El último “rey de Escocia” Recuerdos del dictador caníbal
Por: Agencia Internacional de Noticias |Jorge Suarez Saponaro
Jorge Suarez Saponaro
Columnista | Diario el Minuto
“Su excelencia, Mariscal de campo, Presidente vitalicio de Uganda, Conquistador del imperio británico, Rey de Escocia, Señor de todas las bestias de la tierra y peces en el mar.”: eran lo títulos que se confirió uno de los más importantes asesinos y genocidas del África, Idi Amin Dada. Personaje siniestro en cuyo régimen murieron nada menos que entre 300.000 y 500.000 víctimas de la represión de su tiranía.
Por Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director del Diario El Minuto para Argentina
Uganda es un estado ubicado en Este de África, a orillas del Lago Victoria, rodeado por Sudán del Sur, Kenia, Tanzania y la República Democrática del Congo. En el siglo XV se conformaron cuatro reinos rivales, Buganda, Toro, Bunyoro y Ankole. En el siglo XVIII, el reino de Buganda tenía una posición hegemónica sobre los otros reinos y para el siglo XIX, llegaron comerciantes árabes y europeos. De la mano de estos últimos comenzó la expansión del catolicismo, promovido por el rey Mutesa I, para luego terminar en una serie de matanzas de cristianos con el rey Mwanza en 1885. Esto habilitó de alguna manera la intervención europea, a los fines de imponer la paz y terminar con la guerra civil. En 1890 fue establecido el protectorado británico. Este perduró hasta 1962, cuando fue reconocida la independencia por parte de Londres. La solución adoptada sobre el tipo de gobierno fue la federal, defendida por el kabaka o rey de Buganda, Mutesa II, a sazón de primer presidente de la nueva república, en oposición al primer ministro Milton Obote, partidario de un régimen unitario. Finalmente, Obote dio un golpe y el presidente Mutesa tuvo que exiliarse, terminando con la experiencia federal en 1966.
En esos años, Idi Amin Dada, un hombre de la tribu minoritaria de los kwkwa, había llegado a ser el jefe de estado mayor del ejército ugandés. Nacido en 1925 en una aldea remota, ingresó a las fuerzas coloniales como ayudante de cocina. Su carrera militar lo llevó al grado de sargento. Hombre de poca instrucción, no había terminado los estudios primarios, se había convertido en un personaje popular por ser campeón de boxeo de peso pesado. En la rebelión Mau Mau, el entonces soldado Amin de los Fusileros del Rey, demostró ser competente y además cruel. Su comportamiento lo llevó al grado de sargento. Ningún africano del ejército colonial británico llegaba a oficial. Esto estaba reservado a los blancos. Esto fue regla en toda el África, con sus consecuencias, dado que los ejércitos de los nuevos estados quedaron en manos de personal subalterno con escasa preparación. Algo que seguramente era premeditado, dado que las potencias coloniales esperaban mantener su “influencia” cuando sus colonias se independizaran. En 1964, los oficiales europeos fueron enviados a casa luego de una rebelión, lo que permitió que estos sargentos y cabos se convirtieran en generales y coronales. Entre ellos, Idi Amin, tras la independencia en 1962, pasó de sargento a mayor. En 1965 era general y jefe del ejército de Uganda.
La dictadura
En un primer tiempo, Amin, aliado del presidente Milton Obote, se involucró en el contrabando de marfil y otros productos, amasando una gran fortuna (lo que le permitió vivir en mansiones y coleccionar autos de lujo) y permitió comprar parte del ejército, creando una guardia fiel a su persona. Obote no era ajeno a estos negocios. No obstante, temía el poder de Amin y sobre la base de acusaciones de corrupción, planeaba su arresto. El futuro dictador de Uganda se adelantó y dio un golpe de estado en 1971, cuando Obote estaba de gira en Singapur. Entre las primeras medidas fue una cruenta purga sobre la administración pública, el ejército y la policía que desplazó a millares de partidarios de Obote, más de uno terminó como cadáver arrojado en el lago Victoria. Idi Amin en un primer momento prometió libertad y democracia, incluso liberó presos políticos, rindió honores de estado al fallecido presidente ugandés Mutesa. Mientras tanto puso en funciones a militares en puestos clave, suspendió la constitución, y organizó la constelación de organismos represivos, como la Oficina de Investigación del Estado o SRB, la Policía Militar y la Unidad de Seguridad Pública. Obote recibió asilo del régimen socialista de Tanzania, junto a 20.000 exiliados.
