatro años de prisión.
Max Ilgner. Jefe de Inteligencia y Propaganda. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a tres años de prisión.
Paul Häfliger. Jefe del departamento de metales. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dos años de prisión.
Walter Dürrfeld. Jefe de la construcción en la planta de Auschwitz – Monowitz. Declarado culpable del 3.º cargo. Sentenciado a ocho años de prisión.
Otto Ambros. Jefe del Comité de la Guerra Química en el Ministerio de Guerra y jefe de producción de Buna en Auschwitz – Monowitz. Declarado culpable del 3.º cargo. Sentenciado a ocho años de prisión.
Ninguno de los condenados cumplió la totalidad de la sentencia y la mayor parte de ellos fueron liberados por las autoridades habiendo transcurrido tan solo la mitad o incluso menos de la mitad del tiempo que debían permanecer en prisión por sus crímenes.
Resulta indignante ver la indulgencia con la que fueron tratados estos criminales, y si bien todos los cargos por los que se los condenó a quienes fueron hallados culpables eran sumamente graves, aquellos por los que fueron sentenciados Carl Krauch, Fritz Ter Meer, Heinrich Bütefisch, Walter Dürrfeld y Otto Ambros eran particularmente aberrantes. Estos eran cargos por esclavizar, torturar y asesinar a miles de prisioneros en las fábricas de IG Farben.
Para ejemplificar el grado de crueldad ejecutado por estos empresarios alemanes, cabe mencionar que Otto Ambros, además de tener un papel destacado en Auschwitz – Monowitz, también administraba la fábrica de IG Farben en Dyhernfurth, Polonia, donde se producían los gases nerviosos tabún y sarín, en cuyo desarrollo participó Ambros. Esta planta química tenía un campo de concentración con unos tres mil prisioneros que eran utilizados para las tareas más peligrosas y a los cuales se usaba como cobayos, para probar los efectos mortales de los gases que desarrollaban.
Sin embargo y a pesar de sus horribles crímenes contra la humanidad, Otto Ambros salió de prisión en 1951 después de purgar apenas tres años de condena por tantas muertes y sufrimiento infligido a sus decenas de miles de víctimas, cuando le concedió el indulto John McCloy, primer alto comisionado de los Estados Unidos para Alemania, quien antes de la guerra, casualmente, había sido consejero legal de la IG Farben.
Luego de su salida de prisión, lejos de vivir una vida de vergüenza y desprecio social debido a sus crímenes, Ambros se convirtió en asesor de las compañías químicas norteamericanas WR Grace y Dow Chemical. Sus servicios también fueron requeridos por el Cuerpo de Químicos del Ejército de los Estados Unidos de América y sirvió como asesor del primer canciller de la República Federal Alemana, Konrad Adenauer. Evidentemente su pasado criminal no era un obstáculo para el éxito profesional.
Cabe mencionar que Ambros no fue el único criminal de guerra nazi al cual McCloy le otorgó el indulto.
Entonces una pregunta interesante podría ser, ¿quién era John McCloy? Este funcionario norteamericano, hombre de Wall Street, era abogado y banquero, fue miembro del consejo de la Fundación Rockefeller, presidente del Chase Manhattan Bank y de la Fundación Ford. Todas estas empresas o las fundaciones pertenecientes a estas tuvieron vínculos comerciales con la IG Farben, como por ejemplo la norteamericana Standard Oil, perteneciente a la familia Rockefeller. El Chase Bank (cuyo accionista mayoritario era John D. Rockefeller) colaboró con el gobierno nazi y se benefició del movimiento de los activos que habían sido robados a los judíos alemanes emigrados y más tarde volvió a operar en favor de Hitler, al bloquear cuentas bancarias de judíos franceses, durante el régimen de Vichy, incluso desde antes de que se dictaran las disposiciones oficiales restrictivas contra la propiedad judía en Francia. Posiblemente haya sido por esta relación privilegiada con el régimen nazi que los únicos bancos extranjeros que pudieron permanecer operando, durante la ocupación de Francia, fueron el Chase Bank y el JP Morgan & Co.
