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El Mega Fraude Electoral en las Elecciones USA y el nexo con el Estado Profundo (Deep State)

Manuel S. Espinoza J. (*)

Permanentemente los gobiernos norteamericanos se llenan la boca demandando a todas las naciones del planeta “elecciones libres, democráticas y transparentes”, como si ellos fueran el crisol de la democracia mundial. Esta vez como nunca el tiro le salió por la culata. Su doble moral en política internacional ha quedado al descubierto en las recién elecciones fraudulentas en ese país. No sé con qué nivel de desfachatez van a demandarnos a los nicaragüenses en nuestras elecciones del 2021.

Desde el 3 de noviembre el planeta entero ha podido presenciar una de las elecciones más amañadas de la historia en los Estados Unidos de Norteamérica. Como siempre el oligopolio mediático global occidental ha presentado éstas como el mayor SHOW TIME del momento como si estas elecciones fueran las más importantes para toda la humanidad.

Por desgracia millones caen en ese engaño global y los casi 160 millones de ciudadanos norteamericanos votantes creen que han decidido el futuro de su nación y hasta del mundo entero, pero esto está lejos de ser cierto. Si hablamos de poder y realismo político como principal objeto de análisis en estas elecciones olvidémonos del análisis de factores sociológicos que integran a tantos tipos de votantes norteamericanos. De hecho, ya están llenos los sitios de internet donde se pueden encontrar serias estadísticas sobre estos indicadores, pero aun con esto las causas reales de los resultados electorales siempre serán otras.

Raíces Históricas del fraude electoral USA.

Ha sido esa capacidad de diseñar las leyes electorales y todo tipo de subterfugios las que a lo largo de dos siglos les ha permitido engañar a su propio pueblo. En términos técnicos esto se le conoce como “Gerrymandering voting districts” (Manipulación de las circunscripciones electorales de un distrito) o territorio, uniéndolas o dividiéndolas, con el objeto de producir los resultados electorales deseados a favor de un partido “X”.

No es algo nuevo en las elecciones norteamericanas. El término Gerrymander proviene de principios del s. XIX, por el nombre de Elbridge Gerry, gobernador de Massachusetts quién, en 1812, decidió unificar varios distritos en uno solo. El mapa resultante de la unión de estos distritos tenía la forma de una salamandra (en inglés: salamander), al que pusieron por nombre Gerry-mander. El término se usa para designar cualquier forma de manipulación de los distritos electorales con fines partidistas.

El “gerrymanderismo” se puede entender con mayor facilidad al apreciar en los colores estáticos de rojo Republicano o el azul demócrata en el mapa permanente electoral de cada elección. También en el comportamiento de los estados batalla (battle ground) o de los estados oscilantes o indecisos (swing states), que históricamente no están marcados por el favoritismo mayoritario a uno de los dos partidos, pero sí hoy enormemente influenciados por el capital invertido en donaciones de campaña, por el factor de las redes sociales y las fake news (noticias falsas) llenas de todo tipo de acusaciones y acciones de desprestigio entre los contendientes electorales a nivel presidencial y por el congreso.

Hoy el “gerrymanderismo” moderno tiene la capacidad de diseñar e implementar todo el show electoral convertido siempre en fraude con la venia de un sistema corrupto que pasa no solo por las leyes electorales en cada Estado, sino en la capacidad de cada partido de movilizar a las urnas a sus electores cautivos, la utilización de los fondos recaudados para motivar a los indecisos y hasta otros factores menos fáciles de analizar.

Este mecanismo y su show electoral desde luego están basados en el manejo mediático de la estructura socioeconómica, política e ideológica de cada Estado. De ahí que cada Estado elabora su propia ley electoral. Lo que viene a explicar con mayor claridad la estructura de poder a favor de uno u otro de los dos partidos monopólicos de la supuesta “democracia USA”. La perfección del “gerrymanderismo” hoy día es el ya famoso sistema del Colegio Electoral que modifica la elección popular a una de forma indirecta donde 538 electores determinan al candidato ganador con 270 votos sin importar la cantidad de ciudadanos que votaron por cada contrincante.

El Colegio Electoral.