En 1972 un intento de contragolpe fue ahogado por Amin. En los combates murieron 450 personas y 500 fueron ejecutados luego de la rendición. Esto desencadenó una cruel represión contra soldados de los grupos étnicos acholi y longo, que para 1972, fueron masacrados en un número cercano a los 5.000. Se estima que civiles de dichas etnias fueron asesinados en un número que rondaría los 10.000. Pronto la paranoia del régimen incluyó a todo aquel que fuera sospechoso de simpatizar con Obote o por lo menos mostrar algún atisbo de oposición. Religiosos, artistas, abogados, magistrados, estudiantes, intelectuales y presuntos enemigos del régimen fueron asesinados cruelmente. Muchas torturas y aberraciones eran presenciadas por el propio Amin. Los relatos son escalofriantes, a ello se agregaba que cualquiera que fuera denunciado, desde un vecino envidioso, una novia despechada, que podían incluir simpatías por el sionismo, era una sentencia de muerte segura, bajo condiciones inimaginables en el universo carcelario de Idi Amin. El régimen de terror impuesto, no solo era la posibilidad de ser detenido por simple sospecha, sino las ejecuciones públicas que eran trasmitidas en televisión.
El apoyo libio a la operación de represalia contra Tanzania, en 1972, se materializó con la llegada de 3.000 soldados, aviones de combate Mirage 5, destinados apoyar las represalias contra poblaciones fronterizas llevada a cabo por tropas ugandesas y aviones Mig 17 y 21 de la fuerza aérea de Amin. La represión interna y las acciones genocidas contra grupos tribales, engrosó el número de exiliados en Tanzania, que crearon un Frente de Liberación, siendo en el futuro la principal fuerza de oposición al régimen ugandés.
La dictadura de Amin no tenía una ideología definida, sino más bien estaba formada por una camarilla de ignorantes – dado que muchos eran analfabetos y por solo ser de la etnia del dictador tenían un cargo, a veces relevante como gobernadores – dedicada al saqueo, buscó justificarse de alguna manera. En 1972 en nombre de una presunta “guerra económica” y sobre un discurso nacionalista furibundo, fueron confiscados los bienes y comercios de millares de inmigrantes asiáticos (unos 140.000) que vivían en el país desde tiempos del domino británico. Privados de su ciudadanía, fueron expulsados, con el derecho a llevarse solo cien dólares y pertenencias personales. Los bienes fueron repartidos entre los partidarios de Amin. Los asiáticos eran responsables del sector terciario e industrial del país. La nueva realidad hundió la economía ugandesa. Las nacionalizaciones incluyeron a empresas de origen británico. Hubo un acercamiento hacia Libia, en manos del coronel Gadafi, y la Unión Soviética.
Su discurso antisemita y anti estadounidense, le sirvieron para ganar simpatías en el mundo árabe y algunos países africanos. Los asesores israelíes fueron expulsados e incluso, tropas ugandesas fueron enviadas a la guerra del Yom Kippur, a pesar que no entraron en combate. Idi Amin presenció la guerra desde una lujosa tienda de campaña. Su conversión al Islam, facilitó la ayuda de Arabia Saudita, interesada de expandir dicha confesión en África. A pesar que solo el 5% de la población local era musulmana. Este dinero, fue de suma importancia para financiar el régimen de Amin. Asimismo, su militancia “islámica” le sirvió para perseguir a grupos cristianos.