Es conocida la simpatía y admiración que se profesaban mutuamente Henry Ford y Adolf Hitler; además de que la Ford Motor Company se hallaba implicada colateralmente en el trabajo forzado de los prisioneros, debido a que la filial alemana de la automotriz norteamericana había utilizado mano de obra esclava, y era todo esto parte de las posibles motivaciones de la benevolencia del funcionario norteamericano para con los nazis convictos.
También hay quienes conjeturan que John McCloy actuó de esta manera, indultando a criminales de guerra, debido a presiones del gobierno de la República Federal Alemana, lo cual no parece muy probable. Sin embargo, es cierto que algunas autoridades alemanas tendían a proteger a determinados nazis, tal como lo hicieron con el líder de la Organización de Nacionalistas Ucranianos, el genocida Stepán Bandera, responsable junto a su cómplice Yaroslav Stetsko, de la organización y ejecución por parte de sus seguidores del pogromo de Lviv de finales de junio de 1941, donde fueron asesinados de una manera brutal unos nueve mil judíos.
Además, la organización de Bandera cometió muchos otros crímenes contra civiles judíos, polacos y rusos, en colaboración con el nazismo. Estos dos criminales, una vez finalizada la guerra, eludieron rendir cuentas ante la justicia por las matanzas ejecutadas junto a sus partidarios y se refugiaron en Múnich, al amparo de las autoridades y fueron reclutados por agencias de inteligencia del Reino Unido y de Alemania Federal para organizar operaciones de sabotaje y terrorismo en territorio soviético.
Volviendo al caso de Otto Ambros y los demás directivos de la IG Farben que fueron condenados, y los que tuvieron la suerte de ser absueltos, todos ellos gozaron de destinos similares; se reinsertaron en sus exitosas carreras profesionales, ocupando altos cargos directivos en empresas, no solo alemanas, sino también británicas y norteamericanas, lo cual podría explicar lo indulgente de sus condenas. Pero lo más terrible es el hecho de que estos individuos no tuvieron ningún problema para volver a la vida social, como si su paso por prisión tan solo se hubiera debido a un desafortunado incidente de tránsito.
Sin duda esconde un alto grado de hipocresía el hecho de que luego de la guerra se prohibiese la exhibición de cualquier clase de simbología nazi o la apología del régimen de Adolf Hitler en la nueva Alemania Federal; pero que, al mismo tiempo, tantos cómplices e instigadores de la barbarie nazi pudieran caminar libremente por las calles y liderar importantes empresas, como si de gente respetable se tratase; del mismo modo que muchos exmiembros de la SS o exintegrantes de la maquinaria estatal nazi se convirtieron en altos funcionarios del gobierno e incluso formaron parte de las fuerzas armadas y de agencias de inteligencia del país germano.
Y como si todo esto fuera poco para ofender la memoria de tantas víctimas, dos de los empresarios convictos fueron distinguidos y homenajeados por las autoridades alemanas. A Heinrich Bütefisch le otorgaron la Gran Cruz del Mérito de la República Federal de Alemania y a Friedrich Jahne le dieron la Medalla de Servicios Distinguidos de Baviera y la Cruz de Servicios Distinguidos de la República Federal de Alemania.
Auschwitz bien podría ser considerado la cúspide del mal y la perversión humana, y del mismo modo que estos crímenes nunca podrán ser olvidados, los perpetradores de estos deberían haber recibido un castigo adecuado por sus actos y que sus nombres quedasen para siempre manchados por la vergüenza. Pero en Alemania, para los poderosos directivos de la IG Farben, como para tantos otros empresarios nazis, se prefirió la impunidad y el olvido cómplice.
