Por: Jorge Suarez Saponaro. Analista Internacional (Argentina) Colaborador del CREI

Jorge Suarez Saponaro Columnista | Diario el Minuto Publicaciones En el marco de negociaciones directas entre Estados Unidos e Irán por la cuestión nuclear, con mediación de Omán, Israel lanzó un ataque aéreo a gran escala contra el programa nuclear iraní, al considerar que detrás de ello, Teherán está embarcado en disponer de armas atómicas, considerándolo una “línea roja” que constituye una amenaza existencia para la nación hebrea. El golpe tuvo su efecto, la salida iraní de las conversaciones, pero esto abre interrogantes sobre el volátil escenario del Próximo Oriente.
Por Jorge Alejandro Suárez Saponaro | Director de Argentina para El Minuto
Estamos ante un escenario de guerra de zona gris, donde la estrategia tiene como objetivo no degenerar en un conflicto convencional, ni un enfrentamiento militar directo. La proliferación de armas guiadas, en el caso iraní, permite llevar a cabo acciones militares sin la necesidad de una movilización de mayor magnitud, para librar batallas en territorio enemigo, algo que no es factible para las partes en conflicto. Las estrategias de zona gris se caracterizan por la asimetría material y de interés, “incrementalismo”, la agitación política, y la ambigüedad.
El combate se libra a través de “escaramuzas” empleando salvas de proyectiles a grandes distancias por parte de Irán y con la respuesta israelí a través de operaciones aéreas. Los objetivos son de carácter limitado, por lo menos en esta primera instancia del conflicto, donde en el plano de la estrategia es no cruzar ningún umbral existencial para ambas partes. En este complejo juego de “disuasión” y “coerción” la asimetría material juega a favor de Israel y sus aliados (Estados Unidos) respecto a Irán, puede inducir a que Teherán arriesgue asumir un coste máximo para defender interés máximo. La amenaza de Trump, se vinculan con ello, obligando a los estrategas iraníes a evaluar si vale la pena seguir escalando el conflicto, con sus costos asociados.
Del lado persa, a través de la táctica de salvas de armamento guiado, busca también elevar los costos de la respuesta israelí, saturando los sistemas de defensa aérea y antibalístico, mantener a la nación en constante estado de alarma, con su impacto para el funcionamiento de la economía y erosionar el frente doméstico. Se observa que se aplica una de las características propias de las estrategias de zona gris: el incrementalismo, donde los actores en pugna buscan no cruzar determinados límites, donde Israel centra su esfuerzo en desarticular el programa nuclear iraní y en el caso de Teherán, librar acciones de desgaste y erosionar la voluntad israelí de seguir con los objetivos de la Operación León Creciente.
Existe un ejemplo sobre la experiencia iraní en estrategias de zona gris: el ataque a Arabia Saudita, por parte del “proxy” pro iraní de los hutíes en 2019. Este generó un daño catastrófico en la infraestructura petrolera saudita de Abqaiq-Khurais (equivalente al 5% de la producción mundial de crudo) sin la necesidad de movilizar ejércitos. Los iraníes por medio de los hutíes yemenitas mantienen cerrado el puerto de Eilat y niega el uso del Mar Rojo al tráfico marítimo israelí, además de lanzar ataques con drones y misiles balísticos, con su impacto para la economía de Israel. La pérdida de bases operativas en Siria y Líbano, obligará a los iraníes a maniobrar desde el Mar Rojo.
En este conflicto las partes han subido la apuesta, lanzando ataques a infraestructura económica y crítica. Los israelíes lanzaron sendos ataques contra el sector petrolero, un área clave para la economía iraní. Desde Teherán devolvieron el golpe generando graves daños al prestigioso instituto científico Weiszman, objetivos del sector energético, destacándose la importante planta de refinería de petróleo de Haifa, la más importante de Israel, obligándola a paralizar sus actividades. El conflicto de zona gris, juega con las ambigüedades. El ataque al hospital de Beersheva, a pesar de las declaraciones iraníes, que el misil iba a una base militar cercana, tuvo su impacto psicológico y político, alimentando una mayor presión en el frente interno israelí. La clave de la estrategia iraní siempre ha sido explotar la contradicción de su adversario.