En 1973, la embajada de Estados Unidos en Kampala, la capital del país, fue cerrada por razones de seguridad, dado el comportamiento de Amin. A pesar de la hostilidad de Occidente, el régimen era tolerado. Dado que este se beneficiaba de ambas partes, conservando su neutralidad frente ambos bandos en el marco de la Guerra Fría. Mientras que el dictador ugandés no saliera de sus fronteras y no amenazara a los grandes intereses de las potencias de aquel entonces, podía seguir gobernando a sus anchas y cometiendo sus crímenes sin problemas. Un ejemplo de ellos, fue una anécdota recogida por el diario El País de España Semanas después del estreno de su película documental sobre el presidente ugandés Idi Amín Dadá, el cineasta Barbet Schroeder empezó a recibir llamadas desde Uganda. Sorprendido en pleno sueño, el director tardó unos minutos en entender las frases entrecortadas de sus interlocutores.
Le hablaban en francés, muchos de ellos llorando: “Señor, haga lo que le dice”… “mis hijos están aquí, señor, hágale caso”. Schroeder comprendió por fin. Unos días antes se había negado a suprimir de su película sobre Amín algunas escenas que no gustaron al dictador. Así que el tirano encerró en un hotel a un montón de ciudadanos franceses con sus familias, les dio el teléfono de Schroeder y pidió que le explicaran la necesidad de retirar del filme las secuencias de la discordia. Aquella misma noche, el director se comprometió a censurar su película. Conocía lo suficientemente bien a Idi Amín Dadá como para saber que mataría a todos aquellos franceses, niños incluidos, si sus demandas no eran atendidas.
Los secuaces que rodeaban a Idi Amin, también eran de la misma talla que el dictador. Un ómnibus con enfermeras fue asaltado en la noche y violadas por un grupo de policías. Nadie se atrevió a realizar denuncia alguna. El clima de terror del país, era una realidad. El dictador por un lado mantenía un régimen basado en el miedo y por otro lado organizaba reuniones con jóvenes a fin de darles consejos sobre educación sexual, también hacía recomendaciones a médicos. Viajaba por las aldeas de Uganda prometiendo autopistas, escuelas y hospitales. Funcionario que osaba solicitar fondos, el dictador ordenaba imprimir billetes para financiarlas, con sus consecuencias financieras para el país.
Idi Amin, luego llamado también Dada – en swahili, significa padre o abuelo – con la idea de mostrarse protector del pueblo, le gustaba humillar. Fue popular una anécdota en el cual un grupo de hombres blancos, fueron obligados a llevarlo en andas en una fiesta. También le gustaba que los detenidos rogaran por su vida ante su persona, para luego decidir su ejecución. Otro delirio era ser acompañado por alguno de sus cuarenta hijos, vestido de uniforme militar y con condecoraciones. Ello se debía a que uno de sus “brujos” le había sugerido llevar a un niño como protección contra atentados. Su vida personal fue tan terrible como su vida pública. Tuvo cinco esposas, cuarenta hijos y decenas de amantes ocasionales. Sus tres primeras esposas fueron repudiadas, aparentemente por adultero. Malyamu, Kay y Nora, sufrieron el rigor del régimen, en el caso de Kay, apareció descuartizada en un baúl de un automóvil.
Las otras lograron huir del país. Las esposas que las reemplazaron aparecían siempre con moretones y rastros de violencia, que el dictador decía se debía a “accidentes domésticos”. Ay de aquel muchacho que tuviera una novia, por la cual Amin estaba interesado. Era una sentencia de muerte. Mientras para la desafortunada elegida, debía mantener relaciones consentidas o ser violada brutalmente. Los secuaces del presidente siguieron su ejemplo. En el verano de 1976, el estudiante universitario, Paul Sewanga fue asesinado al intentar impedir que un agente de policía violara a su pareja. Esto ocasionó la protesta de los estudiantes del campus, una situación rara, dado el terror imperante. Amin llamó al rector y se comprometió a investigar y castigar a los responsables. Nada ello pasó, muchos estudiantes fueron torturados, como también desaparecidos.
