
30 enero 2017 Por Dr. Carlos Murillo Zamora
Aun las superpotencias, al formular su política exterior tienen que considerar el espacio de maniobra que les permite la arquitectura del sistema internacional y las acciones y reacciones de los otros Estados, sobre todo de sus principales adversarios. El poder militar por grande que sea, no es garantía de éxito en la búsqueda del interés nacional. Las relaciones internacionales no son un juego de suma cero. Tampoco un Estado, sea o no superpotencia, puede aspirar a alcanzar todas sus metas en todos los ámbitos, pues ello significaría que no existe sistema internacional.
Lo anterior no ha sido comprendido por la Administración Trump, quien no aprovechó la “luna de miel” que todo gobierno tiene al asumir funciones, como tampoco disfrutará de los conocidos “100 días” que se le ofrece a un mandatario para identificar el rumbo que quiere seguir. Esto porque adoptó una posición basada en un juego de suma cero y amparado en lo que denomina “hechos alternativos”, considerando que la realidad es la que define Trump, en la que lo blanco es negro y todo responde a un “reality show”. Si a ello se suman las amenazas de Nikki Haley, de ascendencia india, como embajadora de EUA en ONU, al presentar credenciales, se hace manifiesto el aislacionismo unilateral (aunque suene contradictorio) de Trump. Esto agrava la creciente inestabilidad del sistema internacional.
Se ha considerado que el estilo del presidente es una mezcla de lo que en inglés se denomina el playbook o manual de estrategia que adopta tesis de Erdogan, Berlusconi y Putin. Por ello decidió confrontar abiertamente a China, amenazándolo con operaciones militares; esto sin duda fortalece la posición de Xi Jinping, al mismo tiempo que amenaza el orden regional que comenzó a construirse en la Administración Nixon y consolidó Obama con la tesis de EUA como el pivote de Asia.
Trump solicitó nuevos planes militares para atacar posiciones estratégicas de ISIS en Siria, en momentos en que Damasco, Moscú y Ankara lograron un acuerdo; además, es conocido que con una operación aérea no se logra ganar una guerra, se requiere que las tropas ingresen al terreno y esto pondría a Washington en ruta de colisión con Rusia. La Casa Blanca parece desconocer no solo el orden estadounidense de posguerra mundial, sino el juego de poder que caracteriza las relaciones entre superpotencias y potencias regionales, para imponer su propio modelo a partir de una visión trumpetiana, que responde no a los intereses estadounidenses sino a los de una pequeña élite que ve en el mandatario a su mesías. De ahí que en privado haya preocupación en las tiendas republicanas por el futuro del país y de ese partido.
Ya el presidente mexicano canceló su reunión en la Casa Blanca, lo que hace pensar que se avecina una guerra comercial en Norteamérica. Y como es conocido, este tipo de conflictos perjudica a todas las partes y no garantiza alcanzar los objetivos. La ventaja que tiene Trump es que Peña Nieto es el gobernante mexicano más débil de las últimas décadas.
En resumen, estamos frente a un escenario internacional en el cual las posibilidades de un conflicto armado son cada vez más cercanas. Al mismo tiempo que, como anota Stephen Walt, Trump no es un actor racional.
Nota: Phd. Carlos Murillo Zamora. (Costa Rica) Profesor e investigador universitario. Autor de varios libros sobre Relaciones Internacionales, Política Exterior y Seguridad y Defensa..Colaborador del Centro Regional de Estudios Internacionales (CREI) Autor del libro TAIWAN: Seguridad y Defensa en un Contexto Complejo. (CREI 2006)
Articulo publicado con autorización del autor y encontrado en el sitio de five365.com. http://www.five365.com/2017/01/30/opinion/politica-exterior-de-la-administracion-trump/.