*Analista geopolítico, fotógrafo y escritor. Autor del libro “La paternidad del mal – Los cómplices de Hitler”. Nominado al premio de la Sociedad Rusa “Znanie” (Российское общество «Знание») como “Educador extranjero del año 2023” Embajador en la República Argentina de la Sociedad Rusa “Znanie” (Российское общество «Знание»).
Fragmento del Capítulo VIII “1940”, del libro “La paternidad del mal – Los cómplices de Hitler”.
Christian Lamesa, Distinguido Analista Internacional (Argentina) colaborador del CREI
Analista geopolítico, fotógrafo y escritor.
Nuevos BricsConel primer cuarto del siglo XXI ya finalizando, nos encontramos con cambios geopolíticos de tal magnitud, que hacen difícil prever el futuro de la humanidad.
Estas transformaciones que estamos viviendo, parecen desafiar el orden mundial unipolar establecido tras la desaparición de la Unión Soviética, cuando los Estados Unidos creyeron contar con el derecho de imponer a los demás países sus “valores” y su “democracia occidental” mediante la prepotencia y el uso de la fuerza.
Por supuesto que esta lógica de dominación imperialista que lleva adelante históricamente el mundo anglosajón, solo puede ser ejercida sobre países a los que logra dominar por la fuerza o sobre aquellos que tienen vocación de vasallos. Sin embargo, conseguir esta sumisión, este sometimiento por parte de estados que valoran y defienden su soberanía, su forma de vida y sus valores tradicionales, es una tarea mucho más difícil y probablemente condenada al fracaso.
Este tipo de países son los que, a mi modo de ver, integran los BRICS. Este grupo conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, funciona formalmente desde el año 2009 y ha experimentado a lo largo de los años un crecimiento exponencial en sus economías, sobrepasando ampliamente al G7, como así también ganando una enorme capacidad de influencia geopolítica a nivel global. A partir del primer día del 2024, este grupo ha sumado en el formato BRICS + a cinco países: Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía. Más de una treintena de naciones ya han expresado formalmente sus aspiraciones a convertirse en miembros integrantes de pleno derecho de esta organización, entre los cuales podemos enumerar a Malasia, Tailandia, Indonesia, Turquía y Venezuela, entre muchos otros.
Como ya he comentado, la capacidad de crecimiento económico del grupo es realmente impresionante, además de prever la financiación de importantes obras de infraestructura entre los países miembros, a través del New Development Bank (Nuevo Banco de Desarrollo) del organismo, erigiéndose incluso, esta entidad bancaria, en un contrapeso a las políticas, a menudo arbitrarias, del Fondo Monetario Internacional. Sin embrago, centrarse tan solo en el aspecto económico o comercial de los BRICS podría ser insuficiente, ya que la colaboración entre sus miembros va mucho más allá, abarcando aspectos tales como la cooperación tecnológica, educativa, sanitaria, cultural, etc.
Antes de profundizar en este aspecto, quiero señalar que, justamente, no es casual que entre los socios fundadores de este grupo de países, se encuentren Rusia, China e India, los cuales no son solo naciones, sino que son Estados-civilización con una visión que en muchos sentidos colisiona de lleno con la lógica del mundo anglosajón, el cual, representado principalmente por los Estados Unidos y el Reino Unido, ven las relaciones internacionales como un juego de suma cero, lo cual se ve reflejado en sus historias, donde todo lo que ganaron, necesariamente debió ser perdido por otros países, arrebatado a otros pueblos. Por el contrario, la relación de Rusia históricamente con los demás estados ha sido la de la cooperación, la amistad, la lealtad, el respeto a los acuerdos y al derecho internacional, y como se refleja en la actualidad, la construcción de relaciones mutuamente beneficiosas. Otro ejemplo de la visión de los países que encabezan este nuevo mundo multipolar, en cierta medida representado por los BRICS, es la posición del presidente chino Xi Jinping, al sostener que es necesario: “Fomentar el desarrollo común y la prosperidad de todos los países en la aldea global, y convertir el concepto de las ganancias compartidas en un consenso sólido”. Sin dudas la idea de la “Prosperidad compartida” es un pensamiento revolucionario que se contrapone absolutamente a la lógica depredadora que históricamente ha llevado adelante el llamado “Occidente colectivo”.
