Por> Manuel S. Espinoza J., Director del CREI
sandinista — 24 agosto, 2024
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Manuel Salvador Espinoza J. (*)
Como lo hemos declarado muchas veces ya, el gobierno de los Estados Unidos es el que critica los procesos electorales en nuestro continente y hasta se permite intervenir durante todo el proceso electoral desde antes de su inicio, seleccionando al candidato de su preferencia; durante la fase de campaña, financia y con el apoyo de los medios de comunicación promueve al candidato, y al final en desconocer o reconocer los resultados de los comicios independientemente donde éstos se realicen.
Y aunque ellos no se ven en un espejo, todos vemos cómo más de una centena de razones de acciones antidemocráticas electorales, se han venido percibiendo en las elecciones de Estados Unidos de Norteamérica en este primer cuarto del siglo XXI. Por lo menos unas veinte razones marcan claramente el declive moral y de la democracia USA, que desde ya ponen en riesgo las próximas elecciones presidenciales en noviembre de este año.
En la lucha por el poder y el triunfo electoral presidencial, tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata implementan diversas estrategias para consolidarse como el partido dominante o partido único, lo que vendría a no solo debilitar el sistema electoral y la democracia bipartidista USA, ya viciada por sí mismo, sino que a la constitución misma y todo derecho del electorado norteamericano.
Las elecciones, fuera de ser una fiesta cívica y democrática, es una acción de guerra política que al final tiene por lógica colocar a un grupo político de poder económico sobre el resto a nivel nacional o, en todo caso, lograr una mejor distribución del poder económico, militar a través de una victoria política electoral.
Estrategias de los republicanos
En este sentido, las estrategias del Partido Republicano han estado dirigidas a:
La masiva restricción al voto. Esto implementa leyes de identificación de votantes, reducción de lugares de votación y limitación del voto por correo en estados controlados por republicanos, y lo que desalienta e/o impide el voto en grupos que tienden a apoyar a los demócratas, como la minorías y jóvenes.
El Sitema Gerrymandering, que lo explicamos de manera extensa en la entrega de noviembre del 2020 en Visión Sandinista titulado “El Mega Fraude Electoral en las Elecciones USA” https://www.visionsandinista. net/2020/11/23/el-mega-fraude-electoral-en-las-elecciones-usa-y-el-nexo-con-el-estado-profundo-deep-state/. Bajo este sistema dibujan y redibujan los distritos electorales en estados claves para favorecer la representación republicana en el Congreso, asegurando que las áreas con mayoría republicana tengan más poder y se diluya el voto demócrata.
Movilización del electorado simpatizante, como los cristianos evangélicos y los conservadores rurales, a través de políticas y discursos retóricos que compaginen con sus valores, como la oposición al aborto y la defensa de la Segunda Enmienda, que facilita el derecho de los ciudadanos estadounidenses a poseer y portar armas, ratificada el 15 de diciembre de 1791 con la lógica de: “Siendo necesaria una Milicia bien regulada para la seguridad de un Estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas”.
Una enmienda dañina y peligrosa a la seguridad ciudadana ante tantos tiroteos en las escuelas y lugares públicos que, a menudo con horror, vemos que ocurren en ese país. Demás está decir que esta enmienda ha sido objeto de amplios debates y controversias en el contexto de la legislación sobre el control de armas en los Estados Unidos y con poco éxito, ya que las empresas vendedoras de armas realizan todo tipo de lobby y sobornos a los congresistas para su no modificación.
Bloqueo de nombramientos judiciales, como ocurrió con la confirmación de la juez Amy Coney Barrett en 2020. Una jugada que les garantiza influencia a largo plazo con jueces en la Corte Suprema y tribunales federales, tanto que hoy esa acción aún facilita el posible retorno de Donald Trump a la presidencia.
Estrategias de los demócratas
Entre las estrategias del Partido Demócrata podemos distinguir varias acciones electorales como:
La expansión del voto, promoviendo leyes que amplíen el acceso al voto como la votación anticipada, el registro automático de votantes y la eliminación de restricciones de identificación, con el objetivo de aumentar la participación de grupos demográficos que tienden a apoyar a los demócratas.
Diversidad de alianzas con minorías étnicas, comunidades LGBTQ+, mujeres y jóvenes, ofreciendo políticas supuestas progresistas y globalista, que defienden necesidades y preocupaciones como los derechos civiles y la igualdad de género que con esa fachada de inclusivas son destructivas a la sociedad, el núcleo familiar, los valores ciudadanos y del individuo.
