
Sergio Rodríguez Gelfenstein
Destacado Analista Internacional (Venezuela) Colaborador CREI

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Distinguido Analista Internacional (Argentina) Colaborador del CREI
En el marco de sus bravatas allá por 2019, el ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, planteó la compra de la isla de Groenlandia al gobierno de Dinamarca en una clara muestra de su profundo desconocimiento del derecho internacional. La preocupación de Trump: el avance de China en dicho territorio, agregándose la creciente competencia geopolítica por la región del Ártico, donde este territorio juega un rol importante para la seguridad de Estados Unidos. La exitosa serie Borgen en su última temporada producida por el gigante del streaming Netflix pone sobre la mesa el interés geopolítico de una isla que pertenece a Dinamarca pero atrae a las grandes potencias.
Por el Dr. Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Especial para LA POLIS. Desde Buenos Aires
La presencia europea en Groenlandia data del siglo X, con la llegada de navegantes provenientes de Islandia y Noruega. Probablemente Erik El Rojo, llegó a dichas tierras y fueron creados algunos establecimientos que sobrevivieron por algunos siglos. Los historiadores hablan que unas 5.000 personas vivieron en la zona oriental de la isla. En cuanto a la población nativa, los inuit, su presencia tiene varios milenios. En el siglo XI, fue creada la primera iglesia y para 1261, los colonos aceptaron la soberanía noruega. Tras la llamada Unión de Kalmar, donde los países nórdicos quedaron unificados bajo la corona danesa, incluyendo las posesiones noruegas de Groenlandia.
En el siglo XV, la presencia europea desapareció, por el cambio climático y razones económicas. En 1500, los portugueses recorrieron las costas de Groenlandia, en busca de un paso interoceánico hacia Asia. El mar congelado frustró la intentona, pero se llevó a cabo un relevamiento detallado de la costa. El rey Cristian IV, envió entre 1605-07, una serie de expediciones a la costa oriental con el objetivo de ubicar los antiguos asentamientos de la Edad Media, sin éxito. En el siglo XVIII de la mano del misionero danés-noruego Hans Egede, fue fundada la ciudad de Godthab – actual Nuuk, capital del país – que fue el centro de la colonización. La isla quedo bajo el régimen de monopolio económico danés. En 1814, por el Tratado de Kiel, las antiguas posesiones noruegas, quedaron bajo la Corona de Dinamarca. El siglo XIX fue un tiempo de exploraciones, mientras que se llevaban a cabo algunos cambios institucionales, como crear consejos locales. El interés de Estados Unidos se hizo presente en 1867, cuando el Secretario de Estado, Sewart, propuso la idea de comprar la isla a Dinamarca. Pero el Congreso vetó la idea.
En 1905, Noruega se independizó de Suecia. Oslo reclamó derechos sobre la isla. Incluso apoyó que balleneros se instalaran en un sector de la isla, que motivó en 1931, que el caso fuera llevada a la Corte Internacional de Justicia. En 1933, la citada Corte, reconoció los derechos de Dinamarca sobre las tierras groenlandesas. En 1940, con la ocupación alemana de Dinamarca: Islandia, las islas Feroe, y Groenlandia, quedaron en manos de Estados Unidos y Gran Bretaña. La explotación de criolita en dicho territorio, impulsó la economía local. En 1945, Estados Unidos, que ocupaba la isla desde 1940, intentó comprársela a Dinamarca por US$ 100 millones, pero Copenhague no aceptó. Groenlandia, pronto recuperaría su valor estratégico en el marco de la Guerra Fría. Estados Unidos construyó una importante base en la localidad de Thule, en el lejano norte de la isla, donde fueron desplegados medios de vigilancia y bombarderos estratégicos con armas nucleares. En 1968, protagonizaron un accidente, que tiene consecuencias ambientales hasta el día de hoy.