A través de las capacidades de la Fuerza de Misiles iraní, existe una suerte de esfuerzo igualador mediante la dotación de sistemas de alta precisión. Estamos presenciando acciones por las cuáles una de las partes busca imponer su voluntad por medio de la sumisión del otro, a través del “intercambio” de salvas, obligando a la otra parte a estar en incapacidad de seguir devolviendo el golpe por desgaste.
Los golpes dados por Israel a la infraestructura del programa nuclear iraní, según analistas del Royal United Institute Service, no son suficientes para su completa desarticulación. Rafael Grossi, titular de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) señaló que la planta de Natanz, dedicada al enriquecimiento de uranio está destruida, pero quedan bases subterráneas intactas. Según estimaciones del citado organismo, Irán posee unos 400 kilos de uranio enriquecido al 60%, apto para producir munición nuclear, pero la OIEA considera que Teherán tiene un “camino” por recorrer para disponer de armas nucleares operativas. Otro centro atacado el laboratorio de Isfahán, que produce componentes para el enriquecimiento de uranio y el centro de producción de agua pesada de Arak.
En el estratégico sitio de Fordrow, se estima que existen reservas de uranio enriquecidos al 83% (se requiere el 90% para munición nuclear) y es el centro de atención de Washington sobre el camino a seguir. La capacidad de la Fuerza Aérea Israelí de destruir dicha instalación es limitada por la profundidad donde se encuentra.
En este tipo de conflictos, se libran también en el campo político, psicológico y económico. Desde Israel se instala una narrativa para promover el cambio de régimen; Trump pide a los habitantes de Teherán dejar la ciudad; los embargos y sanciones a la economía iraní; mientras que la contraparte iraní, moviliza sus “proxy”, amenaza con acciones devastadoras (guerra psicológica), cierra el Mar Rojo al tráfico marítimo israelí y “juega” con la sombra de cerrar el Estrecho de Ormuz, cuello de botella donde transitan unos 20 millones de barriles de crudo como combustible procesado (20% del tráfico petrolero mundial).
La “ambigüedad” que explota Irán al respecto, provocó el alza del precio del petróleo, generando incertidumbre, donde muchos armadores optaron por cambiar las rutas con sus costos asociados para la economía global (esto incluye a Israel por ser un país importador de crudo). El factor tiempo es algo que busca explotar a su favor el gobierno iraní, en atención que la continuidad de los ataques israelíes, requerirán para que continúen en el tiempo, del apoyo de Estados Unidos y en menor medida de otros aliados occidentales. En cuanto a la capacidad de seguir lanzando ataques balísticos por parte de Irán, dado el desconocimiento sobre la cantidad de misiles y drones en los arsenales, genera interrogantes hasta cuando Teherán podrá seguir atacando.
Los actores en pugna
Israel: la estrategia al parecer está centrada en generar el máximo daño posible al programa nuclear y afectar la capacidad de enriquecimiento de uranio e impedir la producción de munición atómica. Las acciones contra el alto mando del Ejército de los Guardianes, científicos vinculados al sector nuclear, buscan generar efectos políticos y psicológicos al adversario. Los ataques a instalaciones de la industria petrolera iraní, está orientada a impactar en la golpeada economía iraní, generar un clima de mayor inestabilidad y afectar el esfuerzo de guerra iraní. El involucrar directamente a Estados Unidos en el conflicto, bloquearía cualquier iniciativa para un acuerdo sobre el programa nuclear iraní. La intervención de Washington, podría extenderse hacia la capacidad militar e infraestructura crítica de Teherán, dejándolo fuera como actor relevante en el tablero geopolítico del Próximo Oriente, por un largo tiempo. Por otra parte, Jerusalén dejaría un fuerte mensaje para diversos actores regionales con aspiraciones hegemónicas en la región y que puedan cuestionar abiertamente la existencia del Estado de Israel.
