La colonización europea de África de fines del siglo XIX, dejó muchas heridas abiertas, entre ellas el genocidio de los pueblos herero y namaqua en la actual Namibia, en tiempos de la colonización germana, conocida como África del Sudoeste Alemán. En 2021, el gobierno alemán reconoció la existencia de un genocidio durante el período colonial, quedando en una declaración con contenido meramente político. No hubo avances en torno a una reparación histórica que reclaman los dirigentes namibios.
Por el Dr. Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Especial para LA POLIS. Desde Buenos Aires
En el marco de un año electoral, en 2024, el presidente namibio Hage Geingob al criticar la postura de Berlín en torno al conflicto en Gaza, señaló, que Alemania “es incapaz de aprender las lecciones de su cruel historia». El gobierno namibio aprovechó el ofrecimiento del gobierno alemán, de salir en defensa de Israel, ante la presentación realizada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia, contra este último país al acusarlo de cometer crímenes de guerra en el marco de la guerra librada contra el grupo terrorista Hamas en Gaza. Más allá del oportunismo político del presidente Geingob para presionar a los alemanes para retomar la cuestión de la reparación prometida en su momento a los pueblos nama y herero, desató una nueva polémica política tanto en Alemania como en Namibia. Nandi Mazeingo, presidente de la Fundación del Genocidio Ovaherero, expresó al medio alemán DW, que el gobierno namibio debería ir más allá de una negociación bilateral con Alemania, y presentarse ante las Naciones Unidas y la Corte Internacional de Justicia, si esto no ocurre, los representantes de los pueblos herero y nama lo harían. No obstante, estas declaraciones, permitió que en diversos medios internacionales trajeran de nuevo a luz una historia olvidada: el genocidio de África del Sudoeste Alemán. Lo acontecido allí, tales como la implementación de leyes de segregación racial, trabajos obligatorios, campos de concentración, deportaciones, sin ninguna duda recuerdan a las políticas implementadas por el nazismo en la Alemania del III Reich.
Llegan los alemanes al África del Sudoeste.
El Congreso de Berlín de 1884, dispuso el reparto de África entre las potencias europeas. El área denominada África del Sudoeste fue asignada al imperio alemán. La actual Namibia estaba poblada por diversos grupos étnicos. El norte los ovambos, pueblo bantú, estaban organizados en diversos reinos. En el centro del país los nama o namaqua, donde entraron en contacto con los oorlams – pueblos khoisan que adoptaron costumbres y el idioma de los bóeres – los herero que vivían en el centro sur del país (conocido como Damaraland), los basters (mestizos entre boeres y africanos) crearon una pequeña república en la región sureña de Rehoboth. Otras poblaciones eran los kavango, himba y bosquimanos. Desde principios del siglo XIX, los británicos mantenían una precaria presencia en Walvis Bay en la costa central del país, pero sin tener interés de controlar el interior. La presencia europea se hizo más fuerte con la llegada de grupos de misioneros protestantes, incluyendo alemanes que llegaron hacia 1840, destacándose la Misión Alemana Renana liderada por los pastores Franz Heinrich Kleinschmidt y Carl Hugo Hahn, que tuvo una fuerte influencia en las poblaciones namibias.
En 1883, Adolfo Lüderitz, un importante comerciante alemán, compró tierras a un jefe oorlam Josef Frederiks II, en torno a la bahía Angra Pequeña. El temor que los británicos declararan un protectorado en la zona, llevó a Lüderitz a pedir al canciller Bismarck que tomara posesión formal de la región. En 1884 fue establecido el protectorado de Africa del Sudoeste Alemán (Deutsch-Südwestafrika). El Dr. Heinrich Ernst Göring (padre del tristememente Hermann Göring) fue nombrado comisionado imperial y responsable del establecimiento del protectorado. Fueron dictadas las primeras normas de carácter racista, separando a europeos de nativos, con medidas tales como iglesias separadas para blancos y africanos; la prohibición de contraer nupcias entre ambos grupos; confinamiento en reservas; trabajos forzados; expropiación de tierras y ganado, alimentando el resentimiento de los nativos. En 1888 se incrementó el proceso de militarización, para controlar las poblaciones nativas, que mostraban un descontento creciente contra el gobierno colonial. Fue creada una empresa colonial – South West Africa Company Ltd (SWAC) – para al explotación de los recursos de la actual Namibia, alimentando los abusos y la coacción hacia las poblaciones locales para apoderarse de tierras de pastoreo, ya sea para establecer granjas europeas como para la construcción del ferrocarril y la exploración de minerales.
