Para muy pocos la remoción del cargo de Dilma Rousseff como presidente por parte del Senado no fue nada novedoso. En estos casos duele tener la razón. De igual manera ver como una fuerza política como el Partido de los Trabajadores (PT) no lo pudo evitar.
“Crónica de una muerte anunciada?”. En un país con una población de unos 205 millones de habitantes, donde 146 millones son los votantes, el PT con grandes dificultades logro ganar en las elecciones presidenciales de Octubre del 2014 con un 51,64% contra 48,36% de su rival partido de la Social Democracia brasileña. (PSDB) Con solo 3 millones de diferencias de votos y eso que en segunda vuelta.
Ahora la fuerza opositora no la dejo correr mucho. No logro ni estar dos años en la silla presidencial. Pero la derrota no puede verse tan minúsculamente alrededor de Dilma. Prácticamente cierra un periodo de gobierno a favor del PT desde que Lula Da Silva, un sindicalista, que alcanzo la presidencia en el 2002 con el 61.3% equivalente a casi 53 millones de votantes.
A partir de ahí Brasil ha dado serios indicadores de crecimiento y desarrollo económico, convirtiéndose en la economía más grande del América latina. Pero las cifras son secas, si estas no develan su impacto en los más desfavorecidos. Para nadie es desconocida el hambre y la miseria que azotaba a Brasil en todos los 80s, 90s; mejor conocido en aquel entonces por las famosas favelas y el enorme grado de violencia, criminalidad y corrupción pública.
Con los dos gobiernos de Lula y Dilma aun unos 65,5 millones de brasileños pasaban hambre en el 2009. En el 2014 se redujeron a 52 millones. El PT había creado una dinámica en materia de reducción de la pobreza en un 63% desde el 2004. A eso se le suma la reducción en la desigualdad, en la brecha entre negro y blancos, mujeres y hombres empleados, y aumento en la escolaridad, cobertura de salud pública y en general en las condiciones de vida del pueblo. Ya en el 2011 Dilma dirigió un programa para 16,2 millones de personas que permanecían bajo el umbral de la pobreza. económicas
Brasil no ha sido, ni es, y por lo visto ni seguirá siendo fácil. Hoy la BBC anunciaba en 11,2 millones los desempleados y la industria brasileña viene presentando bajas fuertes, así como el PIB del país, producto de una contienda feroz políticas de trascendencia no solo nacional y regional, sino global.
Con lo ocurrido se rompe el pacto político social en Brasil. Si bien es un enorme retroceso para la nación, es una nueva oportunidad de reorganizar más las fuerzas de la izquierda en función no solo aspiraciones electorales. La lección ABC para todas las fuerzas populares es que no te dejaran gobernar aun cuando ganes en su juego electorero.
Se trata entonces de que esas fuerzas sociales aspiren no solo a llegar a un gobierno y convertirse en el poder político indiscutible, tras un sillón presidencial, que al término de la paciencia de la derecha respete el voto popular. La única lógica horizontal, es la lucha abierta política por alcanzar el verdadero poder judicial y económico, que pueda tener la capacidad de maniobra y golpe de mano, que sus adversarios le acaban de asestar.
Para muchos imaginarse que el PT puede poner a 2 millones de manifestantes es tan difícil como creer, que, durante los gobiernos de Lula y Dilma, la nueva clase media abarca a 39 millones de personas. Entonces cual es el problema de encausar a unos y otros en un mayor activismo y liderazgo más comprometido con una estrategia más consolidada de radicalización socio-económica, que con vivir aceptando gobernar con una pistola en la cabeza cada tanto haya elecciones?
Manuel S. Espinoza J.
Analista Internacional.