También desde la perspectiva histórica del análisis, podemos encontrar otras similitudes entre la mayoría de los fundadores del grupo BRICS, y es que tanto Rusia como China, la India e incluso Sudáfrica han sufrido duramente los ataques, la prepotencia y el saqueo del imperialismo, lo cual ha dejado huellas imborrables en sus pueblos, los cuales quieren hoy construir un futuro más justo para toda la humanidad.
Buena parte de este trabajo, en aras de mejorar el porvenir de los pueblos, se pudo ver hace pocos días, el 27 y 28 de agosto en Moscú, durante el VI Foro Municipal Internacional de los Países BRICS.
Este evento fue una plataforma importante para el intercambio de experiencias e ideas entre representantes de los gobiernos regionales y municipales de los países BRICS, así como para construir comunicaciones comerciales efectivas con empresarios en Rusia y otros países socios.
En el marco del mencionado foro se realizó la mesa redonda “El papel de la educación extraescolar y la cooperación internacional en la educación de niños y jóvenes. Experiencia de ciudades y municipios BRICS”, que se dedicó a discutir temas de recreación de niños y jóvenes en los campamentos, como así también acerca de la educación extraescolar.
Participaron en este evento representantes de los órganos legislativo y ejecutivo de la Federación Rusa, jefes de campamentos infantiles rusos y extranjeros y demás organizaciones del ámbito educativo.
Lo antes mencionado, es tan solo uno de los ejemplos de como se está gestando un nuevo mundo multipolar basado en el respeto mutuo y en un trato de igual a igual entre los estados, con fuertes lazos de cooperación para el desarrollo de todos los países en los más diversos ámbitos, mundo multipolar que en gran medida está representado por los BRICS y al cual mira con esperanzas la “mayoría global”.
Como antagonista a este nuevo orden mundial están los Estados Unidos y sus aliados, pretendiendo mantener una hegemonía unipolar arbitraria y decadente, hostilizando por todos los medios a Rusia y a China, los dos más grandes abanderados e impulsores de un nuevo mundo más justo para beneficio de toda la humanidad, intentando matarlo antes de que termine de nacer.
Del resultado de esta lucha dependerá como será el futuro de los pueblos del mundo en los próximos siglos y por este hecho es que no debería haber lugar para la neutralidad.
Christian Lamesa, nacido en la ciudad de Buenos Aires en 1971.
Analista geopolítico, fotógrafo y escritor. Autor del libro “La paternidad del mal – Los cómplices de Hitler”.
Nominado al premio de la Sociedad Rusa «Znanie» (Российское общество «Знание») como «Educador extranjero del año 2023»
Embajador en la República Argentina de la Sociedad Rusa «Znanie» (Российское общество «Знание»)
Distinguido Analista Internacional en colaboración con el CREI
Yacasi una década atrás, una empresa automotriz de origen norteamericano lanzaba un spot publicitario en el que hablaba de meritocracia (creo yo, sin entender demasiado bien lo que esto significa), y estaba dirigido a los consumidores de clase media de la Argentina, ya que es mayoritariamente a ese segmento social, al cual están dirigidos, en gran medida, los vehículos que produce esa empresa.
Esto no habría sido más que otra estrategia de marketing, apelando a anhelos aspiracionales para vender más que sus competidores, si no fuera por la polémica surgida, dada la indignada respuesta de amplios sectores y dirigentes de la progresía argentina, quienes alzaron su voz encolerizada denostando la idea de “meritocracia”, sin comprender bien (al igual que la automotriz norteamericana), de lo que estaban hablando.