En junio de 1976, el país estuvo en las portadas de los principales diarios del mundo, por el secuestro de un avión de Air France en manos de un comando palestino, llevándose consigo como rehenes un grupo de pasajeros israelíes. El destino fue Entebbe, gracias a la complicidad del siniestro Amin con los terroristas. El gobierno israelí montó una célebre operación de rescate, que terminó con la captura del aeropuerto, la evacuación de la mayoría de los rehenes y la muerte de decenas de ugandeses, la destrucción de parte de su fuerza aérea, además de ultimar a los terroristas, con el saldo de un rehén muerto y el jefe de la operación también muerto. Idi Amin estalló en cólera y al saber que una turista israelí, Dora Bloch, permanecía en un hospital del país, fue sacada a la rastra – era adulto mayor y con limitaciones de movilidad – y asesinada. El fotógrafo que difundió las fotos de la desdichada mujer, apareció días después, calcinado en una cuneta.
Un documental filmado en esos años, por el citado cineasta francés Barbet Schroeder, mostró el régimen delirante de Amin, donde bailaba en una canoa para espantar cocodrilos, lanzaba diatribas contra el sionismo. La prensa inglesa lo mostró como un simple mamarracho, ignorando sus aberraciones. Recién en 1977 la Comunidad Británica de Naciones o Commonwealth, le envió una nota deplorando los abusos del régimen. Idi Amin no le importó y continuó con sus delirios. Por ejemplo, con la crisis del Watergate, Idi Amin envió un cable deseándole una “pronta recuperación del Watergate”. Al presidente Gerald Ford, le escribió un cable con un “Te Amo y sugiriendo que colocara a un negro en su lugar”. En el citado año, Amin se declaró “vencedor de los británicos” y por ende “Conquistador del Imperio Británico” además de distintos títulos delirantes, como ser el señor de todas las bestias, etc. Sus payasadas, delirios, eran una maniobra para encubrir sus crímenes aberrantes, siendo consecuencia de ello, un inusual crecimiento de la población de cocodrilos, gracias a los cadáveres que arrojaban de a cientos en las aguas del Lago Victoria.
El militarismo de Uganda alarmó a sus vecinos, particularmente a Kenia, que retuvo armamento con destino a Kampala. Amin amenazó con el empleo de la fuerza, pero luego se retractó ante una concentración de fuerzas militares keniatas en la frontera. En 1978 la situación de Amin era precaria, el vicepresidente Adrisi sufrió un accidente, instigado por el dictador, lo que ocasionó el motín de tropas del ejército adictos al vicepresidente. Nuevamente la brutalidad y crueldad se hizo presente y muchos se exiliaron a Tanzania. Amin acusó al presidente Julius Nyerere de comportamiento hostil y de incitar a una guerra entre ambos países. Incluso como era su costumbre, lo desafío a pelear en un ring de box para dirimir las diferencias de ambos países. No hubo respuesta.
La guerra con Tanzania. Caída y exilio
Las fuerzas ugandesas habían sido entrenadas por israelíes en los 60, incluso Amin había recibido formación como paracaidista. La negativa israelí de apoyar sus delirios, lo llevó a tomar una posición contraria. Las fuerzas ugandesas estaban armadas con fusiles FAL, aviones tácticos Fouga Magíster ex israelíes, además de transportes C 47 y Noratlas. Los medios blindados eran de la Segunda Guerra Mundial, incluía material británico y de Estados Unidos. La fuerza aérea, fue bien equipada gracias a la ayuda libia y soviética, con aviones Mig 17 y 21, parte de ellos destruidos por los israelíes en la Operación de rescate de Entebbe. El ejército se benefició con lanzacohetes, cañones y blindados, además de un puñado de tanques T 55. Las Fuerzas Populares de Defensa de Tanzania, contaba con un ejército de 30.000 efectivos, reducido, pero bien entrenado y motivado, apoyado por una modesta fuerza aérea.
