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El declive de EEUU en América Latina

Manuel Espinoza J. (*)

Desde la independencia de las 13 colonias en 1776 hasta La guerra hispano-estadounidense en 1898 y la guerra filipino-estadounidense de 1899-1902, los Estados Unidos alcanzaron el espacio territorial que hoy conocemos. Su voracidad por el dominio de nuevas tierras y nuevos espacios están bien definidas en su corolario de doctrinas de política exterior y geopolítica.

En su afán del dominio de América Latina, la más conocida es la Doctrina Monroe promulgada en 1823. Esta tuvo dos niveles de desarrollo: primero, evitar el dominio europeo en el hemisferio occidental; segundo, la extendieron para impedir a cualquier otra potencia del mundo.

El resto de doctrinas de política exterior, desde las más antiguas como “La de las Cañoneras”, “La del Gran Garrote”, “la del Buen Vecino”, “la Diplomacia del Dollar” hasta las más recientes, se subordinan a la Doctrina Monroe; estas se aplican en tiempo y forma según su necesidad imperialista en el hemisferio.

También hay teorías y doctrinas de corte geopolítico como la teoría de “las Fronteras Móviles” y “de Ventanas y Puertas Abiertas” de Frederick Jackson Turner, la del “Imperio Norteamericano” de Brooks Adams y la del “Poder Marítimo” de Alfred Mahan, que vienen a reforzar la mal llamada Doctrina Monroe a nivel global.

En el caso de la teoría de “las Fronteras Móviles” y “de Ventanas y Puertas Abiertas”, la lógica es sencilla. “Las fronteras deben ser abiertas a los intereses de dominio USA en el globo y hay Estados que deben servirles de ventanas y puertas para la penetración a las diversas regiones y continentes en su afán de la construcción de las Balanzas de Poder”.

La Doctrina de Mahan del poder marítimo se basa en la flota militar, en la flota mercante y bases marítimas militares en todo el mundo. En función del aseguramiento de su comercio global y la rápida respuesta a cualquier levantamiento en la aldea global. Con más de 800 bases en el planeta, el Pentágono es el terrateniente más grande del mundo. Tienen extensas zonas de territorio dentro y fuera de los EEUU que han comprado o alquilan.

Prácticamente desde 1776 hasta 1959 los norteamericanos habían logrado expulsar a las principales potencias europeas que en un determinado periodo dominaron parte del continente por separado. Es el triunfo de la revolución cubana de 1959 que viene a minar todo el andamiaje doctrinario de política exterior y geopolítico norteamericano.

Con la revolución cubana entra a América Latina la Unión Soviética (URSS) y hasta 1991 se logró crear una red política e ideológica de los pueblos de América Latina en contra de la Doctrina Monroe, y entre los más destacados logros de la última etapa es la triunfante la Revolución Popular Sandinista en 1979.

Respuesta histórica autóctona regional

Si bien es cierto que el peligro para los intereses hemisféricos de la Doctrina Monroe era la presencia de potencias foráneas, a lo que ellos vulgarmente califican como “su patio trasero”, con la revolución Bolivariana de 1998, siete años después de la caída del campo socialista, los norteamericanos con gran susto ven surgir desde la misma América del Sur un nuevo y mayor desafío. Sobre todo, por la inmensa cantidad de recursos estratégicos existentes en Venezuela.

A partir de ahí la llegada al poder de la izquierda política latinoamericana se hace con mayor frecuencia como chispas en El Salvador, Ecuador, Brasil, Argentina, Bolivia, y México. Esta es la respuesta histórica autóctona regional a la dominación política norteamericana. Es una nueva etapa en la lucha contra el mandato gringo.

Prácticamente las tres revoluciones continentales triunfantes en Cuba (1959), Nicaragua (1979) y Venezuela (1998) han enfrentado la forma más violenta del imperialismo norteamericano en el continente, pero aún sobreviven triunfantes.

Estas tres revoluciones abrazan la idea de la unidad latinoamericana de Simón Bolívar, el Libertador de América, José Martí y A.C. Sandino. Lo que las hace trabajar en función de objetivos claros y contra el dominio norteamericano en el continente. Prácticamente constituyen la base fundamental de la política exterior de estas tres revoluciones.