Nada de esto es tan grave, sin embargo, el uso inadecuado del lenguaje siempre trae consecuencias negativas y cada tanto la polémica persiste resurge. Los unos argumentan para defender algo que desconocen, ya que en su mayoría nunca han logrado nada por mérito propio, sino más bien por privilegios heredados o por pertenencia de clase, y los otros, debido a la ignorancia acerca de lo que realmente es la meritocracia, la atacan al asociarla a cierto elitismo, no pudiendo ser esta idea algo más alejado de la realidad. Acerca de esto intentaré ahondar a lo largo de este artículo.
Los orígenes de la meritocracia se remontan a la antigua China, donde existía un sistema de exámenes imperiales, cuya finalidad era la selección de los mejores, los cuales servirían al emperador y al Estado, siendo esto definido por la capacidad y el mérito de los postulantes y no por su posición social. Esta tradición se basaba en los principios éticos instaurados por el pensador chino Confucio, nacido en el año 551 a.C.
El confusionismo como doctrina, determinaba cuales eran las máximas virtudes a las que debían aspirar las personas, siendo éstas, la tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al prójimo, y el respeto a los mayores y a los antepasados. Estas virtudes también tenían que verse reflejadas en el Estado, el cual debía gobernar de acuerdo a estas normas éticas, y en consecuencia era necesario privilegiar la enseñanza y los ritos para la formación y selección del «hombre bueno» destinado a servir al Estado.
La implementación de este sistema ya se había generalizado en el Imperio Chino en el siglo XIV, como una manera de luchar contra la aristocracia.
Mucho más acá en el tiempo, sin duda la Unión Soviética ha sido el único Estado verdaderamente meritocrático que existió, permitiendo con esta política, la realización de hazañas que han quedado escritas en los anales de la historia y enumeraré algunos de los ejemplos más notables, pero antes describiré brevemente como fue que el sistema político del país favoreció la llegada de los mejores, a los lugares de mayor responsabilidad, basándose únicamente en el trabajo, la voluntad y el esfuerzo por el progreso del Estado y el bien común.
El sistema de los Soviets (consejos) en la URSS, estaba diseñado de forma tal, que la representación era real y surgía directamente de los trabajadores, campesinos y soldados, los cuales elegían a sus representantes directamente de entre ellos mismos, en cada fábrica, granja colectiva o cuartel, pudiendo revocar esa representación en cualquier momento, en caso de que aquel que fuera elegido por sus pares no cumpliese con el mandato delegado ante el Soviet de los Trabajadores. También estaban los Soviets de los pueblos y las ciudades, los cuales designaban a sus representantes a los Soviets Supremos que tenían cada una de las repúblicas que formaban la URSS. Por último estaba el máximo órgano que era el Soviet Supremo de la Unión Soviética formado por los delegados de las repúblicas que integraban el país.
Si bien siempre en la URSS se incentivó lo colectivo por sobre lo individual, también es cierto que el Estado alentaba y premiaba el esfuerzo por encima de lo que se esperaba habitualmente de un ciudadano soviético, y estas dos ideas no se contradicen en lo absoluto, ya que el logro extraordinario de uno, servía de inspiración y motivación para los demás, en aras de la grandeza del país y el bien común. Parte de esto eran las condecoraciones que se les otorgaban a trabajadores, científicos y otros ciudadanos que se distinguían por su labor, siendo la más alta de ellas, la de Héroe del Trabajo Socialista.
Todo esto, no era ni más ni menos que el Estado promoviendo las conductas que consideraba positivas para la sociedad, incentivando y premiando el esfuerzo y el mérito, al mismo tiempo que desalentaba las negativas, como la pereza por ejemplo, tal como lo podemos leer en el Artículo 12 de la Constitución soviética del año 1936, donde dice: “El trabajo es en la URSS una obligación y una causa de honor de cada ciudadano apto para el mismo, de acuerdo con el principio de «el que no trabaja, no come». En la URSS se cumple el principio del socialismo: «De cada uno, según su capacidad; a cada uno, según su trabajo».”