Mayoritariamente, los miembros del Colegio Electoral se designan y eligen bajo las leyes estatales. Es un sistema donde “The winner takes it all” (Todo se lo lleva el ganador). Los votantes eligen entre las listas de los electores del estado para que voten por el candidato a la presidencia y a la vicepresidencia y así, el candidato que recibe la mayoría de los votos del estado “gana” todos los votos emitidos por los ciudadanos de ese estado. De ahí la importancia de los llamados estados oscilantes o indecisos (swing states).

Lo anterior se explica porque la batalla campal “del fraude” desde hace meses se decía sería en ocho estados que serían los que al final darían el gane a Biden o a Trump. El modus operandis de los 538 electores se percibe más en los famosos swing states (estados indecisos) que hemos podido apreciar y que fueron la piedra del zapato para Hillary Clinton en el 2016 y este año para Trump en el conteo final por la carrera de los 270 votos y más del colegio electoral.

Por ejemplo, en las elecciones de 2016 Hillary Clinton (demócrata) obtuvo 65 millones 853 mil 514 votos y Donald Trump consiguió 62 millones 984 mil 828 votos. Sin embargo, con casi 3 millones de votos menos que Clinton, Trump logró 304 votos del colegio electoral a su favor vs los 227 que consiguió su rival y esto lo hizo ganador. En el 2000 ocurrió algo similar, con el gran robo a favor de George W. Bush para impedir que el demócrata Al Gore, vicepresidente de Bill Clinton, se hiciera inquilino de la Casa Blanca.

Según el promedio de encuestas el candidato demócrata Joe Biden mantuvo una amplia ventaja nacional (arriba de 9 puntos) y lideró en la mayoría de los Estados de los cuatro en los Grandes Lagos en donde Trump cambió a su favor en 2016 un día antes de las votaciones. Ahora Michigan, Pensilvania y Wisconsin se inclinaron fuertemente hacia Biden y hasta finales de septiembre no se creía que ningún Estado cambiara.

El problema hoy es que no se sabe a ciencia cierta si toda esa información a favor de Biden era producto de encuestas falsas, noticias infladas a favor del candidato demócrata o el empleo de mayores recursos económicos utilizados por los demócratas que generaron la reacción votante esperada con la ayuda popular cosechada en contra de todas las trastadas de la administración Trump.

Los republicanos aseguran que han sido los Medios de Información Masiva los que le dieron el gane anticipado a Biden haciéndolo público, porque el conteo aún continuaba. Pero también es dudoso el hecho que Trump había denunciado con anticipación las irregularidades e ilegalidad a la que conllevaría la votación anticipada y por correo electrónico. ¿Cómo saber si éste no estaba preparando al público para su declaración de fraude por parte de los demócratas, tal y como términó haciéndolo?

En todo caso Trump necesitaría ganar en los estados restantes aún en disputa y voltear al menos uno de los Estados de inclinación demócrata para reelegirse, pero no son los votos o la Corte Suprema los que realmente decidirán los resultados finales y al candidato ganador. Será el “Estado profundo” (DEEP STATE) o “Gobierno Sombra”, que también es el verdadero poder tras bastidores de la sociedad norteamericana que los instalará en la Casa Blanca y en sus asientos en el Congreso.

El DEEP STATE y su poder electoral.

La realidad es que estas elecciones solo importan a las élites de poder USA y aquellos que de alguna forma o nivel de relación tienen que ver con estos grupos de interés que disputaron el poder político que emana desde La Casa Blanca y el Capitolio (congreso). Es la disputa por el poder económico a través del político y su reconfiguración lo que ha estado en juego en las elecciones presidenciales y para el congreso.

La votación de tantos millones solo ha servido para ocultar la mayor legalización de las futuras transacciones multibillonarias de capital que el “Estado Profundo” (Deep State) en sus diferentes manifestaciones realizarán a su favor utilizando al gobierno federal estadounidense como su caballito de batalla. Y entre más difícil se tornan los resultados para uno u otro partido las posibilidades de mayor participación del Deep State en el control futuro del candidato presidencial ganador y los congresistas serán mayores. Simplemente significa mayores inversiones en las negociaciones de última hora a favor de un partido u otro y mayores compromisos a futuros de éstos con sus “filantrópicos donantes”.