El control de los medios de comunicación, en manos, sobre todo, de judíos anglosajones que bien han aprovechado la influencia en los medios tradicionales y digitales de comunicación, promoviendo una narrativa y cobertura mediática sesgada para influir en la percepción pública contra los republicanos.
Presión y movilización social con el uso de movimientos y organizaciones sociales como Black Lives Matter o March for Our Lives, para presionar por cambios políticos y movilizar votantes en temas clave como la justicia racial y el control de armas, creando una base activista fuerte, pero sin llegar a las transformaciones necesarias que los afronorteamericanos, latinos y asiáticos realmente necesitan.
Estrategias similares de ambos
Ambos partidos conducen estrategias similares como:
Campañas de demonización y de desinformación. Enmarcan a los candidatos republicanos y sus políticas como extremistas o antidemocráticas, racistas y xenofóbicas, anti migratorias y dictatoriales para alienar a votantes moderados e indecisos. Por ejemplo, en la campaña del 2016 se anunciaba a Donald Trump como agente del Kremlin y en estas elecciones 2024 podemos ver la imagen que se está vendiendo como un psicópata, que se realizó un auto atentado y quien representa una seria amenaza para la democracia.
Mientras tanto los republicanos realizan campañas iguales hacia Kamala Harris, quien ya Trump la ha acusado de mentirosa e incapaz de gobernar. También desinforman con teorías de conspiración, de fraudes y noticias falsas para sembrar dudas sobre la legitimidad de los candidatos demócratas y el buen curso de las elecciones en general.
Control del financiamiento de campañas, para asegurarse el apoyo de grandes donantes y grupos de interés, lo que les permite financiar costosas campañas publicitarias y superar al rival en presencia mediática. El hecho más reciente: la recolección multimillonaria en cuestión de días de Kamala Harris como candidata demócrata.
Litigios electorales en tribunales para impugnar leyes electorales o resultados que consideran desfavorables, buscando anular o modificar elecciones a su favor.
Narrativa de miedo como herramienta política, advirtiendo que la victoria del adversario llevaría al país a la ruina económica, la pérdida de derechos fundamentales o la destrucción del orden social existente y logrado durante la administración en función.
Manipulación del sistema electoral. Ambos partidos son acusados de intentar influir en el diseño del sistema electoral, como la discusión sobre la abolición del Colegio Electoral por parte de algunos demócratas, lo que podría alterar significativamente la dinámica de las elecciones presidenciales.
Deslegitimación del adversario, desprestigiando a la administración o las elecciones ganadas por el adversario ya sea mediante investigaciones, audiencias o campañas de relaciones públicas que siembran dudas sobre la legitimidad del oponente.
Problemas específicos del país
Estas acciones tácticas electorales apenas reflejan una parte de la intensa competitividad entre ambos partidos norteamericanos, en su objetivo de consolidar el poder a largo plazo en el escenario político estadounidense. Pero existen problemas específicos que están transformando fundamentalmente a los Estados Unidos al reducir las libertades individuales, y poniendo en riesgo la seguridad del país a un plazo muy cercano.
Defensa de la Segunda Enmienda como la vista en el 2013, tras el tiroteo en la escuela primaria Sandy Hook, en Connecticut, que obligó a proponer leyes para limitar la venta de armas de asalto y que no fueron aprobadas a nivel federal porque perjudicaba el comercio de armas a lo interno y los jugosos bonos que muchos miembros del congreso reciben para que nunca prosperen.
El Estado de vigilancia evidente en las revelaciones de Edward Snowden en 2013, que mostraron que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estaba realizando vigilancia masiva sobre ciudadanos estadounidenses y extranjeros sin su conocimiento, incluyendo el monitoreo de llamadas telefónicas y correos electrónicos no solo de ciudadanos norteamericanos, sino hasta de mandatarios extranjeros.
Erosión de la libertad religiosa cuando en el 2014 la Corte Suprema de Estados Unidos falló a favor de Hobby Lobby, una empresa cristiana que se oponía a proporcionar ciertos tipos de control de natalidad a sus empleados bajo la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Obamacare). Este caso reflejó las crecientes tensiones entre la libertad religiosa y las políticas de salud pública.