Para terminar, es importante ver como esta política se plasmaba en innumerables casos reales, hombres y mujeres que con su trabajo, voluntad y hazañas, llevadas a niveles extraordinarios, contribuyeron a la construcción del gran país que fue la Unión Soviética, y como ejemplo nombraré a algunos de los más famosos, cuyos orígenes humildes no fueron un escollo para llegar a los sitios más altos, sino que esto fue determinado tan solo por su talento, esfuerzo, mérito y determinación.
Quizás el más célebre de los que he seleccionado es Yuri Alekséyevich Gagarin, el cosmonauta soviético que pasó a la historia por ser el primer ser humano en volar al espacio exterior y además regresar sano y salvo a la Tierra. Los padres del futuro héroe trabajaban en una granja colectiva, Alekséi Ivánovich, su padre, era carpintero y su madre, Anna Timoféievna desempañaba su trabajo en la lechería de la granja. Yuri y su familia sufrieron los embates de la guerra y la ocupación nazi. En 1950, a los 16 años, trabajó como aprendiz en la industria metalúrgica al mismo tiempo que completaba sus estudios secundarios, graduándose con honores. En 1955 ingreso en la Escuela Superior de Pilotos de la Fuerza Aérea y así comenzó el camino que lo llevaría al espacio. Inicialmente preseleccionado junto a otros ciento cincuenta y cuatro pilotos, el número se redujo a veinte, los cuales debieron pasar por numerosas pruebas de resistencia física y psicológica. En la decisión final de la comisión a cargo del programa espacial, para que Yuri Gagarin fuera el piloto del Vostok 1, también tuvo importancia la opinión favorable de los compañeros de éste, debido a la actitud y al compromiso que había demostrado a lo largo de todo el periodo de entrenamiento y pruebas. Así fue como finalmente el 12 de abril de 1961, el cosmonauta soviético se convirtió en el primer hombre en ver a la Tierra desde el espacio exterior, fue galardonado como Héroe de la Unión Soviética por su hazaña y quedó hasta el día de hoy en el corazón de los pueblos que integraban la URSS.
Alekséi Grigórievich Stajánov era un humilde trabajador de la mina Tsentrálnaya-Írmina de la ciudad de Kádievka, en Donbáss, quien en el año 1935, logró extraer ciento dos toneladas de carbón durante su turno de trabajo de seis horas, siendo siete toneladas la cantidad habitual que un minero sacaba a lo largo de una jornada de trabajo. El 9 de septiembre del mismo año superaría su logro al extraer doscientas veintisiete toneladas en su turno laboral. Debido a su esfuerzo, Stakhánov sirvió de inspiración y ejemplo a todos los trabajadores. Entre 1936 y 1941, el minero soviético fue enviado a la Academia Industrial de Moscú; en 1941 fue designado director de la mina Nº31 de Karangadá, Kazajstán y de 1943 a 1957, formó parte del Ministerio de la Industria del Carbón y llegó a ser diputado del Soviet Supremo; también recibió las condecoraciones, “Orden de Lenin” en dos ocasiones, la “Orden de la Bandera Roja”, y en reconocimiento a su sacrificio personal dedicado al progreso de su país, fue galardonado en 1970 con el título de “Héroe del Trabajo Socialista”.
General Zhúkov
El mariscal Gueorgui Konstantínovich Zhúkov, fue ni más ni menos que el comandante soviético que guió al Ejército Rojo hasta Berlín, liberando a media Europa y aplastando al nazismo (y proféticamente dijo: “Liberamos a Europa del fascismo, pero nunca nos perdonarán por ello”). Fue quien venció a los japoneses en la Batalla de Jaljin Gol en 1939, cuando parecían invencibles. El mariscal Zhúkov dirigió la exitosa defensa de Moscú, participó del triunfo en Stalingrado contra los ejércitos fascistas, logró romper el bloqueo de Leningrado, coordinó la Batalla de Kursk y lideró la Operación Bagratión, que expulsó a los alemanes del territorio soviético. Habiendo nacido en 1896, en el seno de una familia de campesinos pobres, llego a ser uno de los mayores héroes de la historia soviética y rusa, recibiendo entre muchas otras condecoraciones, el galardón de Héroe de la Unión Soviética en cuatro oportunidades.