¿De dónde creen que provienen los pagos de USD 200.000 y hasta USD 300.000 dólares que reciben ex presidentes como Barack Obama, Bill Clinton, y ex Secretarios de Estado como Hillary Clinton, Condoleezza Rice y similares solo por discursos en universidades o centros de pensamiento? ¿ Ya ni se diga congresistas, gobernadores, que en su momento apoyaron las acciones de política exterior con la aprobación de las asignaciones presupuestarias de miles de millones de dólares que están requerían?

¿Quién es tan filantrópico como para pagar tan caro las reflexiones y memoria de los ex funcionarios del gobierno norteamericano? ¿Quién solo por amor partidario hace enormes donaciones de decenas de millones de dólares a las campañas presidenciales y de gobernadores? Bien se dice que con la plata baila el mono.

Me refiero a todo lo que integra Wall Street, al capital de especulación y financiero, al Silicón Valley, al Complejo Militar industrial (CMI), al Oligopolio Petrolero, al oligopolio de los Medios Masivos de Comunicación (MMC), al extenso aparato del Complejo de Seguridad Nacional (CSN), inclúyase aquí, a la CIA, FBI, NSA.

Home Land Security y a los miles de multimillonarios donantes en las campañas electorales, contratistas, lobistas etc. Es todo el mecanismo de poder del sistema oligopólico norteamericano que integra también y de manera muy intrínseca al capital financiero inglés y judío.

Eso explica porque ninguna enmienda para abolir el colegio electoral y que la votación sea directa, ha visto ni la luz del día ni siquiera las puertas abiertas del congreso. Ha sido imposible que llegue hasta ese nivel de discusión. ¿Por qué? Porque probablemente no solo surgirían nuevos partidos políticos y sus estrategias ya no sería ganar en Estados indecisos sino en los más poblados y la participación general de los votantes probablemente sería mayor de lo que es hoy. Pero sobre toda las cosas sacaría del juego a muchos de los miembros del “Deep State” y desquebrajaría el nivel de influencia que tiene éste sobre el gobierno federal.

¿Por qué es necesario el show electoral?

La lógica general supone que Biden debería ser el ganador. Pero el sistema corrupto de la política norteamericana, organizado tras bastidores, puede dar la sorpresa haciendo por magia que gane de nuevo Trump un segundo mandato.

La razón principal de la ventaja de Biden sobre Trump es simplemente porque las condiciones de 2016 no son las de este año, aun a pesar que hasta inicios del 2020 la administración republicana había realizado una buena gestión económica de base, sobre todo a largo plazo para fortalecer la industria y otras esferas competitivas económicas y comerciales de Estados Unidos. Esa es la estrategia base del famoso MAGA, “Make America Great Againg”.

Pero llegó su cisne negro y Trump tenía que perder por lógica común. El Covid-19 y su pésima respuesta, con 240 mil fallecidos y más de 1 millón de contagiados. El racismo de Trump y su claro apoyo a la supremacía blanca. Los demócratas con enorme influencia en lo que se conoce como “The Inner Cities” (Ciudades internas) han jugado bien la carta afroamericana como en una réplica de “Golpe Suave”. Es más, no hay duda que los servicios secretos norteamericanos actuaron contra Trump. La deteriorada economía norteamericana de post-pandemia, la elevada deuda pública que superó los $26 billones un record histórico más 10 millones de desempleados.

En cualquier país realmente democrático con todo este caudal de elementos negativos no deja ni un solo espacio de duda que Trump debía perder. El voto temprano de los demócratas con amplia superioridad entre los más de 80 millones ya efectuados antes de las elecciones y la enorme diferencia en la recaudación de fondos de campaña a favor de los demócratas, no son más que más caldova la lógica derrota de Trump.

Joe Biden otro títere del DEEP STATE.

Está comprometido con los planes de enormes inversiones disfrazadas en acciones de política exterior bajo la estrategia de seguridad nacional. Baiden o Trump ni siquiera pueden ufanarse en personalizar dichas estrategias porque están hechas para que ambos partidos independientemente de cual esté en la Casa Blanca o en el Capitolio las implemente. A eso ellos le llaman estrategias Bipartidistas de política Exterior.