El abusivo activismo judicial. En 2015 la Corte Suprema de EEUU, en el caso Obergefell vs. Hodges, legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país. Los críticos argumentaron que la Corte estaba imponiendo su ideología al país, en lugar de dejar que los estados decidieran este tema a nivel local.
La agenda globalista, promovida por los demócratas y vista en el acuerdo de París sobre el cambio climático, firmado en 2015, que obligó a los países a cumplir con ciertos objetivos de reducción de emisiones bajo la estrategia de destrucción de las capacidades de comercialización internacional de sus recursos energéticos estratégicos como gas, petróleo y carbón. Críticos, como Donald Trump, argumentaron que el acuerdo ponía a Estados Unidos en desventaja económica en comparación con países como China e India.
Corrupción política, como se notó en el escándalo de los “Papeles de Panamá” en 2016 y que reveló cómo políticos y empresarios en todo el mundo, incluidos varios de América Latina, escondían dinero en paraísos fiscales para evadir impuestos. Este caso subrayó la corrupción y falta de transparencia en las altas esferas del poder.
La inmigración descontrolada que, desde el 2018 hasta todo lo que va del 2024, caravanas inmensas de migrantes que viajaban desde Centroamérica hacia Estados Unidos, ha provocado serios debates sobre la crisis en la frontera sur, especialmente en ciudades fronterizas republicanas como Tijuana, México y El Paso, Texas.
Estas, al ver sobrecargados sus sistemas de asilo y recursos locales, optaron por enviarlos a otros estados demócratas, inclusive a la capital. Con gran decepción se puede ver gigantescos asentamientos en calles y avenidas principales de Los Ángeles, San Francisco, New York, Washington D.C, etc.
La política de ambientalismo radical ampliada en 2019, cuando era claro que las políticas radicales propuestas, como el Green New Deal en Estados Unidos, dañarían la economía y las libertades personales con el aumento de la impresión del dólar en cantidades exorbitantes para este propósito.
La expansión del poder gubernamental expuesto durante el ejercicio de control global conocido ya como la pandemia del Covid-19 (2020); muchos gobiernos, incluyendo el de California bajo el gobernador Gavin Newsom, impusieron restricciones estrictas como cierres de negocios y toques de queda. Esta demostración fue un claro ejemplo de cómo el gobierno puede ejercer demasiado control sobre la vida diaria de las personas.
Falsas políticas de identidad como fue el caso del movimiento Black Lives Matter, que ganó prominencia tras la muerte de George Floyd en 2020. Si bien muchos apoyan su lucha contra la injusticia racial, otros critican que el enfoque en la raza puede dividir a la sociedad y aumentar las tensiones raciales, sobre todo cuando su uso es meramente por cantidad de votos para llevar a los demócratas al poder y no por verdaderas reivindicaciones de los derechos de las minorías raciales.
Declive de los estándares educativos que a menudo se ve en claros ejemplos como en el 2020 en el Distrito Escolar Unificado de San Francisco, que decidió renombrar 44 escuelas que llevaban el nombre de figuras históricas como George Washington y Abraham Lincoln, alegando que eran símbolos de opresión. Está claro que solo se trata de una agenda política y no centrado en la educación y enseñanza de hechos históricos y habilidades esenciales.
Corrupción en los medios. Durante las elecciones presidenciales de 2020, el escándalo sobre la laptop de Hunter Biden, hijo del presidente Joe Biden, fue cubierto de manera muy diferente por distintos medios como The New York Post, que publicó la historia ampliamente, mientras que otros como The New York Times fue acusado de minimizar o ignorar la historia, lo que llevó a acusaciones de parcialidad.
La falta de integridad electoral en las elecciones presidenciales de 2020, con serias acusaciones de fraude electoral, especialmente en estados claves como Georgia y Pennsylvania. Aunque los tribunales rechazaron la mayoría de las demandas, la controversia alimentó una profunda desconfianza en el proceso electoral entre muchos votantes que hasta hoy persisten en la discusión electoral actual.
La erosión de la libertad de expresión, se pudo ver en 2021 cuando Twitter y Facebook suspendieron permanentemente la cuenta del expresidente Donald Trump, obligándolo a abrir su propia red social. Lo anterior demuestra del poderío anglo-sionista de las grandes plataformas tecnológicas que están controlando todas aquellas voces anti sistémicas.