Irán: El régimen busca mostrarse inflexible ante la “amenaza sionista” y a pesar de los daños infringidos a su programa nuclear, capacidades militares e infraestructura petrolera, y seguir siendo considerado como un actor relevante en la región, que todavía cuenta con cierto nivel de disuasión/coerción. Teherán está a la defensiva, apuesta por la incertidumbre, ambigüedad y explotar las contradicciones del enemigo, manteniendo las opciones de diálogo con diversos actores (Rusia, China, Unión Europea, algunos estados árabes). Los “halcones” liderados por Jamenei puertas adentro mantendrán una narrativa de dureza ante la agresión, mientras, por otro lado, buscarán opciones de negociación, siempre con el objetivo de mantener el programa nuclear. Estamos ante un “doble juego” para impedir que el oponente pueda identificar las reales intenciones iraníes. El ataque israelí, impulsará al sector “duro” del régimen a seguir con la determinación de disponer de capacidad nuclear militar, como única herramienta verdaderamente disuasiva e ir más allá abandonar el Tratado de No Proliferación.
Irán explotará el factor tiempo y buscará evitar la intervención de Estados Unidos, un escenario más complejo para el régimen de ayatolás. Ello no impide acciones desestabilizadoras para los intereses de Washington, como se observa en el vecino Irak, a través de facciones de las Fuerzas de Movilización Popular. Esto tendría como finalidad movilizar la opinión aislacionista dentro del gobierno de Estados Unidos, cuando personal militar de dicho país, se encuentre amenazado por grupos irregulares iraquíes, generaría rechazo de la ciudadanía sobre la intervención de Washington en conflictos considerados ajenos a los intereses estadounidenses. Los estrategas iraníes saben que en este conflicto están solos y la opción es mantenerse a la defensiva, esperando alguna oportunidad favorable desde lo político de alcanzar un cese del fuego.
Estados Unidos: la decisión que adopte el presidente Trump respecto atacar o no las instalaciones nucleares iraníes, se vinculan con la credibilidad de su gobierno en el frente externo como interno. En un primer momento, Washington vetaba la idea de un ataque israelí sobre Irán. El accionar israelí puede interpretarse como signo de debilidad y que Jerusalén condiciona la política exterior de Washington en la región. Las declaraciones de Trump, por sus contradicciones, podrán ser explotadas por parte de Rusia y China para convertirse en árbitros en el conflicto, dado su influencia en el régimen de Teherán. En el frente interno, la Casa Blanca tiene opiniones divididas dentro del Partido Republicano, donde existe un importante sector, que se opone a una intervención directa en el conflicto entre Israel e Irán. La intervención de Estados Unidos también se vincula con lo económico, corriéndose el riesgo de una escalada del precio del petróleo, con su impacto negativo para la economía estadounidense, sus aliados y también a nivel global, beneficiando actores como Rusia y los estados árabes. Este dilema, impactará en la decisión de la Casa Blanca sobre la estrategia a seguir.
Rusia: el conflicto Israel – Irán le resta centralidad a la cuestión ucraniana, que explotará el Kremlin a su favor. Es un actor clave, a tal punto que la planta nuclear de Bushehr donde hay personal ruso no fue atacada. Moscú buscará algún tipo de hipótesis de confluencia con Israel, especialmente por Siria, donde existe un claro interés de mantener su presencia. Para Jerusalén, es una opción viable para reducir la influencia turca. Irán es una pieza clave en el ajedrez geopolítico que juega el Kremlin y se inserta en las negociaciones por la paz en Ucrania. Moscú tiene un acuerdo de asociación estratégica, pero no en el campo de la seguridad, por lo tanto, Teherán es una “ficha intercambiable”. La vulnerabilidad del régimen puede ser una baza a favor de Rusia, para adquirir un rol relevante en el conflicto. Irán es importante para Rusia para el desarrollo de un corredor que rompe con el aislamiento de Occidente y se proyecta hacia el Índico. No obstante, la política del Kremlin, ha sido de “contener” a Irán, evitando su fortalecimiento y su proyección hacia el Cáucaso y Asia Central, áreas sensibles para los intereses de Rusia.