Estas están hechas para desviar los enormes recursos económicos que por décadas se asignaran a los mega programas de seguridad nacional donde las empresas contratistas del Deep State tiene aseguradas las asignaciones presupuestarias por parte del ejecutivo y respaldadas presupuestariamente por el Congreso. Ejemplo de estas mega estrategias de seguridad nacional para mantener y consolidar la supremacía USA podemos mencionar algunas de vieja data y aún vigentes.

El proyecto sobre Seguridad Nacional “Forjando un Mundo de Libertad bajo Leyes” de la universidad de Princeton. (2006)

La estrategia “ Pívot o Rebalance para la región del Pacifico del Sur de Asia” (2009)

El Proyecto para “una Norteamérica Unida y Fuerte” (2013)

“Ampliando el poderío norteamericano: Estrategias para expandir el compromiso norteamericano en un orden mundial competitivo)” (2016).

Lo que sucede es que comúnmente los que tratan de analizar la política exterior norteamericana lo hacen muchas veces desde sucesos, situaciones y acciones presentadas en las noticias, discursos o artículos diversos y no de los documentos base de los cuales se desprenden realmente aquellas estrategias globales, regionales y definidas a países concretos. Les confunde el hecho que cada administración trate de atribuirse como creadora, pero no son más que la continuación de estrategias ya trazadas a favor del DEEP STATE y que con otros nombres y acciones diversas deberán seguir al pie de la letra sobre el papel de único líder que debería jugar Estados Unidos en el mundo.

Las cuatro Mega estrategias desde el 2006 tenían a China en la mira colocándola como el primer adversario global. Lo que necesitaban era una mentira a la medida como han inflado la situación del COVID-19 en ese país facilitándoles echarle toda la culpa a China. Pero que en síntesis, se trataba del intento de evitar la pérdida efectiva de peso relativo y absoluto de los EE.UU. en la política y la economía de la región y el mundo. La vigencia de la estrategia “ Pívot o Rebalance para la región del Pacifico del Sur de Asia” (2009) originada en el gobierno demócrata de Obama ha sido fielmente seguido por la administración con retoques personales que han confundido la opinión y percepción de muchos.

China, fortalecida en sus nexos con Rusia, representa la amenaza a la medida que tanto buscaba el DEEP STATE tras fallar en su estrategia global anti-terrorista. Es la causa base para la justificación no sólo de nuevas políticas sino de nuevos gastos. La implementación y ejecución por décadas de estas megas estrategias de política exterior estadounidense se apoyan en acciones militares, paramilitares, diplomáticas, culturales, económicas, comerciales, financieras y político-ideológicas, que le abren la puerta de participación a las cientos de empresas monopólicas y a sus miles de contratistas en una región de primer importancia estratégica para los EE.UU.

Esa región con su propia dinámica ya trasciende su zona natural. Sus economías, que ya alcanzan más del 40% del PNB mundial, y ya ni se diga sus avances tecnológicos. Posee más del 60% de la población mundial con enorme cercanía gravitacional entre Euro-Asia y la Gran Euro-Asia lo que aumenta en términos exponenciales sus capacidades regional y global.

El nivel de la dinámica comercial la convierte en la zona de mayor vitalidad económica del mundo con más de 600 mil millones de dólares. Su PIB mundial se pronostica para el 2025 sea de un 60%. Y unos 148 billones en 2050. Asia es el principal socio comercial de EE.UU. con un 38% del total del comercio de este en bienes en 2013 comparado con un 30% para América del Norte y el 20% para Europa. Cinco de los siete principales tratados de defensa de los EE.UU. están firmados con países de la región.

De ahí la plataforma de Trump de “America First”, (Norteamérica es Primero) o “Let´s Make America Great Again” (Hagamos a Norteamérica Grande otra Vez) o la que ya está anunciando Biden sobre: “Made in America plan” (El Programa Hecho en Norteamérica) y otras similares como “Hacer a EE.UU. de nuevo más” contra el liderazgo chino en producción de todo tipo de mercancía y capacidad de comercio es “la producción y la innovación en EE.UU”. Los lemas de campaña “Compre en América”, “Fabrique en América”, “Invierta en América” al final deberán procurar lo mismo, sólo que en periodos diferentes con administración demócrata.