En 1953, Groenlandia cambió su estatus, siendo considerada como parte integrante de Dinamarca, dejando de ser una colonia, recibiendo los pobladores los mismos beneficios sociales que el resto de la población del reino, bajo un desarrollado sistema de bienestar. La isla fue considerado un condado – equivalente a provincia – y la población fue objeto de un proceso de asimilación cultural, que generó resistencias, a tal punto que en los 70, creció un movimiento independentista. En 1979, la isla obtuvo pleno autogobierno a tal punto que logró salir de la Comunidad Económica Europea, de la cual era parte Dinamarca. Las rezones que impulsaron esta medida, fueron los intereses locales en materia de pesca y comercio de piel de foca, afectadas por las regulaciones comunitarias europeas. En 2009, la isla obtuvo el derecho de separarse de Dinamarca, ampliando sus competencias en materia de justicia, recursos naturales, policía. Solo la moneda, política internacional y seguridad quedaron en manos del gobierno dinamarqués. El gobierno local está en manos de un primer ministro, con su gabinete responsables ante un Parlamento de 31 diputados. La isla tiene dos diputados ante el Parlamento de Dinamarca. La reina Margarita II ocupa el rol de jefa de estado para la isla, pero con funciones netamente ceremoniales.
El escenario de autodeterminación ha quedado limitado por las características del país. Estamos ante un territorio de 2.1 millones de km2 y una población de 60.000 personas. La economía depende fuertemente de la pesca. Dinamarca subsidia al estado groenlandés, por varios cientos de millones de dólares por año, a los fines de garantizar el estándar de vida, salud y educación (tal cual como se muestra en la serie) . Pero con el cambio climático, lo que era una carga fiscal para Copenhague, puede ser una verdadera oportunidad. Asimismo, también lo puede ser para los políticos locales, siempre pro independentistas. Estos, conscientes de su vulnerabilidad ante los actores e intereses que hay en juego en torno a los recursos de la isla, son conscientes que al ser parte del Reino de Dinamarca, no solo les permite recibir ayuda economía, sino integrar un país miembro de la OTAN. Por ende, sus ambiciones de independencia se han moderado bastante.
Los cambios que están afectando a la naturaleza con el calentamiento global, harían factible la explotación de minerales de tierras raras, oro, carbón, zinc, cobre, hierro, uranio, diamantes, gas y petróleo. La falta de comunicaciones adecuadas, la geografía del país, en gran parte cubierta por hielo, limitan la explotación de valiosos recursos mineros. Esto genera el interés de tres actores internacionales que también aparecen en la serie pugnando por los recursos: China, Rusia y Estados Unidos.
El pasado año, el Gobierno danés de la primera ministra socialdemócrata, Mette Frederiksen, se vio en una situación incómoda ante la creciente influencia de Estados Unidos en Groenlandia, por las ayudas económicas que ofrece Washington, en competencia con los intereses chinos. En el seno del Parlamento danés, se desató la polémica por el acuerdo entre el gobierno de Groenlandia y Estados Unidos por US$ 12 millones, para programas de desarrollo minero, salud y educación. Esto fue visto como un avance hacia la unidad nacional de Dinamarca. Tanto la izquierda como la derecha, en el legislativo danés, estaban de acuerdo, que la Casa Blanca busca de alguna u otra manera atraerse a la población de la isla.
El gobierno de Groenlandia aspira a contar con tres aeropuertos internacionales, con el objetivo de reducir su aislamiento. Esto generó el interés de China de quedarse con los contratos. Algo que alarmó a Estados Unidos. Dinamarca pasó a la ofensiva y asumió el reto de construir los citados aeropuertos, por el temor de una creciente influencia de Pekín en Groenlandia.