Unión Europea/Reino Unido: En 2015 fue un actor relevante por el acuerdo nuclear alcanzado en su momento entre Estados Unidos, China, Rusia e Irán. El levantamiento de las sanciones contra Irán, sin ninguna duda beneficiaría a la UE. La “potencia diplomática” que debería ser el bloque europeo, tiene un papel marginal, dado la postura de la Casa Blanca en el conflicto entre Irán e Israel. Teherán buscará mantener alejado a ciertos actores – Francia y Reino Unido – de un posible apoyo militar a Jerusalén en caso de un mayor riesgo de escalada, alimentar una postura favorable a un programa nuclear iraní con fines pacíficos. El Reino Unido como parte del Acuerdo nuclear con Irán en 2015, es un actor a considerar, especialmente si Estados Unidos decide atacar la vieja nación persa, debiendo emplear la base de Diego García, y ello requiere la autorización británica. Las bases británicas en Chipre sirvieron para el despliegue de medios aéreos en 2024, para apoyar la defensa aérea israelí contra los ataques balísticos iraníes. La Marina Real podría brindar apoyo para evitar el cierre del Estrecho de Ormuz gracias a su capacidad de guerra de minas y la base Duqm en Omán, también cobran relevancia. Las relaciones con Israel no pasan por el mejor momento por la postura británica respecto a la crisis de Gaza. Es probable, en caso que Estados Unidos intervenga, Londres se vea involucrado, pero de manera muy limitada.
China. Irán tiene un papel en la geopolítica china, especialmente en el marco de una de las grandes maniobras geoestratégicas de Pekín: la célebre Ruta de la Seda, para brindar seguridad a su cadena de suministros. El 45% del petróleo que importa China, viene del Golfo Pérsico, por lo tanto, la estabilidad de Irán impacta en los intereses chinos. Existe una estrecha relación entre ambos actores, se estima que el 90% del crudo iraní es adquirido por Pekín (16% del crudo importado por China es de origen persa). El gobierno chino condenó en una primera instancia el ataque israelí e intenta mediar en el conflicto. Más allá que es solo una simple declaración de buenas intenciones, sirve como construcción de una narrativa que se proyecta a un Sur Global, donde el sentimiento antioccidental aumenta, mostrando a China como una potencia global “responsable”. Irán es para Pekín, lo mismo para Rusia, una pieza del ajedrez geopolítico en su competencia con Estados Unidos.
Turquía: Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, calificó al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, de ser “la mayor amenaza” para Oriente Medio, en una conversación telefónica este martes con el jeque Tamim bin Hamad al Thani, emir de Qatar, según informó la oficina de información del gobierno turco. En un comunicado, el presidente turco señaló que Ankara está desplegando un importante esfuerzo diplomático y que la crisis no debe afectar a Siria, como dejar en un segundo plano la crisis de Gaza. Turquía condenó enérgicamente el ataque israelí a Irán. No cabe duda que Israel es visto como un competidor geopolítico y desde la perspectiva de los intereses turcos, no es admisible que Jerusalén sea la principal potencia regional. Desde la misma Turquía, el gobierno señaló que no es aceptable la existencia de un actor hegemónico regional, sino que debe haber una suerte de equilibrio de poderes. Esto se traduce también con la oposición turca que Irán se convierta en una potencia nuclear. Una victoria política por parte de Israel en la crisis, es vista por Ankara como una amenaza a su proyección como potencia regional. Erdogan anunció públicamente mayores esfuerzos para el programa de misiles balísticos turco. Esto podrá impulsar a otros actores regionales a seguir los pasos de Turquía.
Estados árabes: Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Omán realizan importantes esfuerzos para frenar la escalada. Los países árabes condenaron formalmente el ataque israelí contra Irán, pero tiene un carácter más retórico que real. Un Israel victorioso en este “duelo” con Irán, tiene un impacto negativo en los frentes internos de los estados árabes, alimentando los argumentos de sectores extremistas que históricamente cuestionan la legitimidad de varios gobiernos árabes de la región, como también afecta las aspiraciones de proyectarse como potencias regionales, especialmente en el caso de Arabia Saudita. Es un “juego” delicado, dado que estamos ante regímenes sunnitas rivales de Teherán. La degradación de capacidades militares y los daños a su programa nuclear, alejan el fantasma de convertir a Irán en una potencia de primer orden en la región, pero otro lado, tampoco es aceptable el ascenso de Israel como primera potencia regional. Las contradicciones de Occidente, especialmente del discurso de Trump, pueden empujar a los estados árabes a una verdadera carrera para aumentar sus arsenales militares. Omán y Qatar tienen vínculos más cercanos con Teherán y es posible que busquen algún tipo de salida diplomática, con canales de diálogo con Estados Unidos.