Entre los años 1890-1891, un brote viral, afectó al ganado bovino, base de la economía de los namas y herero, generó una importante hambruna. Las autoridades coloniales se mantuvieron indiferentes por el bienestar de los nativos. En 1897 la situación fue más grave y un nuevo brote viral acabó con la vida del 80% del ganado bovino. La hambruna costó muchas vidas de las pueblos namibios. Esto llevó a muchos a recurrir a préstamos a los colonos a tasas usurarias. Los conflictos por ello, motivó al gobernador Leutwein anular esos préstamos, generando la ira de los germanos.
Las penetración de las tropas alemanas y las leyes racistas generó una fuerte resistencia de las poblaciones locales, comenzando por la liderada por Henrik Witbooi, jefe de los namaqua. El gobernador alemán mayor Teodoro Leutwein (que reemplazó a Göring en 1890), aplicó una política de contención con un mínimo de coerción militar, recibiendo fuertes críticas de los colonos, que pedían acciones más severas. Sectores más extremistas buscaban la expulsión de los nativos y crear una suerte de “Alemania en África”. Ello no impidió incidentes como la operación militar del cerro Ghaamsberg, liderada por el general alemán von François, masacró una aldea hotentote, la mayor parte mujeres y niños. El líder Hendrik Witbooi se salvó del ataque, impulsando la rebelión armada, que duró un año (1894) terminando en un precario tratado, que pronto los alemanes violarían. La opresión alemana llevó a muchos nativos a emigrar al enclave británico de Walvis Bay como también a El Cabo, a pesar de las normas racistas britanicas, la vida era más llevadera que bajo la tutela alemana.
Las tensiones iban creciendo con mayores abusos de los colonos hacia los nativos. Las violaciones de mujeres y niñas herero por parte de ganaderos alemanes, no tenían castigo por parte de la justicia. La práctica Verkafferung, de tomar mujeres herero como concubinas ya sea por propia voluntad o por la fuerza, alimentó el rencor de los jefes hereros. Previo a la rebelión liderada por Samuel Maharero, los hereros lograron derrotar a los alemanes en la batalla de Oviumbo. Finalmente, en 1904, los hereros atacaron granjas aisladas, asesinando a unos 150 colonos blancos en el área de Okahandja. Estalló una tormenta política en Berlín y en el seno del parlamento, los socialdemócratas en vano buscaron mostrar a los hereros como humanos en igualdad de derechos con los blancos.
El primer genocidio del siglo XX.
La rebelión de los herero estalló en enero de 1904 y motivó a los alemanes a movilizar 14.000 efectivos para contener la crisis. En una primera etapa el gobernador Leutwein, lanzó una contraofensiva desplazando lentamente a las milicias de los hereros hacia la meseta de Waterberg. Las fuerzas coloniales lograron contrarrestar la guerra de insurgencia librada por los hereros y los acorralaron en la meseta de Waterberg. Allí los combatientes hereros se refugiaron junto a sus familias. Las fuerzas germanas – Schutztruppe – mejor equipadas y gracias a la movilidad dada por la red ferroviaria, permitió recuperar las regiones centrales del país. El objetivo alemán era expulsar a los hereros al desierto de Omaheke. La ofensiva perdió impulso por falta de munición. Leutwein ordenó el repliegue de las fuerzas para evitar ser derrotados. Los hereros habían logrado contactar redes de contrabando, que les permitía acceder armamento moderno, con limitaciones, pero su superioridad numérica, el conocimiento del terreno, tenían cierta superioridad frente a las tropas de seguridad alamanas (Schutztruppe). Es por ello que el gobernador alemán, optó por esperar y reforzar sus fuerzas. Esto fue visto en Berlín como señal de derrota. Esto fue el fundamento para enviar al general Lothar von Trotha, desginación realizada con oposición del canciller y del propio gobierno colonial, pero el kaiser Guillermo II hizo valer su prerrogativa para tal elección.