Si a esta fortaleza le agregamos la lógica de la teoría geopolítica de Halford Mackinder, conocida como “Heartland”, el destino manifiesto del declive norteamericano en Latinoamérica en las condiciones actuales está asegurado.

En otras palabras, Mackinder habla de zonas geopolíticas del planeta que ejercen enormes cambios en todo el sistema global. Mackinder sitúa a Heartland desde el río Volga hasta el río Yangtze y desde la Himalaya hasta el Artico, prácticamente lo que en su tiempo fue el imperio ruso y luego el imperio soviético. Fundamentalmente Heartland define que “quien domine Europa Oriental domina Heartland; Quien domina Heartland domina la Isla Mundial; quien domina la Isla Mundial domina el Mundo”.

En términos coyunturales ese dominio de Heartland (Euro-Asia) del que supone Mackinder no es más que el poderío nuclear, económico y tecnológico que posee Eurasia a la luz de la alianza estratégica entre Rusia y China por destruir al máximo el poderío global norteamericano, no hay mejor sitio indicado para esto que Latinoamérica.

Si a esta noción de Euro-Asia se la agrega la propuesta doctrinaria de Rusia de la construcción y creación de la Gran Euro-Asia que incluye a la India, más China, Rusia, Mongolia y Kazajistán u otros más de Asia Central, de nuevo podemos entender que un final no feliz en los juegos de poder de los norteamericanos en el hemisferio les espera. Solo es esa región se concentra más de la mitad de la población del planeta.

Ruina en tiempos de o post pandemia

La batalla por Venezuela está planteada y en curso y le corresponde a la Latinoamérica Bolivariana enfrentar la rapacidad yanqui con la furia bolivariana, lo que desde ya proyecta toda una guerra prolongada a nivel continental.

Tanto China y Rusia han venido expresando su firme apoyo político, económico militar y comercial hacia Venezuela a través de un sinnúmero de acuerdos de carácter estratégico de asistencias recíproca, lo que hace muy complejo cualquier aventura de la administración Trump en contra de la revolución chavista, más aún cuando China acaba de ganar la Tercera Guerra Mundial sin disparar un solo tiro. Las guerras modernas ahora son mucho más complejas y sofisticadas que las que pudimos conocer hasta hace poco en Medio Oriente.

El golpe a la economía norteamericana producto de la pandemia del Covid-19 los ha metido en una de las más profundas recesiones económica que los EEUU y el mundo hayan conocido. El tal proclamado liderazgo norteamericano en el mundo y en el continente se vino abajo. Demostraron con la pandemia que los EEUU no han sabido demostrar el verdadero rol de un hegemón.

Un hegemón es aquella potencia que tiene la capacidad de asegurar y garantizar la seguridad y la supervivencia de sus aliados, y esto no se ha visto en ningún punto del planeta y hoy los norteamericanos son los grandes ausentes. De nada les ha servido tener el ejército más poderoso del mundo, dotado con el presupuesto militar más costoso y el armamento más sofisticado y moderno.

Sin embargo, la ferocidad de los EEUU y sus ambiciones de construir un sistema unipolar con sus reglas y métodos, no han acabado. Tanto Trump como el poder oculto gringo urgen de una guerra donde el botín sea el petróleo venezolano o iraní y le sirva de amortiguación a la depresión que se les viene encima.

Pero esa misma obsesión al despojo de los pueblos es parte de su ruina a la vuelta de la esquina en el tiempo de o post pandemia. La batalla continua, pero no se debe renunciar a ella pues su declive moral, político e ideológico está planteado y no es una abstracto.

Desde 1776 hasta 1959 trascurrieron 182 años de validez casi total de la Doctrina Monroe. Desde 1959 a la fecha han transcurrido 61 años donde su validez es seriamente fracturada por tres revoluciones en Cuba, Nicaragua y Venezuela y la presencia activa de Rusia y China en el hemisferio. ¿De qué validez de la Doctrina Monroe se habla entonces?

(*) Especialista en Relaciones Internacionles

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