En 2019, la isla fue puesta como una de las prioridades de seguridad nacional para Dinamarca, junto a la ciberseguridad y el terrorismo. La competencia por el Ártico es una realidad, donde Rusia y Estados Unidos refuerzan sus capacidades militares, incluso Canadá, reacio a grandes inversiones en defensa, ha puesto sus ojos en la región. En el marco de un escenario de posible independencia, los 60.000 isleños, no tienen la capacidad de gestionar y defender un espacio de 2.1 millones de km2, y precisarán de algún tipo de apoyo. La Casa Blanca apuesta a tener un rol clave en este escenario, que por supuesto Dinamarca busca impedir. China con su política de “soft power” de manera sigilosa ha buscado tener una mayor presencia económica y cierta influencia en la política local. Dinamarca ha incrementado discretamente su presencia militar con patrullas aéreas, terrestres, navales. Las fuerzas armadas daneses, desde el fin de la Guerra Fría, han perdido muchas capacidades y se han reducido drásticamente. La crisis de Ucrania llevó al Parlamento danés aprobar el objetivo del 2% PIB en materia de gasto de defensa. La necesidad de incrementar capacidades para proteger los intereses de Dinamarca en el Ártico, abrió las puertas para la recuperación de capacidades navales perdidas, como los submarinos, donde existe un consenso entre los políticos de los principales partidos para un nuevo programa de construcciones de este tipo de buques, junto con mayores inversiones para fortalecer capacidades de lucha antisubmarina, ante la amenaza rusa.
Diversos estudios pusieron en evidencia la existencia de nada menos que cientos de miles de toneladas de reserva de uranio, once millones de toneladas de óxido de tierras raras. La Unión Europea, instó al gobierno groenlandés, poner limitaciones a las ambiciones chinas sobre la explotación de tierras raras, como también sobre el uranio. En materia de recursos energéticos, el Servicio Geológico de Estados Unidos señaló que hay reservas por 7.500 millones de barriles de crudo sin descubrir y 148 billones de pies cúbicos de gas natural. En 2021, seguramente para impedir la creciente presión de poderosos intereses, el gobierno de izquierda del partido Inuit Ataqatigiit que dirige los destinos de Groenlandia, decidió suspender el otorgamiento de licencias de exploración petrolera y de uranio en el sur de la isla. El precio por ello es dejar de lado por un tiempo el anhelo de la independencia, algo que en el fondo es poco factible, dado que, en un territorio con tan escasa población, quedaría a merced de la voracidad de poderosas multinacionales y la competencia de Estados Unidos y China.
La guerra de Ucrania y el enfrentamiento entre Rusia y Occidente, transforman al Ártico en una zona de tensión como en tiempos de la Guerra Fría. El valor estratégico de Groenlandia se disparó, nos solo por las riquezas del subsuelo, sino por su posición geográfica, por las rutas marítimas que pueden abrirse con el cambio climático, como por la cercanía de Rusia, cuya presencia militar en la región ártica se ha incrementado sustancialmente, agregándose la aparición de un actor de peso, China. Quienes vieron la serie habrán notado que no pasó por alto para su director asociar el cambio climático a una «nueva ruta de la seda». Para muchos estrategas de los actores en pugna, Groenlandia puede ser la nueva isla del tesoro, para otros, dado los conflictos que pueden sobrevenir por su control, puede ser la isla de la perdición.
Christian Lameza. Distinguido Analista Internacional (Argentina) y Colaborador del CREI
Christian Lamesa, analista internacional (Argentina) Colaborador del CREI
Distinguido Analista Internacional (Argentina) Colaborador CREI
*Por Christian Lamesa
El próximo año se cumplirá el octogésimo aniversario del triunfo de los Aliados sobre el nazismo alemán, con el invaluable protagonismo y sacrificio del Ejército Rojo. Ésta conmemoración será sin duda muy importante para los pueblos que, junto al ruso, formaban parte de la Unión Soviética, ya que se celebrará con alegría la Gran Victoria del pueblo soviético sobre el fascismo y el terror desatado por Alemania, pero al mismo tiempo, con la profunda emoción y lágrimas en los ojos por recordar a los más de veintisiete millones de soviéticos muertos durante la guerra; y del mismo modo se homenajeará y recordará con gratitud a los veteranos y héroes de la URSS que lucharon con valentía para liberar a su Patria y a media Europa de las garras de Hitler.