Los hereros y namas, profundos conocedores del terreno, actuaron en modalidad de guerra de guerrillas. Entre los meses de mayo y junio, desde Alemania llegaron tropas, suministros para reforzar la guarnición germana. En los primeros días de agosto de 1904 las fuerzas alemanas estaban desplegadas de tal manera para cercar a las fuerzas de Samuel Maharero. En la batalla de Waterberg, las fuerzas alemanas – unos 1.600 efectivos apoyados por 36 piezas de artillería – se impusieron a los 4.000/6.000 guerreros hereros. Se estima que habia unos 60.000 hereros en total. El 11 de agosto los alemanes mejor equipados que los hereros iniciaron las operaciones, centradas en la destrucción de pozos de agua y cortar las vías de escape posible de las fuerzas de Samuel Maharero. Las primeras acciones se caracterizaron por falta de coordinación, lo que alertó a los hereros y permitió la huida de gran parte de las familias herero hacia el desierto de Omaheke. La alta tasa de bajas en los combates, llevó a Maharero, a ordenar la retirada general, sin saber que los pozos de agua estaban destruidos, envenenados o tomados por patrullas alemanas. El general von Trotha decidió ir más allá para terminar con la revuelta, persiguiendo a los herero hacia el este, en el hostil desierto de Kalahari, buscando evitar que lograran reagruparse o buscar refugio en la colonia británica del El Cabo. El 2 de octubre de 1904 emitió la orden, que habilitó al genocidio: “Cualquier herero que se encuentre dentro de las fronteras alemanas con o sin arma, con o sin ganado, será fusilado”.
En la huida, la falta de agua, acabó con la vida de miles de hereros. Testimonios de la época relatan encontrar miles de muertos, muchos en pozos excavados a mano, en un desesperado intento de encontrar agua. Las patrullas alemanas que interceptaban supervivientes los fusilaban, sean adultos o niños.
El gobierno imperial alemán, revocó la orden de Trotha. La razón era la falta de mano de obra y era urgente tomar medidas para movilizar los escasos recursos humanos para impulsar la economía colonial. La manera de atraer de nuevo a los nativos fue utilizando a los misioneros para convencer a los supervivientes de la rebelión que vivían en la periferia del desierto de Kalahari para rendirse, bajo la promesa que sus vidas serían respetadas. Esta maniobra permitiría de recuperar parte de la fuerza de trabajo perdida con el genocidio. Quienes creyeron en el mensaje del gobierno colonial, fueron enviados a campos de concentración para ser sometidos a trabajos forzados. El más siniestro fue el campo de la isla Tiburón en las costas de la actual Namibia, frente a Lüderitz. Se estima que unas 3.000 mujeres y niños herero y nama encontraron la muerte en dicho lugar en condiciones realmente horrorosas. El diario sudafricano Cape Argus, en septiembre de 1905 relató las condiciones atroces del lugar: Las mujeres que son capturadas y no ejecutadas son puestas a trabajar para el ejército como prisioneras… vi a muchas de ellas en Angra Pequena (es decir, Lüderitz) sometidas a los trabajos más duros, y tan muertas de hambre que no eran más. que piel y huesos […] No les dan casi nada para comer, y muy a menudo las he visto recoger restos de comida tirada por los jinetes del transporte. Si las pillan haciendo eso, las azotan.
Los deportados a la isla recibían arroz crudo como alimentación y eran expuestos a trabajos agotadores. La falta de agua, higiene, alimentación y el trato brutal, eran una sentencia segura de muerte. La concentración creciente de prisioneros nama en torno a la capital colonial Windhoek, proocupaba a los colonos, lo que impulsó al envío en vagones de ganado hacia la isla Tiburón, también conocida como “Isla de la Muerte” . El ejército alemán “alquilaba” los prisioneros a empresas privadas responsables de la construcción de puertos, ferrocarriles, instalaciones para la industria minera. De 1600 prisioneros nama arribados en 1905, en pocos meses solo sobrevivieron 35. La tasa de mortalidad promedio era de 8 personas diarias. Los muertos eran objeto de experimentos científicos. Mujeres prisioneras eran obligadas a limpiar los cráneos de compñeras muertas para luego enviar las muestras a universidades alemanas. El objeto de muchos de estos estudios “científicos” era poner en evidencia la inferioridad racial de los africanos. El mismo horror se repetiría en manos del III Reich durante el Holocausto, pero a mayor escala.
El régimen de campos establecido en el entonces África del Sudoeste Alemán, permitió elevar la productividad de la colonia, pero con un alto costo en vidas y sometiendo a los prisioneros a condiciones extremas. Las familias eran separadas y las mujeres muchas veces eran violadas por las tropas coloniales. La violencia sexual estuvo presente en tiempos del dominio germano desde la llegada de las fuerzas coloniales en 1884.