Pakistán: la visita del jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, mariscal Asin Munir en el marco de la crisis Israel Irán al presidente Trump, fue todo un hecho significativo. El jefe de estado norteamericano, señaló que Islamabad no estaba de acuerdo con el ataque israelí. Pakistán e Irán, tuvieron altibajos en sus vínculos, especialmente por los separatistas baluchis. Los paquistaníes ven con preocupación, un posiblemente debilitamiento de Teherán, dado que podría alimentar una escalada de los grupos armados en Baluchistán. El frente interno también se vería afectado, por la fuerte presencia islamista en la política de Pakistán – se extiende a sectores de las Fuerzas Armadas – que ven con abierta hostilidad el accionar de Israel en la crisis de Gaza o en su enfrentamiento con Irán. Esto impide la normalización de relaciones con Jerusalén, como otros países musulmanes. Pakistán, ante el enfrentamiento con el gobierno de los talibanes afganos, busca maniobrar geopolíticamente, “rodeándolos” acercándose a Irán, una opción para garantizar su seguridad energética y abrir una suerte de eje “Rusia, Irán, Pakistán China” para contrarrestar el creciente poderío indio. Los acontecimientos en Irán, refuerzan al liderazgo paquistaní, de mantener su capacidad militar nuclear y más allá de los acercamientos con Washington, impulsan a este actor a mantener un mayor distanciamiento respecto a Occidente. Desde la perspectiva de Teherán, Pakistán, podría ser una válvula de oxígeno en el marco del conflicto con Israel.
El conflicto entre Israel e Irán, desde el punto de vista militar, pone de relieve las llamadas estrategias de zona gris. El uso del poder aéreo como herramienta para quebrar la voluntad nacional, la historia puso en evidencia que tiene un alcance limitado. En la Segunda Guerra Mundial, las campañas de bombardeo aliado sobre el III Reich no hicieron mella en su voluntad de continuar la guerra. Impulsar el cambio de régimen, demandaría una intervención militar por tierra y mar, algo poco probable y con elevado costo político, militar y económico, además en vidas civiles y militares. Irán se mantiene a la defensiva, recayendo el esfuerzo en la rama aeroespacial del Ejército de los Guardianes de la Revolución Islámica. La defensa antiaérea iraní tiene limitaciones en materia de sistemas, medios modernos de comando y control y su aviación de combate es obsoleta respecto a la aviación de combate israelí.
Israel requiere un mayor compromiso de Estados Unidos y eventualmente de otros aliados de la OTAN (Francia, Reino Unido) no solo para poder contrarrestar la amenaza balística iraní, sino cerrar cualquier canal de diálogo que desemboque algún tipo de acuerdo sobre el programa nuclear de Teherán. Solo las capacidades de Washington permitirán generar mayores daños a las infraestructuras críticas iraníes y la capacidad de enriquecimiento de uranio en bases subterráneas.
Irán entiende que está ante un escenario sin liderazgo internacional claro, sus opciones son escasas. El mantener el conflicto en ciertos niveles de escalada aceptables, tiene que ver con la naturaleza del régimen que gobierna Teherán, mantener una narrativa y sobre ello aglutinar a la opinión pública. El factor tiempo, es la esperanza de los estrategas iraníes, manteniendo canales diálogo en diversos frentes. El mantenimiento del programa nuclear es vital por cuestiones de orgullo nacional y también como alternativa para obtener en el mediano/largo plazo capacidad militar nuclear, una herramienta realmente disuasiva desde sus intereses nacionales.
Estamos ante un sistema internacional anárquico, no hay árbitros legítimos, ni mecanismos eficaces de gestión de conflictos. Esto alimentará una carrera armamentística y un incremento de la competencia geopolítica. La lógica será imponer y no el consenso. Las contradicciones de Estados Unidos serán vistas como signos de debilidad y será aprovechada por otros actores, que buscaran mostrarse como “responsables”. Los estados de la región, no considerarán aceptable una “victoria” israelí y podrá ser interpretado como una amenaza a las ambiciones de ciertos actores regionales. Israel posiblemente haya conjurado un riesgo inmediato: Irán como potencia regional, pero genera incertidumbre sobre las derivaciones del enfrentamiento con Teherán y las lecturas que surjan de ello de los actores involucrados en la crisis.