Adhiriéndome a las conmemoraciones que ya se han comenzado a organizar y a realizar en diferentes lugares que formaban parte de la Unión Soviética, quiero compartir algunos pasajes de mi libro “La paternidad del mal”, en el cual hago una crónica de varios hechos poco conocidos en occidente y la complicidad de las potencias europeas que le permitieron a Hitler llevar a cabo sus planes, como una respuesta a aquellos que hoy pretenden reescribir la historia para ocultar su pasado.
En el fragmento que podrán leer a continuación, verán cómo hay mucho más de lo que en occidente creemos saber sobre el tristemente célebre campo de concentración de Auschwitz y como existe una faceta especialmente oscura del mismo, que se ha ocultado sistemáticamente para proteger y garantizar la impunidad de los cómplices industriales del nazismo, lo cual merece ser conocido por todos aquellos que deseamos que nunca más se repitan las atrocidades ejecutadas por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.
Auschwitz III – Monowitz era la tercera parte de este complejo, el cual fue puesto en servicio en octubre de 1942 y consistía en un inmenso campo de trabajo forzado, donde murieron varias decenas de miles de trabajadores esclavos. En el momento de mayor producción, en 1944, llegaron a trabajar más de ochenta mil personas, muchos de ellos prisioneros de guerra. Pero la extraordinaria particularidad de este campo radica en el hecho de que era dirigido y explotado directamente por uno de los consorcios empresariales más importantes de la industria alemana.
Como es sabido, una importante cantidad de empresas alemanas, como las automotrices Daimler-Benz, BMW, Volkswagen, Ford-Werke (filial alemana de Ford Motor Company) y Auto Union (Audi), la compañía siderúrgica ThyssenKrupp y la firma Siemens, entre muchas otras, se beneficiaron con ganancias millonarias gracias a la esclavización de prisioneros procedentes de los campos de trabajo forzado instalados por los nazis. Pero el gigantesco consorcio industrial alemán, IG Farben, iba a ser el único que se permitiría el macabro lujo de tener su campo de concentración propio.
Este conglomerado de la industria química y farmacéutica de Alemania era posiblemente uno de los más grandes y poderosos del mundo y mantenía una estrecha colaboración con el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán desde antes de la llegada de Hitler al poder y fue el mayor aportante económico a la campaña política del líder nazi en 1933, contribuyendo con más de tres millones de marcos de la época.
Una vez que Adolf Hitler se convirtió en el canciller alemán, la IG Farben iba a tomar cada oportunidad disponible para hacer valer su inversión y así llevar a cabo todo tipo de negocios con el régimen. Esto les iba a generar fabulosas ganancias a las empresas integrantes del consorcio.
Los directivos del consorcio industrial conocían las implicancias morales de su asociación con los nazis y el costo en sufrimiento humano que esto podría tener, pero eso nunca les pareció relevante.
Aprovechando sus cercanos vínculos con la jerarquía nazi, la IG Farben construyó la planta química Buna para la fabricación de caucho y combustible sintéticos, dentro de las instalaciones de Auschwitz – Monowitz.
Esta megafábrica de explotación y exterminio se abastecía de un constante flujo de prisioneros de guerra y judíos deportados, que a su llegada al campo de concentración eran seleccionados para el trabajo. Los directivos de IG Farben se ocupaban de que los médicos de la SS frecuentemente chequearan las condiciones físicas de los esclavos, así cuando comenzaban a mostrar deterioro en su salud, debido a las terribles condiciones a las que eran sometidos, los hacían trasladar al campo Auschwitz – Birkenau para su exterminio y eran reemplazados por nuevos prisioneros, esto en los casos en que no morían de agotamiento en la misma fábrica. Este consorcio de empresas y sus directivos siempre estuvieron al tanto de esta actividad criminal y a sabiendas de ella se enriquecieron.
Este conglomerado industrial había sido fundado en diciembre de 1925, tras la fusión de las siguientes compañías: Agfa, la cual fabricaba materiales para fotografía y rayos X; Cassella y Basf, elaboraban productos químicos, colorantes y tintes; Bayer y Farbwerke Hoechst, elaboraban productos químico-farmacéuticos; Chemische Werke Huls, fabricaba combustibles artificiales y materiales energéticos y por último Chemische Fabrik Kalle, cuya especialidad era la fabricación de materiales plásticos y productos textiles avanzados.