EEUU desprecia a América Latina

Pero en términos de progreso y bienestar, para los pueblos del continente que continúe Trump o que llegue Biden, no implicará mayores cosas. El cambio será intervencionismo descarado, vulgar y crudo de Trump versus el cosmético discursivo de especialistas diplomáticos de Biden desde el Departamento de Estado. Latinoamérica continuará tan relegada como hasta ahora. No es una región prioritaria en la confrontación geopolítica mayor con Euro-Asia.

Seguirán viendo a la región con desprecio por sus niveles de pobreza, corrupción, crimen organizado, narcotráfico, atraso en los niveles educacionales y de salud sobre todo en el período de post pandemia con mayores problemas de endeudamiento, desempleo y criminalidad impune a la que ellos han venido cerrando los ojos y callando a más no poder. El muro se seguirá construyendo aun sin Trump, pero con el mismo desprecio hacia los latinos. Son nuestros recursos estratégicos de petróleo, gas, agua y otros y la posición geográfica que ocupan Cuba, Nicaragua y Venezuela en el caribe continental, lo que verdaderamente les preocupa.

Sobre todo, la presencia de China y Rusia en la región en términos de finanzas, comercio y asistencia militar, ya probada en la lucha por recuperar sin éxito a Cuba, Venezuela y Nicaragua y las proyecciones geopolíticas que han hecho hacia México, Bolivia, Argentina, Chile, y Brasil. El dilema para nuestros pueblos en las relaciones de EEUU con la región es que su preocupación nos resulta más cara que el abandono.

El nivel de enfrentamiento geopolítico actual entre China y Rusia supera el vivido en los 80 a nivel centroamericano entre la URSS y Estados Unidos. Ahora es por los países de mayor peso en Latinoamérica y sin contenido ideológico que lo sustente como en el periodo de la Guerra Fría. El detonante no es el supuesto abandono permanente de las administraciones USA al hemisferio, sino el fracaso de su estrategia de hegemonía global neoliberal como aseguran estudiosos como Stephen M. Walt.

Los financiamientos otorgados por China superan a todos los créditos juntos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial (BM) y la Corporación Andina de Fomento (CAF). El intercambio comercial con los chinos es de unos 300 mil millones de dólares; la inversión directa es de más de 75 mil millones. China es el primer socio comercial de los grandes productores de materias primas (commodities) como Argentina, Brasil, Chile y Perú.

De 2000 a 2017 se desarrollaron 69 proyectos de infraestructura de China en América Latina, con montos en miles de millones de dólares que generaron miles de empleos directos e indirectos. Muchos otros más integran la lista de lo que podemos ver en el futuro.

Hacia Nicaragua, una administración demócrata en la Casa Blanca continuaría con su política antisandinista, cerrando los ojos a nuestros avances y logros y a todos los problemas profundos estructurales que afrontan nuestros vecinos centroamericanos, con el único fin de cercarnos en una alianza intervencionista regional en nuestros asuntos. Los temas migratorios, corrupción, violación de los derechos humanos, la desigualdad socio económica de la región, pasan a un segundo plano.

Es un error garrafal pensar que es mejor que pierda Trump y gane Biden para nosotros o lo contrario. ¡Unos hasta han llegado a sentir pesar por Trump!. Sandinistas y no sandinistas debemos estar claro que es lo mismo o será siempre peor. De los gobiernos norteamericanos jamás debes esperar nada bueno más que su clara intención de dominio y control por cualquier medio. Lamentablemente hay muchos que creen y sueñan que con ellos se puede negociar y hasta ganar y llegar a ser parte de ellos. Vean el claro ejemplo de lo que ocurrió en Serbia, Libia con Gadafi y Siria. Todo eso fue con un gobierno demócrata en Washington y con la plena aceptación de Biden.

En vano se alegran unos u otros con la victoria presidencial de Trump o Biden pues no les preocupamos para nada, excepto que estamos vivos y con plena conciencia histórica de soberanía y con aliados muy cercanos aun cuando la distancia geopolítica es enorme. La única elección que nos debe importar y sobre todo en asegurar el triunfo electoral sandinista es la de noviembre del 2021. ¡Adelante, que la victoria es nuestra!

(*) Manuel Salvador Espinoza Jarquín. Especialista en Relaciones Internacionales

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