Samuel Maharero, logró sobrevivir a la batalla de Watersberg, llegó al protectorado de Bechuanalandia – hoy Botsuana – con un millar de supervivientes, luego de atravesar el terrible desierto de Kalahari. Los británicos le dieron asilo a cambio de no tomar las armas contra ellos. Mientras tanto los nama mantuvieron viva la revuelta hasta 1908, su líder Hendrik Witbooi murió en combate en 1905. Hoy es considerado héroe nacional en Namibia junto con Samuel Maharero (moriría en el exilio en 1923).
El gobierno alemán hizo un balance de su presencia en África del Sudoeste, estableciendo una rígida censura del genocidio llevado a cabo entre 1904-1908 por orden del emperador Guillermo II. Los gastos causados por los conflictos con los nativos, significarton 600 millones de marcos, cuarenta veces más que el financiamiento de la colonia en tiempos de paz, la muerte de 1500 soldados y colonos.
El resultado de las prácticas genocidas llevadas a cabo por el gobierno alemán entre 1904-1908, revelan que unos 50.000 namaquas y unos 65.000 hereros fueron asesinados, ya sea en operaciones militares, por inanición, ejecuciones sumarias o por trabajos forzados. Se estima que dicha cifras redujeron el número de estos grupos étnicos en un 80% y 50% respectivamente. La colonia quedó en bancarrota, sin mano de obra. Muchos colonos se fueron para regresar en 1908 con el descubrimiento de diamantes y otros minerales de alto valor. El general Lothar von Trotha, principal artífice del genocidio fue condecorado por el alto mando militar alemán.
En 1908 los alemanes dieron por terminado el régimen de “prisioneros” para los herero y nama. El campo de Isla Tiburón fue cerrado. Se estima que murieron en los campos alrededor de la ciudad de Lüderitz, incluyendo el horror de la isla citada, unas 4.000 personas. Cifras que surgen de los registros de la época y por ende pueden ser superiores. Los hereros y nama mayores de siete años que fueron liberados, eran obligados a llevar un disco de metal, que los identificaba y enviados a trabajar reducidos a nivel de esclavitud en propiedades alemanas. Las normas coloniales prohibieron a los herereos tener ganado – era una cultura que basaba su existencia en la ganadería – con sus consecuencias en el plano cultural y económicos, reduciéndolos a la servidumbre. En otras palabras se impuso un régimen de castigo colectivo, como en tiempos del III Reich a las poblaciones ocupadas, cuando había algún atisbo de oposición, y considerado por el derecho internacional, un crimen de guerra.
La larga espera por una reparación histórica
Los alemanes disfrutaron poco de la bonanza del descubrimiento de diamantes. En 1914, la Unión Sudafricana invadió el territorio de África del Sudoeste en el marco de la Primera Guerra Mundial. Los funcionarios británicos que colocaron los sudafricanos, en base a los archivos coloniales alemanes y los testimonios de los supervivientes, elaboraron el Blue Book, realizada con fines políticos para justificar la anexión del territorio al Imperio británico (finalmente quedó en manos sudafricanas, una manera indirecta de Londres de controlar el territorio namibio). Los sudafricanos, vieron en los colonos alemanes que optaron por quedarse en la actual Namibia, como aliados frente a la mayoría africana. Pronto británicos, boéres y alemanes hicieron causa común en el nuevo esquema de dominio de África del Sudoeste, manteniendo la legislación racista, los controles, toques de queda y un estado policial para las poblaciones negras. Esto llevó a un acuerdo tácito y la cuestión del genocidio fue olvidado intencionadamente. La minoría alemana en África del Sudoeste mantuvo una importante cuota de poder económico y desde 1949 tuvo lazos con la República Federal Alemana, cuyo gobierno asumió una postura laxa frente al apartheid, dado que poderosos intereses económicos germanos se expandieron en Namibia durante la ocupación sudafricana.
Serán los archivos en Botsuana, la antigua Bechuanalandia británica, donde los hereros se refugiaron de las matanzas de von Trotha, donde sobrevivió una copia de la orden de exterminio o Vernichtungsbefehl. Dictada por el citado general alemán, junto a valiosos testimonios de la época y otros documentos que ponen en evidencia sobre la existencia de un plan de limpieza étnica en la antigua África del Sudoeste Alemán.