Esta composición empresaria convertía a IG Farben en un monopolio de la industria química y en uno de los grupos industriales más poderosos a nivel mundial. Desde el primer momento, los directivos del consorcio pusieron a disposición de Hitler y su aparato político y de propaganda todo este poderío económico con el objetivo de ubicarlo al frente del gobierno alemán. Una vez conseguido esto, en primer lugar apoyaron fuertemente las finanzas del régimen, para que de este modo el gobierno pudiera superar la mala situación económica que Alemania arrastraba desde la crisis de 1929 y así mostrar estabilidad al pueblo alemán y consolidar su popularidad.
Sabiendo todo esto, resulta difícil imaginar el ascenso y la consolidación del poder de Adolf Hitler y del nacionalsocialismo sin la complicidad y el respaldo económico de los magnates de la industria de Alemania.
Como era de esperar, la IG Farben ocupó un lugar de privilegio entre aquellas empresas y proveedores elegidos por la jerarquía nazi para el otorgamiento de contratos relacionados con la construcción de obras públicas y el abastecimiento de insumos para la industria bélica, durante el período de la remilitarización de Alemania y la posterior guerra.
Los postulados racistas de la ideología nazi eran compartidos por una enorme porción de la oligarquía empresaria alemana, sin embargo las políticas del régimen eran para dicho sector económico, sobre todo, una gran oportunidad de negocios. Y esto fue así especialmente para la IG Farben y todas las empresas y filiales del consorcio, las que prácticamente planeaban en conjunto con los altos mandos de la Wehrmacht, cómo sería la apropiación, en beneficio del conglomerado alemán, de las industrias químicas y farmacéuticas de los países que iban ocupando.
Un inmenso saqueo planificado, cuyas primeras víctimas fueron las fábricas relacionadas con la producción petroquímica y de medicamentos situadas en Checoslovaquia y posteriormente en Polonia. Más tarde correrían la misma suerte las empresas ubicadas en todos los territorios y países que iban siendo invadidos por los nazis.
El conglomerado industrial llegó incluso a obtener millonarias ganancias derivadas directamente de los asesinatos masivos ejecutados en los campos de exterminio, debido a que la empresa Degesch, una filial de IG Farben, era el fabricante del veneno Zyklon B, usado en las cámaras de gas. También producía la casi totalidad de los explosivos y combustibles usados por la Wehrmacht, además de otros insumos vitales para la maquinaria de guerra fascista.
Sin embargo, las atrocidades cometidas por estos empresarios, no se limitaban a los negocios relacionados con la venta de insumos bélicos, la explotación de esclavos en su fábrica de Auschwitz – Monowitz o el saqueo de las empresas en los territorios invadidos por Alemania.
El grupo IG Farben, a través de sus empresas farmacéuticas Bayer y Farbwerke Hoechst, compraban prisioneros de Auschwitz, mayoritariamente mujeres, para la experimentación con nuevos medicamentos y vacunas. Estos procedimientos se realizaban en las instalaciones del campo y muchas veces lo hacían con la colaboración del médico Josef Mengele. Casi siempre el resultado final era una muerte horrible para los prisioneros sometidos a estos experimentos.
Cualquiera podría suponer que los autores de todos estos terribles crímenes contra la humanidad, los cuales no solo fueron impulsados por un irracional odio racial, sino que también habían estado motivados por la más vil y obscena avaricia, recibirían un castigo proporcional a sus delitos. Pero no fue así.
Tiempo después de haber finalizado la guerra, el 27 de agosto de 1947 se inició un juicio en Núremberg, en el cual fueron juzgados veinticuatro altos directivos del consorcio IG Farben, en relación con la participación y responsabilidad de estos en las atrocidades cometidas durante la guerra, e incluso en el período previo, debido a la apropiación y el saqueo de plantas industriales en Checoslovaquia, después de la invasión nazi, de cuya preparación participó activamente el grupo empresario alemán, a través del financiamiento de los grupos paramilitares alemanes que desestabilizaban al gobierno checoslovaco con actos terroristas.