Los gastos militares en aumento década tras décadas en guerras proxy, sin fin y sin victorias más que el repudio y rechazo internacional. Desde Afganistán (desde el 2001) e Irán (2003), pasando por Libia, Siria (2011) hasta el financiamiento de más de 200 mil millones de dólares en financiamiento del régimen de Zelensky en Ucrania (2022-2024) han generado una conciencia anti bélica en el electorado en general.
Sistema de rechazo, malestar e implosión
Con elementos antes mencionados como la permisión de la inmigración ilegal, la represión racial y la impunidad policiaca contra las minorías afrodescendientes, la falta de asistencia social ante el desgaste por los gastos astronómicos militares viene generando un sistema de rechazo, malestar e implosión paulatina en la sociedad norteamericana, generando el rechazo al liderazgo político gubernamental.
Lo anterior se ejemplifica en la Militarización de las Disputas Políticas, vistas en las protestas tras la muerte de George Floyd en 2020, se convirtieron en disturbios en ciudades como Portland y Kenosha, donde se produjeron incendios, saqueos y enfrentamientos violentos destructivos a la moral y a la pérdida de la identidad nacional producto de la oleada migratoria no regulada. Otro claro ejemplo fue la toma del capitolio por parte de los simpatizantes de Trump en el 2020, después que declarara fraude electoral.
Técnicamente, tanto el perverso Colegio Electoral como los estados indecisos, hacen de la elecciones nada justas o democráticas. Si bien es cierto es hasta posible llegar a eliminar al Colegio Electoral, pero es harto difícil acertar la inclinación en cada elección de los estados indecisos, que son seis estados los que marcarán la victoria del próximo presidente USA.
Por ejemplo, los votos de Nueva York pueden no decidir nada. Ni la de los que viven y votan en California, que es el estado más grande del país. Es por la forma en que se elige al presidente, ya que hay estados que no marcan la diferencia. Pero Arizona, Georgia, Michigan, Wisconsin, Nevada y, especialmente, Pensilvania, la marcan. Es en estos seis estados donde se desarrolla esencialmente la campaña electoral presidencial.
Es que los votantes en estos estados están divididos casi por igual entre republicanos y demócratas. Cuando alguien gana una elección aquí, normalmente lo hace con un margen de unos pocos puntos porcentuales, ¡o incluso hasta una fracción de porcentaje! Eso es lo que sucedió en el 2016 a favor de Trump, o todo lo contrario como lo fue en el 2020 a favor de Biden.
En ambas elecciones los seis estados pasaron de un partido a otro. Nada raro. Hay estados rojos declarados (republicanos) y azules (demócratas). Pero es que estos seis estados son indecisos como Pensilvania, que ha generado la convicción de que quien gane en él, gana las elecciones a nivel nacional.
Con el atentado o auto atentado a Donald Trump, donde por milímetros casi pierde la vida, las elecciones en Estados Unidos se han tornado muy peligrosas y sobre todo en un periodo de su historia política donde el escenario de una segunda guerra civil no deja de salir en los medios informativos y analíticos. ¿Es este el último atentado a los candidatos a la Casa Blanca en estas elecciones?
Desde luego que ninguno de los partidos podrá alcanzar el nivel de partido único, pero sí se está claro que ésta será la única elección presidencial que pueda desatar una enorme fractura no solo política, sino hasta territorial, que hagan que posiblemente lleguen a ser las últimas elecciones en Norteamérica. Y esto sin incluir el declive generado por el accionar de factores externos que emanan de su enfrentamiento contra China, Rusia, Irán y Corea del Norte o por la consolidación de los BRICS.
Por lo tanto, no solo se trata de entender una serie de enormes problemas que la sociedad norteamericana padece y adolece por el formato antidemocrático de la política interna norteamericana. Se trata de entender antiguos y nuevos factores que integran una nueva realidad interna y externa de los EEUU, en una coyuntura internacional que permanentemente está socavando y amenazando los pilares principales de la estructura del poder nacional y global yanqui.
El candidato que escoja no el pueblo USA, sino el Deep State (estado profundo) a salir victorioso en las elecciones presidenciales de noviembre 2024, primero deberá llegar vivo al final de la contienda y en una sociedad que no entre a una nueva guerra civil para poder lidiar con una potencia en declive y en la ya iniciada tercera guerra mundial.
Director del Centro Regional de Estudios Internacionales CREI