El régimen de Amin, decidió tomar la iniciativa e invadió Tanzania en octubre de 1978, donde las tropas ugandesas, que hacía tiempo que no recibían su paga, se dedicaron a saquear y asesinar. Unos 8.000 civiles murieron en la invasión. La respuesta de Tanzania no se hizo esperar y consistió en una primera instancia en contener y desgastar a los atacantes. A fines de diciembre, los ugandeses habían sido expulsados de Tanzania. A instancias de Occidente, el régimen de Nyrere recibió luz verde para invadir Uganda, apoyado por el Frente de Liberación Nacional. Tropas tanzanias, formadas por unos 10.000 efectivos, apoyados por una escuadrilla de aviones de combate Mig 21 lanzaron una ofensiva a escala. Hacia febrero de 1979. el avance era imparable y las tropas ugandesas se repliegan con fuertes pérdidas. Entebbe, se convierte en un bastión defendido por varios miles de soldados libios y mercenarios somalíes, que serían responsables de resistir el grueso de la invasión, mientras el ejército de Uganda se desmoronaba. El comandante libio de Entebbe pidió ayuda a Gadafi, este envió aviones C 130 cargados de armas y lanzó una operación de bombardeo estratégico con aviones Tu 22, contra Mwanza, un nudo de comunicaciones tanzanio de vital importancia. La operación fue un fiasco. Idi Amin estaba derrotado. Su ejército ya no existía y los libios estaban siendo desbordados por las tropas tanzanias.
En abril de 1979, Gadafi le sugirió al “mariscal” Idi Amin que se retire de escena. El dictador opta por huir el 11 de abril, primero a Libia y luego hacia Arabia Saudita. Las tropas tanzanias y fuerzas opositoras ugandesas tomaron Kampala, terminando con una pesadilla de ocho años. Los partidarios de Amin sufrieron serias represalias. Crónicas de la época relataban, como lo hizo el periodista Riccardo Orizio, quien entrevistó a Amín en su libro Talk of the Devil, dijo en su oportunidad “junto a una de sus mansiones se halló un campo de exterminio donde prisioneros escuálidos sobrevivían royendo los huesos de los que iban muriendo”.
En 1983, Amin, intentó volver a Uganda, a través del Zaire, pero su antiguo aliado, el dictador de aquel país, Mobutu Sese Seko, lo persuadió para que volviera a su exilio en Yeddah, Arabia Saudita.
En julio de 2003, una de sus esposas solicitó al gobierno de Uganda que permitiera a un moribundo Amin morir en su país. Pedido que fue rechazado, dado que el presidente de ese entonces, Museveni, indicó que apenas estuviera en el país, debería dar cuenta por sus crímenes. Finalmente, el dictador murió en Arabia Saudita, impune y jamás rindió cuentas de sus atrocidades. Incluso algunos de sus decenas de hijos han intentado reivindicar su siniestra figura, especialmente cuando se estrenó hace varios años atrás la película “El último rey de Escocia” que retrata en parte su oscuro régimen.
Entre el mito o posible realidad, fue la práctica de canibalismo, sobre los cadáveres de sus enemigos políticos. Una vieja tradición guerrera de la región, era devorar el hígado de los guerreros muertos en batalla, de esta manera se trasladaba a quién lo comía, su fuerza y valor. Se decía que Amin, tenía dicha “tradición”. Esta costumbre puede corresponder a las tradiciones de guerreros que comían vísceras para apropiarse del valor de sus enemigos”, explicó a la revista española SEMANA, Samuel Decalo, autor del libro Coups and Army Rule in Africa.
La caída de Amin, no impidió que la violencia continuara por décadas en Uganda. El ex presidente Obote regresó para ser derrocado en 1985. La actividad guerrillera y la violencia siguió durante años, siendo manifestación de ello el siniestro Ejército de Resistencia del Señor, célebre por reclutar niños soldados y sus crímenes contra civiles. La perla de África, como lo definió Churchill en tiempos del Imperio británico, intenta salir adelante en la convulsa región en donde se inserta Uganda, luego de años de brutalidad y saqueo, siendo su principal exponente de aquellos años aciagos, el genocida Idi Amin, verdadero acólito del diablo.