El tribunal estaba compuesto por el juez Curtis Grover Shake como presidente del cuerpo y lo acompañaban los jueces James Morris y Paul M. Hebert, el juez suplente Clarence F. Merrell y el fiscal Telford Taylor, todos ellos norteamericanos.
Los cargos que se les imputaron a los acusados fueron los siguientes:
1.º Planificación, preparación, iniciación y ejecución de guerras de agresión y las invasiones de otros países.
2.º Crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad a través del saqueo y la expoliación de los territorios ocupados, y la incautación de plantas en Austria, Checoslovaquia, Polonia, Noruega, Francia y Rusia.
3.º Crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad a través de la participación en la esclavitud y la deportación para realizar trabajos forzados en una escala gigantesca de prisioneros del campo de concentración y civiles en los países ocupados, y los prisioneros de guerra, y el maltrato, el terror, la tortura y asesinato de personas esclavizadas.
4.º La pertenencia a una organización criminal, la SS.
5.º Actuando como líderes en una conspiración para cometer los delitos mencionados en los cargos 1.º, 2.º y 3.º.
Dentro del texto de la acusación, el fiscal Telford Taylor afirmó que “IG Farben marchó con la Wehrmacht, concibió, inició y preparó un detallado plan para hacerse, al amparo de esta, con la industria química de Austria, Checoslovaquia, Polonia, Noruega, Francia, Rusia y otros países”.
Como antecedente, un año antes había concluido el primer juicio de Núremberg a los veinticuatro más altos jerarcas nazis, los que fueron encontrados culpables de haber cometido crímenes contra la humanidad similares a aquellos por los que se estaba enjuiciando a los empresarios. En el mencionado primer juicio, nueve de los acusados fueron sentenciados a severas penas de prisión, otros doce de ellos fueron condenados a muerte por ahorcamiento y tan solo tres fueron absueltos. Teniendo en cuenta esto, se podría haber esperado la misma severidad para con los industriales alemanes, en caso de haber sido hallados culpables.
Sin embargo, solo trece de los acusados fueron condenados por el tribunal, a pesar de las abundantes pruebas de los crímenes cometidos y el hecho de que los altos cargos que ocupaban en la estructura del conglomerado industrial hacía imposible el hecho de que pudieran no formar parte de esta trama criminal o desconocer lo que sucedía. Los plazos de las sentencias de los condenados fueron sorprendentemente benévolos, yendo desde los dieciocho meses hasta los ocho años de prisión.
Esta es la lista de los directivos y ejecutivos de IG Farben, condenados por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad y las respectivas sentencias y los cargos por los que fueron encontrados culpables:
Carl Krauch. Presidente del Consejo de Vigilancia y miembro de la Oficina de Goering para el Plan Cuatrienal. Declarado culpable del 3.º cargo. Sentenciado a seis años de prisión.
Ernst Bürgin. Jefe de planta. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dos años de prisión.
Friedrich Jahne. Ingeniero jefe. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dieciocho meses de prisión.
Fritz Ter Meer. Jefe de departamento. Estuvo a cargo de la planta química en Buna (Auschwitz – Monowitz). Declarado culpable del 2.º y 3.º cargo. Sentenciado a siete años de prisión.
Georg von Schnitzler. Jefe de Economía Militar y capitán de la SA. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dos años y medio de prisión.
Hans Kugler. Jefe de ventas de colorantes para el sudeste de Europa. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dieciocho meses de prisión.
Heinrich Bütefisch. Jefe de Producción en Auschwitz – Monowitz y teniente coronel de la SS. Declarado culpable del 3.º cargo. Sentenciado a seis años de prisión.
Heinrich Oster. Gerente de la planta de nitrógeno. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dos años de prisión.
Hermann Schmitz. Presidente de la Junta Directiva de IG Farben y miembro del Reichstag. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a cuatro años de prisión.
Max Ilgner. Jefe de Inteligencia y Propaganda. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a tres años de prisión.