Mijaíl Timoféyevich Kaláshnikov posiblemente sea el más famoso de todos, debido al invento que también lleva su apellido, el célebre fusil de asalto AK 47. Kaláshnikov también provenía de una familia campesina extremadamente pobre, luchó en la guerra contra los invasores nazis y fue herido por una bomba mientras comandaba un tanque T-34 durante la Batalla de Bryansk. Durante su hospitalización decidió que diseñaría un arma que fuera confiable y que jamás fallase, con la cual sus camaradas pudieran defender a la patria y estar seguros. Como ingeniero autodidacta diseñó una de las mejores armas militares de la historia, la cual debió pasar por duras pruebas de funcionamiento, compitiendo con diseños de armeros soviéticos ya consagrados, por aquel entonces, logrando superar a todos y convirtiéndose, el AK 47, en el fusil oficial del Ejército Soviético. Mijaíl Kaláshnikov recibió a lo largo de su vida numerosos reconocimientos por su trabajo, como así también, entre otros, los títulos de Héroe del Trabajo Socialista y el de Héroe de la Federación Rusa.
El último al que quiero mencionar es un ciudadano ruso, pero que más de la mitad de su vida transcurrió en la URSS y a mí entender, él también es una muestra de la meritocracia de la época soviética, y me refiero a Vladímir Vladímirovich Putin. El actual presidente de la Federación Rusa es hijo de Vladímir Spiridónovich Putin, un capataz de fábrica, que antes fue oficial de la Marina Soviética, siendo condecorado por su participación en la defensa de Leningrado contra el ejército alemán, resultando gravemente herido, y de María Ivánovna Pútina, trabajadora de la misma fábrica que su marido. Vladímir Vladímirovich al terminar sus estudios secundarios, ingresó en la carrera de Derecho en la Universidad Estatal de Leningrado, de la cual se graduó como licenciado y debido a su desempeño como estudiante, fue reclutado para trabajar en el Comité para la Seguridad del Estado (KGB). En 1991, luego del colapso de la URSS, Putin renuncia al KGB y comienza su actividad política en San Petersburgo (ex Leningrado). Lo que sigue es más o menos conocido para todos, el primer día del año 2000 se convierte en el presidente de la Federación Rusa y veintiún años más tarde es considerado por muchos millones de personas (entre los que me incluyo), como uno de los más grandes líderes de toda la historia rusa y uno de los más destacados estadistas a nivel mundial de todos los tiempos. Todo esto proviniendo de una humilde familia trabajadora de Leningrado, ¡meritocracia pura!
Así pues, la próxima vez que se hable de meritocracia, les sugeriría a los que la defienden, que lo piensen mejor, ya que en una verdadera meritocracia no creo que pudieran sentirse muy a gusto, ya que los privilegios heredados no cuentan como méritos. Y a los progres que la atacan, les pediría que tengan conocimiento acerca de las cosas de las que hablan, a no ser que de verdad sepan su significado y realmente estén en contra de la meritocracia, tal cual es, lo que explicaría el desempeño desastroso de muchos funcionarios con muy pocos méritos para los cargos que ostentaban.
Christian Lamesa, nacido en la ciudad de Buenos Aires en 1971.
Analista geopolítico, fotógrafo y escritor. Autor del libro “La paternidad del mal – Los cómplices de Hitler”.
Nominado al premio de la Sociedad Rusa «Znanie» (Российское общество «Знание») como «Educador extranjero del año 2023»
Embajador en la República Argentina de la Sociedad Rusa «Znanie» (Российское общество «Знание»)