El mundo académico puso atención en las atrocidades cometidas por las fuerzas alemanas en África del Sudoeste (hoy Namibia), dado que tiene puntos de conexión con los horrores cometidos por el nazismo en Europa. En 1966, en la tesis del Dr. Horst Drechler, historiador alemán, planteó por primera vez el término genocidio para la campaña de «pacificación» llevada a cabo por fuerzas germanas contra los herero y nama.
El general Franz Ritter von Epp, que participó en el genocidio del pueblo herero, fue un miembro activo del partido nazi, estuvo detrás del financiamiento de la carrera política de Adolf Hitler y fue diputado del Reichtag hasta el final de la guerra. Eugen Fischer, científico alemán estuvo en África del Sudoeste en tiempos del dominio alemán, para “estudiar” la inferioridad racial de las poblaciones africanas. Su obra, fue fuente para Mi Lucha, el siniestro libro escrito por Adolf Hitler para expresar sus ideología. Cabe recordar que los trabajos de Fischer, sirvieron para justificar las políticas racistas y deportaciones de judíos, como también apoyó al diabólico Dr. Mengele en sus experimentos con seres humanos en el campos de concentración.
En tiempos del nazismo, en la pequeña colonia germana que vivía en África del Sudoeste – ahora bajo mandato sudafricano – el partido nazi tuvo muchos simpatizantes, a tal punto que el gobierno sudafricano, que luchó del lado de los Aliados, internó por un tiempo a simpatizantes de la facción nazi local. Un hecho que ha sido olvidado, junto con la llegada de refugiados del III Reich a la actual Namibia en la posguerra.
El peligroso virus del racismo se mantuvo latente junto con la idea transnochada de la superioridad racial, para luego eclosionar nuevamente en el embrionario movimiento nazi en los años 20. La negación del “otro” para convertirlo en una “cosa” abriendo el camino para el horror, es una constante del racismo. Un ejemplo reciente de ello, era la actividad de un presentador del programa de radio pública de Ruanda, durante el genocidio ocurrido en 1994, Georges Henri Yvon Joseph Ruggiu, donde hablaba abiertamente que los tutsis y hutus moderados, eran “cucarachas” y por ende debían ser tratados como tales. Este personaje fue condenado a 12 años por el tribunal internacional sobre los crímenes en Ruanda por incitación al genocidio. Este es un claro ejemplo de restar entidad al «diferente» y las consecuencias que puede acarrear. En el África del Sudoeste Alemán, los nativos eran denominados despectivamente “simios” y expediciones pseudo científicas motraban justificar la inferoridad racial de los africanos, elemento para justificar todo tipo de abusos. La misma “receta” aplicaría el nazismo para todos aquellos considerados “diferentes” o “inferiores” llevando a la muerte a millones de personas por ser judío, gitano o todo aquella persona considerada inferior/indeseable para el III Reich.
Namibia alcanzó la independencia en 1990 abriendo paso para reclamos por el perdón y la reparación económica a los pueblos herero y namaqua. El jefe de los herero Kuaima Isaac Riruako inició una larga batalla política y judicial, cuyo éxito fue el primer pedido de perdón por parte del gobierno alemán de la mano en enero de 2004, al cumplirse un siglo del genocidio: ministra alemana de Desarrollo, Heidemarie Wieczorek-Zeul, señaló: “aceptamos nuestra responsabilidad moral e histórica y la culpabilidad de los alemanes de entonces. Yo presento mis respetos ante vuestros ancestros masacrados. En el nombre de Dios os pido vuestro perdón”. En 2007 fue inaugurado el Memorial de las víctimas del campo de concentración de Swakopmund (ciudad costera de Namibia), llevándose a cabo todos los años una marcha conmemorativa de las víctimas.
Entre los años 2011, 2014 y 2018 el gobierno alemán devolvió restos (cráneos de prisioneros muertos durante el genocidio) que estaban en las universidades y centros de científicos germanos. En 2019 el presidente del Consejo Federal Alemán, Daniel Gunther, habló de genocidio y el Ministro de Cooperación y Desarrollo alemán Gerd Mueller, hizo promesas de reparación económica. Los representantes de los hereros y namas, mostraron su desconformidad sobre el ofrecimiento alemán de compensación en modalidad de programas de ayuda al desarrollo, generando también polémicas en la política interna de Namibia.
El creciente distanciamiento de los estados africanos de Occidente, especialmente de las antiguas metrópolis europeas, está vinculado con el revisionismo del pasado colonial y ante la falta de una respuesta adecuada para sanar heridas, cuyas secuelas se proyectan en el presente.