Paul Häfliger. Jefe del departamento de metales. Declarado culpable del 2.º cargo. Sentenciado a dos años de prisión.
Walter Dürrfeld. Jefe de la construcción en la planta de Auschwitz – Monowitz. Declarado culpable del 3.º cargo. Sentenciado a ocho años de prisión.
Otto Ambros. Jefe del Comité de la Guerra Química en el Ministerio de Guerra y jefe de producción de Buna en Auschwitz – Monowitz. Declarado culpable del 3.º cargo. Sentenciado a ocho años de prisión.
Ninguno de los condenados cumplió la totalidad de la sentencia y la mayor parte de ellos fueron liberados por las autoridades habiendo transcurrido tan solo la mitad o incluso menos de la mitad del tiempo que debían permanecer en prisión por sus crímenes.
Resulta indignante ver la indulgencia con la que fueron tratados estos criminales, y si bien todos los cargos por los que se los condenó a quienes fueron hallados culpables eran sumamente graves, aquellos por los que fueron sentenciados Carl Krauch, Fritz Ter Meer, Heinrich Bütefisch, Walter Dürrfeld y Otto Ambros eran particularmente aberrantes. Estos eran cargos por esclavizar, torturar y asesinar a miles de prisioneros en las fábricas de IG Farben.
Para ejemplificar el grado de crueldad ejecutado por estos empresarios alemanes, cabe mencionar que Otto Ambros, además de tener un papel destacado en Auschwitz – Monowitz, también administraba la fábrica de IG Farben en Dyhernfurth, Polonia, donde se producían los gases nerviosos tabún y sarín, en cuyo desarrollo participó Ambros. Esta planta química tenía un campo de concentración con unos tres mil prisioneros que eran utilizados para las tareas más peligrosas y a los cuales se usaba como cobayos, para probar los efectos mortales de los gases que desarrollaban.
Sin embargo y a pesar de sus horribles crímenes contra la humanidad, Otto Ambros salió de prisión en 1951 después de purgar apenas tres años de condena por tantas muertes y sufrimiento infligido a sus decenas de miles de víctimas, cuando le concedió el indulto John McCloy, primer alto comisionado de los Estados Unidos para Alemania, quien antes de la guerra, casualmente, había sido consejero legal de la IG Farben.
Luego de su salida de prisión, lejos de vivir una vida de vergüenza y desprecio social debido a sus crímenes, Ambros se convirtió en asesor de las compañías químicas norteamericanas WR Grace y Dow Chemical. Sus servicios también fueron requeridos por el Cuerpo de Químicos del Ejército de los Estados Unidos de América y sirvió como asesor del primer canciller de la República Federal Alemana, Konrad Adenauer. Evidentemente su pasado criminal no era un obstáculo para el éxito profesional.
Cabe mencionar que Ambros no fue el único criminal de guerra nazi al cual McCloy le otorgó el indulto.
Entonces una pregunta interesante podría ser, ¿quién era John McCloy? Este funcionario norteamericano, hombre de Wall Street, era abogado y banquero, fue miembro del consejo de la Fundación Rockefeller, presidente del Chase Manhattan Bank y de la Fundación Ford. Todas estas empresas o las fundaciones pertenecientes a estas tuvieron vínculos comerciales con la IG Farben, como por ejemplo la norteamericana Standard Oil, perteneciente a la familia Rockefeller. El Chase Bank (cuyo accionista mayoritario era John D. Rockefeller) colaboró con el gobierno nazi y se benefició del movimiento de los activos que habían sido robados a los judíos alemanes emigrados y más tarde volvió a operar en favor de Hitler, al bloquear cuentas bancarias de judíos franceses, durante el régimen de Vichy, incluso desde antes de que se dictaran las disposiciones oficiales restrictivas contra la propiedad judía en Francia. Posiblemente haya sido por esta relación privilegiada con el régimen nazi que los únicos bancos extranjeros que pudieron permanecer operando, durante la ocupación de Francia, fueron el Chase Bank y el JP Morgan & Co.
Es conocida la simpatía y admiración que se profesaban mutuamente Henry Ford y Adolf Hitler; además de que la Ford Motor Company se hallaba implicada colateralmente en el trabajo forzado de los prisioneros, debido a que la filial alemana de la automotriz norteamericana había utilizado mano de obra esclava, y era todo esto parte de las posibles motivaciones de la benevolencia del funcionario norteamericano para con los nazis convictos.
También hay quienes conjeturan que John McCloy actuó de esta manera, indultando a criminales de guerra, debido a presiones del gobierno de la República Federal Alemana, lo cual no parece muy probable. Sin embargo, es cierto que algunas autoridades alemanas tendían a proteger a determinados nazis, tal como lo hicieron con el líder de la Organización de Nacionalistas Ucranianos, el genocida Stepán Bandera, responsable junto a su cómplice Yaroslav Stetsko, de la organización y ejecución por parte de sus seguidores del pogromo de Lviv de finales de junio de 1941, donde fueron asesinados de una manera brutal unos nueve mil judíos.
Además, la organización de Bandera cometió muchos otros crímenes contra civiles judíos, polacos y rusos, en colaboración con el nazismo. Estos dos criminales, una vez finalizada la guerra, eludieron rendir cuentas ante la justicia por las matanzas ejecutadas junto a sus partidarios y se refugiaron en Múnich, al amparo de las autoridades y fueron reclutados por agencias de inteligencia del Reino Unido y de Alemania Federal para organizar operaciones de sabotaje y terrorismo en territorio soviético.
Volviendo al caso de Otto Ambros y los demás directivos de la IG Farben que fueron condenados, y los que tuvieron la suerte de ser absueltos, todos ellos gozaron de destinos similares; se reinsertaron en sus exitosas carreras profesionales, ocupando altos cargos directivos en empresas, no solo alemanas, sino también británicas y norteamericanas, lo cual podría explicar lo indulgente de sus condenas. Pero lo más terrible es el hecho de que estos individuos no tuvieron ningún problema para volver a la vida social, como si su paso por prisión tan solo se hubiera debido a un desafortunado incidente de tránsito.
Sin duda esconde un alto grado de hipocresía el hecho de que luego de la guerra se prohibiese la exhibición de cualquier clase de simbología nazi o la apología del régimen de Adolf Hitler en la nueva Alemania Federal; pero que, al mismo tiempo, tantos cómplices e instigadores de la barbarie nazi pudieran caminar libremente por las calles y liderar importantes empresas, como si de gente respetable se tratase; del mismo modo que muchos exmiembros de la SS o exintegrantes de la maquinaria estatal nazi se convirtieron en altos funcionarios del gobierno e incluso formaron parte de las fuerzas armadas y de agencias de inteligencia del país germano.
Y como si todo esto fuera poco para ofender la memoria de tantas víctimas, dos de los empresarios convictos fueron distinguidos y homenajeados por las autoridades alemanas. A Heinrich Bütefisch le otorgaron la Gran Cruz del Mérito de la República Federal de Alemania y a Friedrich Jahne le dieron la Medalla de Servicios Distinguidos de Baviera y la Cruz de Servicios Distinguidos de la República Federal de Alemania.
Auschwitz bien podría ser considerado la cúspide del mal y la perversión humana, y del mismo modo que estos crímenes nunca podrán ser olvidados, los perpetradores de estos deberían haber recibido un castigo adecuado por sus actos y que sus nombres quedasen para siempre manchados por la vergüenza. Pero en Alemania, para los poderosos directivos de la IG Farben, como para tantos otros empresarios nazis, se prefirió la impunidad y el olvido cómplice.
*Analista geopolítico, fotógrafo y escritor. Autor del libro “La paternidad del mal – Los cómplices de Hitler”. Nominado al premio de la Sociedad Rusa “Znanie” (Российское общество «Знание») como “Educador extranjero del año 2023” Embajador en la República Argentina de la Sociedad Rusa “Znanie” (Российское общество «Знание»).
Fragmento del Capítulo VIII “1940”, del libro “La paternidad del mal – Los cómplices de Hitler”.